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le obligó á dispersar sus soldados, despues de sufrir algunos descalabros en los que mostró un valor heróico.

Volvió á reunir algunos de sus dispersos, y cuando se aprestaba á obrar en combinacion con los demás jefes, supo en Fredes que Marcoval, Soto, Covarsí, Monferrer y otros habian sido fusilados como Soforas y Borras.

-Inexorable está el destino, esclamó Cabrera. ¡Mi amigo Marcoval, mi protector, fusilado! Sangrienta será la guerra que empezamos. ¡Quiera Dios que algun dia no haya de ser yo el vengador de estas muertes!

Este rigor les infundió temor, y abandonaron muchos á Cabrera, que tuvo que pasar á Aragon, donde, á fuerza de trabajos, llegó á reunir ciento cuarenta hombres, sin embargo de que la noticia de que daba una peseta diaria, lisonjeaba á los pobres habitantes del Maestrazgo y de Aragon. Vallés y Bardavio se le unieron con cuarenta más; haciéndolo despues Carnicer con siete caballos, cuyo jefe lo fué de todas aquellas fuerzas, por su mayor graduacion, y por no quererlo ser Cabrera, que quedó de segundo. Con menos atenciones así, pudo dedicarse á adquirir algunas nociones de la táctica y ordenanza militar, que le daba Mezquita, sucediendo varias veces tener que practicar lo que en el acto le enseñaban, lo cual le hacia decir que la guerra es una ciencia, y no un azar.

Así aquel hombre que tenia el presentimiento de su genio belicoso, que poseia los no pacíficos instintos del guerrero, y el valor del militar, aprendia á dar reglas á su genio, alimento á sus instintos, y campo á su valor. Aumentando sus conocimientos para la destruccion de sus enemigos, se aficionaba cada vez más á una carrera en que habia de alcanzar tanto nombre.

CASTILLA.

XXXIX.

En la Mancha, puede decirse que no existia aun la guerra; pues entre las pocas partidas que empezaban á recorrer los montes, la más notable entonces era la de Ramirez, perseguida, batida, y capturado su jefe por los vecinos de Nambroca.

En Villasequilla creyeron verse atacados por los carlistas, y fué tal la decision de sus habitantes, que hasta las mujeres se dispusieron á resistirles.

Aquí, como en Cataluña, se organizaban, sin embargo, en secreto nuevas partidas, que, guarecidas en los montes, habian de distraer un dia gran parte del ejército liberal é interrumpir la comunicacion de la córte con las provincias meridionales.

DISIDENCIAS ENTRE QUESADA Y VALDES.

XL.

Quesada y Valdés se habian indispuesto anteriormente, y hallándose el primero de capitan general de Castilla la Vieja, le autorizó el gobierno para operar con sus tropas en las orillas del Ebro, territorio perteneciente á Valdés. Carccia este de las necesarias fuerzas, y queria disponer de las de Quesada sobre el Ebro, pero se opuso el marqués de Moncayo; quien si no se veia tan rodeado de carlistas como el general en jefe, no le faltaban; pretendia esterminarlos y no queria desprenderse de fuerza alguna, teniendo ya una columna en la Rioja á las órdenes del brigadier Tolrá. Mediaron contestaciones entre Quesada y Valdés; viéndose Tolrá en algunos compromisos, pero obró con prudencia, prestó señalados servicios y se batió con un fusil como un soldado.

El gobierno, al apresurarse á admitir la dimision de Valdés, impidió los funestos resultados que pudieron causar aquellas rivalidades; y el 21 de febrero recibió el general en jefe en Contrasta el oficio nombrándole para reemplazar á Quesada, confiriendo á éste el mando del ejército del Norte.

La energía de que habia hecho alarde Quesada, el liberalismo que habia demostrado en sus públicas manifestaciones y su conducta desde la muerte del rey, hicieron que su nombre corriera de boca en boca, y hasta que se pusiese en moda entre los hombres políticos. Quesada, acostumbrado á decir la verdad si rebozo al ministerio, empezaba á estar disgustado, y criticaba, con sobrada razon, la marcha militar que se seguia en la guerra. En sus buenos deseos, se jactata de que pacificaria la Navarra, y ofrecia conseguirlo, si no por las armas, por un convenio, lo cual le honraba, mostrando á la vez sus generosos sentimientos.

DON VICENTE GENARO DE QUESADA.

XLI.

Quesada vió la primera luz en nuestra preciosa Antilla, el año 1782. Empezó la carrera de las armas á los catorce años, sirviendo de cadete, y á los diez y seis se embarcaba para la capital de la metrópoli, donde se batió el 2 de mayo contra los invasores que nos legaron este dia de luto y de gloria. Fugóse á poco á Badajoz, ascendióle en su carrera la junta suprema de Estremadura, y le confirió importantes cargos, siendo uno de los más honrosos por su desempeño la organizacion é instruccion del 4.o batallon, del que era primer ayudante.

Con este batallon peleó Quesada como un héroe en la accion de Burgos, en la que solo se rindió prisionero cuando despues de recibir once heridas no podia ya defenderse, por falta de fuerzas, del único enemigo que le faltada vencer de los que le rodearon.

Asombrado el mismo francés de su valentía, le hizo proposiciones, que rechazó Quesada, y fué al depósito de Dijon, del que se escapó el 9 de octubre de 1810. Pero capturado, fué cargado de hierros, y despues de algun tiempo volvió á fugarse, y hubiera regresado á España, á no ser preso por tercera vez, y sometido á la comision militar. Conociendo lo crítico de su situacion, lo arriesgó todo, y se libertó de nuevo, llegando penosamente á Cataluña. Aquí se embarcó para Cádiz, donde se le formó sumaria en averiguacion de su conducta durante su prision, y su resultado no pudo serle más lisonjero.-Mezquinas y ocultas rivalidades lo postergaron despues en su carrera.

En 1814 era gobernador de Santander, en cuyo gobierno tuvo disgustos, de los que salió al fin triunfante. Fernando, á su regreso, le concedió el empleo de brigadier el 4 de diciembre de 1814, y á los seis meses, el de mariscal de campo. Obtuvo además varias cruces de distincion, y el título de caballero de la real y militar órden de San Hermenegildo.

En 1820, no sabemos si sus convicciones, á pesar de haber sido estraño hasta entonces á la política, ó el torrente de los acontecimientos que sobrevinieron, le colocaron en las filas de los enemigos de la Constitucion. Emigra á Francia, conspira de acuerdo con la regencia de Urgel y el general don Francisco Eguía, y penetra luego en España como jefe de Navarra á batirse con los constitucionales, siguiéndole Guergué y don Santos Ladron, á quien entregó el mando interinamente, al ser relevado en octubre de 1822 por don Cárlos O'Donnell. Regresó por Bayona á París, hasta que en 1823 fué nombrado comandante general de las Provincias Vascongadas, y general en jefe de su ejército realista, batiendo á sus compatriotas de acuerdo con los franceses, aun cuando mostró en más de una ocasion sentimientos generosos á los liberales (1).

(1) Es digno de especial mencion lo sucedido en Aguilar de Campó con su division que, al estar formada se negaron á marchar, por falta de haberes, los batallones de la derecha de la línea á las órdenes de Tomás Zumal carregui que no pudo hacerse obedecer. Avisado Quesada, que se hallaba en el pueblo, corre con su E. M. y ordenanzas, y al pasar un puente que le separaba del lugar de la insurreccion, establece un centinela que detiene à su mismo E. M., y pasó con sus ayudantes de campo; impone à los amotinados este rasgo de valor; arenga á aquellas masas que menospreciaban la palabra de sus oficiales, procura un tambor redoblando ahogar su voz, le amonesta Quesada, insiste en el redoblar que alienta á la sedicion, que ya grita, é inspirado el general por su valor, derriba herido con su espada al tam35

TOMO I.

Posteriormente, y ascendido al empleo de teniente general, desempeñó varios gobiernos de plaza y capitanías generales.

Hallándose en la de Andalucía en 1825, diéronle que hacer los clubs carlistas ó apostólicos, especialmente en Córdoba, en los que figuraban, entre personas de escasa importancia, los marqueses de Villaseca y de Benamejí, que la tenian. Entonces empezó Quesada á declararse contra los absolutistas, no queriendo como hombre de honor transigir con sus

escesos.

En 1831 operó contra los liberales en Veger, se le mandó fusilar á todos los oficiales y sargentos, pero le dolió esta hecatombe, y arrostrando las consecuencias, solo fusiló al jefe, y salvó á todos los demás entre los que se hallaba don Alejandro de Castro, actual embajador en Roma. Esta generosa humanidad le valió la régia desaprobacion y órdenes desagradables, como preveia. Esto no le impidió seguir dispensando grandes beneficios á los liberales, á los que dejó gratos recuerdos en Andalucía.

Cristina, durante la enfermedad de su esposo, le nombró comandante general de la Guardia Real de infantería é inspector del arma.

Al lado de Cristina se decidió más en su defensa, y aconsejó al rey el desarme de los realistas; pero iba aun más allá Quesada: tenia tambien émulos poderosos, y á la muerte del rey le escribió la reina viuda una atenta carta en la que le brindaba con un honroso destierro, encargándole la capitanía general de Andalucía.

Obedeció, detúvose en Pinto, insistió en su dimision, y se le admitió al fin, señalándole cuartel en Jaen, con la circunstancia de no pasar por la córte. Continuaron cambiándose contestaciones, y el fin de ellas fué accederse á los deseos de Quesada de ir á desempeñar la capitanía general de Castilla la Vieja, porque en ella ardia la guerra. Desde Valladolid dirigió notables comunicaciones, y sus célebres y conocidas esposiciones.

En su buen deseo de intervenir en la política del Estado, lo hacia con el vigor propio de su notable carácter que disgustaba á sus contrarios, que no satisfacia á los hombres políticos, á pesar de que se le hizo merced del título de marqués de Moncayo; pero no obraba por tal impulso.

Como militar cumplió, contribuyendo con su enérgica actividad á destruir los restos de las fuerzas de Merino y Cuevillas.

bor, restablece la calma, juzga y fusila por piquetes de sus propios cuerpos à los promovedores, desfila la division ante aquellos desgraciados, y se emprendió la jornada con el mayor órden.

QUESADA DE GENERAL EN JEFE DEL EJERCITO DEL NORTE.

XLII.

En Logroño se avistaron Quesada y Valdés. Informóle detalladamente el segundo del estado de la guerra y del ejército, quedando Quesada el 22 de febrero en la plenitud de su mando; en cuyo dia este jefe, dirigió al goberno una memoria que no carece de interés, y que nos ahorra describir hechos que con exactitud espone, trazando en ella además su plan de campaña.

Dice así:

las

«<Los rebeldes tienen organizada su fuerza en cinco batallones, cada uno de ochocientas plazas; formando un total de cuatro mil hombres, y además una compañía escogida que acompaña á la junta. Cada bataflon tiene ocho compañías, de las cuales dos son de preferencia, ó sea de granaderos y cazadores. Los batallones primero y segundo son los mejores y de más instruccion: de caballería reunen unos trescientos caballos malos: así la caballería como la infantería están en mucha parte sin uniformar ni equipar. El armamento es muy bueno, municiones en abundancia. El dinero les escasea en el dia, y así exigen ahora una contribucion de una onza á cada eclesiástico, cuya suma podrá calcularse en 1,000 onzas, si, como es de temer, las facilitan: además estraen de los pueblos los fondos públicos que encuentran, y con cualquier pretesto imponen contribuciones á los que les faltan en los auxilios que piden: segun parece han hecho tambien en el dia una distribucion de contribuciones sobre el donativo del reino, y tratan de hacerlas efectivas, para lo cual ha reunido datos la junta revolucionaria. Esta marcha unas veces con los batallones, particularmente con el primero y segundo, que son los que suele llevar consigo Zumalacarregui y su segundo Eraso; otras se estaciona en los puntos que cree más seguros en la inmediacion del Pirineo; pero siempre escoltada por un batallon, y por su compañía de guardia, que intitulan de guias. Con respecto á los jefes y oficiales, los hay de todas clases; teniendo bastantes de los que se hallaban ilimitados en este reino, y de los que han sido separados de los cuerpos del ejército. De estos la mayor parte han hecho aquí la guerra en las épocas anteriores; son prácticos en el país, tienen muchas relaciones de amistad y parentesco, y conocen la profesion en lo que basta para mantener organizada la faccion y hacer sorpresas y marchas forzadas y otras maniobras de órden inferior. Cuentan con el patrocinio de los pueblos, y tienen avisos muy exactos y frecuentes de todos nuestros movimientos.

Además de esta fuerza organizada en batallones, existen algunas partidas sueltas, compuestas en la mayor parte de antiguos aduaneros y empleados en los resguardos, que prevalidos de su particular conocimiento del país, se ocupan en recorrer los caminos para interceptar las comunicaciones, registrar los pasajeros y protejer á los aduaneros que

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