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Desde aquí envió algunas instrucciones á varios jefes de puntos fortificados, y á Iturralde, su antiguo amigo una carta (1), más amenazarte que persuasiva. Esta carta fué antes á poder de Zumalacarregui, y no la vió Iturralde hasta dos meses despues. Indignado aquel por los términos con que se le trataba, escribió exasperado á Quesada en los mismos ó peores.

En cuanto á la fidelidad de Iturralde, ni sospechó, ni tenia motivos para ello.

Estas comunicaciones, que mediaron tambien entre otros jefes, no hicieron más que exacerbar los ánimos, y predisponerlos á ensañarse fieramente.

Quesada dejó á Villaba el 19, y marchó á pernoctar en Puente la Reina, y el 20 en Estella, donde permaneció tres dias, saliendo el 24 para atacar á los carlistas, que suponia ocupaban el valle de Arana. Llevó consigo la columna de Linares y la brigada de reserva, y para disimular su intento marchó hácia el valle de Lama; pero sabedor de que Uranga iba á Salvatierra con los carlistas alaveses, se corrió hácia Ecala en busca del tercer batallon navarro que se hallaba en Larrao en la Amezcoa alta. Supo el carlista la aproximacion de su contrario, aunque trató de ocultarla por entre los bosques, y se retiró por el puerto de Eulate hácia Onraita.

Burlado Quesada en su intento, y conociendo la imposibilidad de alcanzarles, se dirigió á Muez; sábelo Zumalacarregui, y se oculta en la sierra de Andia, marchando por la noche. Antes de la madrugada de la mañana siguiente se hallaba casi á tiro-de bala de su contrario, á quien se propuso sorprender. Cerca de un batallon llegó silencioso á Muez, y en medio de la oscuridad que reinaba, emprendió un ataque tenaz contra

(1) Cuartel geueral de Villaba, 18 de mayo de 1834.-Iturralde: he sabido los sentimientos de humanidad de vd. y que se halla arrepentido de la locura que ha cometido: ya debe vd. conocer que están perdidos sin remedio; que la cuádruple alianza firmada por la Inglaterra, España, Francia y Portugal en Londres el 22 del pasado, les quita toda esperanza, pues deben saber que es ya constante, que don Carlos de Borbon ha consentido en pasar à una isla británica á vivir bajo la custodia inglesa y vigilancia de un representante español, con la pension que la generosidad de la reina ha querido dejarle para su subsistencia.

Vd. y compañeros pueden salvar sus vidas y haciendas, si desde luego se me presenta usted con el tercer batallon, á cuya cabeza se halla, á entregarme las armas. Si me prendiesen ustedes, y entregasen al vil, ladron, cobarde y asesino Zumalacarregui, para el que nunca habrá perdon, tambien le obtendrian los demás individuos de los batallones.

Terminadas ya casi enteramente las cosas de Portugal, marchará todo nuestro ejército de aquella frontera à ponerse bajo mis órdenes: terminada ya la quinta en todo el reino, vendrán tambien numerosos refuerzos; ocuparé militarmente el país con multiplicadas guarniciones, cortaré á vds. todos los recursos, aumentare las columnas de operaciones, y los cazaré à ustedes por los montes como á las fieras. Esta es la perspectiva que les espera; nadá exagera el .que se com padece aun de la suerte de tanto desgraciado, y es:-El virey de Navarra.,

las avanzadas, arrollando algunas, que, aturdidas con lo improvisto del ataque á la bayoneta, se llenaron de terror.

En la ermita de San Miguel se trabó lo más recio de la pelea: el punto era de los más importantes, y le defendía Soler con bizarría, pero se veia envuelto por todas partes, y hubiera librado mal si Linares no se hubiese presentado á hacer frente á los carlistas, logrando rechazarlos y librar á los defensores de la ermita.

Zumalacarregui atacaba al mismo tiempo por la espalda la casa que ocupaba Quesada, sin conseguir entrar por allí en el pueblo.

Toda la division estaba ya entonces sobre las armas por órden del general en jefe, que salió precipitado con sus ayudantes, y adoptó muy oportunas medidas para impedir á los carlistas la entrada en el pueblo. Linares, Moscoso, Meer, todos se aprestaron con valentía á vengar la sorpresa. No disminuia por esto el empeño de los carlistas, que no pudieron al fin vencer la resistencia de los liberales, que apoyados con algunos cañones que arrojaban metralla y granadas, les obligaron á retirarse hácia Lezanu, persiguiéndoles algunos infantes y caballos por espacio de media hora, aunque inútilmente.

En setenta y tres hombres, entre muertos y heridos, consistió la pérdida total de ambos combatientes.

Aquel mismo dia 26 marchó Quesada á pernoctar á Iluro, y al siguiente á Pamplona.

Podia vanagloriarse de haber rechazado á los carlistas, y á su descuido por la falta de noticias suplió su valor.

ACCIONES DE DALLO Y DE GULINA.

L.

Quesada descansó el 28 en Pamplona; pero siendo más necesaria su presencia en el campo, salió á pernoctar el 29 en Artajona, y el 30 en Monreal.

Concibió un plan, que creyó acertado, y se propuso ejecutarlo el 3 de junio. Era el de caer sobre Elizondo y apoderarse de la junta; más esta, que supo á tiempo su intencion, se puso en salvo.

Zumalacarregui, que no perdia de vista la menor operacion de su contrario, se situó al mismo tiempo en el puerto de Belate para impedir á Quesada la salida del Baztan por aquel punto. Visto lo cual por Quesada, y conociendo las ventajas que proporcionaba al carlista el terreno varió de direccion, y por Elizondo y Vera entró en Tolosa el 7, donde estuvo otros tantos dias.

Constante Zumalacarregui en su deseo de interceptarle el paso á

Томо 1.

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Pamplona, se corrió á Lecumberri, donde era dueño de la subida de Azpiroz, terrible posicion en el camino de Tolosa á Pamplona. Temió Quesada este paso, y marchó á Vitoria, en cuya ciudad entró el 15.

Zumalacarregui se dirigió á la Borunda y acampó en Echarri-Aranaz, envanecido de sus operaciones.

Quesada, que no podia menos de conocer el papel que estaba desempeñando, procuró hacer un esfuerzo para cambiarle, y combinó nuevo plan. Consistia éste en salir de Vitoria para Pamplona; y concentradas aquí préviamente las fuerzas de Linares y del marqués de Villacampo, concertar los movimientos para que marchando al encuentro unas de de otras, cogieran así á Zumalacarregui entre dos fuegos. El éxito no era entonces dudoso.

Salió en su consecuencia de Vitoria el 17 con la brigada de Oráa y otras fuerzas, y en combinación con las que mandaba Jáuregui. Pasó por Salvatierra, y fué Alsasua y Echarri-Aranaz, estrañándole no le aguardase su adversario.

Quesada desmembró de su gente la columna que sacó en su ayuda de Vitoria, la que al volvese á esta capital fué atacada en Dallo el 19 por los carlistas, que en considerable número la esperaban emboscados. Terrible fué la acometida, el peligro de los liberales inminente; pero fueron tan denodados los esfuerzos del comandante Laplace, muerto de cuatro balazos, y del teniente Vasco, que supo colocar oportuna y acertadamente la artillería, que rechazaron á los carlistas hácia Arcola, habiendo perdido cuarenta y siete muertos, llegando á unos cuarenta la pérdida de los liberales, entre muertos y heridos. De Vitoria salieron fuerzas para proteger el regreso de la columna.

Zumalacarregui en tanto, supo el 17 en Echarri-Aranaz la entrada de Quesada en Salvatierra, y el movimiento de Villacampo y Linares, y pareciéndole más ventajoso salir al encuentro de este último, se dirigió á la venta de Gulina. Participándole sus confidentes la posicion de los liberales, se propuso atacarles; y no habia terminado aun de situar sus fuerzas, cuando Linares, que sabia tambien los intentos de su contrario, mandó á la vanguardia atacase. Los carlistas entonces lo hicieron por tres puntos, con ánimo de envolverles. Pero auxiliados por la brigada de Villacampo, fué protegida la retirada de la vanguardia que empezó la accion y se vió bruscamente acometida y aun cortada.

Valerosamente peleaban los carlistas, y á pesar de no tener en fuego todas sus fuerzas, iban obteniendo resultados ventajosos, y ya se preparaban á caer sobre las posiciones de Linares, y á envolverle, apoderándose de la caballería y bagajes, que esperaban en el camino real el éxito de la pelea. En tan crítico estado, las disposiciones que casi espontáneamente adoptaron los jefes contuvieron y rechazaron

al carlista. Soria, Estremadura y el 6.o ligero hicieron sostener bizarramente las posiciones, contribuyendo oficiales y soldados con su entu, siasmo al éxito de la accion.

El jefe liberal pensó muy oportunamente que secundando la caballería el valor de los infantes la victoria seria segura. Toma al efecto las necesarias providencias, y ya fuera tarda su ejecucion, ó la previese el contrario, fué lo cierto que al adelantarse un escuadron hácia Saraseta, se encontraron á los carlistas donde no les esperaban, los cuales por un movimiento rápido inutilizaron los esfuerzos de la caballería.

Esta ventaja escitó más el empeño de Zumalacarregui en desalojar á su enemigo de las posiciones que ocupaba, y que defendió sin retroceder, haciendo estragos en los carlistas los certeros fuegos de la artillería. Pero ni los liberales cejaban, ni volvian el rostro sus enemigos.

Volvió á ser dudoso el resultado de aquella accion, ya tan sangrienta, y preparándose unos y otros combatientes á hacer el último esfuerzo, fué tan oportuno el de los liberales y tan arrojado, que triunfaron. Una columna cerrada, presentando un muro de bayonetas, llevó delante de sí á los carlistas, que en vano trataron de romper aquella muralla de aceradas puntas. Desalojado de sus posiciones, abandonando el bosque tan útil á Zumalacarregui, fué retirándose hasta el valle de Ulzama, fatigado, sin aliento y sin cartuchos.

Es inconcebible el que Linares no siguiera persiguiendo á los carlistas que huian, cuando podia contar con su completa derrota. Pero reune consejo de oficiales, y decide la mayoría no continuar la persecucion. Linares marchó entonces á los Berrios. Esto deseaban los carlistas.

Unos y otros lamentaron numerosas pérdidas: corrió en abundancia la sangre; mil doscientos españoles se echaron de menos en ambas huestes.

Entre los heridos se contaba don Leopoldo O'Donnell, primo hermano de don Leopoldo, prisionero en Alsasua, y fusilado despues (1), y Yauch, Falguera, Alvarez y otros que se mencionan en el parte.

En los fastos de esa guerra figurará la accion de Gulina como una de las más sangrientas para las armas liberales.

Zumalacarregui aunque vió falta de disciplina y yerros en su gente, lo atribuyó á la bisoña con que diariamente aumentaba sus filas, como

(1) Dos hermanos del herido en esta accion, don Juan y don Carlos, militaban en el campo carlista; y lo que sucedió á esta desgraciada familia, segun veremos más adelante, retrata la guerra civil.

:

lo dijo en la proclama que dirigió a su ejército, en la que les dió las gracias, alentando á nuevos combates al grito de viva Cárlos V, y mueran los pérfidos tiranos.

CESA QUESADA EN EL MANDO DEL EJERCITO.-JUICIO CRITICO.

LI.

Quesada, que como hemos visto, no se halló en la accion de Gulina, como algunos han supuesto, salió el 18 de Salvatierra, marchando por Echarri-Aranaz á Pamplona, á donde entró despues de dos insignificantes encuentros, en Ciordia el uno, y en Iturmendi el otro; pues aunque este último pudo haber sido formal, no mostraron unos y otros combatientes grandes deseos de batirse, y los carlistas se retiraron tranquilos por la sierra de Andia, temerosos de que les atacara resueltamente Quesada, como se propuso, esquivando el carlista el encuentro donde no hallaba probabilidades de triunfo.

Perdidas las ilusiones de Quesada, quedó en Pamplona con la salud quebrantada, arreglando los papeles y noticias que habia de dar á su sucesor, hasta que el 26 recibió la real órden para entregar á don José Ramon Rodil el mando en jefe del ejército, y acudir á la córte á ponerse al frente de la Guardia Real. Marchó el 8 de julio á Mendavia, bajo la influencia de un calor abrasador que sofocó á algunos soldados; conferenció allí largamente con Rodil, entrególe el mando, y se dirigió el 19 á Logroño, y de aquí á La Granja.

Cuando un jefe de las dotes de Quesada no pudo obtener más ventajas, preciso es convenir que ya habia causas poderosas que lo impedian, como iremos viendo. Quesada se quejó con razon de carecer de tropas; y esto cuando aumentaban los carlistas y su disciplina y valor, lo cual no se impedia tan fácilmente.

Las negociaciones, con tan notable fin entabladas, fueron una tregua favorable á los carlistas; y era de preveer el resultado que tuvieron, pues ningun enemigo armado se entrega sin ventajas evidentes, á no verse apurado ó cansado, lo cual no sucedia á Zumalacarregui. Si pudo halagar á algunos el plan de Quesada, los más vaticinaron su estéril resultado. Aquella tregua, fué, pues, un mal para la causa de la reina; tregua, además, que no guardó el carlista, el cual, como hemos dicho, ejecutó varios movimientos prevaliéndose de la quietud de su contrario, que, procediendo con noble franqueza, perdió ocasiones de obtener ventajas que no desaprovechó Zumalacarregui.

Es disculpable esto en Quesada. ¡Era tan glorioso el papel de pacificador sin derramar sangre, que se podia prescindir de mucho por conse

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