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garse á merced de un enemigo, nunca juzgaria digno de semejante honor á Quesada. Sin duda que eran mucho mejores.... los dos generales que le han precedido, y no obstante, nosotros los combatimos con ahincada resistencia. Si nuestra situacion actual y la que parece nos espera, no son mejores que la que podíamos con razon prometernos en los primeros dias, tambien es verdad que nuestros cuerpos y espíritus acostumbrados á la fatiga y al trabajo, temen infinitamente menos el peligro!........»

Confia en la justicia de la causa, y en que las monarquías absolutistas de Europa, al ver identificados sus intereses con los suyos, conocerian la importancia de la lucha y les auxiliarian, aunque para esto fuese necesario emprender una guerra general.

Apelando al orgullo provincial de sus paisanos, les estimula á continuar aquella guerra de sacrificios; «pero del mismo modo, señores, termina, que hoy nos pertenece el primer puesto en la gloria de la presente lucha, nos corresponderá mañana el del desprecio y la infamia en el caso de que la abandonemos.>>

El asentimiento fué general y entusiasta, y Zumalacarregui dijo:

«Señores: si en el momento que Queseda me mandó su primer mensaje, solo hubiera atendido á mis naturales sentimientos para contestarle, en nada se diferenciaria mi respuesta de la que ahora se le dará; pero habiendo meditado bien este asunto, me pareció que haciéndolo sin consultarlo con vds., corresponderia mal á la confianza que depositaron en mí cuando se dignaron darme el mando de comandante general de este ejército y reino. Por otra parte, señores, nada más justo que el que tantos hombres esclarecidos é interesados en el triunfo, que aventuraron á la vez sus familias, sus fortunas y hasta sus propias vidas, se enterasen por sí mismos del acomodamiento que se nos proponia, para que comparándole con los riesgos que de nuevo nos amenazan, procediesen con pleno conocimiento de causa, los que gustasen, á ratificar su resolucion, y renovar el juramento de que sostendremos, hasta morir, la santa lucha que comenzamos sin más apoyo que la justicia. Ahora, pues, que tengo la satisfaccion de conocer los sentimientos unánimes que á todos nos animan, está más tranquila mi conciencia; porque cualquiera que sea la suerte que á cada cual le toque, ninguno podrá decir que ésta provino de mi arbitrariedad. Protesto, señores, que si este mando que desempeño emanase de la soberana voluntad de la augusta real persona cuyos derechos defendemos, jamás pusiera á la decision de otros el presente negocio, porque en ese caso me hubieran sido bastante conocidos mis deberes. >>

Disuelta la junta, formáronse los batallones al dia siguiente en las eras, y se leyó un manifiesto (1) en que publicaba Zumalacarregui cuan

(1) Véase el documento número 51.

Томо 1.

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to habia sucedido con Qusada, adulterando en algun tanto la verdad, y daba cuenta de la resolucion adoptada. Se sacaron copias, se fijaron algunas al público, se circularon otras, y se envió una á Quesada, que contestó con otro manifiesto (1) que sirvió para encender más las pasiones, y de preludio á un sistema de rigor inusitado.

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Si los carlistas no hubieran contado con el ayuda indirecta de la Francia, habrian sido inútiles todos sus esfuerzos para organizar la guerra, pues no podian proporcionarse en España las armas necesarias cuando aun para los liberales hubo que traerlas del estranjero. De aquel vecino reino recibia Zumalacarregui armas y vestuarios, lo que, sabido por Quesada, se entendió con los cónsules para impedirlo; pero eran objeto de libre comercio entre los franceses, y no podian oponerse sus autoridades; consiguiendo á lo más, el celo de algun cónsul, participar á las españolas los alijos que se hacian, y las personas que en la Península se entendian con los comisionados carlistas en Francia.

Como preliminar de sus operaciones, publicó Quesada un bando el 11 de marzo, que demuestra por sí solo lo que iba á ser en adelante la guerra. En él exigia listas de los que sin licencia estuvieran ausentes de los pueblos, y de los que estaban en las filas carlistas, previniendo el embargo de los bienes de estos y de los que nuevamente las engrosasen. A los priores de los conventos se les pidió la misma lista de los frailes ausentes sin licencia, de los que inspirasen desconfianza, para trasladarlos á otros conventos, amenazando cerrar aquel del que se marcharan algunos indivíduos á las filas carlistas. A los ayuntamientos de los pueblos se les previno no se les tomaria en cuenta ninguna cantidad que por concepto de contribuciones entregaran al enemigo, que se les exigiria nuevamente, y si diesen raciones estando el pueblo fuera del rádiò de tres leguas ocupadas por los enemigos, pagarian por cada racion dos reales, destinados al servicio de las tropas liberales. Se conminaba con destinar á Ultramar y al canal de Castilla á las justicias que diesen aviso á los carlistas y á los que insultasen á los indultados, y á la galera si fuesen mujeres, imponiéndose la pena de muerte por varios actos admitidos generalmente como delitos en las guerras civiles, más bárbaras aun que las nacionales. El clero que hubiese entregado alguna cantidad á los carlistas, debia entregar el doble á los liberales.

(1) Véase el documento núm. 52.

Quesada creyó necesario este rigor, sin conocer su ineficacia; pues solo se consigue aumentar las víctimas cuando los partidos se equilibran, ó no se puede destruir á un enemigo que sabe vencer, que ocupa plazas y pueblos, que hace prisioneros, y que tiene en su mano la ven

ganza.

Objeto de contestaciones entre los caudillos liberal y carlista fueron estas medidas violentas, y la enemistad se hizo mayor entre ambos, que al fin rompieron todos los lazos que antes les unieran. Los que estuvieron próximos á abrazarse, habiendo ahorrado al país arroyos de sangre, se consideraron desde entonces los más irreconciliables enemigos, y ardian en deseos de arrebatar cada cual la vida á su contrario. Rómpese la tregua, mal observada por Zumalacarregui, y Quesada se propone llevar la guerra con todo rigor (1).

(1) Instruccion á los gobernadores de los fuertes.

1. Todo gobernador de puesto fortificado se hará acreedor, por la real órden de 3 de marzo, al justo aprecio y recompensa de sus servicios, considerados en un grado eminente. Todo gobernador de fuerte es responsable de la defensa de su puesto hasta el último trance, y por lo tanto debe estar provisto de los defensores competentes, de las armas y municiones necesarias, y de víveres suficientes para llevar a cabo la prolongacion de su defensa, que siempre estará sostenida por columnas móviles, que más tarde ó más temprano se han de aproximar en su apoyo.

2.

Es de obligacion suya el tomar conocimiento de los alrededores de su puesto, de sus avenidas, de las posiciones defendibles que se pueden elegir en sus inmediaciones, así como del carácter y recursos de los habitantes del pueblo y de los demás circunvecinos; procurando formar útiles relaciones para adquirir buenas y anticipadas noticias de la situacion y proyectos de los enemigos, y poderlas comunicar con rapidez á los generales y jefes de columnas que se hallen en sus cercanías, obligando á las justicias de los pueblos inmediatos á comunicarlas con anticipacion y reserva, bajo la más estrecha responsabilidad.

3. Hará mantener la más severa disciplina, y cuidará de una continua instruccion, que paso que haga adelantar al soldado, le tenga ocupado y le preserve de los vicios.

al

4. El servicio durante el dia será el más moderado, y se saldrá de la torre para observar desde lejos, y para poder hacer señales á los puestos más inmediatos, ya sea con haces de paja y combustibles encendidos, ó con fogonazos ó humadas, que se forman con pólvora amasada con agua, á la que se le da fuego para que esté ardiendo un cierto tiempo; habiendo de antemano convenido en las señales con los otros puestos, que mantendrán centinelas de observacion con este objeto.

5. Se construirán pozos dentro de los fuertes para el surtido del agua; y cuando no pueda lograrse, 'se tendrá dentro del fuerte la provision de agua suficiente para la gente y para los caballos; saliendo de noche cuando no haya otro recurso para proveerse de ella, ó para dar agua à la caballería.

6. En cada fuerte habrá las municiones correspondientes para la guarnicion y para abastecer en algun caso á las tropas que se retiren sobre él. Tendrá tambien granadas de mano, las cuales se han de arrojar desde los puntos elevados por los parajes que puedan rodar; y se les darȧ fuego con precaucion, levantando ó cortando antes el pergamino que cubre y reserva el mixto de la espoleta, la cual tiene tiempo suficiente para tenerla en la mano sin cuidado todo el espacio necesario para arrojarla lo más distante que sea posible, ó sobre los grupos de gente armada que se acercasen al puesto.

7. En cada punto fortificado debe haber, segun está mandado, las hilas y vendas necesa

:

Sale de Pamplona el 23 con una division al encuentro de Zumalacarregui, y pernocta en Lumbier, donde permaneció el 24.

Zumalacarregui, que habia comenzado antes á obrar atacando á Vitoria, como veremos, dividió en dos columnas su gente. La una al mando de Eraso, se dirigió á los valles de Ulzama y Baztan.

Quesada dividió tambien la suya, y fué en su persecucion con las fuerzas de Oráa. En vano trataron de obligarle á combatir; ni le pudieron dar alcance.

Zumalacarregui con la otra columna se corrió á la merindad de Estella. Seguíale Lorenzo respetándole. Más de una vez procuró aquel tomar la ofensiva en posiciones ventajosas, eludiendo éste el encuentro.

Reforzado Zumalacarregui con el batallon de Alava, que mandaba Villarreal, presentó la batalla en Abarzuza y Muro, el 29 de marzo. Lorenzo queria llevarle á otro terreno; más las guerrillas carlistas le hicieron fuego avanzando, y admitió el reto. Metió en fuego sus tropas, hízose general la accion, y los liberales defendieron valientes, seis horas las posiciones entre Muro y Estella, y aun se apoderaron del primer pueblo, que recobraron los carlistas, obligando á cejar á sus contrarios, faltos de municiones, y persiguiéndolos hasta las puertas de la ciudad.

Diez muertos y cincuenta heridos contaron los carlistas; y veinte y dos de los primeros y sesenta y ocho de los segundos, los liberales. Su enemigo supo hacer valer para su prestigio esta pequeña ventaja.

rias, y aquellos medicamentos más precisos, siguiéndose respecto á la curacion y asistencia de los demás enfermos el reglamento comunicado á los comandantes de armas de los fuertes, y que trata del establecimiento de hospitales civiles en ellos.

8. Para la defensa de los fuertes conviene introducir algunos colchones para hacer parapetos movibles, y tener leña acopiada para arrojar leños encendidos y agua hirviendo en caso de aproximarse á las puertas. Asimismo se puede hacer acopio de piedras gruesas para arrojar tambien en caso necesario.

9. Los comandantes de los fuertes no deben cesar de aumentar los obstáculos para que los facciosos no entren en el pueblo, y para obstruirles las calles, obligándolos à venir à paraje preciso ú enfilado por los fuegos de los defensores.

10. Los fuertes serán socorridos en caso de sitio ó bloqueo, por las columnas móviles ó brigadas más inmediatas, y en este concepto se defenderán constantemente hasta el último estremo.

11. En el caso remoto de haber apurado todos los recursos, careciendo estremadamente de víveres y municiones, y de esperanzas fundadas de ser socorridos, se tratará de hacer una salida y abrirse paso á viva fuerza, rompiendo la línea de cincunvalacion para poner en salvo la guarnicion, inutilizando antes municiones, ó alguna otra cosa que pueda ser útil al enemigo, y abandonando lo demás; cuya salida podrá ejecutarse de noche, si se cree más conveniente.

12. Ultimamente, en el desgraciado trance de no poder dilatar ya más la defensa, ni poder verificar la salida rompiendo la línea, se deberá sacar todo el partido posible de una capitulacion honrosa á las armas de la reina nuestra señora, prefiriendo sepultarse bajo las ruinas de un edificio, á la ignominia de una vergonzosa composicion.-El general en jefe de la P. M.— Juan Moscoso.

Irritado Quesada con este revés, y al saber que las municiones de los soldados que habian sido robadas, se sustituyeron con carbon y cenizas, y hallándose en las casas y hasta en la iglesia del pueblo, gran parte de aquellas, impuso varios castigos; pero á nadie se quitó la vida.

El mismo dia 29 en que fué la accion de Muro, tuvo Oráa un encuentro con los carlistas. Al medio dia llegó á Zuburo: los carlistas estaban á media legua y se dirigian de Anahuro á Alcoz. Oráa mandó reconocer las posiciones que ocupaban. Estaban formados, y desplegaron entonce sus guerrillas, haciendo fuego á los esploradores. Contando Oráa con la aproximacion de Quesada, les atacó, disponiendo un movi miento de manera que cogiese á los carlistas entre dos fuegos; pero lo conocieron y no empeñaron la resistencia, sosteniéndose únicamente lo necesario para librarse de tan apurada situacion, salvándola á costa de la pérdida de las posiciones de Zarday, Zamategui y Osarte, y retirándose á Almura y Verrueta (1).

Satisfecho Zumalacarregui, y para seguir alentando á su gente, publicó el 1.o de abril, en su cuartel general, una alocucion á los navarros y alaveses, en la que despues de hablarles de la accion de Muro, les animaba á nuevos combates hasta esterminar al enemigo, y les ofrecia recompensar á los que más se habian distinguido.

CALAHORRA.- -ESTRATEGIAS DE ZUMALACARREGUI. PRIMERAS NOTICIAS DE DON CARLOS.-INDULTOS.

XLV.

Zumalacarregui trató de ensanchar el círculo de sus operaciones, y adquirir ventajas, mientras pudiera dominar el país.

El 9 de abril pasó á la derecha del Ebro, se presentó de improviso delante de Calahorra, y la atacó desde las tapias de los corrales con un vivísimo fuego, dirigiendo al mismo tiempo un oficio, participando que si en el término de media hora no se entregaba el comandante de la casa fuerte, seria el edificio reducido á cenizas y la guarnicion pasada á cuchillo. A esta comunicacion contestaron los valientes jefes Aznar y Ortiz, que la casa fuerte no se entregaba á los enemigos de la reina, pues estaban resueltos sus defensores á morir entre sus ruinas.

Estimulado así más el empeño de Zumalacarregui apretó el sitio, del

(1) En el encuentro referido, es digno de notarse el comportamiento de Juan Vecino, granadero de la Princesa, que herido de bala fué invitado por su jefe para que se retirase 'y contestó: yo no me retiro hasta concluir las municiones ó derramar la última gota de sangre por mi querida reina.

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