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Entonces envainó Sarasa la espada, y se puso Zumalacarregui al frente de las tropas, á las que revistó y mandó formar en círculos, situándose en el centro á conversar con los soldados.

Zumalacarregui tenia ya trazado su plan. Habia proyectado la organizacion de aquellas fuerzas, y estaba decidido á cortar de raiz lo que más tarde hubiera sido difícil corregir. El primer inconveniente con que tocaba, era la escasez de dinero; y los dos reales diarios por plaza, que desde un principio se daban á los presentados, formaban un presupuesto considerable, que se aumentaba á medida que engrosaban las filas carlistas. Habíase hecho frente á este gasto con los fondos ocupados al gobierno; pero se iban concluyendo, y no se hallaba medio de reemplazarlos. Así, pues, sin titubear, y con tono de autoridad, dijo:

-Voluntarios: desde mañana es imposible daros los dos reales de prest, como se ha hecho hasta hoy. La escasez que tenemos de fondos, no permite hacer por vosotros todo aquello que quisiéramos. Los únicos recursos con que contamos para proseguir la guerra, son los que ofrece el país, y de estos la mayor parte se han consumido ya. Por lo tanto os hago saber que en lo sucesivo no se dará de paga más que un real de vellou diario, en vez de los dos que se os tenian prometidos; y en esta misma proporcion se satisfará el sueldo á todas las otras clases. Si des pues del arreglo que procuramos introducir, y de nuestras diligencias adquiriésemos mayores fondos, debeis esperar que se os aumentará la paga; más por ahora es preciso renunciar á los dos reales diarios.»

Con lenguaje más fraternal continuó instruyéndoles de la oblligacion de cuidar las armas, del deber que tenian de ser consecuentes en su propósito de defender la religion y la causa que habian abrazado; concluyendo por esponerles con franqueza las fatigas, hambres, peligros y toda clase de privaciones que habian de sufrir para alcanzar con su valor su heróico empeño.

Atentamente considerada, es de las más brillantes esta página de la vida de Zumalacarregui. No anuncia, como otros capitanes, riquezas y placeres, gloria y felicidad, sino que vaticina como Jesus, pobreza y desgracias, hambre y penalidades para alcanzar la victoria; y en lugar de nueva recompensa con que atraerles más por interés á su persona; comienza por reducirles á la mitad su paga.

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Tal energía hizo creer la emplearia tambien contra su rival arrestado; pero con asombro de todos, le nombró su segundo, anteponiéndole á Sarasa.

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Presentose por este tiempo don Francisco Benito Eraso, fugado de Francia, á donde le hizo internarse un revés que sufrieron sus armas, y como á éste correspondia de derecho el mando en jefe, Zumalacarregui se apresuró á hacerle entrega de él ofreciéndose á sus órdenes; más negóse Eraso, y en presencia de Iturralde insistió en que Zumalacarregui

conservase el mando; á fin de obligarle, escribió, firmó y comunicó por sí mismo la siguiente órden:

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Convencido de lo mucho que interesa al mejor servicio del rey nuestro señor don Cárlos V, el que continúe en el mando de comandante general de este reino de Navarra don Tomás Zumalacarregui, ordeno á las tropas le reconozcan como tal, y que me tengan á mí como á su segundo.-Francisco Benito Eraso.»

Con la creacion de una junta que, á imitacion de las instituidas.com tanta utilidad para el país en 1808, entendiera en la parte administrativa, creyó el jefe carlista completar por el pronto su pensamiento de refor ma; y de acuerdo con Eraso, nombraron como más dignos para compo nerla á don Joaquin Marichalar, á don Martin Luis de Echevarría, á don Juan de Echevarría, á don Juan Crisóstomo de Vidaondo y Mendinueta y á don Benito Diaz del Rio.

ENCUENTROS EN VARGAS, AZPEITIA Y HERNANI.

XVII.

Conocido el estado de los carlistas en Navarra, volvamos á ver el que tenian en las provincias hermanas.

No era la situacion de Vizcaya para que inspirasen confianza los muros de su plaza, y dispuso la junta de Bilbao que los coroneles Ibarrola y Bengoechea, al frente cada uno de su respectiva columna, se dirigieran el primero á Santander, y el segundo á San Sebastian. Uno y otro salieron llenos de entusiasmo de aquella villa para no volver más á ella. Ibarrola, sin encontrar el menor obstáculo en su marcha, fué aumentando su gente al valle de Toranzo, donde dividió sus fuerzas, que escalonó, adelantó algunas compañías al camino del Escudo, y colocó el resto en Reinosa, aprestándose al combate..

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Noticiosos en Santander de su aproximacion, decídense á rechazarle. Llenos de ardimiento, se presentan pidiendo armas, y salen los que las obtienen con una columna de la plaza.

El mismo dia 3 de noviembre, marchaba Iriarte con la suya sobrę Toranzo. Avanza Ibarrola en direccion á Santander, y llega á Vargas, donde ambos se encontraron, como deseaban.

Posesiónase Ibarrola de la derecha del camino real, apoyándose en una arboleda que le defendia de la caballería contraria; coloca su gente flanqueando la carretera, que cruza con sus fuegos, y deja otras fuerzas en el pueblo.

Iriarte, aunque le seguia, no pensó hallarle en tan favorable posicion: le creia en Puente-Viesgo; mas sin que le arredrase la superioridad de

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su contrario, desplega las guerrillas á las órdenes de Bárcena, y se rompe un sostenido fuego por ambas partes. Iriarte quiere desalojar á los carlistas de la arboleda para emplear la caballería, manda cargar á la bayoneta, ejecuta oportunos movimientos, hace entrar en fuego á los vecinos armados de Santander, que cumplen cual soldados veteranos, y ve ceder á la infantería carlista. En vano emplea entonces Ibarrola su caballería; rechazada, carga segunda vez á la compañía del provincial de Laredo, que résiste de nuevo y rechaza la carga, y son al mismo tiempo forzados todos los puntos que ocupaba ventajosamente el carlista, completando la accion una oportuna carga que dió Guajardo al frente de los paisanos de Santander y Reinosa. Generalízase entonces la dispersion á pesar de los esfuerzos de los jefes, avergonzados de ceder el campo á menores fuerzas, y tanto lastimó á Ibarrola la indisciplina y pavor de su gente, que buscó gloriosa muerte en el combate, quedando prisionero con varios oficiales y soldados, debiendo la vida á la generosidad de sus enemigos. La pérdida total en ambos campos llegó á cien hombres.

Mucho se aventuró Ibarrola en aquella importante jornada. Debió comenzar venciendo á los quinientos hombres que escasamente mandaba don Fermin Iriarte; y en este caso, el peligro de Santander era inminente, y su adquisicion hubiera sido para el partido de suma importancia, especialmente por los recursos que hubiera podido suministrar.

Pero si faltó á Ibarrola disciplina y valor en su gente, á la de Bengoechea faltó acierto é intrepidez en su jefe. Este, aumentando á su tránsito soldados, y proveyéndose de armas y municiones de boca y guerra, siguió libre su camino hasta la mañana del 5, en que se vió de improviso atacado en Azpeitia, por las fuerzas reunidas de Castañon y Jáuregui, que volvia de Francia á combatir nuevamente por la libertad. Creyóse Bengoechea perdido en aquella sorpresa, y sin procurar poner en salvo su gente ni tomar determinacion alguna, lo abandonó todo, y huyo medroso. No lo eran sus voluntarios, y haciendo frente al peligro, dejándose llevar de su ardimiento y sin calcular las consecuencias, se defendieron con tal bizarría desde las casas del pueblo y edificios fuertes, que arrojaron de él á los contrarios. Púsose entonces á la cabeza de aquellos valientes, el que no lo era menos, don Simon de La Torre, jóven oficial, con fama de emprendedor y despejado; quien sin necesidad de comunicar su ardor á los que le seguian, corrió tras Castañon hasta Tolosa, que abandonaron los liberales, retirándose á San Sebastian.

Diez heridos tuvieron los carlistas en Azpeitia, y once y tres muertos del regimiento de San Fernando, sus adversarios.

Los insurrectos guipuzcoanos cobraron nuevos brios, y empezaron á disipar sus temores. Formóse en Tolosa una junta que consiguió el au

mento de fuerzas, y comenzó á organizar la guerra! Itúrbide, Iturriza, é Iturriaga y otros, fueron comisionados para reclutar jóvenes y formar partidas...

Nombrado comandante general el coronel Lardizabal, salió de Tolosa al frente de una columna de soldados, que, aunque bisoños, suplia su entusiasmo su falta de pericia. Avanzaron hácia San Sebastian, cuya importante adquisicion codiciaban, y se situaron á su vista, en Hernani, para observar é incomodar á Castañon; peró Jáuregui salió de la plaza, atacó con éxito á Lardizabal, y le desalojó de sus ventajosas posiciones, que habian de ser más adelante teatro de cruentas luchas, de sublimes sacrificios, de bien combinados planes.

Al retirarse Lardizabal, se le unió Bengoechea, que tomó el mando en jefe. Su primera disposicion fué desobedecida por un batallon vizcaino, que se negaba á seguir al que les abandonó en Azpeitia; pero valióse La Torre de su prestigio para hacerle obedecer, y dispuso Bengoechea un movimiento que indemnizase la pérdida de las alturas de Hernani.

En combinacion con estas operaciones, acordaron emprender otras con el resto de las fuerzas vizcainas, Valde-espina, Zabala y Novia, diputados y miembros de la junta del Señorío. Salió al efecto de la capital la brigada llamada de Arratia, y algunos voluntarios de las Encartaciones, á la órden del brigadier Rotaeche, quien ocupó sin resistencia á Orduña, y esperó allí el resultado de los movimientos de Merino y Sarsfield, que tuvieron el ya descrito.

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PASEO MILITAR DE SARSFIELD. - SU ENTRADA EN VITORIA Y EN BILBAO.DIS PERSION DE LOS CARLISTAS.

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Ni una ni otra causa adelantaban mucho con escaramuzas y ac ciones parciales, Volvíanse á reunir los dispersos carlistas, los prisioneros que no eran fusilados se fugaban, y el vacío de los muertos se llenaba con nuevos y briosos partidarios que deseaban vengar al amigo ó al paisano. Deseoso de resultados, dispuso Sarsfield un golpe decisivo, y al efecto, despues de haber limpiado todo lo posible la Castilla, y de haberse reunido las fuerzas del general Lorenzo y del brigadier Benedicto, pasó con ellas el Ebro, y el 19 de noviembre se dirigió á caer sobre Vitoria, centro el más próximo de la insurreccion, sorprendiendo á los carlistas, que esperaban verle marchar sobre Navarra.

En la madrugada del 20 llegó al pié de la montaña de Peñacerrada, donde encontró las primeras avanzadas que cubrian aquella fuerte posi

cion, y el pueblo del mismo nombre. Se opusieron, y los desalojó Lorenzo, replegándolos al puerto de Vitoria, que tambien cedió á su denuedo. A la par que avanzaba el ejército, iba fusilando la oficialidad que hacia prisionerad

Espedito así el camino de Vitoria, llegaron las tropas á la ciudad á las diez de la mañana del 21, saliendo á su encuentro la diputacion de la provincia, protestando sus sentimientos á favor de la reina, la cual fué victoreada al entrar sus soldados.

Consternados en aquel trance los carlistas guarecidos en la capital de Alava, huyeron despavoridos, encaminándose unos á Guipúzcoa para salvarse en Francia, otros á Vizcaya, y á Navarra algunos.

Esta ocupacion valió á don Pedro Sarsfield un título de Castilla, y accediendo á su solicitud, fué relevado del mando del ejército de observacion, que se confió al teniente general don Gerónimo Valdés, confiriendo á Sarsfield el vireinato de Navarra. i

Pero en tanto que llegaba el nuevo jefe, veremos á Sarsfield detenerse dos dias en Vitoria, y emprender su marcha á Bilbao, otro de los importantes centros de la insurreccion.

-La facilidad con que se posesionó de Vitoria, que no fué menor que la que le dió el triunfo sobre Merino, le presentó como segura la ocupacion de Bilbao, y no se equivocó en sus cálculos. Sin dar, pues, tiempo á que se rehicieran los carlistas de su sorpresa por la pérdida de Vitoria, salió de esta ciudad, confiándola al patriotismo de sus habitantes liberales, y tomó el camino de Durango.

La junta de Vizcaya, á quien vimos destacando columnas, temió en cuanto supo la pérdida de Vitoria, y mandó reconcentrar las fuerzas á las inmediaciones de Bilbao, saliendo de la plaza el brigadier Zabala á ponerse á la cabeza de los carlistas para infundirles la confianza que yaperdian, desertando unos en pelotones, retirándose otros á ocultarse al abrigo de las montañas, ó á esconderse en los barrancos; siendo tal el pánico que se introdujo, que en vano apelaron Zabala y la junta á todos los medios posibles, invocando los fueros y la religion, palabras que les llenaban antes de entusiasmo (1). Todo fué inútil: el desaliento era pro

(1) Se compuso un himno cuyo coro es el siguiente:

Marchad, marchad, vizcainos,
Marchad, la frente altiva,
Y á la marchita oliva

Unid verde laurel.'

Juremos ante el signo
Del lábaro guerrero.
Morir por nuestro fuero,
Por Carlos y la fé.

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