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de una nueva regeneracion política, y creyeron cuadrar á su secta el dictado de apostólica.

Grandes fueron sus esfuerzos por encadenar al rey á sus principios; más era previsor el soberano, y bastante abstuto para dejarse guiar de quien supiera más que él. Por esto queria á Colomarde, cuya ineptitud conocia. El rey buscaba dóciles instrumentos de su voluntad, no mentores.

MEDIDAS DE TEMPLANZA.

XI.

La exageracion de los principios políticos de don Victor Damian Saez le hizo imposible en el poder, y fué reemplazado por el marqués de Casa-Irujo, apoyado por más de una potencia estranjera.

Esta variacion exasperó á los más furibundos realistas, que se declararon en sistemática oposicion al nuevo gabinete. No desoia Fernando los clamores de esta fraccion turbulenta; pero habia motivos de conveniencia para sostener á Casa-Irujo, sin seguir sus consejos, pues que rechazaba muchos de sus decretos, y espedia otros contra el sentir de su ministro, cuya dimision no admitia, navegando así entre los encontrados vientos de una oposicion de camarilla y de ministerio.

Consiguió el marqués una amnistía el 1. de mayo de 1824, si así puede llamarse el decreto de la citada fecha que contiene once artículos y quince de escepciones; pero valia mucho en aquella época de terror la especie de alocucion que la acompañaba, en la cual usaba el rey de un lenguaje, tan prudente como político. Más en contraste de su preámbulo, como si se arrepintiese el monarca de su concesion, y en su inten. cion se propusiese compensar con funesto esceso el escaso bien que procuraba, difirió la publicacion de la amnistía hasta despues de veinte dias, en cuyo tiempo previno por el ministro de Gracia y Justicia á los intendentes de policía, que hiciesen averiguaciones, y formasen listas de las personas que debian ser encarceladas en virtud de las numerosas escepciones que contenia, á fin de prenderlas al mismo tiempo que veia la luz pública la escatimada gracia. Designáronse así arbitrariamente como «principales autores de la revolucion» á los que se quiso encarcelar, y la amnistía llegó á ser, en vez de un instrumento de conciliacion, un medio de venganza.

Los que, segun el decreto, debian recobrar su libertad, continuaron en los calabozos; en la mayor parte de las provincias no se llevó á efecto la amnistía, y solo se apreció lo concerniente á las escepciones.

Nuevo motivo de desórdenes la mal llamada amnistía, aumentóles el

reglamento que formó el ministerio para los voluntarios realistas, á fin de hacer de un cuerpo, que era solo el foco de las más exageradas pasiones, una fuerza que sirviese de garantía y prestase servicios al órden público, que dependiese del gobierno, quien nombraría los jefes y oficiales. Este decreto produjo una espantosa tempestad, y debemos decirlo, fué recibido por los absolutistas, lo mismo que por los liberales el proyecto presentado á las Córtes en 1822, por el ministro Moscoso para la organizacion de los voluntarios nacionales. La dualidad fué completa; la democracia realista quemó en efigie al ministro Cruz, imitando á la democracia liberal, que redujo á cenizas el retrato de Moscoso. Con razon dijo á este propósito un estranjero para mengua nuestra: «Restos de la aficion á los autos de fé y á sus hogueras, que conservaba el vulgo » de la Península.>>

Un periódico, que al fin se hizo cesar, El Restaurador, órgano de la intolerancia en política y religion, y del esterminio, proclamaba el aniquilamiento de la quinta generacion de los liberales. Su redactor, el padre Fr. Manuel Martinez, dejó la redaccion por el obispado de Málaga.

INSURRECCIONES.

XII.

Las amnistías suelen ser en los turbulentos estados políticos, lo que el iris en la atmósfera tempestuosa. Nuncios de paz en el suelo, cual lo son de calma en el cielo, brilla en pos de ellos la felicidad para los hombres, y el sol para los campos.

No tuvo, ya hemos visto, tal efecto la que dió el rey: verdad es que no era amnistía, ese velo que cubre honrosamente leves faltas, ó crímenes segun el diccionario de la política, y que no considera tales la sociedad. Quedaba la misma animosidad, el mismo encono en los partidos, porque en nada se alivió la triste situacion del vencido.

La desgracia produce en las almas débiles ó acaloradas la desesperacion, y esta indujo á don Pedro Gonzalez Valdés, capitan retirado, á que, en union de algunos oficiales y un puñado de valientes temerarios, concibiera el entonces audaz proyecto de variar el gobierno establecido, derrocar el absolutismo, y restaurar la libertad. Presentóse veloz sobre Tarifa, 3 de agosto de 1824, aclamando la Constitucion de 1812, y no encerrando aquella plaza ningun descendiente del inmortal Guzman, fué tomada sin la menor resistencia, y ocupados tambien otros puntos de la costa de Granada.

La noticia infundió el sobresalto y el espanto en el gobierno: su sorpresa fué completa; era fundado su temor. ¿Qué tropas oponer á aquellos

insurgentes? Disuelto el ejército constitucional, sus jefes y oficiales licenciados la mayor parte, podrian engrosar las filas de los rebeldes. Era preciso ahogar en la cuna aquella insurreccion. Afortunadamente para Fernando, estaban en la Península los franceses, y un destacamento de los mismos, al mando del coronel conde d'Astorg, corrió á Tarifa, y la tomó, obligando á los alzados á guarecerse tras las fortalezas de la isla Cortos en número, y sin medios de resistencia, no pudieron aprovechar este recurso, y rodeados por todas partes, cayó prisionero Valdés, y treinta más de los suyos, pagando con su vida su amor á la libertad, siendo pasados por las armas al frente de las morunas y derruidas tapias de la triste Almería.

No fueron las víctimas ellos solos, como tampoco lo fueron en la insurreccion. La misma arena fué ensangrentada con otros seis, pertenecientes á una partida que en Jimena levantára don Cristóbal Lopez de Herrera.

Otros alzamientos siguieron á estos; pero, ó tuvieron el mismo fin, ó se disolvieron al conocer su impotencia.

PRIMERA INSURRECCION Á FAVOR DE DON CARLOS.

XIII.

Cuando el descontento de un partido es creciente, cuando el gobierno le comprime, cuando le cierra todos los caminos, hace lo que el minero; barrena, carga, aplica el fuego, y estalla. Esta esplosion es la insurreccion armada de un bando; así procedió el ultra-realista ó apostólico, fraguando en Aragon una conspiracion para proclamar á don Cárlos. La descubrió la policía, mayo de 1824, fué preso el guerrillero Capapé, y depuesto el general Grimarest, que mandaba la provincia, y como presentara al fiscal de la causa dos cartas del infante don Cárlos en las que le alentaba á la empresa, fueron por medio del ministro de la Guerra á manos del rey, dióse órden de no hablar de ellas en la causa, y como en ellas cifraba su defensa el acusado, envolvióse el proceso en el misterio.

No era este un hecho aislado en aquella altiva provincia: aseguróse que tenia profundas raices y ramificaciones en las demás, habiéndose entendido los conjurados por medio de las sociedades secretas, que ya por este tiempo empezaban á organizarse, y crecian con el ardor de las pasiones, como la planta con el calor del sol.

Achacaban á Fernando falta de carácter siempre que se publicaba alguna medida conciliadora: le creian supeditado á hombres no tan absolutistas como ellos deseaban, porque siempre agrandan los límites los

TOMO I.

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partidos estremos, y por último, considerando, decian, su marcha tortuosa, se convencian de que lo mismo que no supo, ó no quiso evitar la revolucion de 1820, no podria evitar la que le amenazaba, por lo cual deducian que era incierto el porvenir del absolutismo mientras Fernando ocupase el trono.

En contraposicion á este cuadro, cuyas tintas exageraban, presentaban al infante don Cárlos rodeado de cierta aureola de gloria, que le hacia aparecer como el tipo del monarca que necesitaban. Es, decian, amante á toda prueba de la religion, valiente en el peligro, y lo que valia aun más, enemigo de transigir con el espíritu del siglo, y ardiente defensor de las prerogativas y privilegios clericales.

En don Carlos veian el segundo de su nombre, sin la enfermiza constitucion del Hechizado, y con una voluntad invariable en sus profundas convicciones de las ventajas del poder teocrático.

No se disimulaban estos sentimientos; publicándolos tendian á aumentar su hueste. Por el pronto salió fallido su intento; y destruida quedó aquella intentona, pero no el partido que la produjo; los principales jefes se ocultaban en elevados gabinetes, y ejercian poderosa influencia. Hay más, se seguia conspirando, y aun en la misma real cámara, sin ignorarlo el monarca. Parecerá esto inconcebible; pero cesará la estraneza al saber que estando el rey en la Granja, el año 1827, presenció en el tocador de la reina, que un abanderado de Guardias, que estaba de servicio en palacio, tributaba á don Cárlos honores reales. Púsose furioso, reprendió ágriamente al conde de España, que era el comandante de la Guardia, mandó arrestar al oficial, y tres dias despues le concedió un grado, por la intercesion de la infanta doña María Francisca.

DON CARLOS MARÍA ISIDRO DE BORBON.

XIV.

La falta de sucesion en Fernando, hacia al infante don Cárlos María Isidro de Borbon heredero de la corona. Esta posicion, sus antecedentes y conducta, fijaron en él las miradas del partido apostólico, que vió hallaria en el religioso príncipe un instrumento supeditado á la voluntad clerical, y desde entonces trató de anticiparle su reinado. No diremos que don Cárlos diera su asentimiento á este proyecto, aun cuando lo prueban las cartas á Grimarest; pero si que le toleraba y que su esposa tomaba mayor parte de la que debiera en este asunto.

Guardabase muy bien la mujer de don Cárlos de consultarle en puntos que fueran contrarios á la obediencia que profesaba á su hermano y rey, y no abrigando tales escrúpulos la infanta, obraba por su cuenta y

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