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fundo, general el desórden. Rotaeche y Urquijo no secundaron los denodados esfuerzos de Zabala, que, incansable, comisionó á varios oficia les para que al frente de los menos temerosos, reclutaran jóvenes, reco, gieran las escondidas armas y reanimaran el espíritu público.

Parecidas escenas tenian lugar en Guipúzcoa.

La diputacion vizcaina ordenó á Bengoechea se retirase sobre Durango. Obedeció, y al llegar á Elgoibar y Eibar, comenzó la desercion en su jente, sin que bastaran sus esfuerzos á impedirla. Bengoechea, La Torre, y algunos otros jefes, hicieron cuanto de su parte estuvo para impedir una dispersion tan vergonzosa: más todo fué en vano. Hasta los mismos que ofrecieron á La Torre evitar la huida de sus compañeros, circunvalando el pueblo de Eibar para impedirles la salida, se fugaron tambien.vi

Pero esto que sucedia en Guipúzcoa con las fuerzas vizcainas, no lo imitaban las guipuzcoanas. A la cabeza de trescientos hombres se reti ró Lardizabal, hácia la parte de Navarra, atravesando por Vergara.

De esta manera se dejó á Sarsfield espedito el camino de Bilbao, pues no se le habian de interceptar los doscientos hombres, poco más ó me nos, que quedaron en Eibar y Ermua, retenidos por su honor..

Unos tres batallones, que, con la junta quedaron en la villa, la abandonaron en la noche del 24, dirigiéndose á la Sierra, á Villarcayo y otros puntos; y el 25 entró Sarsfield, publicando al dia siguiente un indulto general, que concedia á todos los que en el término de quince días depusieran las armas ante cualquier justicia local.

Pudo Sarsfield celebrar su no disputado triunfo. Su mando del ejército de observacion concluia dignamente para el gobierno. Para éste, habia destruido en su paseo militar desde el Ebro al Nervion los princi pales focos del carlismo; y no fué todo así, si bien por culpas ajenas no halló poderosos obstáculos en su marcha. Pero parecia que lo que á su frente se destruia, anhelaba se organizase á su espalda, pues al entrar en Durango, el alcalde á quien entregaron muchos carlistas sus fusiles le preguntó:

-¿Qué hago, general, con estos fusiles?

Cuidarlos, le contestó.

-No tengo tropa: le ruego me deje un batallon para guarnecer la plaza..

-No, ni una compañía, le replicó Sarsfield.

Dejando allí las armas, bien puede decirse, abandonadas, marchó el general á la mañana siguiente sobre Bilbao, y los carlistas penetrando en Areta, marcharon parte por el valle de Arratia y parte por Zornoza á Guernica, no descuidándose de tomar las armas de Durango, que pudo haberse llevado Sarsfield.

Su movimiento no fué el más acertado: fácilmente lo probariamos; pero sigamos adelante. Algunos jefes carlistás conocieron hábilmente los intentos del liberal; que no eran otros que el ir derecho á Bilbao, y le dejaron cumplirlos, porque así obedecia la órden que tenia; demostrando Sarsfield en su cumplimiento que no era él el destinado á concluir la insurreccion.

No preveia que en el vireinato, donde creyó descansar, le aguardaba un enemigo más poderoso que los que hasta entonces habia tenido: enemigo que, con solo su genio, creó de la nada un poderoso elemento de resistencia y de lucha; enemigo que habia de marchitar en breve los frescos y fáciles laureles que conquistó el veterano general en Castilla, en Alava y Vizcaya.12.

pasar

Pero no abandonemos á los carlistas de Guipúzcoa y Vizcaya, ni á sus diputaciones. La de este último punto se dirigió á Marquina, á donde acudieron en su busca y ayuda Bengoechea y La Torre, con la poca fuerza de que pudieron disponer. Reunidos todos, no necesitaron esforzarse para pintar su angustiosa situacion. Erales ya conocido lo que Zumalacarregui hacia en Navarra, y se decidieron á á verle para enlazar con él las operaciones y ver de ganar el terreno perdido. Quedó el diputado Batiz representando á la junta, y á sus órdenes los jefes de partidas; pero Bengoechea y Orue, que creyeron que lo que la junta deseaba é iba á efectuar, era ponerse en salvo trasponiendo los Pirineos, manifestaron estar tambien resueltos á pasar á Navarra. Así lo hicieron todos, y los que quedaron en Guipúzcoa invitaron á La Torre á ponerse al frente de las fuerzas disponibles, invitacion que aceptó, reuniendo por junto al principio unos sesenta hombres, con los cuales salió de Elgoibar para Marquina (1). Aquí estaba Batiz y algunos realistas, que no se hallaban en el mejor estado. Se acordó entonces organizar en lo posible los escasos elementos con que se contaba; y á fin de tener soldados fuertes, activos y entusiastas, se envió á los casados á sus casas, se formaron partidas de solteros para hostilizar á las tropas liberales desde los montes, y sabido el paradero de Zabala, se obró de acuerdo con él. i

Este diputado entusiasta, se dirigió á Uriarte al frente de una respetable fuerza, restos de la de Bilbao, y en aquel pueblo encontró á Uranga, que mandaba mil doscientos alaveses. La Torre queria unírseles, pero pareciéndole muy pocos para ello sus sesenta hombres, marchó á

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(1) Entre los que salieron de este punto con grandes proyectos, sé contó el diputado Novia, que se escondió y se presentó á indulto, permaneciendo en Castilla, hasta la conclusion de la guerra: Bengoechea entró en Navarra y se marchó á Francia, y don Pedro de Orué le imitó.

Oñate, y á fuerza de actividad y genio, reunió novecientos jóvenes, y se puso en comunicacion con los anteriores jefes.

Oñate fué el punto de concentracion de las fuerzas carlistas de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya, y merced al decidido entusiasmo de sus jefes, aquel pequeño foco prometia comunicar á gran distancia el fuego de la guerra, que renacia como el Fénix de la fábula.

Así lo previó Castañon, ordenando á Lorenzo se apoyase hácia Vergara para emprender en combinacion un movimiento que arrojase á los carlistas á Navarra, concentrando las operaciones, y facilitando un golpe decisivo.

Acertado era el plan; más no se ocultó al enemigo, que no por esto dejó de pensar en trasladarse á Navarra, donde se prometia algunas ventajas. Pero no era su propósito permaneciesen reunidas aquellas fuerzas, como tal vez creia Castañon, porque además de la dificultad que tenian de proveerse de lo necesario, su mayor número entorpecia sus movimientos y les descubria más al enemigo. Así que, acordaron los carlistas formar grandes partidas para hacer la guerra á la desbandada, en la cual podrian reportar beneficios positivos. Más á pesar de este acuerdo, el más prudente en aquellas circunstancias, Zabala, Uranga, y Villarreal resolvieron que La Torre saliera de Oñate al frente de una columna para impedir á Lorenzo entrase en la poblacion; pero la indecision y el poco acuerdo de los jefes que en ella quedaban, le hizo abandonar sus ventajosas posiciones, y unir su gente á la desalentada y mal provista de Oñate, que, al saber la aproximacion de Lorenzo, comenzó á dispersarse, logrando Villarreal retener unos quinientos hombres, con los cuales se posesionó de las terribles gargantas de Aranzazu, que abandonó al ser atacado por el citado general.

Completa fué la dispersion: hasta los jefes tuvieron que correr, escondiéndose unos, salvándose otros en Francia, errando algunos de montaña en montaña, acompañado cada cual de alguno de su confianza. Tal sucedió á La Torre, que se unió con Villarreal, y corrió despues á Arratia. Otros jefes, ni aun á sus compañeros confiaron el secreto de su residencia, no podian hacer otra cosa.

Así llegó Lorenzo sin obstáculo á Oñate, donde penetró sin resistencia, ocupando armas y efectos de guerra.

Entonces pudo muy bien Valdés, que ya habia tomado el mando dej ejército, decir al gobierno en su parte oficial que:

... «Por las noticias que tenia de las diferentes columnas, habian estas dispersado y perseguido los restos de la faccion de Guipúzcoa, que, en número de mil hombres, ocupaban aquel punto, obligándoles á internarse en Navarra, cuyo movimiento precisó tambien á los alaveses á tomar la misma direccion en número de mil quinientos, despues de ha

Томо 1.

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bérseles desertado un batallon, fuerte de cuatrocientos hombres, que se dirigieron á sus pueblos, y acerca de los cuales tengo esperanzas, decia, que depondrán las armas; siendo esta la única faccion que en este momento existe en Alava, á escepcion de algunas pequeñas partidas insignificantes en sí, aunque suficientes para interceptar un correo, ó para cometer otro cualquier crímen.-En Guipúzcoa son tambien las reuniones de los rebeldes de muy poca consideracion en este momento; así que, tengo la satisfaccion deanunciar á V. E. que ayer y hoy han estado corrientes las comunicaciones desde esta ciudad (Vitoria) hasta Irun y San Sebastian, hallándose además situadas tropas en Tolosa, Villafranca y Vergara. La segunda columna se situó y permanece sobre Durango, en donde encontró a su llegada á dicha villa, en la tarde de anteayer, una partida enemiga que huyó en desórden á su aproximacion, perdiendo no obstante tres hombres y algunos fusiles. Este pequeño destacamento pertenecia á la faccion de Zabala, que habiendo retrocedido desde Oñate el dia 4 de diciembre, ocupa en el dia á Guernica y sus inmediaciones; bien que será por poco tiempo, porque el general conde Armildez de Toledo, comandante general de Vizcaya, que se halla situado en Bilbao, tiene las órdenes más precisas para perseguirla sin descanso, hasta deshacerla y aniquilarla.»

DERROTA DEL BARON DEL SOLAR EN GUERNICA.

XIX.

Valdés no engañaba al gobierno; pero se engañaba á sí mismo al apreciar las consecuencias de los movimientos referidos. Al más esperto le hubiera sucedido otro tanto: nada podia prevcerse, porque comenzó entonces una campaña de estrategia. Dábase una accion, se dispersaban completamente los carlistas, veíase el campo libre de ellos enteramente, y en cuanto se retiraban los vencedores, parecia que renacian del suelo nuevos combatientes. El paisano que labraba la tierra, el que recogia el maiz, era el soldado del dia anterior; el que hacia variar con falsas noticias la direccion de una columna, sacaba de un haz ó del tronco de un árbol su carabina, y sabedor del movimiento de aquella, reunia nuevamente á sus compañeros. Contra tales enemigos no habia otro medio de vencer que dominar el país, ó esterminarle.

Zabala y La Torre se vieron en pocos dias al frente de nuevas parti. das. La del primero se componia de doscientos hombres; la del segundo de trescientos, con muchos jefes, entre los que se hallaban Goiri, Lángara y don Juan Antonio Verástegui (el Luqui). Así aprovechaban los pequeños respiros que se les daba. Poco mayores que fuesen tomarian la ofensiva.

En efecto, La Torre se envalentona y decide sorprender á Linage, que guarnece á Amurrio con unos ciento cincuenta hombres. Al frente

de doscientos cincuenta emprende La Torre su marcha, llega sin descanso, ataca, penetra en las calles, y casi tiene en su poder á Linage; pero se le escapa de entre las manos, corriendo á la plaza donde se habian rehecho sus carabineros, y á su cabeza arroja del pueblo á los inva, sores, que, amparados de su reserva, resisten la carga de la caballería con un nutrido fuego, que la obliga á retroceder guareciéndose en el pueblo. La Torre tornó á Orozco, satisfecho del comportamiento de los suyos, aunque sin conseguir su intento.

Este hecho esplica lo que entonces era la guerra civil. Los dispersos, los derrotados de hoy, aparecen mañana tomando la ofensiva con valor y temeridad.

El suceso de Amurrio alarmó á Valdés, que hizo salir tropas de Vitoria en persecucion de La Torre. Evitó éste su encuentro como mejor pudo, y procuró unirse á Zabala, efectuándolo en la ante-iglesia de Arrieta.

Zabala iba perseguido por el baron del Solar de Espinosa. Pernoctó el baron en Mugia cuando abandonó este pueblo Zabala, quien con La Torre contaba seiscientos hombres, á cuya cabeza marcharon á Guernica, donde se les unieron algunas partidas que andaban errantes.

Con estas fuerzas cobraron doble brio, y se resolvieron á esperar al baron, que se dirigia á batirlos; más al saber Zabala que se habia apoderado en Mugia de sus hijas, desistió del proyecto por no esponerlas.

No pensaba así La Torre, aunque comprendia y sentia lo crítico de la situacion de su compañero. Quiso obrar por su cuenta, y convino con Zabala en que se estableciese cerca del pueblo á esperar el resultado de la accion, que iba á empeñar con el baron del Solar. Dispuso con acierto su gente, y esperóle.

No tardó, sin que fuese obstáculo á su marcha el temporal de aquel dia de diciembre, que hizo servir de estímulo al soldado, ofreciéndole descanso en Guernica, pues no creyó se atreviese á disputársela el enemigo. Así no pudo menos de asombrarse cuando, inmediato á la poblacion, recibió una carta de La Torre invitándole á que desistiera de su empeño de entrar en Guernica (1). Su lectura aguijoneó su deseo, y dispuso la accion, que comenzó á la una y media de la tarde: á la hora arreció la lucha, y á pesar del valor con que los cazadores de la Guardia

(1) La carta que el mismo La Torre escribió sobre el caballo, decia así:-«Señor baron de Espinosa: muy señor mio: tengo tomadas las disposiciones necesarias para batirle, si vd. trata de penetrar en el pueblo de Guernica. Sensible me seria que en el primer encuentro me viese precisado á atacar à la Guardia Real y derramar su sangre, habiendo yo pertenecido à ella, cuyo uniforme llevo puesto. Espero, pues, que se retire vd. desistiendo de su empeño; de lo contrario quizá podrá pesarle de no haber tomado de su enemigo el consejo. De vd. con la más alta consideracion.-Simon de la Torre.»>

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