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su sangre sus juramentos en las playas gaditanas; en vano se resistieron algunas plazas, é hicieron frente al invasor muchos voluntarios y algunos cuerpos. Aislados sus esfuerzos, nada pudieron contra un ejército euyo paso habian facilitado los generales mencionados, faltando á sus deberes. Sucumbieron los liberales y con ellos la libertad, que respetó hasta el último momento y protegió al rey que la combatia.

A nombre de éste, ejercia entonces el mando supremo una regencia formada por la Francia, compuesta del duque del Infantado, su presidente, del de Montemar, de don Juan de Cavia, obispo de Osma, de don Antonio Gomez Calderon y del baron de Eroles (1). Triunfaron, pues, los rivales de la regencia de Urgel, pero siguieron sus principios estrictamente. Calderon venció á Mataflorida; y este adalid del absolutismo, que habia sacrificado su fortuna, se vió espatriado y murió en desgracia cuando triunfaron los mismos principios por los que tanto habia hecho. ¡Siempre son iguales los partidos!

Dueños los franceses, sin gloria, de la Península, que les vendieron traidoramente los encargados de defenderla, y en quienes debió fiar el gobierno constitucional, inútil era ya prolongar la resistencia, y cedió en su empeño la regencia liberal, devolviendo al rey todo el lleno de su soberanía. Al parecer agradecido á los miramientos y consideraciones que en todo caso se le habian dispensado, y á la defensa de su persona de su dignidad en momentos críticos, contrajo en 30 de setiembre motu propio, un compromiso que dulcificaba la amargura de los vendidos, y al que faltó, así que salió de Cádiz, con el horrible decreto de 1.o de octubre de 1823, que no solo hizo retroceder las cosas al ser y estado que tenian antes del 7 de marzo, 1820, anulando todo lo hecho desde entonces, sin distincion alguna, sino que legalizó la horrible persecucion

y

una perfecta igualdad en los medios con que han de cumplirse las miras propuestas por este tratado.

» Art. 6. Este tratado será renovado con tales cambios como puedan ocasionar nuevas circunstancias, ya en nuevo congreso, ya en la córte de una de las partes contratantes, y tan pronto como se termine la guerra de España.

>> Art. 7. El presente tratado será ratificado, y las ratificaciones cambiadas en París en el término de seis meses.

»Hecho en Verona el 22 de noviembre de 1822.

>>Firmado: por El Austria, Melernich: por la Francia, Chateaubriand: por la Prusia, Berustet: por la Rusia, Nesselrode.»

-»Este documento no se ha publicado solamente en este libro; le hallamos en una coleccion publicada en Baltimore, cuyo titulo es Registro hedomario de Nile: coleccion de documentos y hechos: en la página 347 del tomo 24, se lee el mismo tratado. Fué redactado en francés, y lo demuestra que entre este y el del código diplomático se nota alguna variacion en las palabras usadas por los traductores ingleses.>>

(1) Al comenzar y terminar esta regencia su poder, dió á la nacion española las proclamas que pueden leerse en los números 4 y 5.

que autorizaba la regencia. Y á fin de consolidar la nueva situacion, entregaron las armas de los milicianos nacionales á sus más encarnizados enemigos, á un bando que se organizó con el nombre de voluntarios realistas, y cuyo vestuario fué siempre un gravámen para los pueblos. Llenáronse las cárceles y calabozos de adictos á la Constitucion, sin embargo de haber emigrado los más notables; habilitáronse para prisiones numerosos y vastos edificios, y despues de saciada la venganza del fanatismo, y las particulares hasta en los niños, hasta en los animales, y en los bienes de los caidos, tuvo que hacer bastante el verdugo, y gracias á la tardía mediacion del ejército francés, que protegió el suplicio del infortunado Riego, asesinado en odio á la representacion nacional, de que fué presidente, se evitaron desgracias sin cuento. No ha conocido España período más horrible, ni se concibe reaccion más estúpida que procuró ahogar todo gérmen de ilustracion (1).

Agitada y azarosa en estremo fué la corta vida de esta segunda época del régimen constitucional. Ni podia ser de otra manera combatiéndole tantos y tan poderosos elementos. No podia marchar un estado cuyo jefe era el mayor enemigo de su marcha, que contaba con el inmenso prestigio de la corona en un país eminentemente monárquico, con grandes medios, y con las facultades que la misma forma de gobierno le daba: no podia marchar con un clero adversario, por interés, de las reformas económicas; con las clases y cuerpos privilegiados, cuya existencia era incompatible con el sistema; con tantos intereses contrarios y abusos como atacaban las reclamadas innovaciones; con los vicios, por fin, de la misma ley fundamental. Con energía y con buena disposicion en unos á revisar el código político como reclamaba su propia estabilidad, quitándole su exuberancia democrática, y el antagonismo de los dos poderes que reconocia, antagonismo que tenia que acabar por dar la victoria al más fuerte, como aconteció, y con otra conducta en el soberano, habríase arraigado de nuevo la representacion nacional sin violencia ni trastornos. Pero la régia oposicion dió alas á los descontentos; y aumentando con su osadía el peligro de las instituciones, alarmáronse los comprometidos por ellas, exigiendo las medidas vigorosas que la situacion reclamára. Pero atadas las manos del gobierno por la misma Constitucion, estrellándose en el monarca las disposiciones que provocaban sus parciales, por el que tenia que aprobarlas; breve por este obstáculo y por el descontento de los liberales cada ministerio, crecieron con el riesgo las exigencias, y la debilidad ministerial creó las sociedades patrióticas instituidas en defensa del sistema, y que fueron un embarazo y

(1) Pruébalo, evidentemente, la famosa circular sobre libros, de 14 de noviembre de 1824.

un conflicto permanente para la direccion de los negocios públicos. Pronto su influencia se sobrepuso á la del gobierno, y asustado, no siempre pudo impedir desacatos contra Fernando VII. Otra causa hizo que creciese la exaltacion de los que veian estrellarse la nave del Estado, y con ella la desafeccion al rey y la hostilidad á los gobernantes: que no eran algunos de estos tan entusiastas como en otro tiempo al código que formaron en Cádiz. ¡Cómo habian de dirigirla por el rumbo marcado, si hasta con los estranjeros trataban cautelosamente de alterarle!.... Sin fé en su bondad, ¿cómo emprender con decision el derrotero? Ya hemos visto que dos personajes, ministros ambos entonces, negociaban fuera la reforma de la Constitucion. He aquí el origen de la division de los liberales, perpetuada desde entonces, division tan grata á sus comunes enemigos. La memoria formada sobre los sucesos memorables del 7 de Julio, no permite dudar sobre este punto; y la permanencia en España del autor del Estatuto en medio de la deplorable y ciega reaccion del 23, dijo demasiado á la conciencia pública. ¡Qué mucho que cayese á impulso de los propios el régimen combatido por los estraños!.... Daño le hizo el Trágala, pero para el 4 de mayo del 14, y para que arrastrasen la vil cadena del presidiario los Argüelles y Cala travas que habian regalado á Fernando una corona abandonada por él; empañada en el anterior reinado, y radiante entonces de gloria, no se necesitó el Trágala. Con Fernando VII solo era posible el absolutismo sin dignidad.

Si el cuadro que presentaba la España en 1823 era desconsolador, no estaba el remedio en la funesta reaccion sin límites que se entronizó. Se ha dicho, y no ha mucho, por un personaje poco firme en sus opiniones, que el absolutismo es la salvacion de los pueblos desorganizados. Grande absurdo, herejía política, apelar una nacion al absolutismo como remedio de sus males, seria lo mismo que suicidarse el hombre desesperado, seria abdicar un país su nacionalidad para esclavizarse, así como el indivíduo abdica su dignidad para venderse á un amo. ¿No hay para un pueblo trabajado más remedio que el despotismo? ¿Tan atrasada está la ciencia política que no halle otro medio de gobernar los pueblos que encadenándolos á la voluntad de un hombre que se sobrepone siempre que quiere á las leyes? ¡Triste sociedad entregada á tan pequeños hombres, que se creen grandes!

ORIGEN DE LA RIVALIDAD DE LAS DOS INFANTAS.

IX.

Al salir Fernando de Cádiz tuvo lugar un acontecimiento, que si pareció entonces insignificante, no lo fueron así las consecuencias que pro

dujo andando el tiempo. En una obra contemporánea, en que hemos tenido alguna parte, se da cuenta de este hecho; aunque nos parecen algo severos los términos no nos atrevemos á modificarlos.

Habíase anunciado por este tiempo una animosidad profunda é implacable entre aquella señora, doña María Francisca de Asís, primera esposa de don Cárlos, y su cuñada doña Luisa Carlota, mujer del infante don Francisco de Paula. Ambas antagonistas eran ambiciosas: las dos ansiaban el poder y la gloria; una queria alzarse en alas de un cenobitismo político, al paso que la otra ligaba su triunfo al de las ideas reformadoras, y las fomentaba con afan, aunque solapadamente. Semejante proteccion á los ojos de doña Francisca, imbuida y dominada hasta el estremo por sus convicciones, era un verdadero crímen: propúsose, pues, castigarle, y escarmentar á una rival que profanaba, olvidándolas, las ideas aprendidas en su cuna. Vacilante en la eleccion del medio, limitóse en un principio á ostentar recelos, desconfianza, enojos y clara divergencia; pero creyendo despues que el ridículo debia ser muy sensible á una mujer orgullosa, se apresuró á usarle. Presentósele propicia á su intento una ocasion, y no la desperdició. Al regresar la familia real de Cádiz entre ovaciones y vitores fanáticos, y cuando pisaba ya la playa de Santa María, aconsejó doña Francisca á la reina Amalia que estrenaran dos vestidos de gala, en justa celebridad de dia tan fausto. Vino en ello la reina, y ostentaron trages lujosos y esplendentes, al paso que doña Luisa, con quien no se habia contado, se encontró desairada y hecha el blanco de las burlas, y de las malignas y satíricas observaciones de los cortesanos, que afectaron descubrir retratado sobre su modesto trage el pesar de ver á la reaccion entronizada sobre el liberalismo. Desde este trance humillante, las dos infantas se aborrecieron de muerte.

ULTIMOS ESFUERZOS DE LA REACCION. ORIGEN DEL PARTIDO APOSTÓLICO.

X.

El indicado decreto del rey, espedido en el Puerto de Santa María el 1.o de octubre de 1823, destruyendo completamente el que dió en Cádiz el dia anterior, fué ejecutado de un modo que escedió á su horrible espíritu. Resistiéndose al exámen, hágale el lector para baldon de su firmante (1). Fiel á su propósito, encargó la presidencia del gobierno á don Victor Saez, canónigo lectoral de Toledo, reponiéndole en la plaza de confesor de su persona. Cuando el rey dispuso su viaje á Madrid, pre

(1) Véanse ambos documentos en los números 6 y 7.

vino Saez se alejase á cinco leguas de su paso á todo indivíduo que durante el sistema constitucional hubiera sido diputado, oficial de la milicia nacional, ó hubiese ejercido algun empleo importante, prohibiendo á todos para siempre la entrada en la capital, y en los sitios reales, á que no podrian acercarse quince leguas en contorno.

Estas providencias sembraron el luto en millares de familias, y sus lágrimas ahogaron los gritos de júbilo con que celebraban los realistas el regreso del soberano. Los que hacian alarde de un monarquismo que rayaba en idolatría, se producian en términos aun más exagerados, como la municipalidad sevillana, que nombró una diputacion de su seno para que acompañase á SS. MM. y AA. hasta la córte, y proveyese á cuantas urgencias, necesidades, gustos ó deseos pudieran tener el rey y su familia. Las públicas demostraciones de los realistas al grito en muchos de «muera la nacion y vivan las cadenas» fueron acompañadas de escesos deplorables. El monarca deseado fué recibido en todas partes por los suyos como el mejor de los reyes. A la vez que se erigian en Madrid arcos de triunfo, se levantaba de nuevo un cadalso para el mismo que le habia destruido por repugnante á la humanidad y á la dignidad del hombre, para el que habia salvado en Sevilla de una conmocion la vida del rey.

Establecido en España el despotismo sin restriccion, imperó triunfante, y pronto no tuvo el rey enemigos que temer. Al cabo de mucho tiempo comenzaron á colocarse algunos de los empleados durante el abolido sistema (todos habian sido depuestos) teniendo que pasar antes por la llamada purificacion, reducida a probar su conducta en todo aquel tiempo; purificacion que no todos alcanzaron. Cansados de su obra nefanda, y en fuerza de la resignacion de los liberales, tuvieron que ser algo tolerantes los realistas; obligados tambien á ello por los esfuerzos y gestiones hasta de la misma Rusia, escandalizada de tantos horrores y tiranías. Don Javier de Burgos desde París, hacia llegar al rey la esposicion que escribió en 1826, de la cual se hicieron más de cinco mil copias manuscritas: la leyó con gusto no pudiendo menos de reconocer las verdades que en clarísimo lenguaje le decia el emigrado, no muy distante de volver á la gracia de Fernando; quien conociendo que nada podia temer entonces de los liberales, y al ver se formaba ya un partido, que engrosaba á la par que él pensaba en gobernar en vez de perseguir, dió tregua á su enojo.

Este partido era el teocrático. Acostumbrado el clero desde muy an tiguo á imponer su voluntad á los reyes y á ser el árbitro de los pueblos, se avenia mal á que el rey obrase po: sí, y oyera mejor á Calomarde que á los prelados y frailes que le rodeaban. Empezó esto por enagenarle algunas voluntades, y acabó por formarse un bando, que no supo al principio darse nombre. Consideráronse algunos como apóstoles

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