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la caballería.... que no tenemos municiones..... y otras de esta especie, sufrirá irremisiblemente la pena de muerte.

3.0 »Todo voluntario, sargento ú oficial que, cuando le mandase su jefe acometer á la bayoneta no le obedeciese, será pasado por las armas. 4. » El oficial que, teniendo órden de defender á todo coste un puesto lo abandonase ó no hiciese la defensa posible, sufrirá irremisiblemente la pena de muerte.

5. » Asimismo será juzgado en el consejo de guerra y se le aplicará la misma pena, á todo jefe que dejare impunes los delitos que espresan los dos primeros artículos. El precedente bando se publicará al frente de los batallones. Cuartel general de Nazar, 28 de diciembre de 1833.— El comandante general, -Zumalacarregui. »

Al amanecer del 29 de diciembre principió Zumalacarregui á ordenar la batalla; y á las diez de la mañana se dejaron ver hácia Etayo, distante dos leguas, las tropas liberales. El dia estaba despejado. Al distinguir á las tropas de la reina, esclamaron los carlistas con alegría: «¡ Animo, ánimo, muchachos! ¡Ya vienen!» poniéndose á bailar y a cantar. Zumalacarregui, entonces, dirigió á los navarros una de esas proclamas que enardecen la sangre y hacen desear la lucha (1).

Lorenzo y Oráa ordenaron sus fuerzas, las arengaron, y acometieron al enemigo con ímpetu y arrojo. Resistiéronse valientes los carlistas, y despues de quemar el último de sus escasos cartuchos, y de hacer varias veces uso de la bayoneta, fueron al fin vencidos, perdiendo sus brillantes posiciones. Perseguidos sin descanso, corrieron á Santa Cruz de Campezu, pasaron el Arquijas, se formaron los batallones con rapidez y fueron todos á descansar á Oteo.

Casi estuvieron equilibradas las fuerzas en esta accion, memorable por el acierto con que fué por unos y otros sostenida, por la bizarría de todos. Acaso habria quedado indecisa, si los tres mil carlistas que combatieron hubieran estado armados y municionados como sus vencedo-. res. Unos y otros estaban poseidos del mayor entusiasmo: los gritos de Isabel II y de Cárlos V alentaban á unos y otros combatientes; todos pelearon con valor, como españoles, y de todos corrió sangre en abundancia, siendo menor la de los carlistas (2).

(1) Véase el documento número 34.

(2) Luego que Zumalacarregui vió envueltas sus guerrillas y diezmada su gente por los fuegos de nuestra artilleria, hizo avanzar la columna emboscada por el flanco derecho de los nuestros con objeto de envolverlos. La bravura de nuestros soldados desconcertó el plan del caudillo carlista, quien viendo à su fuerza obligada á guarecerse en el pueblo para salvarse de una derrota, sin perder su imperturbable serenidad, reunió lo más esforzado de su gente y acometió á la bayoneta à la columna que siguió à aquella con intento de apoderarse del pueblo, á las órdenes de Barreda. El impetu del jefe navarro detuvo la rápida marcha de éste, y por algun tiempo estuvo dudoso el éxito, porque unos y otros combatian con el más encarniТомо 1.

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Los generales de la reina comprendieron que se las habian con un enemigo respetable, y los carlistas confiaron en sí mismos, esperando vencer cuando estuvieran más adiestrados en pelear. Zumalacarregui no quedó descontento de su gente: moralmente dió importancia á su causa este hecho de armas, del que fué á descansar dos dias á la Amezcoa, y á esperar el año 1834, en cuyo dia primero desde el cuartel general de Lezaun dirigió otra proclama á los navarros, diciéndoles la mucha sangre de enemigos que habian derramado en los campos de Asarta, que se preparasen á seguir la guerra más activa que se ha conocido jamás, hasta que no quedara un solo enemigo, y que si no habian sido mayores las ventajas, fué por no haber conservado á todo trance la union. «Navarra entera, añadia, se apresura á felicitaros por la victoria conseguida; renace como de nuevo el espíritu, y cada navarro parece que os anima á entrar en una nueva lid: pronto hemos de combatir y darles á conocer á nuestros enemigos que cada batalla es una leccion interesante para el esterminio de ellos.»>

CATALUÑA.

XXII.

El principado de Cataluña secundó el grito de Navarra su vecina. Aquel país, á pesar de la energía de Llauder, de su actividad y esfuerzos por apagar en su principio el menor chispazo de insurreccion que aparecia, y de su oportunidad en relevar los ayuntamientos y armar la milicia urbana, empezaba a ostentar la base de un ejército, que luego fué respetable y temido.

Son destruidas las partidas de Tey y Galcerán, muriendo el primero y emigrando el segundo; pero Busons y Vilella, á quienes ya conocemos de 1827, Plandolit, Tristany, Llauger, Ros, Muchacho, Boquica, el vicario de Oix, Llarch de Copons y otros, aparecen en diferentes puntos; guareciéndose unos en las temibles crestas de Monserrat, en las montañas de Gerona y en las sierras de Grau, y otros en las cuevas, sinuosidades, aberturas y hundimientos profundos que ofrecen estos mismos sitios; recorriendo los más osados los fértiles valles de Barrabés,

zado empeño. La victoria al fin prefirió a los nuestros, que siguieron al vencido hasta Santa Cruz de Campezu, donde la noche cortó sus pasos: trescientos cincuenta cadáveres, la mayor parte de las tropas liberales, quedaron en el campo como fruto de esta sangrienta jornada, y como la columna de Oráa habia estado más espuesta á los fuegos del enemigo, su pérdida fué tambien más considerable. » — Memoria histórica de la vida militar y politica del general Oráa.

Arán y Cardona, y los campos que riegan el Segre, el Ribagorzana, Pallaresa, Nogueras, Cinca, Ter, Llobregat y Francolí.

Como en 1827, ayudaba á los insurrectos el alto y bajo clero, el arzobispo de Tarragona, el obispo de Tortosa y otros. El mismo Llauder lo participa así al gobierno. Hablando de los carlistas, dice:

-«Sus comunicaciones, rápidamente establecidas, lo están por secciones: las órdenes que salen del seno de la faccion, se trasmiten, por lo que toca á los pueblos foráneos, al monasterio de Benitos de San Feliú de Guixols, en donde está la caja principal: de aquí pasan á los curas de los pueblos, que con el nombre de cabezas de conferencia, les están agregados, y estos las comunican á otros eclesiásticos subalternos, que tienen sus agregados para la circulacion. Las cabezas de conferencia se reunen para sus deliberaciones, no teniendo fijo el sitio; con cuyo sistema todo se hace á la vez, y es imposible la interceptacion de documentos. Ninguna vigilancia basta para impedir estas confabulaciones: solo una fuerza local puede neutralizar sus efectos y sofocar en su nacimiento las primeras tentativas, debiendo reconocerse que ya es esta una cuestion de fuerza, despues que ninguna consideracion ha bastado para calmar la resistencia de los desafectos á nuestra soberana. >>

Solo considerándola así, como cuestion de fuerza, pudo Llauder ir consiguiendo algunos buenos resultados, á los cuales le ayudaron los jefes que tenia al lado, y que participaban, como Carratalá, de liberales sentimientos.

Llauder no pudo evitar la guerra en el distrito de su mando, pero impidió que se ostentara desde luego imponente.

MORELLA.-PRESENTACION DE CABRERA. HERVES.

XXIII.

Con la insurreccion catalana trató de encadenarse la de Aragon, Valencia y Murcia, donde Carnicer, Quilez, Miralles (a) el Serrador, y otros no tan conocidos, se pusieron al frente de pequeñas partidas, que no hicieron al principio otra cosa que correr para salvarse, obrando sin plan, ni otro punto de apoyo que la fragosidad de los montes. Pero su conocimiento del país, en el que habian guerreado, y su entusiasmo por la nueva causa que abrazaron, les valió de mucho. Así se vió á don Manuel Carnicer, antiguo oficial de la Guardia, compañero de Capapé (a) el Royo, presentarse con solos veinte y dos hombres delante de Morella para decidir su pronunciamiento, retirándose únicamente por el consejo de los amigos que tenia en aquella plaza. Mas estos le ofrecie ron que seria de don Cárlos, y lo cumplieron.

Hallábase de gobernador de Morella don Carlos Victoria, quien, de

cidido por la causa carlista, sacó de la plaza la parte de la guarnicion que entendió no se prestaria á sus deseos, encomendándola la persecucion de partidas, y proclamó al Pretendiente, cediendo el mando al baron de Hervés, de mayor categoría y de prestigio en el país, por lo que fué además elegido presidente de la junta que se creó (1) para que sirviera de centro á la insurreccion, y emanasen de ella las operaciones de la guerra, sometiéndose el gobernador á esta nueva corporacion.

El pronunciamiento de Morella alentó á los carlistas: la importancia del punto lo merecia (2). Hervés ofició á todos los pueblos del partido para que se le presentaran los realistas y mozos útiles; abasteció la plaza, organizó los reclutas que iban obedeciendo sus órdenes, y se aprestó á la defensa, demostrando en todo esto una actividad y energía estraordinarias.

Entre los que voluntariamente se presentaron en Morella, lo hizo un jóven de Tortosa, de veinte y seis años, huérfano de padre, tonsurado hacia tiempo, y que en vez de marchar á Barcelona á donde era desterrado, corrió á las armas, con la esperanza de que «su nombre haria ruido en el mundo. » En su resolucion, en la robustez de su cuerpo, en la inquietud de sus espresivos ojos y en la activa impaciencia de su carácter, demostraba que habia de ser, cuando menos, un buen soldado. Se le dió un fusil y fué agregado al batallon de Vinaróz que mandaba Covarsí. Este voluntario era don Ramon Cabrera.

Al saber Hervés que el gobernador de Tortosa, don Manuel Breton, venia al frente de seiscientos hombres á recuperar á Morella, salieron fuerzas á su encuentro; y tomando ventajosas posiciones no lejos de la plaza, disparó esta un cañonazo en señal de la aproximacion de los liberales, y se rompió el fuego por los tiradores de Breton contra los carlistas, que no contestaron hasta tener á los cazadores de la reina á medio tiro de fusil. Trabóse la accion con más deuuedo del que era de esperar por parte de tropas bisoñas, que al fin corrieron á guarecerse tras los muros de la villa.

En esta accion recibió Cabrera su bautismo guerrero, cayendo de pavor al oir las primeras balas. Reprendido por su cobardía, es fama que se levantó sonrojado, diciendo: «He tenido miedo, lo confieso; nun

(1) Formaban parte de ella, el guardian de San Francisco, prior de San Agustin, y otros eclesiásticos.

(2) Las fortificaciones de Morella son verdaderamente inespugnables por su posicion topográfica, que la hace inaccesible. La sólida y elegante muralla que la defiende, no es hoy tan útil como cuando se hizo en 1358, antes de que se usara la pólvora. Pero á la casi invencible naturaleza del terreno, se han añadido murallas, parapetos y reductos, con cuyos fuegos pucde hostilizarse al enemigo y defenderse la villa por mucho tiempo, especialmente el castillo, asentado en la eminencia de una escarpada roca.

ca habia oido silbar las balas: pero en adelante se verá quien es Cabrera.» Y lo cumplió, batiéndose en retirada como un veterano, y conquis tando el primer ascenso de la milicia al frente de los muros de la plaza, cnya defensa habia de ser más tarde uno de los timbres de su gloria, y su nombre el título de su condado.

Aprovechándose Breton de la victoria, y de la division en los carlistas, su rivalidad y ambicion, sitió la plaza, contra la que dirigió su artillería. Hervés creyó prudente no continuar defendiéndola, aun siendo sus fuerzas mayores, y la evacuó favorecido por la oscuridad de la noche, acompañado de la junta y de mil doscientos hombres que llevó á Calanda. El sitiador, que hacia nuevos aprestos de sitio, supo con sorpresa el abandono de Morella, y la ocupó el 10 de diciembre, enarbolando sobre las almenas del castillo el pendon de Isabel II.

Los fugitivos de Morella se hallaron cortados en Calanda por la columna de don Cristóbal Linares, inferior en número á la carlista. Parapetóse ésta en unas cercas interpuestas entre una ermita y el pueblo; y apoyando ambos flancos en los próximos olivares, fué contestado con una descarga el quien vive que dió, y se trabó la accion con porfia y bizarría de una y otra parte, ganando Linares á la bayoneta, con alguna pérdida, la ermita de Santa Bárbara. Parecia que el teson y el deseo de vengar la muerte de un compañero, hacia más certeros los disparos de ambos combatientes. La disciplina de las tropas de la reina decidió la accion, despues de tres cuarto de hora de un fuego mortífero, huyendo Hervés y su gente diseminada hácia Fons de Calanda. Veinte y siete caballos de Borbon, única caballería, persiguieron á los fugitivos con éxito, y si bien quedó el campo por los liberales, quedaron en él no pocos muertos; y de sus contrarios cincuenta de los primeros, casi doble número de heridos, y diez y ocho prisioneros. Entre los prisioneros lo fué la esposa del baron y sus tres hijas. Esto le acabó de desalentar, y en vano trató de infundir á su hueste un ánimo que no tenia. Se introdujo la discordia, estúvose á punto de venir á las manos jefes y soldados, surgieron ambiciosas rivalidades por el mando, y sometido á una votacion secreta, resultó aclamado Marcoval, pero se le dispersaron sus subordinados. Solo Cabrera, que ya era sargento, pudo reunir veinte hombres, que presentó á Marcoval, quien le nombró en el acto subteniente, en premio de su arriesgada empresa.

Hervés vagaba al mismo tiempo fugitivo, y su fatal estrella lo condujo al Más de Barberizas, donde cayó prisionero y fué fusilado en Teruel el 12 de enero de 1834, con don Vicente Gil, comandante de los realistas de Liria. Quince dias antes sufrió igual suerte don Cárlos Victoria, el desleal gobernador de Morella.

Los últimos dias de 1833 fueron terribles y desgraciados para las ar

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