Imágenes de páginas
PDF
EPUB

consejero ya de hacienda. Tales consejos le dió, y le hizo tales prevenciones el desterrado, que varió de carácter. Volvióse triste, taciturno, y se aisló hasta de sus mejores amigos. No acostumbrados estos á verle de esta manera, empezaron á desconfiar de él y á tratarle con prevencion, lo cual aumentó su disgusto, y más que todo el ver que los liberales evitaban las conversaciones políticas en su presencia, reputándole afiliado al bando contrario. No se equivocaban.

Dejóle su hermano don Rufino recomendado á sus hermanos políticos, quienes desde luego contaron con él, y le iniciaron en los planes de la junta de Madrid. Ya hemos manifestado el resultado que tuvieron, y la prision de los indivíduos de aquella junta. Frustrada esta tentativa, volvió Gonzalez con asíduo afan á sus tareas de la administracion, hasta que llegó á Talavera un comisionado del gobierno que le formó causa, y le condujo preso á Madrid.

El 30 de setiembre, dia siguiente al de la muerte del rey, apareció como por encanto en Talavera de la Reina. Oculto, preparó la rebelion, aunque no tan secretamente que no se apercibiese la autoridad, y al anochecer del 3 de octubre,-no del 2, como dice el parte oficial,-reunió Gonzalez las dos compañías de realistas, única fuerza que habia en la poblacion, y la distribuyó en varios pelotones, mandados respectiva mente por sus hijos don Francisco y don Manuel, bachilleres ambos en leyes, hallándose de alférez en el provincial de Toro el hijo mayor don Juan José (1).

Depuso á las autoridades, hizo algunas prisiones y se apoderó de los recursos necesarios (2), y de algunos caballos y carros.

A la mañana del siguiente dia, alumbró el nuevo sol el pendon de Cárlos V, proclamado en la plaza por el pregonero público, con alarde militar.

A las siete de la mañana marchó á Calera á reunirse con los realistas de este pueblo y con los del batallon de Mombeltran, ya avisados; más no acudieron estos. Desordenáronse temerosos los de Talavera, y puesto al frente de los de Calera y con los jefes que le acompañaban, se dirigió á Puente del Arzobispo. Adversa le fué la suerte, hostilizado por la misma poblacion con que contaba, perdió entre los prisioneros á un hijo. Conducidos á Talavera estos desgraciados, fueron condenados por una comision militar, espresamente formada, á la última pena, y pasados por las armas el jóven don Manuel Gonzalez, don Celestino Pabat,

(1) Se pasó á las tropas carlistas: sirvió con Cabrera, y en 1846 estaba en Marsella, y era brigadier.

(2) De los 500,000 rs. que habia en la administracion de rentas, solo dispuso de 60,000.

Dieguez, el cadete Lopez Salas y el alférez don Leon Nieto, enrojeciendo el sueloespañol la sangre de hermanos, inmolados en aras de la feroz discordia, en la flor de su vida.

Los que siguieron á don Manuel Gonzalez fueron tenazmente perseguidos por las fuerzas de Guadalupe y otros pueblos, siendo alcanzados en las inmediaciones de Villanueva de la Serena, y presos por un destacamento de caballería. Conducidos tambien á Talavera, otro consejo les condenó á la pena que habian sufrido sus compañeros.

Gonzalez no llora su suerte: se indigna contra sus amigos políticos que le han abandonado, y los desprecia, pensando solo en su hijo, por quien tanto padece, y á quien trata de inspirar valor en el postrer instante. Estrechados, cuando ya sus compañeros estaban de rodillas, ahoga su voz el llanto, y sin el consuelo de morir abrazados, riégase de nuevo aquel sitio con su sangre y la de otros cinco compañeros.

PRONUNCIAMIENTO EN LAS PROVINCIAS VASCAS.

VI.

ENCUENTROS.

Simultáneo al pronunciamiento de Talavera, fué el importante de

Bilbao.

Los partidarios de don Cárlos venian desde 1826 sosteniendo su preponderancia sobre los voluntarios realistas en la diputacion de la provincia y en el ayuntamiento de la villa; y cuando fué elegido diputado don Pedro P. Uhagon, empezó éste á hacerles frente, y le ayudó algo su compañero de diputacion el brigadier don Fernando Zabala, que tanto figuró despues. Se suscitaron cuestiones que descubrian abusos anteriores, dilapidaciones y otros manejos, y se comenzó así una lucha inevitable, y que habia de adquirir grandes proporciones en los impresionables bilbainos.

Uhagon, sin embargo, contaba con bastantes enemigos, y su influencia en la diputacion hizo que las providencias que emanaron de esta, y que en otras circustancias hubieran sido bien recibidas, lo fuesen ahora con oposicion.

De esta lucha de localidad, de esta rivalidad de personas, se pasó á una cuestion de partido y á una guerra de pasiones.

Uhagon y Zabala eran la personificacion de esta guerra en la diputacion; guerra que recrudecia el diputado por Sestao, contra quien se dieron providencias por la chancillería de Valladolid, que fueron eludidas.

Llegó en esto el 2 de octubre, y á las tres de su mañana la noticia del fallecimiento del rey. Reunióse la diputacion, y temiendo lo hicieran

los dos batallones de realistas, trató de evitarlo; pero mientras mediaban sobre ello algunas contestaciones, oyóse el toque de llamada por la villa, y reunida la fuerza tomaron las avenidas de Bilbao. El corregidor publicó un bando para que se retirasen, pero fué desobedecido; y no teniendo fuerza para hacerse respetar, pues los únicos migueletes á su disposicion se unieron á los realistas, acudió á la diputacion, la cual acordó que Zabala, valiéndose de su influencia con los realistas, se presentara á ellos para que se marcharan á sus casas. Opúsose este diputado, cuestionando con Uhagon y La Mota, y en cuanto se hizo pública la disidencia de las autoridades, cobró nuevos brios la insurreccion, y comenzó á obrar como se comienza siempre cuando una cabeza prudente no dirige un movimiento, y se deja á las masas guiarse por sus ciegas pasiones.

á

Pensóse lo primero en vengar resentimientos personales, eligiendo por blanco á Uhagon, al corregidor La Mota, á don Toribio Mena y otros. No se perpetró, sin embargo, ningun robo, en aquella opulenta plaza mercantil, y sí hubo que llorar la muerte de Arechaga, cuñado de Uhagon, y heridos Tena, Landeta, y otros; se escondieron La Mota y Uhagon, quedó Bilbao sin autoridades, y la insurreccion triunfante.

Zabala y el comandante de voluntarios Novia, se propusieron organizarla y acudir á la primera necesidad. Al efecto fué invitado el marqués de Valde-espina, que vivia en su palacio de Ermua. Zabala en tanto restableció el órden, é interpuso su influencia en favor de algunos liberales.

Apresuróse Valde-espina á acudir al llamamiento, y formó parte de la nueva diputacion, que publicó un manifiesto con fecha del 5, firmado por el citado marqués, Javier de Batiz y Fernando Zabala. En él decian que una faccion anti-religiosa y anti-monárquica se habia apoderado del mando durante la enfermedad del rey, y trataba de ir adquiriendo ascendiente para dejar indefensos los ataques de la revolucion y de la anarquía que combatieron en 1823; que se engañaban al considerar abolidas las leyes antiguas y fundamentales del reino por otras nuevas, y en haber alterado audazmente el órden de sucesion al trono, queriendo hacer á España cómplice de las abominables maquinaciones que la propaganda revolucionaria inventaba para destruir el órden social en Europa, para lo cual tramaban intrigas públicas y privadas; que si la lealtad de los corazones vizcainos estuvo contenida durante la existencia del rey, ahora que la Providencia le habia llamado á mejor vida, electrizados, habian roto las cadenas de la esclavitud que querian imponerles, proclamando al magnánimo y virtuoso don Carlos, que se presentaba rodeado del amor de todos los españoles, para cicatrizar las llagas que el genio destructor del órden social causara. Terminaba estimulando á

los vizcainos á que perseverasen en su valerosa resolucion para su felicidad, y demostrar al mundo entero que eran dignos sucesores de sus ilustres é intrépidos ascendientes.

Reemplazó el marqués en el corregimiento á La Mota, y en union de los nuevos diputados, empezó á dictar las providencias que las circunstancias exigian, apoderándose de los fondos públicos, exigiendo una contribucion al vecindario, y fuertes sumas á los liberales más conocidos. Reunidos así cerca de 3.000,000 de rs., pudieron hacer frente a las primeras necesidades, no siendo de poca monta el prest de 5 rs. diarios á los voluntarios realistas, con cuya paga engrosaron sus filas.

Ya se habia proclamado solemnemente en muchos puntos á don Cárlos, y empezaba á formarse su ejército. Algunos oficiales conocidos ingresaron en sus filas; entre otros, el coronel don Martin Bengoechea, el teniente de la Guardia Real don Simon de la Torre, el oficial don Pedro de Urugui, licenciado de su cuerpo por liberal, y otros que, resentidos de su injusta separacion, se acogieron á la bandera carlista.

Pero quien más contribuyó á formar el núcleo de aquel ejército, que habia de ser un dia tan respetable, fué el clero secular y regular. Valiéndose de todo el influjo que le prestaba su sagrado ministerio, ejerció una coaccion poderosa en los sencillos habitantes del campo. Los religiosos del órden de San Francisco escitaban á la rebelion con pasmosa actividad; en su convento, extramuros de Bilbao, se habian fabricado cartuchos, y héchose otros aprestos guerreros; y entre las filas carlistas se hallaban exaltados capuchinos, que, como el P. Negrete, trasmitian á los vizcainos el ardor que ellos sentian.

Todo era entonces abnegacion; todos querian ser útiles y sacrificar su vida en obsequio de la causa que aclamaban, llegando á originarse sérias desavenencias por esceso de celo; pero puestos todos de acuerdo, se llamó á las armas á los realistas de toda la provincia, se invitó á las demás á que secundaran el alzamiento, y se formaron columnas para recorrer el país, reclutar gente y proclamar á la vez á don Cárlos en todos los pueblos de su tránsito. Así se ejecutó en Portugalete, Abando, Begoña, Baracaldo, Somorostro, Sopuerta, Balmaseda y en cuantos puntos visitaron hasta el valle de Mena.

Dirigiéronse algunas fuerzas á Guipúzcoa para apoyar otros movimientos, y los resultados no pudieron ser más favorables. Realistas y paisanos corrian á alistarse bajo los pendones de don Cárlos. La juventud de la Nestosa y del valle de Carranza siguió á Velasco, al abogado de Sestao que tan brioso se mostraba. Marchó á la villa de Ampuero, y la corta distancia á que ya se encontraban las tropas liberales, le obligó á situar una compañía de cazadores de Bilbao en Limpias. Ocurrió entonces una sublevacion entre los realistas de Balmaseda, más se hizo

TOMO I.

25

respetar, y castigó á los insurrectos, colocándoles en el puesto avanzado de Limpias, en relevo de los cazadores.

El provincial de Laredo se presentó en Limpias, batió á los realistas de Balmaseda, y siguió adelante. Uno de los centinelas del alojamiento de Velasco en Ampuero, oyó algun tiro y avisó al cabo; más éste no hizo caso. Volvió á dar la señal de alarma, y nuevamente tornó el cabo á su habitacion despues de haber escuchado inútilmente. A poco se oyeron tiros, descargas, y el toque de generala. El provincial de Laredo estaba ya en la poblacion. Velasco pudo aun hacerle frente; pero no confiando en la pericia ni en la disciplina de su tropa se retiró, y sin poderse hacer oir de los suyos, que huyeron en dispersion. Allí murió el capitan de la compañía de cazadores de Balmaseda, defendiendo valerosamente su puesto, y las consecuencias de este primer descalabro fueron deplorables para la causa carlista. Destruyóse la union, principal elemento en tales circunstancias, y cada compañía ó peloton se marchó á su pueblo, introduciéndose un completo desórden, irremediable entonces, porque aquellos realistas dispersos esparcian en su marcha el temor, que se abultaba de unos en otros, desalentando á los más animosos, y conteniendo á los que se aprestaban á uuirse con sus paisanos.

El fuego de la insurreccion vizcaina propagóse á Guipúzcoa y Alava, despues á Navarra y la Rioja, estendiéndose luego á otras pro

vincias.

El 4 de octubre se sublevó en Orduña el teniente coronel Ibarrola: dió una proclama lacónica llamando á las armas á los realistas, y se apoderó de los caudales que existian en la depositaría de la aduana.

Así que llegó á Vitoria la noticia de este acontecimiento, salieron cien infantes del regimiento de San Fernando, ochenta carabineros y doce caballos al mando de don Jaime Burgues. Llegan á Orduña; háceles frente Ibarrola, acompañado de Goiri; cede al empuje de las fuerzas liberales y abandona el pueblo, dejando en él algunas armas, municiones y efectos de guerra.

Esta pequeña accion, anterior á la de Ampuero, inauguró la guerra en el país vasco.

Ibarrola, que aguardaba el pronunciamiento de Vitoria, se consideraba vendido; pero en la capital de Alava no se hacia más que retardar el golpe para asegurarle.

Todo lo preparaba para darle un hombre devoto, retirado en su trato, inclinado á los conventos, reservado en sus designios, duro en sus sentimientos, irritable en su genio, y fácilmente accesible á consejos y escitaciones, y á vulgares hablillas. Su conducta austera y morigerada, la reputacion de su casa, su clase distinguida y la carrera militar que siguió en la guerra de la Independencia, le puso en el año 23 y sucesivos

« AnteriorContinuar »