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Orgullosos los vascongados con la conservacion de sus costumbres, y aferrados á ellas tenazmente, procuran á toda costa conservarlas. Así se ha trasmitido de padres á hijos aquella intrepidez y perseverancia en todos los peligros y fatigas de la guerra, aquel desprecio de la muerte, aquella constancia en sus aficiones, aquel odio implacable en sus enemistades, siendo no menos á propósito para provocar al enemigo que para combatirle. Agiles, flexibles, nerviosos y muy vivos en sus danzas, que no han sufrido variacion alguna, al son de un tamboril y de una flauta de tres agujeros, inquietos, turbulentos, tan prontos para irritarse como para sosegarse, vése en los actuales vascos retratados los primitivos pobladores de las costas de aquel mar que las azota impetuoso, de aquellos montes que abrigan entrañas de hierro, de aquellas cordilleras cubiertas de bosques seculares, pobladas de durísimos robles, y de aquel suelo que solo presenta alguna pequeña llanura donde los rios tienen su lecho.

Aprovechándose de tales ventajas naturales, y esplotando la sencilla credulidad de aquellos habitantes y sus cualidades para la guerra, la rebelion hizo su principal teatro del país vasco, que, en 7,200 kilómetros cuadrados, abriga una poblacion de 429,000 indivíduos (1).

ITURRALDE.

XV.

Zumalacarregui hizo cambiar de aspecto á la causa carlista. Reanimó moribundas esperanzas, alentó el entusiasmo que comenzaba á entibiarse, y reconcentró en sí el interés de todo llegando á ser la personificacion palpitante del carlismo.

Era deplorable su estado á la presentacion de Zumalacarregui; y lo era, no por falta de gente, sino de organizacion. En vano trataron de convenirse don Basilio García y don Francisco Iturralde, jefe el primero

como los elementos de las letras chinas. Por ejemplo: Eguzquia, sol, significa hacedor de la luz: Yilarguia, luna, luz apagada: Jaungoicoa, Dios, el que está arriba.

-César Cantú.

-Véanse los Estudios gramaticales de la lengua euskariana por A. H. Abadía y J. A. Chao.— Paris, 1836.

(1) En la primera edicion de està obra nos ocupamos de la cuestion foral: prejuzgada ya en la opinion pública, la omitimos en obsequio de la brevedad; pues desde la publicacion en 1806 de las Noticias históricas de las Provincias Vascongadas, por Llorente, y la comision de cédulas, cartas, patentes, etc., relativas à dichas provincias, y publicadas en 1829 de real órden hasta la última discusion en el Senado, promovida por el señor Sanchez Silva, se ha dado à luz lo suficiente para formar el verdadero criterio de esta cuestion.

de los realistas de la Rioja, y el segundo comandante de los de Navarra. Consiguen reunir los dispersos, conocen la necesidad de la discipli-. na, la falta que hacia una autoridad respetada, la unidad de un poder enérgico; pero cada uno aspiraba á ejercerle, queria para sí el mando, y hubieron de separarse, llevándose cada uno sus paisanos, y engrosando sus filas en su marcha.

Vióse entonces acudir en tropel á los navarros á vengar la muerte de don Santos, desoyendo las manifestaciones de la diputacion (1) y del virey; y mientras el general Lorenzo, obedeciendo á Sarsfield, dejaba espeditas las comunicaciones en la Rioja, Iturralde aumentaba los suyos en Navarra. En las merindades de Pamplona, Sangüesa y Olite se reunian nuevas fuerzas por Sarasa, Ripalda y Marichalar, y en el Bastan por el alcalde del valle Echevarría, que formó una compañía completa, por el oficial Sagastibelza, y el presbítero Irañeta, conocida por el vica. rio de Huarte Araquil. A novecientos llegó el número de los reunidos en los dichos sitios; y á la órden cada partida de sus jefes, merodeaban todas por aquel escabroso terreno con varia fortuna.

Habia en los alzados fanatismo, decision, valor y empeño por ensalzar un principio que los demás desconocian. Cuando se apodera de la mente humana esa escitacion febril que trastorna, satisface hallar voluntades en armonía con la nuestra, sentimientos análogos, subordinándolos entonces al más audáz, al de más prestigio, peleando con ardor, Ꭹ yendo animosos á una muerte cierta.

No era Iturralde, á pesar de sus fuerzas, el llamado á sacar provecho de tan favorable predisposicion de los ánimos. Aunque militar de la guerra de la independencia, donde sirvió á las órdenes de Mina, no conquistó un nombre esclarecido, si bien no le deslustró. Afiliado siempre en el bando absolutista, combatió por él en la segunda época constitucional, siendo despues colocado en uno de los regimientos del ejército permanente; hasta que disgustado por la nueva organizacion que se empezó á dar á la infantería, solicitó y obtuvo su retiro para Allo, villa inmediata á la de Arroniz, que le vió nacer, donde se consagró al ejercicio de la agricultura, que le era grató. Dejóle, sin embargo, por acudir á las armas, en defensa de sus principios; y donde faltaban jefes de graduacion, bien podia serlo un comandante efectivo.

Contaba entonces Iturralde cuarenta y seis años, era corta su estatura, y aunque tenia un completo conocimiento del país, de sus caminos y veredas, y se hallaba adornado de una memoria prodigiosa, de una sobriedad estremada, y era su sueño ligero, carecia de carácter para sos

(1) Véase el documento número 32,

tener la dignidad de jefe, y «confundia, como dice uno de sus compañeros, las atribuciones y deberes de general con las conveniencias y ventajas de un interés personal mezquino.»>

No era, pues, Iturralde, el jefe que necesitaban los carlistas. El que habia de ser adalid de la insurreccion del país vasco, salia una mañana lluviosa de los últimos dias de octubre por la puerta del Cármen de Pamplona, envuelto en un capote militar, pasando el Arga por el puente Nuevo, y siguiendo por el camino de Irurzun. A un tiro de cañon de la plaza salióle un hombre al encuentro conduciendo un caballo, que montó; miró algunos instantes á Pamplona, dió el último adios á los objetos queridos que allí dejaba, oprimió los hijares del bruto, y á las dos horas entraba al trote en Huarte Araquil, cinco leguas de Pamplona. Allí pasó el dia en conferencia con don Luis Mongelos y el párroco Irañeta; y al amanecer del siguiente, se dirigieron los tres al Valle de Berrueza en busca de Iturralde; á quien hallaron en Piedramillera. Pronto corrió de boca en boca la noticia de los nuevos presentados, acudiendo todos á la puerta de la casa de Iturralde, mientras conferenciaban con él los recien llegados, á cuya salida se agruparon en rededor del que veian vestido de coronel, siendo pocos los que pronunciaron el nombre de Zumalacarregui, pues solo le conocian algunos oficiales del ejército.

ZUMALACARREGUI.

XVI.

Zumalacarregui comenzó la carrera de las armas en esa lucha tan gloriosa para nuestra patria, lucha que fué la escuela de nuestros generales. Los primeros tiros los oyó en Zaragoza, á cuya heróica defensa de 1808 acudió desde Ormaiztegui, su pueblo natal, á donde volvió despues de aquel glorioso sitio.

Cumplido habia entonces veinticinco años; y cuando toda la juventud española ardia en deseos de pelear, no podia el defensor de la inmortal César Augusta permanecer impasible, y corrió á ponerse á las órdenes de don Gaspar Jáuregui, conocido por el Pastor, á causa de haber trocado el cayado por la espada.

Asegúrase que el jóven subordinado enseñó á escribir á su jefe, quien le distinguió. Al terminar la guerra, le nombró el capitan general de las Provincias Vascongadas, don Juan Cárlos de Areizaga, su ayudante particular, y por su recomendacion y las comisiones que desempeñó, quedó de capitan de infantería en el ejército permanente, distinguiéndose por su carácter inflexible y su estudiosa aplicacion.

Sus convicciones eran como su carácter, y á pesar de que su herma

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