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tienen establecidos en las principales carreteras, los cuales cobran derechos á los arrieros, traficantes y demás, teniendo sus espías y vigías tan bien establecidos, y siendo tan protegidos por el país, que no es fácil sorprenderlos; tanto más, cuantò que varian contínuamente de posicion, pudiéndose considerar como unas cuadrillas de ladrones organizadas y que cuentan con el auxilio de la mayor parte de las justicias y del clero secular y regular, que desgraciadamente están decididos por la rebelion en su mayoría segun es público.

>> Con corta diferencia la faccion ha tenido hace tiempo la misma fuerza, pues aunque á consecuencia de las persecuciones que ha sufrido se le ha dispersado algunas veces, la mayor parte á los pocos dias se vuelven á incorporar, y en mi concepto es susceptible de mucho aumento, pues hay valles enteros de los que no existen indivíduos de la faccion, por no haberles podido seducir todavía; pero si desgraciadamente sufriesen algun revés nuestras tropas, no estrañaria se le reuniesen, en razon del atraso de ideas que hay en los aldeanos; y si hasta ahora no se han incorporado á los batallones, es porque felizmente han tenido algun cura bueno que los ha contenido, ó algun propietario en buen sentido, que á costa de sacrificios y espensas los ha librado de la seduccion. Con todo, si estos mismos se ven obligados á abandonar aquellos pueblos ó valles, por temor de los rebeldes, estos les obligarán á reunírseles, como ha sucedido ya con algunos valles de Ayezcoa y Salazar, que al principio se habian negado á seguirles.

>> Si fuera posible separar de este país todos los malos curas y frailes, seria un medio seguro que mejoraria el espíritu público, y por consiguiente, se disminuiria la faccion; pero conozco que esto es imposible, pues serian muy pocas las escepciones que se pudieran hacer, empezando por el alto clero de la capital.

»La medida radical para esterminar la faccion, es la de ocupar militarmente el país; es decir, situar en los puntos cardinales columnas que siempre puedan obrar con superioridad, y destinar otras que recorran el país unidas ó subdivididas, segun las circunstancias lo exigiesen. Con esto se conseguiria restablecer el espíritu público, persiguiendo todos los comisionados que recorren los pueblos y que esparcen noticias, recibiendo auxilios, reemplazos, etc; además hay varios pueblos en los que deben ponerse guarniciones de corta fuerza para cubrir el país y asegurar las comunicaciones, en los cuales se puede fortificar un edificio, conservando una guarnicion respetable en esta plaza, no solo para cuidar de su defensa, sino para poder acudir desde aquí como punto céntrico á donde fuera necesario.

» Para cubrir estas distintas atenciones y sofocar pronto la rebelion de este país se necesitan diez mil hombres de infantería y cuatrocientos caballos, cuando en un principio hubieran sido suficientes mil ó mil quinientos. En algunos valles, como es el de Roncal, Ayezcoa, Ulzama, Cinco Villas y algun otro, una vez que estuviesen apoyados con fuerza, podrian armarse algunos urbanos que contribuirian á la defensa del país; pero en el dia no se puede contar con ellos. En esta capital no puede formarse la milicia urbana, pues es la poblacion que está en peor sentido, y por lo tanto debe estar siempre desarmado este pueblo.

>> Es una verdad que hay en el dia en Navarra más tropa reglada que

facciosos organizados; pero ésta bastaria cuando ellos esperasen; mas como no esperan, y su sistema es huir de la gran fuerza y fatigarla con marchas violentas y contínuas atravesando valles y sierras, y guareciéndose en las alturas más escarpadas y barrancos, y en los montes más fragosos, para hacer el mal que pueden y despues huir, sin que sea dable alcanzarlos, á no ser cuando se situen en posiciones inespugnables, se necesita, por consiguiente, más tropa para perseguirlos, y cu brir al mismo tiempo todos los puntos por donde puedan evadirse, á fin de estrecharlos y destruirlos de una vez. De otro modo esto se prolongaria sin remedio y con grave daño de la causa pública; no debiendo perder de vista que la faccion navarra es auxiliada muchas veces por la de las provincias limítrofes, y que por la parte de Francia, el comercio, fraudulentamente y burlando la vigilancia de aquellas autoridades, le proporciona con frecuencia auxilios de armas, municiones y vestuarios.

»Con respecto á los castigos, me parece que con los cabecillas no cabe indulgencia, y que si se tiene con los oficiales subalternos, debe precisamente enviárseles á Ultramar, lo mismo que tan sábiamente se ha decretado respecto á los sargentos, cabos y soldados. Esta medida produciria mayor efecto que cualquier otra, aunque mucho más grave; además sería conveniente imponeralgunas penas pecuniarias á algunos indivíduos, tanto de particulares como de eclesiásticos que se han señalado en la rebelion, confiscando los bienes de los que han estado con las armas en la faccion y en las juntas revolucionarias. Igualmente seria muy necesario esportar algunas personas de las que más han influido, y particularmente de los eclesiásticos, no debiendo quedar en los pueblos ninguno de los curas que más se han señalado; pero esta y otras medidas creo deben tomarse despues que se hayan destruido los batallones, y que con escrupulosa atencion se puedan tomar noticias ciertas, lo mismo deberá verificarse con los indivíduos de algunos conventos y monasterios que se han marcado demasiado, como los de Leire, Irache y otros.

y

>> Pacificado este reino, debe hacerse una saca de seis mil hombres al menos, por dos razones de muchísima importancia: primera, para que el resto de la España participe de este alivio en las quintas, pues aquí no se han verificado las dos últimas, y lo segundo, para limpiar el país de unos elementos tan perniciosos á su seguridad y reposo; pero tambien es preciso que cuando se verifique en Castilla la quinta que está indicada, se tenga el mayor cuidado para no dar lugar a que los mozos que quieran sustraerse á ella, vengan á aumentar la faccion de este país.

>>Con respecto á las medidas políticas que pudieran adoptarse, para impedir tome más impulso la rebelion, no me es fácil indicarlas, pero me parece será muy conveniente que todas las autoridades obren con mucha energía, aunque con prudencia, sin dejarse alucinar por ligeras sospechas, informes acalorados, y tal vez dimanados de espíritu de partido y de resentimientos pasados y sin confiarse tampoco demasiado, pues podian ser engañados. Que todos los empleos públicos estén ejercidos por personas de conocida confianza y adhesion á la reina, pues desgraciadamente en este país, hasta ahora la mayor parte, si no todos los empleados, estaban decididos por el partido de la rebelion, y por con

siguiente han dado lugar á que la opinion se haya estraviado más que en otras provincias, y aun se puede asegurar han fomentado la rebelion, si no de mala fé, por apatía y por torpeza. En el dia no me parece que seria prudente el que se sobrecargase el país con demasiadas contribuciones, porque podria exasperar más á estos naturales; y aunque la buena justicia exija que sufran los gastos de la guerra que ocasiona su rebeldía, esto deberá ser para que se compense despues: tal vez parecerá máxima maquiavélica el ocultarles esta pena, pero lo creo preciso en el dia.

>>Si se puede conseguir el retraer á los principales cabecillas de que sigan en la faccion, lo que creo muy conveniente, y á la humanidad interesada en que se vea el medio de hacerlo, en tal caso habrá de verificarse de un modo que sea decoroso, pues jamás convendrá que unos traidores se lisonjeen de que el gobierno de la reina quiere tratar con ellos. Si esto fuere posible, poco importa á S. M. que unos pocos millones se empleasen en hacer desaparecer este gérmen de discordia, que prolongado puede causar tantos males, debiendo tener presente que generales franceses muy acreditados, con tropas muy aguerridas y numerosas, sucumbieron muchas veces en esta provincia durante la guerra de la Independencia, lidiando con estos naturales, entonces inespertos y mandados por un estudiante, pero tenaces por carácter; y si entonces se batian por patriotismo y religion, ahora lo hacen con la misma terquedad, porque les hacen creer que se va á establecer en España la Constitucion del año 20, y con ella van á perder la religion y sus privilegios. No hay clase de patrañas que los corifeos de la rebelion no inventen para sostener las ilusiones de unos aldeanos imbéciles, que por falta de instruccion los unos y de ideas los otros, todo lo creen. Así es que unas veces les dicen que una escuadra rusa con tropas de desembarco ha llegado á nuestras costas; otras que Cárlos V ha entrado con un fuerte ejército y se ha proclamado en Madrid; otras que las demás provincias le aclamaron ya, con mil noticias que todos creen, y solo dudan de lo que es cierto. Para contrariar estas falsas nuevas, se ha establecido el Boletin oficial, en el que se procura difundir las noticias ciertas, para que los pueblos se cercioren de los hechos positivos, pero nada se consigue, porque á tal estremo llega el espíritu de idiotismo, reunido al de partido, y sostenido por las sugestiones del clero regular y secular.

» El procurar sofocar pronto esta rebelion, es tanto más necesario, cuanto que de prolongarse más, conseguirian llegar á organizarse, y ya en el dia se atreven á lo que hace dos meses jamás hubieran intentado; ya proyectan sorpresas, buscan posiciones, y llegará desgraciadamente el caso en que piensen en movimientos más atrevidos y sorpresas, que les serán tanto más fáciles en razon del conocimiento del país que tienen todos sus oficiales y soldados, el del idioma que se habla en la mayor parte de este reino, en las pocas necesidades de esta clase de tropa, y más fáciles proporciones que tienen de proveerse; reuniéndose su aptitud física, que generalmente en este país es muy á propósito para la guerra, y que los hace infatigables; siendo sobre todo la mayor de las ventajas el que cuentan con el país, y así pueden sus soldados descansar despues de una larga marcha, seguros de que no es

fácil sean sorprendidos, pues tendrán avisos anticipados; cuando por la inversa nuestras tropas no reciben ningunos, y aun para la comunicacion más insignificante entre los jefes de las columnas, solo á fuerza de dinero se encuentra quien lleve un papelito y á veces ni aun así se consigue.

»El punto de comunicaciones, particularmente con el gobierno, considero de absoluta necesidad que se fije con seguridad, y es sencillo hacerlo tan pronto como se establezcan algunas guarniciones en las direcciones de Sos y Tudela por Aragon, por Estella á Logroño, ó por la Borunda á Vitoria, lo que podrá decidir el gobierno; y si el número de tropas que se destine a este reino es el que llevo detallado, habrá lo suficiente para que se establezcan todas las precisas guarniciones, que se den la mano con las de los puntos limítrofes á las provincias de Aragon, Castilla y Alava, y por consiguiente podrán estar espeditas las comunicaciones por las tres direcciones, ó por lo menos con más seguridad por la parte que se considere más preferente, que en mi concepto seria la de la Borunda.

»Estos cortos apuntes dictados por mis buenos deseos, creo convendrá lleguen á noticia de S. M. la reina.

» Pamplona 22 de febrero de 1834.»

NEGOCIACIONES.

XLIII.

El primer pensamiento de Quesada, fué continuar las negociaciones que comenzó en su anterior mando, con anuencia del gobierno. Marchó á Los Arcos, y desde aquí á Estella y Puente la Reina (1), y dictó sus primeras providencias militares, proponiéndose un sistema opuesto al de sus antecesores.

Deseó por el pronto tener puntos en que apoyar sus operaciones estratégicas, y dejar espeditas las comunicaciones de Bilbao á Miranda de Ebro, de aquí á Irun, y desde Logroño por Pamplona hasta Orbaiceta ó Roncesvalles. Al efecto trató de fortificar á Bilbao, y á Miranda, Vitoria, Vergara, Tolosa é Irun por una parte: por otra á Logroño, Los Arcos, Estella, Puente la Reina, Llusuain y Orbaiceta.

Las poblaciones que con preferencia debian ocupar las tropas eran Salvatierra, Orduña, Durango, Santa Cruz de Campezu, Tafalla y Sangüesa, las cuales trataba de dotar con suficiente guarnicion.

Al ejército con que ya contaba, se agregaron algunas fuerzas que llevó de Castilla; pero necesitaba más, porque conocia que no era esta guerra como la de 1822, aunque era el mismo el terreno.

(1) Al tomar Quesada el mando, supo se hallaba presa en este punto la mujer de Zumalacarregui, y la puso en libertad.

Con noble intento emprendió sus negociaciones (1); para las que interesó el gobierno á don Miguel Zumalacarregui, nombrándole regente de la audiencia de Burgos, el cual despues de una conferencia con el consejo de ministros, partió al cuartel general de Quesada, invitado por éste.

No desaprovechó Zumalacarregui el interregno en que tuvo á ambos combatientes la correspondencia que entablaron. Sin observarle, como prometió, hizo movimientos y provocó á los liberales, y como decia Butron en su parte, el cumplimiento de las instrucciones recibidas no le permitian, como lo deseaba, hostilizar á los carlistas.

Estos tuvieron entonces ocasion de conocer que el espíritu de su gente estaba decididamente pronunciado por la continuacion de la guerra. Para dar á aquellas circunstancias todo el aparato teatral de que tanto alarde hacen los militares, reunió Zumalacarregui en su casa á la oficialidad para enterarles de lo que sucedia : les enseñó la correspondencia, y para dejarles en mayor libertad de decidir, les ocultó su última contestacion, fechada en Lumbier el 7 de marzo (2). Informóles despues del estado de la guerra y del país, y les manifestó espusiera cada uno francamente su parecer. Todos callaron. Zaratiegui se levanta, y demostrando en su rostro el fuego que abrigaba en su corazon, pronunció un discurso que, en obsequio de la oportunidad, puede perdonársele fuera tan difuso, y apelara á las pasiones y á la satisfaccion de un provincialismo mal entendido, en vez de consultar la utilidad del país, que era la paz. Pero eran sus sentimientos los de casi todos los que le escuchaban, y no hacia más que ser su intérprete, convenciendo por el ardor con que hablaba.

No eran razones las que aduce en su primer párrafo, que abunda, sin embargo, en sentimientos muy laudables en un verdadero carlista; pero no se trataba de personas; se trataba de una guerra, de multiplicados sacrificios, de innumerables víctimas, de la felicidad ó de la desgracia de una provincia, de la de un reino.

«Mover un país, decia, á tomar las armas en defensa de los legítimos derechos que tiene á la corona de España un escelente príncipe, pelear en seguida, vencer á sus enemigos, acrecentar la gloria de sus armas, hacerlas respetar, y rendirse despues á la voz de un hombre..... para irlas á deponer á sus piés y confiar en sus palabras, seria una vileza imperdonable, seria constituirse en instrumento de su ambicion y levantar por nuestras propias manos un monumento á su misma inmoralidad política. A mi juicio, aun cuando fuese consejo de la prudencia el entre

(1) Véanse los documentos bajo los números 37 á 49 inclusive.

(2) Véase el documento número 50.

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