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mas carlistas del Maestrazgo-llamado así por haber pertenecido el territorio á la dignidad de maestre.-Continuando las rivalidades de los jefes y la insubordinacion de los soldados, se desvirtuaron empresas como la de Cabrera en San Mateo, ocasionando enemistades y resentimientos, que dieron por resultado la formacion de numerosas partidas, que bajo el mando de una sola autoridad inteligente y valerosa, habrian empezado á obtener las ventajas que luego consiguieron. Pero estas mismas vicisitudes suscitaron á Cabrera, que de subordinado se mostró superior á sus jefes.

En el reino de Valencia los comandantes de realistas de Peñíscola y Torreblanca, Covarsí, Royo, el Manco de Alcoy, Mestre, Magraner y otros, recorrian el territorrio al frente de partidas más o menos fuertes, pero intrépidas y arrojadas. Sorprenden á una de carabineros que mandaba don Juan Paniagua, y se apoderan de unos 50,000 reales que custodiaban; hacen presas de hombres pudientes, á quienes devuelven la libertad mediante gruesas sumas; ocupan los fondos públicos en algunos pueblos, y por todas partes van reclutando gente y aumentando sus filas, sin que por esto dejen de sufrir sus contratiempos, y de esperimentar muchos la suerte de Magraner, fusilado en San Felipe de Játiva por Espartero.

MANCHA.

XXIV.

En la Mancha, no en sus llanuras, sino en los montes que ofrecian seguro asilo á los carlistas, comenzaban tambien á formarse aquellas partidas que tanto ensangrentaron su suelo.

Don Eugenio Ibarba, Valiente, Adame (a) el Locho, los hermanos Rujeros (a) Palillos, y los que irán apareciendo en el curso de este libro, escogieron los montes de Toledo por teatro de sus funestas hazañas.

Batida y dispersada por un destacamento de húsares, la partida de Ibarba, y muerto en la refriega su segundo jefe don Miguel Valiente, no por este revés se aniquila, y se vuelven á reunir los dispersos.

Adame, -el Locho,-célebre ya en la Mancha desde la anterior época constitucional, don Vicente Rujero-Palillos-uno de sus oficiales de no menos celebridad, y su hermano don Francisco, habian pertenecido al ejército en clase de comandantes de caballería; pero clasificados como tenientes, se retiraron á su casa en Almagro. En 1833 conspiraron, como muchos descontentos, y reducidos á prision, se sustrajo de ella don Vicente, y levantó una partida, que fué alcanzada y batida el 15 de noviembre en Alcolea, por el coronel don Tomás Yarto, guareciéndose sus

restos en los montes, ese laberinto impenetrable, con mansiones subterráneas, con despejadas y naturales atalayas, donde puede acampar un batallon en el mismo terreno en que otro esté oculto con toda seguridad.

CASTILLA.

XXV.

En la provincia de Guadalajara, corriéndose á la de Soria, segun la necesidad lo exigia, organizaba fuerzas el fugitivo de Fuentecen, el compañero de Merino en 1822, don Juan Manuel Balmaseda. Batido en los campos de Albendiego, herido y próximo á ser capturado en el meson de Robeda, le salva la oscuridad de la noche y la velocidad de su caballo.

No tuvo tan buena suerte en tierra de Zamora, Aguilar, que fué batido y fusilado.

DON JAVIER DE BURGOS,

XXVI.

Para completar el cuadro que ya presentaba la guerra civil, en algu→ nos otros puntos, comenzaban á organizarse partidas, que eran á poco destruidas unas, y otras se aumentaban trabajosamente con varia fortuna.

En tanto, crecia en colosales proporciones la lucha entre la revolucion y el gobierno: entre los que deseaban avanzar, y el gabinete que pretendia refrenar hasta las ideas, sin comprender lo que estas iban progresando favorecidas por las circunstancias.

Un hombre eminente, que nada tenia de avanzado en sus ideas liberales, contribuyó poderosamente á desacreditar el sistema, que ya nada podia sostener. Don Javier de Burgos, nombrado ministro de Fomento en 21 de octubre, comenzó á quitar las trabas que tenian á la agricultura, á la industria y al comercio en un vergonzoso atraso.

Profundo conocedor de la importante ciencia administrativa, que habia tratado prácticamente en sus juveniles años, fué tenido con sobrada razon el traductor de Horacio por el más apto para iniciar las reformas que ya eran una necesidad entre nosotros. Queríalas el poder lentas, tal era tambien la voluntad del mismo Burgos; pero corria más su imaginacion ardiente y meridional, asombrando á todos su actividad en el despacho, escribiendo despues de él algun dia de su puño ciento setenta resoluciones, acertadas todas, y que bastaria cada una de por sí para demostrar la sublimidad de sus conocimientos administrativos.

El ministro para quien, y así lo dijo en el documento de que hablaremos despues, no habia imposibles, tenia necesidad de montar la administracion de modo que no fuesen perdidos sus colosales esfuerzos. Para ello los jefes políticos, institucion tan importante como útil y benéfica para el país, si está bien entendida. Pero su adopcion, tan halagüeña para unos como peligrosa para otros, despertaria esperanzas que no estaba Burgos en ánimo de inspirar, y apeló á un nombre que, adecuado á las circunstancias, encubriese la homogeneidad que habia entre los subdelegados de Fomento y los anteriores jefes políticos. No dió Burgos gustoso el nombre de subdelegados á estos funcionarios de su hechura; pero le obligaron muy poderosas razones, desconocidas sin duda de quienes le han criticado, y de que por relaciones particulares tenemos conocimiento; así como tambien de que no estuvo en su mano revestir á estas autoridades de todo el boato y dignidad que correspondian á su investidura elevada.

En otro caso, habria sido indisculpable el afamado autor de la célebre Instruccion á los subdelegados de Fomento, á quienes luego que pudo, llamó gobernadores; Instruccior que mereció los honores de la estereotipia, y su version á idiomas estraños, que no se ha visto aun en práctica, merced á nuestra malparada administracion. Nada se ha escrito igual en la materia á ese precioso documento, á que algunos han dado el nombre de poema: todo lo abarca en ella su poética imaginacion, su genio profundo, su don de administrar; y la industria, el comercio, la agricultura, los ayuntamientos, la minería, policía, instruccion pública, sociedades económicas, los establecimientos de beneficencia y de correccion, las hermandades y cofradías, los caminos, canales y puertos, los teatros y espectáculos, los socorros en caso de desgracias públicas, la caza y pesca, la division territorial y estadística, y hasta los despoblados, recibian el impulso que necesitaban unos, la proteccion de que carecian otros, sin descuidar su penetracion los abusos y defectos que merecian corregirse.

Todo lo abarcaba la capacidad de Burgos. A todo alcanzó la reforma, ó por mejor decir, todo lo creó de nuevo. Encontró un suelo estéril, le fecundizó, le sembró, y si no se recogieron los ópimos frutos que debieron nacer, no fué suya la culpa. Despues se han recogido, aunque no los que hubiera dado su direccion inteligente.

No menos que las guerras contribuyeron á contrariar el desarrollo de los intereses materiales, de la buena y uniforme administracion del país, las pasiones y rivalidades de los partidos; pasiones y rivalidades que entonces se desencadenaban, y cual la lava de un volcan que, des parramándose, lo abrasa todo, agostaban terribles las semillas que una mano benéfica derramaba. Y ni la constante solicitud de la reina gober

nadora en sancionar con su firma cuanto Burgos la presentaba al despacho, ni la honrosa distincion de dispensarle de dar cuenta de los negocios en prueba de la estraordinaria confianza que tenia en su talento, ni su ilustracion, ni su voluntad de hierro, bastaron para impedir más adelante su caida, naufragando en aquel borrascoso mar de turbulencias.

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Don Francisco Zea Bermudez era el jefe del gabinete. Con la oliva en una mano y en la otra la espada, sin valor para blandirla, trataba Zea de calmar el huracan de las pasiones. A su elevacion al poder se desentendió de las reformas que se propusiera; y al fallecimiento del rey todo fué abismos en su rededor, abismos que, ó habia de salvar, ó retroceder ante su inmensa sima, dejando el puesto á quien tuviera mayores fuerzas para hacer frente á los encontrados elementos que le combatian.

Tal era la posicion en que se encontraba el primer ministro al finalizar setiembre de 1833. Aguardábase su retirada. Contrario fué, sin embargo, su proceder: quizá se creyó superior á los partidos que le asediaban, y contaba refrenarlos á su antojo; pero no pasó de su cerebro tan bella utopía, y si Zea no hubiera sido siempre un estranjero en España, conociera bien pronto que no era la situacion del reino para gobernarle con manifiestos, ni para presentarle la teoría de un gobierno sin posibilidad de ponerla en práctica, sin alientos para ello, y hasta sin conocer las tendencias de la época.

Inauguróse la lucha entre lo viejo y lo nuevo, y la España antigua, y la España moderna se dividieron profundamente: el quererlas unir era más que una ilusion, era un delirio, que no se comprende como tuvo cabida en la mente de Zea Bermudez. Responden á esto sus amigos que las miras previsoras del gabinete Zea, avanzaban más allá que las de algunos altos personajes,―aluden al marqués de Miraflores, Llauder, Quesada, etc.-que se juzgaban el eco fiel de los sentimientos del país; pues si las innovaciones políticas ponian más desembarazadas las puertas de la patria á la Inglaterra y á la Francia, las cerraban á las potencias del Norte, hácia las que sin duda tenia más simpatías el gobierno. pero burladas las esperanzas de éste con el desvío que le mostraban las monarquías absolutas,-el mismo Meternich se concretaba á contestarle que, pensaria en reconocer á Isabel II, cuando viese los efectos que surtian la práctica del manifiesto del 4 de octubre-más honroso habria

TOMO I.

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sido para el ministerio, haber capitulado salvando lo posible, que no esperar á morir en la brecha, como decia con arrogancia Zea. Si conocia los males del país y no podia evitarlos, ¿era patriótico dejarlos crecer, y poner en inminente peligro la suerte de la nacion, por apego al poder? La historia debe formular un gravísimo cargo á Zea Bermudez por estas palabras que imprimió años despues. Hemos sucumbido sin capitular: demasiado se han realizado nuestras tristes predicciones.

Hijo Zea de Málaga y del otro siglo, pasó del escritorio del comerciante á los salones del diplomático, protegiéndole el favorito Ugarte. Su primera comision diplomática fué llevar unos pliegos al plenipotenciario español en Rusia, en los que se le participaba la heróica resistencia que opuso España á Bonaparte, la reunion de las Córtes en Cádiz, y la sancion de su código constitucional. Lisonjeado el emperador con la noticia, trató con afecto al jóven emisario, que fué nombrado cónsul de España en San Petersburgo, y luego ministro representante, correspondiéndole como tal notificar al emperador la jura de la Constitucion en el año 20, de la cual se mostraba Zea, entonces, entusiasta defensor. Interrumpióse su buena armonía con el emperador, y por complacer á éste fué relevado, y enviado á París en 1822. Sin olvidarle Ugarte, consiguió fuese nombrado segunda vez representante en Rusia; pero no le admitió Alejandro, y permutó con Paez de la Cadena, que nos representaba en Londres el año de 1824. Al mes le llamó Fernando para el ministerio de Estado, donde pagó con dudosa gratitud á Ugarte, que, de acuerdo con Calomarde é Infantado, le hizo trocar la presidencia del gabinete por la cartera diplomática de Dresde. Pasó de aquí á Lóndres, desde donde volvió al ministerio en 1832. Sus hechos posteriores son ya conocidos.

le

La entrada de Burgos en el gobierno, dió á éste nuevo impulso, y imprimió el sello de la actividad característica del antiguo y único redactor del Imparcial. Asiste al momento al consejo; impone su deseo, y hace se solemnice la jura de la reina el 24 de octubre con una porcion de decretos beneficiosos bajo todos aspectos, decretos que fueron recibidos con entusiasmo á pesar de las exageraciones de los partidos.

No descansaban estos: y si creia un triunfo de la opinion la marcha que parecia inaugurarse en política, no estaba el partido liberal satisfecho, mientras estuviera en el gabinete el autor del manifiesto del 4 de octubre, que procuraria naturalmente observarle. Renacieron las sociedades secretas, que tienen siempre por orígen el descontento, formóse una nueva denominada la Isabelina; declararon todas la guerra al gobierno, especialmente á Zea y á Cruz, y se reproducia en Madrid y en los salones la lucha que por otros medios existia en los campos: lucha que ascendió á las mismas regiones del poder, pues el consejo de go

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