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cia; y así como por una parte, decia, principiaban á escasear los fondos á la diputacion, que tenia que subvenir á estraordinarios gastos, conocia por la otra la dificultad y el peligro de la reunion de córtes en aquellos momentos. Tratando de conciliar tales estremos, opinaba se remitieran las cédulas de convocacion al virey para conservarlas, y hacer uso de ellas solo despues de algun suceso favorable para las armas liberales. Por lo demás, le parecia que podia autorizarse á la diputacion para proporcionarse fondos por medios estraordinarios.

Zumalacarregui, que conocia muy bien la influencia que al cabo podria ejercer la diputacion, y lo que podria perjudicar á su causa, se apresuró á publicar la providencia que se ha referido, haciéndola circular profusamente.

ENCUENTRO EN AGURDIN.

XXXIII.

Valdés pernoctó el 11 en Echarri-Aranaz, cuyo punto y el de Irurzun mandó poner en buen estado de defensa, para asegurar la línea de fortificaciones entre Vitoria y Pamplona por el valle de Araquil, ruta la más corta y necesaria, y el 12 continuó su marcha á la capital de Alava, donde permaneció hasta el 16 de febrero.

Merced al aliento que infundió Zumalacarregui en los carlistas, se fueron reorganizando sus compañeros de armas en las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Alava, y pronto estuvieron en el caso de tomar algunas veces la ofensiva.

Así lo hicieron en Agurdin, á donde se presentaron á impedir el paso á la columna de Rey, que iba á reunirse con Valdés. Ya antes, cuando emprendió su marcha el 6 de enero, fué acometido de improviso en las inmediaciones de Mungía, por doscientos infantes y veinte caballos, y no pudiendo hacerles frente con ventaja, retrocedió en buen órden. Continuó su marcha en direccion á Zárate, y al aproximarse á este pueblo, encontró á su tenaz enemigo en las alturas de Agurdin, sobre el puerto de Gorbea; posiciones ventajosas que impedian el paso por el

camino real.

Los carlistas presentaron entonces en combate seiscientos infantes y

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reina nuestra señora, y de recibir el de fidelidad que deben hacer los tres estados reunidos en córtes, en justo homenaje á la reina nuestra señora doña Isabel I de Navarra.- Dios, etc.-Pamplona, 28 de enero de 1834. La diputacion de este reino de Navarra, y en su nombre fray Bartolomé Oteiza, abad de Fitero.--José María Martinez de Arizala.-José María Vidarte.-Con su acuerdo, don José Barset, secretario. »

cuarenta y cinco caballos, bajo los respectivos mandos de García, Ibarrola, Sopelana y Vivanco. Rompióse el fuego; sostuviéronse al pronto los carlistas, pero no pudieron resistir la carga á la bayoneta que Rey dió intrépidamente, y corrieron á un pequeño llano donde se dispersaron, debiendo el no sufrir grandes pérdidas á carecer Rey de caballería. Sarasa, sin embargo, con cien hombres les persiguió dos leguas, y les hizo cuatro p isioneros, entre ellos el capitan don José Urte, que fué pasado por las armas á las pocas horas. Cinco muertos y unos treinta heridos fué la pérdida de unos y otros combatientes, contando los carlistas, además de los cuatro prisioneros, la de sesenta fusiles y algunas municiones.

DON BALDOMERO ESFARTERO.

XXXIV.

Por entonces comenzó á distinguirse en Vizcaya un valiente militar, cuya hoja de servicios es estraordinariamente notable (1). Hijo de labradores, vió la primera luz en Granátula, el año 1793. Familiarizóse en sus juveniles años con las historias militares de los autores latinos, y aprendió los rudimentos de la filosofía en Almagro. Sentó plaza en 1809, para servir voluntariamente durante la guerra en que se defendió nuestra nacionalidad atropellada; peleó á los pocos dias de coger el fusil en la ba talla de Ocaña, luego en otras y otras; fué subteniente de ingenieros, hallábase al fin de la guerra de teniente, y en 1815 se embarcó en Cádiz, siguiendo voluntariamente la espedicion de Ultramar.

Allí conquistó en el campo de batalla y derramando su sangre, el empleo de brigadier. Trabajó con gloria en aquella penosa lucha, y en 1824 fué enviado á España por el virey del Perú, para dar cuenta al rey del estado en que se hallaban aquellos dominios. Llegó á Madrid el 12 de octubre, y regresó á fin de diciembre. El 4 de mayo siguiente arribó á las costas del Pacífico, en poder ya de los emancipados americanos por la derrota de Ayacucho, en la que ni pudo hallarse Espartero. Fué preso por las tropas de Bolivar al tomar tierra, y encerrado por tres meses, al cabo de los cuales se fugó el 1.o de agosto, perdiendo cuanto tenia.

(1) En el concepto que mereció en Ultramar y España á los generales Villalobos, Valdés y conde de los Andes le conceden una disposicion sobresaliente para el mando, por su mucha valor, inteligencia en la táctica, conocimientos generales en la milicia, y muy acreditado en funciones de guerra; mucho talento y aplicacion; que seria algun dia un buen general por su golpe de vista militar y viveza para aprovecharse de los descuidos del enemigo, añadiendo Monet en 1833 que su valor era heróico y su aplicacion sublime.

Llegó á Burdeos, luego á España, fué destinado de cuartel á Pamplona, y trasladado á Logroño en 1828 donde permaneció de comandante de armas y presidente de la junta de agravios, hasta 28 de octubre de 1830, en que fué de coronel al regimiento de Soria, de guarnicion en Barcelona, y á fin del 31 pasó con el regimiento á las Baleares.

En estas islas se hallaba al comenzar la guerra. Solicita entonces venir á pelear con el cuerpo de su mando, se le concede con solo un batallon; se embarca, salta á tierra en Valencia, emprende de órden superior la persecucion de Magraner, llega á San Felipe de Játiva á los dos dias de su desembarco, y á los otros dos, el 24 de diciembre, ya estaba dispersa la partida, y fusilado su jefe el 25. Corre á Madrid donde entra al finalizar el año, y es nombrado el 1.o del siguiente, 1834, comandante general de Vizcaya.

Marcha al instante á tomar posesion de su destino, y al ir el dia 11 desde Vitoria á Bilbao, al frente de una columna, pretende Luqui interceptarle el paso en las cercanías de Barambio. Se tirotean ambas fuerzas por espacio le tres horas, y al cabo de ellas se abre paso Espartero con la mitad de la suya, dejando la restante encerrada en una casa de Arrigorriaga, hasta que á las doce de la noche, volviendo con tropas de refuerzo de Bilbao, salen de la casa, rechazando Espartero á Luqui, que conservaba aun sus posiciones, y entrando en la villa, donde se encargó de su nuevo destino, y dictó varias medidas que consideró oportunas.

Vuelve el 14 á emprender las operaciones militares, y es notable verle empeñado todos los dias en encuentros. Era teuaz su enemigo, iba siendo poderoso, y se avergonzaba muchas veces de correr, por lo cual hacia frente á los liberales, sin tener en cuenta la superioridad de su disciplina y de sus armas. Así se le ve de contínuo atacando, pudiendo decirse que su instruccion la recibió en el campo mismo de batalla. No es por tanto de estrañar que tan á menudo corriesen aquellos soldados improvisados.

Desde el dia 14 al 18, tuvo Espartero los encuentros de Miravalles, de Ceberio, de Orozco, de Ibarra, Saloa, Ceanuri y de Dima. El 19 el de Murguía, de concierto con los barones del Solar y de Meer, en el cual dispersó á los carlistas. En este mismo dia llegó á Durango, y considerando este punto el más estratégico de la provincia, le fortificó, dejándole guarnecido. El 20 dispersó tambien á los que mandaba Zabala, que se dirigia á Canala.

Es cierto que no tenia que molestarse mucho Espartero para alcanzar á sus contrarios; pero tambien lo es que el comandante general de Vizcaya mostraba tanto ardor como actividad.

Zabala se vió precisado á reunirse con el marqués de Valdeespina pa

ra presentar á Espartero mayor fuerza. Contando así cuatrocientos hombres, ocuparon los pueblos de Bermeo, Ventades y Arrieta, de los que fueron pronto desalojados por Espartero, Meer, y el baron del Solar, que obligaron á embarcarse en el primer punto á trescientos carlistas, dispersándose los demás sin resistencia, escepto los acampados en Arrieta, que la hicieron débil. Los trescientos desembarcaron no muy lejos, y los dispersos volvieron á reunirse.

Espartero continuaba en su plan de fortificar á Durango; pero las frecuentes correrías de los carlistas, amenazando sitios importantes, le impidieron fijar su atencion en un solo punto, y tuvo que dejar el 22 á Durango, y sostener sucesivamente, y en solos cinco dias, las escaramuzas de Miravalles, Muniqueta, Santa Cruz de Vizcargui, Mendata, Rigoitía, Arrieta, Larrabezua, Arrechavalagana y Murguía; cuyos puntos eran por su escabrosidad el perenue teatro de la guerra.

Los carlistas con respetables fuerzas, tenian bloqueada á Guernica, y el 27 levantó Espartero el bloqueo, proveyó de víveres al pueblo, que ya los necesitaba, reparó las fortificaciones, y corrió en seguida en pos de sus contrarios, que le hicieron frente un momento entre Bermeo y Munguia, donde chocaron más de una vez, aunque sin gran empeño.

Regresa Espartero á Bilbao el 30, aumenta sus fortificaciones, las construye en Portugalete y Olaveaga, crea el batallon franco de cazadores vizcainos, y no abandona, á pesar de todo esto, sus movimientos.

Los defensores del carlismo aumentan, sin embargo, en Vizcaya: las partidas insignificantes se van trasformando en columnas, y los que antes corrian á los primeros disparos presentaban ahora la cara y hacian correr á veces. La guerra se generalizaba en Vizcaya y Guipúzcoa como en Navarra, é iba ensanchando su campo, á pesar de los esfuerzos de los que procuraban estrecharle, de las dispersiones contínuas de muchas partidas carlistas, de haber sido batido al conde de Casa-Eguía al enarbolar el estandarte de la insurreccion, del triunfo de Oquero por Ichan contra las fuerzas osadas de Luzuriaga, y de los heróicos combates en que con noble emulacion de gloria buscaban tantos valientes ocasiones de distinguirse, y en que sin tener en cuenta el peligro de su vida, daban, venciendo, triunfos á la causa, y gloria á su patria.

OPERACIONES DE ESPARTERO.

XXXV.

La guerra era ya respetable, y los jefes de uno y otro bando necesitaban más que valor. El carlista se mostraba además infatigable; y Espartero, que reunia en tan alto grado esta cualidad, se propuso no per

derle de vista. Pero veia imposible atender á la vez á tantos puntos, y se limitó á cuidar de los más amenazados y comprometidos.

El 9 de febrero, durmieron varias fuerzas carlistas en los caseríos de Almaga, inmediatos á Ochandiano: á las tres de la mañana fueron hácia Orozco, por la altura frente á Ubidia, dejando á la izquierda el camino de Arratia. Al saberlo Espartero, sale de Villaro para Miravalles, combina un movimiento con el brigadier Carrillo, que mandaba las columnas móviles de Alava y Cast.lla la Vieja; pero previsores los carlistas se dirigen á Manurga, reuniéndose con otras partidas y con la Junta, componiendo de este modo un total de más de dos mil hombres, y pasan á Murua.

Da Espartero á esta reunion de fuerzas la debida importancia y se opone á sus movimientos. A los carlistas, ya reunidos en Murua, se agrega Zabala, que pasó á Ceanuri, en cuyo punto y sus inmediaciones tenia sus enfermos y estropeados. La Torre y Luqui se dirigieron en tanto á Zornoza. El grueso de las fuerzas de Murua se dividió en dos mitades: una marchó á Echagüe, la otra á Cestafe. Más no pasaron muchos dias sin volver á reunirse, y concertadas todas las fuerzas carlistas de Alava y Guipúzcoa, que formaban una masa respetable, atacaron á Guernica, defendida por ciento cincuenta soldados.

Noticioso de ello Espartero, pudo reunir apenas mil trescientos hombres, y voló con ellos el 17 al socorro de los sitiados. Los carlistas, que confiaban en la superioridad de su fuerza, le hacen frente; pero Espartero rompe sus líneas y entra en la poblacion.

Al dia siguiente reunen sus huestes y atacan vigorosamente al pueblo, cuyos defensores se vieron en una situacion apuradísima, por careeer de víveres y municiones, y por el número y empeño de un enemigo que tan obstinadamente les sitiaba. Vióse precisado Espartero á pedir auxilio al general en jefe, y éste, que como hemos visto, se hallaba en Vitoria desde el 12, salió de ella el 17, el mismo dia precisamente que Espartero penetraba en Guernica.

Para impedir Valdés los progresos de los carlistas en varios puntos del distrito de su mando, y protejer las fortificaciones de Maestu y Estella, á cargo de los brigadieres Tolrá y Amor, y cuyas poblaciones estaban sériamente amenazadas, pernoctó en Salvatierra, pasó el 18 á San Vicente de Arana donde se apoderó de una armería, si bien estuvo próximo á perder en un incendio las municiones de reserva depositadas en una casa, y desde San Vicente marchó á Contrasta.

Supo aquí la situacion de Espartero, más apurada aun por el mal sentido de algunas tropas, en el que se distinguió especialmente la Guardia Real, cuyas filas engrosaban diariamente á las contrarias llevando á ellas una cumplida instruccion militar, y una entendida direc

TOMO I.

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