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FRASO. ITURRALDE.

XLVII.

La atencion que de las tropas liberales exigia Zumalacarregui, hacia se descuidase la persecucion de otros carlistas. Era uno de estos Eraso, que trató de aprovechar este respiro.

Libre de la persecucion de Quesada y Oráa, cayó el 24 de abril sobre Lumbier, que guarnecia Linares. Empeñado en apoderarse de la poblacion, cuanto mayor era su empeño, era mayor la resistencia.

Varios movimientos de Eraso pusieron en apuro á los liberales; pero la bizarría de Turon y de O-Donnell, primo del prisionero en Alsasua, Ꭹ las acertadas disposiciones de Linares, que ordenó por último el ataque á la bayoneta, de cuya arma se valieron unos y otros combatientes, hicieron retroceder á los sitiadores á una media hora de distancia; pero rehechos, volvieron al ataque, retirándose al pueblo los contrarios con serenidad y acierto.

Eraso podia sonreirse entonces con la esperanza del triunfo: habia vencido á sus enemigos en campo abierto, y les tenia encerrados. El sitio le ofrecia lisonjeras probabilidades de buen éxito: la situacion de los liberales se presentaba apenada; más, cede Eraso, y se retira hácia Artieda por Ripodas, dejando un muerto y llevándose una veintena de heridos. Once tuvo de los primeros Linares, y cuarenta y dos de los segundos, y algunos caballos.

El 28 entró Iturralde por sorpresa en Los Arcos. La guarnicion corrió á encerrarse en el fuerte; y tres oficiales que, más confiados ó tardos, no tuvieron tiempo de hacerlo, quedaron prisioneros.

Pronto lo sabe Quesada, y aunque le indigna el descuido de la guarnicion, le interesa la suerte de los prisioneros que teme sean fusila. dos. Para evitarlo, prende á algunos parientes inmediatos de los carlistas, con el fin de hacerles sufrir la misma suerte que aquellos esperimentasen.

Entonces comenzó en el Norte el horrible sistema de las represalias, aquella época de esterminio: entonces se manchó nuestra historia con páginas sangrientas, con escenas de muerte; anacronismo de nuestro siglo, pues no parecia sino que habiamos retrocedido á los tiempos de barbárie, en que no se peleaba por vencer, sino por destruir; en que el séquito de los guerreros era la desolacion y la muerte. Nuevos Atilas unos y otros españoles, si no eran azote de Dios, lo eran de la humanidad. Esta es la guerra civil.

:

REPRESALIAS,

XLVIII.

Con arreglo á las terribles medidas que se adoptaron, los jefes de partidas carlistas que se aprehendian, eran fusilados.

Zumalacarregui, que ya creia poder tratar de igual á igual, y á quien no podia menos de doler la sangre derramada de sus compañeros, quiso ahorrar víctimas; pero se valió de medios equivocados. Era su ánimo hacer prevalecer en vez de las disposiciones penales establecidas, las de la guerra, que prescriben respetar los prisioneros. Para conseguirlo, empezó por usar de represalias. Con ellas pensaba contener el desesperado furor de sus contrarios.

Siguiendo este sistema, fueron fusilados los infelices prisioneros de Alsasua y el oficial Requejo, escepto, algunos soldados que tomaron parte por don Cárlos, fugándose muchos en breve. O Donnell y sus compañeros pudieron haber salvado la vida abdicando su honor; pero tenian á éste en más que aquella, y fueron víctimas de su lealtad y de su juramento. A Clavijo, moribundo de sus heridas, no le permitieron espirar tranquilo en su lecho de dolor; quisieron que contara los instantes de su existencia, que saboreara su agonía, y casi cadáver fué fusilado.

En el mismo dia 23 de abril anunció Zumalacarregui tan deplorable ejecución (1) desde Echarri-Aranaz, diciendo á Armildez de Toledo, gobernador de Pamplona, que era «en justa represalia de la inhumana conducta que el gobierno usurpador estaba observando; los seis soldados por el alcalde de Ataun y un voluntario que fueron fusilados por ser carlistas; cuatro por la muerte dada en Calahorra á un voluntario carlista que quedó allí herido y recomendado á su alcalde; y cuatro carabineros por la conducta que se observaba con los prisioneros. » El mismo fin, anunciaba, tendrian cuantos cayeran en sus manos, «ínterin el gobierno

(1) Relacion de los indivíduos que han sido hoy pasados por las armas en este cuartel general, en virtud del real decreto del rey nuestro señor, de fecha 24 de marzo último,

Coronel capitan: don Leopoldo 0-Donnell, hijo del ex-conde del Abisbal, de Valladolid.— Alféreces: don Joaquin Villalonga, de Cañete de Mar.-Don Rafael Clavijo, de Sevilla.-Subteniente don Antonio Bernard, de Garrovilla de Alconeta.-Soldados: Andrés Maregosa, de Purchena; Longinos Lopez, de Pedran; Juan Calderon, de Bascolonuelo; Tomás Linares, de Santa Maria Certerei; Francisco Paula Cosa, de Cádiz, Juan Riga, de Betanzos; Eusebio Morales, de Villafrechos; Manuel Arendiana, de Calahorra; Manuel Griado, de Bladuaz; Francisco Guereida, de Santa María de Alvaroz; Miguel Ibañez, de Orbaiceta; José Heredia, de Murillo de Leza; Manuel Elizon lo, de Pamplona, y Diego Batalla, de Valencia de Alcântara.-Zumalacarregui.

»usurpador ó sus crueles satélites no tratasen de otro modo á los prisioneros,» amenazando con hacer sufrir la misma suerte á un centenar de estos que aun conservaba. « Usando, terminaba, en cuanto permite la ley, de más caridad y humanidad para con los heridos enemigos, pasan á esa plaza seis que cayeron en mi poder, con el fin de que en ella obtengan mayor comodidad y auxilios para su restablecimiento."

Acontece luego la prision de los tres oficiales en Los Arcos; solicitan el cange, y á su instancia pone Zumalacarregui este decreto marginal:

«Cuartel general de Piedramillera, 28 de abril de 1834.-Deseoso de hacer cuanto está en mis atribuciones en favor de la humanidad y de la economía de la heróica sangre española, me presto gustoso al cange de los tres oficiales contenidos en la presente instancia, por el capitan don Fructuoso Bayona, herido y prisionero posteriormente por el enemigo y por la persona de Antonio Lasala, vecino de Lumbier y sentenciado por leves sospechas á presidio, siendo así que ningun servicio ha prestado en favor de los legítimos derechos del rey N. S. don Carlos V; me mueve á apetecer su libertad el remedio de su dilatada familia, y el de complacer a los parientes que tiene en estas filas que imploran por este medio su libertad, en la inteligencia que la resolucion sobre la admision ó no de este cange, deberá recaer y participárseme para el dia 1.0 del próximo mayo, y de no verificarlo, se llevará á efecto la ley de represalia.-Zumalacarregui.»

Quesada desea salvarlos y poner coto á aquel derramamiento de sangre, y oficia á Zumalacarregui. Integra debemos reproducir tan importantísima comunicacion, que le exime de la terrible responsabilidad que le achacaron muchos, culpándole de ser causa de la prosecucion de las represalias. Prescindamos enhorabuena de quien inauguró aquellos horrores. Zumalacarregui prometia en su comunicacion terminar con aquel infausto sistema. Seis dias despues le demanda Quesada la vida de tres prisioneros. Veremos su contestacion. Quesada rinde el debido tributo á la humanidad ofreciendo conservar en lo sucesivo la vida á todos los oficiales prisioneros; Bayona habia muerto antes. Leamos su comunicacion, veamos sus resultados, y caiga gota á gota sobre la cabeza ó sobre la memoria del que quiso continuar derramando sangre, la que entonces se vertió, manchando su nombre.

«Al jefe de salteadores y bandidos Zumalacarregui.-He visto el escrito firmado por vd., y es estraño que un rebelde hable á un general español de humanidad, despues de haber sacrificado á sangre fria á ciento veinte celadores alaveses á quienes se habia prometido dar cuartel, y posteriormente á unos oficiales llenos de honor, en el pueblo de EcharriAranaz. El gobierno de S. M. la reina nuestra señora, ha sido demasiado generoso para con vd. y sus secuaces, los que, fascinados por esperanzas quiméricas que no tardarán en ver desvanecidas enteramente, no supieron aprovecharse de tanta magnanimidad, posponiendo á la des

truccion de este hermoso país el robo y rapiña, únicos objetos de esas hordas armadas: si continúan sus llamados jefes como hasta aquí, deberán tener entendido que los padres, hermanos, mujeres, hijos ó parientes más cercanos de los que se hallen entre esa turba, serán pasados por las armas, es decir, uno por cada uno de los oficiales ó soldados que sean sacrificados. Desde este momento tengo ya presos á don Mateo Lopez, suegro de Guibelalde, á don Domingo Ulibarri, padre de dos titulados oficiales de esas hordas, á don Bernardo de Llano y doña Polonia Munarriz, cada uno de estos con tres hijos en ellas, los que, con Antonio Lasala, serán pasados por las armas en el momento en que sepa lo hayan sido los tres oficiales de la Princesa y Estremadura, sorprendidos en Los Arcos. Seguiré prendiendo otros indivíduos para ejecutar lo mismo en represalias de los que vds. hagan perecer por nuestra parte, por la que sin embargo, en obsequio de la humanidad, conservaré la vida en lo sucesivo á todos los que se titulan oficiales y caigan en nuestro poder, siempre que al recibo de esta se dé libertad á los tres oficiales citados, y que en adelante no se vuelva á fusilar á ninguno de los que pudiesen ser aprehendidos por esas hordas: vds. deben conocer la diferencia que hay entre las tropas organizadas de un gobierno legítimo y reconocido, al de hordas de rebeldes sin más apoyo que el muy efímero que presta la desesperacion.-Cuartel general de Pamplona, 29 de abril de 1834.— Vicente Quesada. »

El jefe liberal hizo saber á los parientes de los carlistas en su poder, que su vida pendia de la de los oficiales de Los Arcos. Escriben á sus parientes, que corren al alojamiento de Zumalacarregui á demandar por su padre unos, òtros por su madre, y piden se conserve la vida á los oficiales prisioneros, en cambio de lo que, harian cuantos sacrificios se les exigieran, hasta el de su propia existencia.

Zumalacarregui contesta en los términos siguientes:

«Grande fuera, señores; nuestra deshonra: mengua mil veces más indigna del nombre navarro que la de deponer las armas y entregarse á discrecion á la generosidad de los enemigos, si cediésemos ahora á las amenazas de Quesada, suspendiendo la ejecucion de una medida que sus atrocidades han provocado. Si se tratase de salvar la vida á algunos de nuestros oficiales y soldados; si se tratase de ajustar la guerra ahorrando al mundo esos espectáculos de horror que se le están dando; si por medio de estas amenazas quisiera atraérsenos á observar exactamente las leyes de la guerra, enhorabuena que la medidajno se consumara; pero cuando no existe nada de eso; cuando se nos quiere intimidar con la represalia de personas estrañas á la contienda que sustentamos; cuando se intenta desarmar nuestra justa cólera con un torpe ardid; no es posible, señores, desistir de lo acordado. Esas amenazas con que se pretende darnos la ley haciéndonos suspender el cumplimiento de nuestras providencias, son un motivo para que le apresuremos. No me digais que condescendamos por esta sola vez con lo que el enemigo pide. Tamaño despropósito no cabe en mí. ¿Qué pensais que resultaría de aquí? Que mañana haremos nuevos prisioneros, y Quesada, conociendo nuestro flaco, mandará tomar iguales rehenes en cualquier pueblo, nos enviará igual

mensaje que ahora, y tendremos que ceder igualmente; con la diferencia de que si hoy nos pide los jefes, mañana vendrá á pedirnos el oficial, esotro dia el sargento, y al inmediato el soldado, y con todos será preciso condescender. De manera, señores, que dado el primer paso, el mal seria irremediable, y todos nuestros esfuerzos vendrían á quedar en último resultado destruidos por una simple condescendencia. Yo no creo que Quesada, á pesar de su carácter violento y sanguinario, lleve á efecto la amenaza que nos dirige, porque eso le estraviaria de todo camino de razon y de justicia; mas sea el que quiera su modo de obrar, no variará en nada mi resolucion. Esta la fijó Quesada en el momento en que intentó arredrarnos con su reciente medida. El es quien con ella ha acelerado la ejecucion de los desgraciados prisioneros.»

Y los de Los Arcos fueron fusilados.

No se hicieron tardar las represalias.

Pero estos horrores no eran más que el prólogo de una tragedia sangrienta.

Los hombres parecian haber degenerado: la vista de la sangre les habia familiarizado con la muerte, y la arrostraban con la misma impavidez con que la causaban. Embotados los sentimientos de humanidad que embellecen la existencia, se hizo degenerar aquella lucha de pasiones nobles, en una guerra de pasiones feroces, de venganzas cruentas. Halagaba á los matadores la pelea porque abundaba en ella la muerte. Separemos algun tiempo la vista de tan horrible cuadro.

SORPRESA Y ACCION DE MUEZ.

XLIX.

Quesada marchó de Pamplona á Puente la Reina, donde pernoctó el 30.

Sabe por Armildez de Toledo que los carlistas navarros y parte de los alaveses se hallaban en Piedramillera, y marcha al momento á Estella el 1.o de mayo. Reune sus fuerzas para atacar á los que ocupaban las posiciones de Nazar y Asarta, que abandonaron por trasladarse al valle de Aguilar, con ánimo, segun comprendió Quesada, de caer sobre Logroño, en cuyo auxilio corrió á Viana el 3 con la division de Lorenzo; pero no tuvo efecto la invasion de la ciudad riojana, y Quesada descansó dos dias en Viana.

Prometiéndose aquí poco, pernoctó el 6 en Lerin, el 7 en Lárraga, el 8 en Puente la Reina, y el 9 volvió á Pamplona.

Al siguiente dia salió para Villaba, donde pernoctó, el 11 lo hizo en Rainza, el 12 en Olagüe, el 13 regresó á Villaba, el 14 fué á Puente la Reina, el 15 durmió en Nain y el 16 tornó á Villaba, donde descanso.

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