Imágenes de páginas
PDF
EPUB

bierno y el ministerio se mostraron hostiles, interponiéndose en vano Burgos, que no supo, ó no pudo satisfacer los exagerados deseos del marqués de las Amarillas, que llevaba tras sí á sus dóciles compañeros del consejo.

El descontento de este elevado cuerpo parecia autorizar el de los liberales, que cobraban nuevos brios con el disgusto de tan respetable autoridad.

Se logró, ó más bien consiguió Quesada la caida de don José de la Cruz, á quien reemplazó don Antonio Remon Zarco del Valle, que se asoció desde luego á Burgos. Al ministro de la Guerra, siguió el inofensivo Martinez, que lo era de Hacienda, cuya cartera se encargó interinamente al de Fomento. Pero estos cambios parciales significaban bien poco. La lucha de los partidos era cada vez más encarnizada: no perdonaban medio alguno para triunfar en su propósito, llegando hasta el caso de presentarse á Burgos en cuyas-ideas confiaban, para asociarle á sus planes, y aunque le quiso interesar la misma infanta doña Luisa Carlota y su esposo, que estaban á la cabeza de aquella oposicion, les contestó con franca entereza, entre otras cosas «que, no se asociaba á una conspiracion, porque sus hábitos no le permitian conspirar ni aun para el bien.>>

No insistieron más con Burgos los liberales, y acudieron á otros personajes. Llauder apareció afiliado á la sociedad Isabelina (1); pero no se confiaba mucho en él. Su nombre recordaba tristes acontecimientos para la causa liberal; y ya se le exigiese, ó ya tratase de dar una prueba evidente, una garantía indestructible de la verdad de sus ideas, y de una manera franca y esplícita, dirigió á la reina Gobernadora la famosa representacion de 25 de diciembre, en que se declaraba abiertamente contra Zea, demostraba su impopularidad, por la cual comprometia el trono, pedia la formacion de un nuevo ministerio más en armonía con las circunstancias, y la reunion de Córtes.

El marqués de Miraflores ya le habia precedido en 15 de noviembre, y Quesada, ya de antes en hostilidad con el gabinete, unió su voz en 8 de enero de 1834 á la de los anteriores, haciendo ya sumamente crítica la situacion del ministerio, que creia ver un plan terrible para derrocarle á toca costa.

El espíritu público liberal, ese barómetro de los pueblos, secundaba estas manifestaciones, ó más bien eran ellas la verídica espresion de sus sentimientos, el eco de sus aspiraciones.

Reunióse para tratar de la situacion el consejo de ministros; presentó

(1) En el próximo año de 1834, nos ocuparemos de esta notable sociedad.

Burgos claramente la cuestion, reprobando enérgicamente el uso de la iniciativa en política de los jefes militares, siquiera fueran regentes de audiencias, etc.; consultóse al consejo de gobierno, que aprobó, como era de esperar, la peticion de Quesada y demás esponentes; hubo conferencias, dictámenes, y propuso aquel cuerpo la separacion del ministerio, ó al menos la de Zea y Burgos. A la de éste no accedió Cristina, y para reemplazar al primero, examinó en union de Burgos y Zarco, las listas que la presentaron, escogiéndose á don Francisco Martinez de la Rosa, sin la presidencia, que se separó por indicacion de Burgos del ministerio de Estado, aunque luego se le confirió á Martinez. Garelly, Figueroa y Aranalde, completaron interinamente el gobierno que dió á España el Estatuto Real.

RELACIONES INTERNACIONALES.

XXVIII.

La civilizacion ha hecho necesarias las relaciones de los pueblos entre los estados. De aquí esa intimidad que debe reinar entre las naciones, por ser el orígen del desarrollo de todas las fuentes de la prosperidad pública y del bienestar social.

Las relaciones internacionales de España sufrieron la misma modificacion que sus instituciones.

Francia acreditó á su embajador cerca de la regente, y la ofreció su proteccion y auxilios.

Inglaterra hizo lo propio, y Dinamarca, Suecia y los Estados Unidos, reconocieron tambien á la reina.

Rusia, Austria y Prusia se abstuvieron y esperaron los acontecimientos; y Nápoles y Cerdeña, que habian protestado, como se ha visto, se mostraron favorables á don Cárlos.

Otros estados inferiores se mantuvieron en espectativa de la guerra. De notar es la conducta que en esta ocasion observaron las potencias del Norte. Cuando se publicó la pragmática de 1830, guardaron silencio, y los plenipotenciarios de Rusia, Austria y Prusia, concurrieron á la solemne ceremonia del reconocimiento de Isabel en junio de 1833.

A la muerte de su padre se retiraron de Madrid. Si presentian el cambio de las instituciones que empezaban á liberalizarse, y no querian identificarse con ellas, ¿por qué reconocieron á los gobiernos revolucionarios de Francia y Bélgica? Sin duda tenian más temor de ellos que de el español, lo cual no demuestra gran generosidad ni mucho valor.

Pero se habian ya coligado aquellas tres potencias en Munchen-Grat,

en 1833, y empezaban á oponerse al progreso de las ideas liberales, que despertó la revolucion de julio, aquel suceso que inauguró un nuevo sistema europeo.

1834.

EJÉRCITO.

XXIX.

En los primeros dias de este año dividió el general Valdés su ejército en cuatro divisiones. La primera se confió al brigadier Espartero, comandante general de Vizcaya, el cual tenia á sus órdenes al brigadier baron de Meer. Esta division se componia de trece jefes, ciento veinte y nueve oficiales, dos mil ochocientos veinte soldados y cincuenta caballos. La segunda, al cargo del comandante general de Alava, y á sus órdenes el coronel Tolrá, constaba de catorce jefes, ciento cuarenta y seis oficiales, dos mil ochocientos cuarenta y dos soldados y ciento seis caballos. La tercera, al mando del comandante general de Guipúzcoa, don Fernando Butron, con siete jefes, noventa y cuatro oficiales, dos mil ciento diez soldados y veinte y cuatro caballos. Y la cuarta, para operar en Navarra, la dirigia Lorenzo, á quien obedecian Oráa y Barredo. Su fuerza era de diez y seis jefes, ciento sesenta y dos oficiales, tres mil cuatrocientos diez y nueve soldados y doscientos diez y nueve caballos. El total de este ejército de operaciones, era de cincuenta jefes, quinientos treinta y un oficiales, once mil ciento noventa y un soldados y trescientos noventa y nueve caballos.

Existian además guarneciendo plazas:

En Vitoria, setecientos cincuenta infantes y ciento treinta y seis caballos.

En Pamplona, siete jefes, cuarenta y tres oficiales y mil cincuenta indivíduos de tropa.

En San Sebastian, mil doscientos cincuenta, idem.

Y operaban en partidas sueltas:

El batallon real de ingenieros, de trescientos setenta y dos infantes. La columna de don Fermin Iriarte, de cuatrocientos infantes y trece caballos.

La de don Miguel Cosío, de trescientos cincuenta infantes y treinta caballos.

La de don Leoncio de la Bárcena, de trescientos infantes y veinte y cinco caballos.

a

La de Jácome, de ciento diez infantes.

La de Erice, de noventa y cinco infantes.

Y los celadores de Alava, noventa infantes y veinte caballos. Total de todas las fuerzas liberales en las Provincias Vascongadas, diez y siete mil doscientos veinte y un hombres.

Los carlistas contaban apenas la mitad.

Por el cuadro que ligeramente acabamos de presentar, aunque no con todos sus detalles, y teniendo en cuenta la naturaleza del terreno en que se militaba, se comprenderá lo difícil que es seguir al mismo tiempo á cada una de aquellas divisiones y columnas; ir en pos de sus movimientos, y de tantas marchas y contramarchas. Haríamos así una narracion pesada, y cansaríamos al lector en aquel laberinto de evoluciones, inútiles en su mayor parte.

Seguiremos, sin embargo, á los jefes y partidas, siquier sean pequeñas, que llamen la atencion con algun hecho atrevido, con alguna resistencia heróica, ó con una muerte gloriosa. Así espondremos no solo cuanto pueda interesar, sino cuanto sea bastante para dar á conocer lo que fué de algun modo útil ó adverso á uno ú otro bando, á uno ú otro ejército.

INVASIONES DEL CARLISTA.

TOMA DE LA FÁBRICA DE ORBAICETA.

XXX.

Dejamos á Zumalacarregui en la Amezcoa, descansando de la reñida pelea de Nazar y Asarta.

La Amezcoa es un hermoso valle, á seis leguas de Vitoria y á tres de Estella, encerrado por la elevada sierra de Urbasa, y la que se dilata paralela al Sur. Su longitud es de tres leguas, y de media su latitud por la parte más ancha. Contiene diez pueblos, que albergan poco más de cien habitantes cada uno.

No tanto por el número de los amezcoanos, como por su importancia, interesaba á Zumalacarregui captarse su voluntad, predispuesta en favor de los liberales, y lo consiguió por sus atenciones y hábil política.

La Amezcoa era para Zumalacarregui una plaza de guerra, con la favorable circunstancia de no necesitar guarnicion para conservarla, pues la naturaleza del terreno, aquellos montes elevados, y las concavidades y simas de aquellos peñascales, prestaban siempre un seguro asilo para guardar heridos y efectos.

Mientras Zumalacarregui descansaba en la Amezcoa, satisfecho del resultado de sus empresas, Lorenzo y Oráa acamparon en Asarta y Mendaza, dirigiéndose despues á Los Arcos, en vez de perseguir á los

vencidos; y cuando emprendió de nuevo sus movimientos, y marchó con tres batallones navarros á acantonarse en el valle de Guasalaz, Lorenzo se encaminó á Puente la Reina. Esperóle Zumalacarregui en las posiciones de la falda de la Artesa; más ó no reparó aquel en su contrario, ó no se atrevió á atacarle, á pesar de la superioridad de la gente con que pudo hacerlo.

Pero Lorenzo, amaestrado en Nazar y Asarta, concibió un plan oportuno, y comenzó á ejecutarle fortificando á Puente la Reina, para cortar el paso del Arga y estrechar á los carlistas en un terreno limitado; pues cifrando sus mayores triunfos en eludir la constante persecucion de las tropas de la reina, pensaba muy bien Lorenzo que, reducido á un círculo pequeño el enemigo, le seria menos fácil burlar con dispersiones y variacion de campo sus movimientos acertados.

Bien pronto conocieron los carlistas la importancia del plan de sus enemigos, proponiéndose neutralizarle llevando la guerra á otro terreno que les ofreciera las ventajas que trataban de arrebatarles. El norte de Pamplona colmaba sus deseos; y entre esta ciudad y los Pirineos, les brindaba la naturaleza con un terreno montañoso, recomendado por haber sido desde muy antiguo teatro de guerras y de triunfos para Navarra.

Pero si el terreno era á propósito, presentaban un inconveniente sus pobladores armados en defensa de Isabel II. Tal acontecia á los habitantes de los valles de Ayezcoa, Salazar y Roncal No les arredró este obstáculo; formaron su plan, y conociendo lo que asegura su buen éxito una pronta ejecucion, corrieron á Burguete y Espinal, y al dia siguiente, 17 de enero, entraban en el Ayezcoa y en el memorable llano de Roncesvalles. Avistaron algunos grupos armados que hicieron fuego al aproximarse el invasor, y les vió Zumalacarregui aprestarse á una resistencia desesperada; pero demostró los pacíficos sentimientos que le animaban, y cedieron. Ocupó al instante el valle, y dirigió á los voluntarios desde Garralda, el 18, una órden del dia en la que les manifestaba que, los corazones de los habitantes de Ayezcoa y Roncal estaban cambiados; que éstos, hasta hoy engañados, entregaban ya las armas, y obedecerian lo que se les mandase, y ser fieles á don Cárlos, cuya soberanía reconocian, engañados y alucinados por dos ó tres vecinos, y por el sectario Bayona; que se habian espuesto á ser víctimas con su resistencia; pero doliéndole hacer uso de las armas contra compatriotas, enviaba, en vez de la guerra, una paz durable: en adelante la Ayezcoa servirá de seguro refugio; y como nada tan satisfactorio para los corazones nobles como el perdonar las injurias, añadia, al titulo de valientes que habeis antes merecido á costa de vuestra sangre, vais á juntar el de generosos, perdonando á los vencidos, y tratareis bien á los des

« AnteriorContinuar »