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graciados habitantes de Ayezcoa y de Roncal, puesto que en lo sucesivo deben reputarse como navarros fieles. Si alguno de vosotros no lo hiciese así, y llegase hasta el estremo de desconocer los sentimientos de humanidad, injuriando ó maltratando á sus patrones, será castigado con rigor. En cuanto á los que se abandonen al saqueo, serán irremisiblemente pasados por las armas.>>

Las que entregaron los ayezcoanos, sirvieron para armar á los carlistas que carecian de ellas. Los salazareños y roncaleses depusieron tambien las suyas, escepto algunos constantes defensores de Isabel, que se retiraron á Francia.

Desde la Ayezcoa se trasladó Zumalacarregui á Lumbier, donde se concentraron todas las fuerzas navarras, menos el 5.° batallon, que estaba en el Baztan con Ibarrola y Sagastibelza.

Lorenzo y Oráa continuaban en tanto protegiendo las fortificaciones de Puente la Reina, Estella y Los Arcos, que no abandonaron aunque supieron la invasion de la Ayezcoa. Importábanles mucho estas fortificaciones, base de un vasto plan ofensivo y acertado, como dijimos, y por eso atendian á ellas principalmente. Asegurando aquellos puntos, tenian además con ellos un centro seguro en el mismo país con que más contaba el carlista, una llave de operaciones; unos fuertes que dominaban un terreno estenso, impedian correrías importantes, y daban seguridad á otros pueblos, que vacilaban entre el temor y los halagos.

La presentacion de Zumalacarregui en el interesante punto de Lumbier, alarmó á Lorenzo y Oráa, que creyeron ver amagado el Aragon, y acudieron presurosos al encuentro de su contrario. Gustoso les hubiera esperado éste, á no tener en más los ruegos de los vecinos que las ventajas que le proporcionara el sostenerse en aquella villa. Cambió al efecto de plan, aguardando allí, y diseminándose á la aproximacion del enemigo, burlando así sus proyectos y haciendo imposible toda combinacion. Tranquilizó de esta manera á los alarmados habitantes de Lumbier, y esperó confiado.

Llega Oráa al anochecer del 24 á Nardues, una hora de Lumbier, y acampa su gente á esperar nuevo dia. Zumalacarregui hace salir á media noche al tercer batallon de Navarra, que le condujo Ichaso por entre las avanzadas liberales á Cirauqui, donde descansó varios dias. Al amanecer le siguió el primer batallon y toda la caballería al mando de Iturralde, dirigiéndose á Sangüesa. En seguida, el 4.o al mando de Zubiri, fué á Nagore. A la media hora se retiró Zumalacarregui á Domeño, con el 2.o y la compañía de guías. Todos los jefes carlistas cumplieron solícitos unas órdenes que mostraban no vulgares conocimientos; y los mismos liberales no pudieron menos de tributar el debido homenaje de admiracion á tan acertadas operaciones.

A pesar de la perspicacia que á su actividad unia Lorenzo, no comprendió al pronto la estrategia de su enemigo. Fija su atencion y la de Oráa en Lumbier en cuanto supieron la marcha de Iturralde y Zubiri,al pronto ignoraron el paso de Ichaso por entre sus avanzadas, -emprendió Oráa su marcha contra el primero, y Lorenzo á dar alcance al segundo. Zumalacarregui quedó sin contrarios. O no hizo caso de él Lorenzo, que no es de suponer, ó creyó, y esto es lo verosímil, que en las columas de Iturralde y Zubiri iban todos los carlistas.

Zubiri, gran conocedor del terreno que pisaba, cansó á Lorenzo é hizo que perdiese la pista. Iturralde consiguió tambien con más trabajo cansar á Oráa, que con el mayor empeño le perseguia y le acosaba, hasta obligarle á refugiarse en el valle de Roncal, de donde tuvo que salir, marchar á Lumbier, cruzar toda la Navarra, é internarse en tierra de Estella, con hombres y caballos estenuados de hambre y de fatiga. No lo estaban menos los que llevaba Oráa; y cuando ya podria batir á su perseguido contrario, tuvo que detenerse á dar el necesario descanso á su tropa, y sangrar sus caballos.

Zumalacarregui en tanto, libre de perseguidores, atrajo sobre sí su atencion con un golpe atrevido. Confiando en el éxito, se propuso limpiar completamente la Ayezcoa de fuerzas enemigas, no pasando de doscientos hombres las que habia, al mando del coronel Bayona, que guarnecian la fábrica real de Orbaiceta, punto fortificado para su mejor defensa. Acercóse Zumalacarregui resuelto á hacerse dueño de la fábrica, intimó la rendicion á Bayona con ventajosas condiciones, mediaron mensajes, envió Zumalacarregui á sus ayudantes Gomez y Zaratiegui, entendiéronse con los oficiales de artillería, Diaz Aguado y Parayuelo, y estendieron las bases de una capitulacion, que quedó ratificada á las doce de la mañana del 27 de enero (1). Resistíanse con valentía los soldados á deponer unas armas que no se habian empleado en la defensa de aquel punto encomendado á su bravura, y hubo de arengarles Zumalacarregui, haciéndolo en términos tan comedidos y honrosos, que obedecieron. Un cañon de á cuatro, de bronce, doscientos fusiles, cincuenta mil cartuchos, balerío de cañon y proyectiles, etc., que habia en la fábrica, todo sirvió de mucho á los carlistas.

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La pérdida de Orbaiceta y el resultado de los movimientos de Loren

(1) Véase el documento número 35.

TOMO I.

33

zo y Oráa, alarmaron á Valdés, que al saberlo corrió precipitadamente desde Vizcaya á Navarra. Sin detenerse apenas, salió de Pamplona á la cabeza de una division de cinco mil hombres con direccion á Lumbier, donde se hallaba Zumalacarregui con unos mil quinientos soldados, con quienes se retiró hácia Domeño al avistar á Valdés. Ardiendo éste en deseos de alcanzar y derrotar á su contrario que tanto habia crecido en osadía, le siguió por Lumbier, y pernoctó cerca de él. Mas éste recibe, escrito en una piedra, un parte detallado de las posiciones que ocupaba Valdés, y en su vista, deja las muy favorables que tenia, temiendo ser flanqueado, y se retira á Navascues, donde aloja cómodamente á su tropa. Continúa su retirada muy temprano, y deseando encontrar una posicion ventajosa para hacer frente á su enemigo, la halla en una altura al frente de Huesa, el 3 de febrero.

Sin poder disponer de mucho tiempo para combinar un plan acertado de batalla, empieza Zumalacarregui por colocar su gente de la manera más favorable, y á las pocas horas se tiroteaban las avanzadas de unos y otros combatientes. Generalizóse el fuego por la cordillera y el llano, reconcentróse todo el ardor del combate en el boquete por donde pasa el rio y el camino de Salazar, empleó Valdés su abundante reserva de refresco, y resistio Zumalacarregui con bizarro empeño hasta el anochecer; pero viéndose precisado á estender demasiado sus fuerzas para defender sus flancos, y falto de municiones, no pudo ya resistir á su valiente enemigo, que trepaba corriendo por elevadas montañas, y cedió el campo á Valdés, que le persiguió en su retirada, aunque sin causarle gran pérdida.

Lisonjeado éste con la victoria, mostróse generoso con el vencido, recogiendo los heridos que éste no pudo llevarse, y recomendándolos al párroco y regidor de Huesa para que atendieran con el mayor esmero á su curacion.

Sin detenerse, continuó persiguiendo á su contrario, creyendo que no dándole tregua ni descanso le dispersaria y aniquilaria; pero volvió Zumalacarregui á su acostumbrada táctica de eludir todo encuentro hasta fatigar á su perseguidor, y lo consiguió en breve.

Ya por entonces circulaban rumores del relevo de Valdés, y si bien hubiera deseado entregar el mando á su sucesor sin que tuviera enemi- • gos que combatir, comprendió que no era obra de pocos dias, y no pudo hacer otra cosa que estudiar el medio de que otro pudiese terminar una guerra que ya consideraba duradera. Obró, pues, con menos actividad que anteriormente, aunque nunca con abandono de su deber, porque jamás le olvidó el honrado Valdés, y aprovechando Zumalacarregui el respiro que le daba su contrario, pasó unos dias en Navascues, prosiguió aumentando y organizando su gente, y tomó las medidas que conceptuó

necesarias en beneficio de su causa; sobresaliendo entre ellas la terrible circular, que inauguró un sistema de horrores, de crueldad y de sangre (1). Corrió esta circular por Navarra con asombrosa rapidez y seguridad, pasó el Alto Aragon, y hasta se notificó á juntas en cuyo pueblo habia guarnicion liberal. Cuando volvió á Zumalacarregui la circular, admiróle el considerable número de firmas que llevaba al pié, de los que se obligaron á su cumplimiento.

Valdés no podia permanecer en la inaccion, y al saber que Sagastibelza con seiscientos hombres tenia sitiado y en el mayor apuro á Zugarramurdi, que con ciento veinte hombres defendia obstinadamente el fuerte de Elizondo, acudió en persona á salvarlos con la brigada de Benedicto. En medio de un temporal de nieve y ventisca, hizo una marcha forzada desde Zubiri á Irurita en menos de ocho horas. Pero estas penalidades viéronse recompensadas para aquellos sufridos soldados en la gratitud de sus compañeros, cuyo apuro trocaron en contento, abrazándose gozOSOB.

Regresó Valdés á Zubiri, y de aquí á Pamplona el 9, para dar algun descanso á la tropa, preparar nuevas espediciones, y atender á otras medidas de gobierno.

El 11 salió para Vitoria, llevando consigo algunas fuerzas, y dejó las destinadas á operar en Navarra á las órdenes de Lorenzo, para que continura las operaciones.

DIPUTACION DE NAVARRA.

XXXII.

Cuando Zumalacarregui, segun hemos visto, marchaba desde Lumbier á la alta montaña, se le presentó un jefe de batallon, manifestándole que durante la marcha habia oido á dos soldados voluntarios hablar entre sí sobre las numerosas fuerzas que contra ellos iban, y el apuro que estaban próximos á pasar. Al saber Zumalacarregui este peligroso raciocinio de los soldados, hecho sin reserva, mandó hacer alto, y recibirse informacion verbal; pero nada resultó. Prosiguió la marcha, y al llegar á Navascues, dirigió una larga circular á los comandantes de batallon, indicándoles la conducta que debian tener en lo sucesivo para alentar y entusiasmar al soldado, pintando con los más negros colores á los liberales, y el porvenir más lisonjero á los defensores de don Cárlos, que aumentaria sus fueros y privilegios.

(1) Véase el documento número 36.

Sospechose que la diputacion de Navarra trataba de perturbar la disciplina, y Zumalacarregui, conocedor de la esposicion de 28 de enero que reproducimos, espidió el 11 una especie de decreto, declarando á sus indivíduos traidores y reos de lesa majestad, condenándoles á muerte y confiscacion de bienes; todo lo que hizo llegar á manos de los diputados, y no fué estéril; si bien, segun aseguraban los carlistas, cinco de los siete indivíduos estaban identificados con ellos en ideas políticas.

á

Notable es, sin duda, lo que pasaba en Navarra. Allí crecia la guerra en colosales proporciones, y allí habia una diputacion liberal, cuya autoridad ha sidɔ siempre omnímoda en aquel país foral; siendo muy estraño que a pesar de las amonestaciones que aquellos padres de provincia hacian á los pueblos, á pesar de sus protestas por Isabel, los navarros corriesen en tropel á aumentar las filas carlistas, desoyendo la voz paternal de su siempre respetada diputacion; y á los que no acudian los sacaba á la fuerza Zumalacarregui.

Aquella corporacion se distinguió entonces notablemente por la célebre esposicion que elevó á la reina gobernadora por medio de Valdés, pidiendo se convocara á córtes generales á los tres estados del reino de Navarra (1). Valdés, al elevarla al gobierno, manifestaba su importan

(1) Diputacion del reino de Navarra.-Excmo. señor.-Animada del más intenso deseo de que se consolide el trono de la reina nuestra señora doña Isabel I de Navarra y II de Castilla, y que desaparezca de este suelo, hoy desgraciado, la faccion que le consume y desdora; y convencida de que lo limitado de las facultades que me están conferidas por los tres estados del reino, ha de poner trabas de momento á momento á mi decidida voluntad de prestar los continuados y grandes servicios que las circunstancias hacen necesarios, para que el bizarro y heróico ejército puesto á las órdenes de V. E. tenga todos los medios competentes para que pueda obrar en la justa defensa del trono, me parece indispensable elevar al superior conocimiento de V. E., que el único medio de llenar estas importantes atenciones, será el de convocar á córtes generales á los tres estados del reino: estos tienen amplias é ilimitadas facultades para proveer á cuanto se considere oportuno y conveniente en la critíca situacion en que se halla la infortunada Navarra: y podrán no solo disponer fondos pecuniarios, sino organizar fuerza armada, capaz de sostener y asegurar, auxiliada de las valientes huestes del ‹jército, los sagrados é incontestables derechos de doña Isabel I à la corona de Navarra, y aun quizá hallarán en sus pechos, donde tienen impresa la innata lealtad al trono, recursos capaces de hacer deponer las armas á los estraviados y seducidos por las pasiones y por la intriga.

»Nada de esto me es dado realizar por lo re lucido de mis atribuciones, y tendria el amargo desconsuelo de que fuesen estériles à mi pesar, los vehementes impulsos de mi corazon á cooperar de lleno al esterminio de la faccion, con cuyo noble objeto haré siempre con decision lo que me permitan mis atribuciones, y sintiendo que no sean ilimitadas.

>>En estas circunstancias, recurro à la superior proteccion de V. E. para que, dignándose tomar en consideracion la respetuosa instancia que he dispuesto para S. M. la reina gobernadora, y que tengo el honor de poner en manos de V. E., se sirva elevarla á S. M., recomendando con su poderoso infiujo la favorable acogida y feliz éxito; y à fin de que pueda conseguirse su despacho con la brevedad que pide el estado de este reino, he creido oportuno acompañar á V. E., como lo hago, una minuta del modo con que se espiden los poderes para la legítima reunion de córtes, y para el juramento que ha de prestarse en ánima de S. M. la

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