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dó luego en Segovia, donde permitió tristes desórdenes, y se vió espuesto á ser asesinado; y triunfante y segura la reaccion absolutista, volvió á su pueblo, entregándose á su favorita aficion de la caza, y á su frugal y metódica vida.

LEVANTAMIENTO EN CASTILLA LA VIEJA. OPERACIONES.-FUGA DE MERINO.

X.

Don Gerónimo Merino se hallaba el 30 de setiembre de 1833, rodeado de sus amigos, que acudieran á felicitarle por ser el santo de su nombre y el feliz cumplimiento de sus sesenta y cuatro años; y como preocuparan entonces las circunstancias políticas, y se vislumbrara el principio de la guerra, hablándose de la cosa pública, manifestó el célebre guerrillero que solo pensaba en acabar tranquilamente sus cortos dias; y á poco dijo lo propio á don Santos Ladron, cuando se avistó con él á su paso de Valladolid á la Rioja, añadiéndole que ya era viejo y se hallaba achacoso.

Merino procedia consiguiente á sus compromisos: habia felicitado de suyo á Cristina, se habia ofrecido á ella espontáneamente y con notable efusion, y no podia retroceder. Juzguen los hombres imparciales de su lealtad al verle á poco al frente de casi todos los voluntarios realistas de Castilla la Vieja, haciendo armas contra la reina y la señora que jurara defender (1).

(1) El 22 de enero de 1833, fué admitido à besar la mano de la reina, y la presentó al mismo tiempo la siguiente esposicion:

SEÑORA: «La apacible soledad, á que me entregué en una pequeña aldea, me proporcionaba frecuentemente el placer de recordar el feliz éxito que tuvieron mis fatigas, mis peligros y mis esfuerzos en favor de mi soberano vuestro augusto esposo, el señor don Fernando VII. La halagüeña idea de contemplarle en la plenitud de su poder, vencidos sus enemigos, acompañado de V. M., dignísima compañera de tan querido monarca, y congratulándose justísimamente con los escelsos frutos que Dios ha querido dar á tan sagrado y sublime vínculo, entretenia deliciosamente muchas horas en mi retiro, cuando resonando la triste noticia del inminente riesgo á que estaba espuesta la vida de nuestro soberano, acibaró todas las dulzuras de mis pasadas contemplaciones, y se cambiaron en la mas amarga sorpresa que ha padecido mi corazon. Pero el Padre de las misericordias, no permitió que durase mucho tiempo esta aflictiva situacion, oyó los sinceros gemidos de vuestros fieles vasallos, y todas las penas se mudaron en afectuosos desahogos de alegría, sucediéndose las noticias más placenteras; que S. M. habia salido del peligro; que su augusta esposa le aliviaba en el penoso desempeño de su dignidad suprema; que esta soberana, llena de benignidad, enjugó las lágrimas de los que se veian separados de la patria, estrechando la fraternidad entre todos los vasallos con los indisolubles vinculos de la gratitud, con que deben corresponder: todo, todo dilataba mi espíritu, y en el momento hubiera dado por ello á V. M. los mas respetuosos parabienes; pero la consideracion de mi pequeñez me detuvo por no contemplarme digno de llamar la atencion del trono; vencieron en fin, los irresistibles estímulos del amor y fidelidad, y puesto á L. R. P. de

Si era trascendental la insurreccion en las Provincias Vascongadas, no ofrecia serlo menos la de Castilla; pero se precipitó en Burgos.

La junta formada en esta ciudad, presidida por el presbítero don Gregorio Alvarez Perez, suplicó á Merino se pusiera á la cabeza, para terminarlo todo en quince dias; pues esperaba que el general Sarsfield con todo el ejército de la raya de Portugal, secundase el movimiento (1). Montó á caballo Merino, y á su llamamiento se reunieron en la Sierra de Burgos unos catorce batallones de voluntarios realistas, sin dejar de acudir ni aun los enfermos, que podian trabajosamente sostener el fusil.

No estuvieron en un principio acordes la junta de Burgos y Merino; pero conocieron la necesidad de unirse; y obraron de concierto con felices resultados para su causa. La junta designó para el mando superior de las fuerzas carlistas á don Ignacio Alonso Cuevillas; más éste, que aunque con prestigio, le reconocia mayor en Merino, exento de ambicion personal, tuvo el noble desinterés de proponer en su propio lugar, y resignar su cargo en su compañero, uniéndose ambos el 16 de octubre entre Cubo y Santa María del Cubo, ocupando una estension de más de tres cuartos de legua. Allí, al frente de banderas, da Cuevillas á conocer á don Gerónimo Merino como capitan general de Castilla la Vieja, en nombre de don Cárlos V.

Sin demora va el nuevo jefe á Sepúlveda, y reune á los realistas, y á los de los distritos de la Ribera, Burgo de Osma y Aillon, imponiendo pena de la vida á los que se negaran á comparecer, la cual estiende á los que hablaran de los derechos de Isabel.

En vano el conde de Armildez de Toledo se esfuerza por impedir la propagacion del fuego revolucionario; son desoidas sus alocuciones, despreciadas sus providencias, burlada su vigilancia, y cuando apremiado por las órdenes del gobierno, mueve sus tropas, no consigue

V. M., la felicito completisimamente por la afortunada convalecencia de nuestro augusto monarca, á quien he obedecido, y obedeceré, no solo por conciencia, sino por cordialísima y particular inclinacion de amor; lo hago por su benignísima resolucion en favor de los desgraciados, y deseo sea correspondida con la gratitud mas afectuosa. El Señor conserve en la mayor prosperidad á nuestro soberano, á V. M., á vuestra escelsa sucesora y primogénita, à vuestra real descendencia, y á toda la real familia: estos son mis sinceros votos, asegurando á V. M. que, asi como en dos distintas y gloriosas épocas he empuñado las armas en defensa de los soberanos derechos del rey nuestro señor, y de la. independencia de la monarquía, volveré á hacerlo de nuevo, si las circunstancias lo exigiesen, contra cualquiera que osase atacar tan preciosos objetos, ú oponerse á la suprema voluntad de mis amados soberanos, y los derechos de su legitima y augusta descendencia.

«Señora.-A. L. R. P. de V. M.-Gerónimo Merino.>>

(1) Escribióse en efecto á Sarsfield, pero se consideraba digno por su posicion de que le escribiera el mismo don Carlos, y así lo esperaba; lo hizo el obispo de Leon, y les despreció, decidiéndose entonces resueltamente por Isabel.

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más que estimular la actividad de los carlistas. Cuevillas, que se titula comandante general de la Rioja, le intima la obediencia en una comunicacion que le dirige desde Belorado, y el jefe isabelino se lamenta al gobierno de no poder castigar la insolencia de sus contrarios, por ser sus fuerzas respetables.

En efecto, segun los datos oficiales, pasaban entonces de once mil hombres, los cuales se fueron aumentando (1).

Los voluntarios realistas de las provincia de Burgos, comenzaron á reunirse á la izquierda del camino real hácia Encinillas, apoyándose todos los de aquella parte de la Sierra en los de Alava, y los de Burgos y derecha del camino real, en el valle de Lara, Covarrubias y Santo Domingo de Silos. Comunicábanse por medio del clero secular y regular, valiéndose luego de mujeres para evitar todo motivo de sospecha.

Merino hizo exacciones de caballos y dinero: interceptó correos y toda clase de comunicaciones de los que llamaba revolucionarios de la reina, y conminó con la muerte á quien diese noticias á los jefes contrarios. En Salas de los Infantes, publicó una proclama (2) el 23, y otra en Aranda el 24, que era, como se ve, un programa del plan de operaciones. En este punto se habian reunido en ese dia las fuerzas para ser revistadas; presentóse un cuerpo de ejército en tres brigadas con cuatro

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y

Merindades Nájera.

limitrofes. Espinosa de los

416

Javalina..

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Monteros.

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Villarcayo.

343

limitrofes.

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300

2,174

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Herrera del Pisuer

3,412

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285 285

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Logroño.

Aranda de Duero.

474

Agreda.

732
264

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Rioja.

Calahorra.

354 1,910

Cuzcurrita.

333

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Total de los realistas sublevados..

9,892

Tambien tomaron las armas los de Peñacerrada de Duero, Fuentecen y Coculina, cuya fuerza ascendia á cerca de 800 hombres, sin incluir el batallon de Aguilar de Campos, que igualmente se pronunció.

(2) Véase el documento número 30.

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escuadrones y dos compañías de artillería, y desde entonces todo el pensamiento de Merino se fijó en apoderarse de Burgos. Urdióse en la plaza una conspiracion, y se comenzó á trabajar decididamente para conseguir el objeto en que se cifraban las esperanzas de todos los carlistas de Castilla, pues la posesion de la ciudad era de colosal importancia bajo todos aspectos. Así lo comprendió tambien el gobierno, que mandó redoblar su vigilancia á Armildez de Toledo, y nombró al coronel don Saturnino Albuin para ayudarle contra Merino, apremiando por fin, á Sarsfield, para que acelerase su marcha á Burgos, á fin de conservar esta ciudad y destruir con su cuerpo de ejército, el superior en número, que proclamaba á don Cárlos.

Aunque la proximidad del peligro aumenta el temor, podia tenerlo, sin embargo, el gobierno de la reina. Merino comunicó su enérgica actividad á sus numerosas fuerzas, y en tanto que procuraba tremolar sus pendones en Burgos, quiso enseñarlas el camino de la córte, y emprendió su ruta con la mayor reserva y celeridad.

El 29 se apróximaba Merino al Escorial, y aunque consta en los archivos de la policía que se concertaba con los monjes del monasterio, que conspiraban con sus compañeros los gerónimos de Madrid, trocándose mútuamente los avisos en la casa del Nuevo Rezado, no hemos hallado en aquel real sitio ni paisano ni religioso que nos haya confirmado este aserto, aunque hemos hablado con monjes de aquella época.

De los puertos acá, acudieron casi todos los realistas á engrosar las filas del renombrado cura, y corriendo la voz por Madrid de que se hallaba en el Pardo, salieron de la córte algunos de sus adeptos para volverse desengañados. Las huestes de Cárlos V no pasaron de Galapagar: hubiera avanzado más Merino; pero el coronel Albuin por un lado, y el general Pastors por la parte de Avila, hicieron algunos movimientos, que aunque no temió Merino, evitó hacerles frente con unas fuerza que aun no se habian fogueado. Satisfecho con el ánimo que su presencia infundia en los unos, y no contento con los que se le unian, alistaba á todos los mozos de diez y seis á cuarenta años, y para alucinar á las familias y á los pueblos, dirigió una órden á los ayuntamientos, previniéndoles que á su recibo determinaran el medio que conceptuasen menos gravoso á su vecindario, ý más espedito para las labores y trabajos que no podian ser atendidos ni ejecutados por las familias cuyos maridos se hallaban en su ejército; recomendando especialmente los de sementera, y dedicando á ellos, si les parecia, los fondos de propios y arbitrios, practicándolos procomunalmente, y aun en los dias festivos, si fuese necesario, previo el permiso del párroco.

El sucesivo acrecentamiento de hombres, embarazando á Merino, hizo crítica su situacion: habia reunido un ejército, y no sabia que hacer

de él: sin órden, sin disciplina, sin jefes, le eran inútiles y perjudiciales aquellas masas, que viviendo sobre el país, molestaban y vejaban á. sus mismos paisanos con repetidas exacciones, y destruian los intereses de los pueblos de quienes se titulaban defensores. Cuantas promesas se hicieron á Merino, fueron ilusorias. Sarsfield no se le unia; ni aun contestó á la carta que le escribió Cuevillas desde Bribiesca el 1.o de noviembre (1); y ni un maravedí recibió el caudillo carlista, de tantos miles de duros como se le ofrecieron. Con razon dijo al ver los pelotones que le rodeaban:-Me han obligado á hacer un llamamiento general: mis escuadrones y mis batallones, aunque escasos en fuerza en las dos guerras anteriores, valian algo más que estas masas numerosas, que de nada pueden servir más que para arruinar el país y hacerme odioso á los pueblos.

Peligroso retroceder en aquella senda, pensó entonces marchar con tres grandes divisiones, haciendo un llamamiento general á todos los realistas, y yendo á la raya de Portugal con un ejército numeroso. Empezó á llevar á efecto este plan, que hubiera desconcertado los del gobierno; pero una órden de la junta de las provincias, le mandó, en nombre de don Carlos, se replegase con todos sus fuerzas hacia el país vasco, y Merin obedeció ocupando la Rioja.

Desde entonces empezó á cometer desaciertos que le precipitaron; unas veces obedeciendo órdenes ridículas de las juntas-eran muchas as que habia, y se abrogaba cada una la autoridad soberana,-y otras no cumpliendo providencias salvadoras. No acostumbrado á obrar con tanta jente, fueron sus movimientos desacertados, y lejos de atraerá sus filas algunas tropas comprometidas, vió mermarse las suyas. En todo parecia eclipsada su buena estrella.

Trató de operar; aproximóse á Burgos, y dirigió una sentida alocucion á sus habitantes, procurando interesarles por la causa carlista, pero se le interpusieron las tropas liberales, y comenzó á replegarse á la Rioja.

Sarsfield que, en vez de combatir á los carlistas, habia estado hasta entonces á la espectativa, empezó á maniobrar, aunque tímidamente. No tuvo la misma prudencia ó indecision el brigadier don Manuel Benedic. to, jefe de la vanguardia, quién salió de la villa de Zalduendo á las ocho de la mañana del 13 de noviembre, rodeado de una espesísima niebla, dirigiéndose á Villafranca de Montes de Oca, donde esperaba encontrar á Merino. Así fué, y el cura recibió con una descarga al batallon de la Albuera, hiriéndole dos soldados. Atacó entonces con intrepidez toda la fuerza liberal, por quién quedó el campo y algunos efectos de guerra,

(1) Véase, número 31.

TOMO I.

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