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guirlo! en tales casos es necesario leer en el semblante los sentimientos del corazon, y estos no se leen en el papel. En las revoluciones el tiempo perdido es una derrota para el poder, es triunfo para el insurrecto.

Quesada, antes que Córdoba, conoció la importancia de la líneas, pues al escribirle el superintendente general de policía del reino, que se ocupara fuertemente el Pirineo navarro, contesta apoyando la idea, informa sobre la necesidad de establecer líneas militares, pero que para ello necesitaba tres mil hombres y completar hasta diez mil más para las operaciones; y no recibió en todo su mando otros refuerzos que la incorporacion de partidas y destacamentos que estaban separados de las filas.

El carácter de sus enemigos y el terreno en que combatian, le eran bien conocidos á Quesada: con navarros y en Navarra habia peleado; no todos reunian tan favorable circunstancia; y, sin embargo, no pudo concluir la guerra.

El gobierno de Madrid que entendia bien poco de ella, participaba con más conviccion de las esperanzas de Quesada creyendo en el esterminio de los carlistas á cada nuevo general que enviaba. Por eso se ocupaba más de las intrigas de la córte, que de los negocios militares. Y solo cuando algun ruidoso acontecimiento le sacaba de aquella especie de indiferentismo por tan grave lucha, se reunia en consejo, estendia el mapa, formaba combinaciones sobre el papel, daba batallas, y concluia diciendo victorioso: es infalible; la faccion acaba. Se enviaba un largo y detallado oficio al general en jefe, que solia servir para hacerle perder el tiempo que invertia en su lectura.

Véase en prueba de cuanto llevamos dicho en este capítulo la siguiente carta interceptada por los carlistas:

Triste, doloroso nos es el decirlo á fuer de españoles; pero esta es la verdad.

El espíritu público liberal se distraia más con la política que con la guerra: miraba á Madrid y no á Navarra: esperaba más del gobierno que del general en jefe: más de los empleados, que de los soldados.

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>> Excmo. señor don Felipe Montes, mi querido amigo: He recibido sus apreciadas del 8 y 12; veo cuanto me dice sobre Soria; yo celebraré que sea hecho brigadier y que venga, pues él lo desea, aunque temo que su salud no ayude á sus deseos, pues ya sé que Vigo subió al primer regimiento.

>> Por mis partes se enterará vd. de mi última accion: esta canalla no busca sino sorpresas, el pretender que nos aguarden es una quimera, ya he dicho cuanto hay sobre el particular, y es inútil esperar resultados,

sino como lo he manifestado Los franceses con veinte y dos mil no los consiguieron, teniendo muchas más guarniciones que nosotros; yo nunca me batí en la época constitucional sino cuando me acomodó, nunca fuí sorprendido, y yo los sorprendi varias veces.

>>> La cuenta de vd. sobre las fuerzas que vienen no la entiendo, pues suma vd. ocho mil hombres no sé como; dos batallones de Soria, uno del 6.o ligero y cuatro compañías de Almansa, no suman más que dos mil ochocientos, aun cuando estén al completo; la columna de Linares es imaginaria, pues su fuerza la componen los mismos cuerpos que me están designados, esceptuando tres compañías del 3.o de la Guardia, ciento cuarenta carabineros y la caballería; lo demás es un batallon de Soria, partidas del batallon 6.o ligero que tiene Oráa, de Zaragoza, que está en la misma brigada, de modo que todo es caos y confusion; las fuerzas de Carrera son de la Princesa, del batallon que está aquí de Africa en Guipúzcoa, de Granaderos Provinciales en Alava, lo demás será de Castilla; eso, amigo mio, es todo desórden. Otro desatino es destinar á Pamplona las compañías de depósito del 3.o ligero que está en Alava, y querer que las cuatro de Córdoba que están en Logroño pasen á Vitoria, cuando las otras cuatro están aquí y su regimiento en esta provincia, porque Osma ha dicho que las armará, como si no pudiese mandar las armas á Logroño y pasar luego aquí, y el depósito del 3.o á Vitoria; pero vds. se empeñan en dislocarlo todo, y así va ello; luego quieren vds. órden, cuando el desórden proviene de ahí.

>> El nombramiento de Jáuregui será escelente; pero ni Alaix ni el baron del Solar quieren servir á sus órdenes, son más antiguos que él, y no quieren que el que apenas sabe escribir, y que nunca fué sino un guerrillero ni mandó más que guipuzcoanos voluntarios, tenga sobre jefes del ejército autoridad; es inútil diga yo la verdad, cuando la intriga puede más: esto no puede marchar así, nombren vds. pues, á Mina, para que mande aquí, y así todo irá mejor, pues esto es intolerable como vds. quieren conducirlo.

>>El ministro de Gracia y Justicia contradice mis providencias de su. getos separados de Vitoria, y dice el primer ministro del mando que lo hará á un general que manda en un país insurreccionado, esto es inaccesible; quiere el buen señor espedientes á una persona que no tiene tiempo ni para dormir. Quiere por noticias y apariencias desde esa juzgar de causas muy interiores y tenebrosas que es menester palpar para cerciorarse de ello. En fin, si yo resisto tan insoportable posicion, es porque no lo atribuyan á debilidad, y veo que Valdés hizo muy bien en dejar esto; no hay poder humano que lo pueda resistir.

» Ayer tarde llegué, anoche y todo hoy, hasta ahora, que es la una de la noche, no he cesado de trabajar y lo hago al amanecer; quéjense ustedes de sus faenas, yo soy el que echa los bofes y al que se tiene comprometido; si vd. puede lograr me quiten y den mi cuartel aunque sea á Ceuta, lo agradeceré, pues repito que no me meto en la cama por pundonor.- Vicente Quesada.»

VIZCAYA.-GUIPÚZCOA.—ALAVA.

LII.

En cuanto Quesada se encargó del mando, prescribió tambien, como era natural, los movimientos que habian de ejecutarse en las tres provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Alava.

Las columnas de Bedoya y Benedicto debian obrar ofensivamente á las órdenes de Espartero.

Al baron del Solar, posesionado en Azpeitia, se le prevenia estuviese á la mira de los carlistas de Vizcaya, y procurase tener espeditas las comunicaciones con Navarra y Lecumberri.

Y á Jáuregui, que, guareciéndose en las nuevas fortificaciones de Vergara, operase entre Bilbao, Oñate, San Sebastian é Irun, para tener libres los caminos.

Estas combinaciones parecian perfectamente en el papel, y lisonjeaban sobre el mapa, pero en el terreno eran poco menos que impracticables; era desconocer completamente la guerra que se hacia y al enemigo.

El carlista vizcaino hizo tambien sus combinaciones, y dispuso acertadamente los seis mil hombres con que contaba.

Dejamos á Espartero en Bilbao el 24 de febrero, y el 27 salió con dos mil hombres de refuerzo, entre los que se contaban los de la brigada de Benedicto Decidido salia el liberal á no dar tregua ni descanso al enemigo, y dividió su gente en tres columnas á los respectivos mandos de Benedicto, que guiaba la derecha, en la que iha Espartero; el baron del Solar, á quien aquel reclamó, la del centro, y el de Meer la de la izquierda.

Casi simultáneamente cayeron las tres sobre Guernica el 28, y el carlista les hizo frente en las alturas de Mendata. Sin pérdida de tiempo acomete el liberal, y á pesar del mayor número de su contrario y de sus posiciones, se hace dueño de ellas, abandonándolas el carlista que se retiró en buen órden hácia Guipúzcoa por Zenarruza y Marquina. Espartero, corriendo á su alcance, le ostigaba; pero no se atrevió el contrario á hacerle frente, y temeroso de una brusca acometida del liberal, se dividió en dos columnas; marchando al valle de Arratia la que mandaba La Torre y Luqui, fuerte de dos mil hombres, y la del resto de las fuerzas guiada por Arana, Aguirre y otros, se dirigió hácia Oñate.

Espartero mandó entonces al baron del Solar tomara posiciones en Mañeru y altos de Urquiola, y él alargó las jornadas persiguiendo tenáz al carlista, que consiguió su objeto de entrar en Guipúzcoa, si bien fué alcanzado en Oñate el 2 de marzo.

Ciego ó confiado estuvo aquí el carlista; pues en vez de apoderarse de las alturas de Oñate que le brindaban con magnífica defensa, se encerró en el pueblo donde supo batirle Espartero, é impedirle que al conocer su error le reparase. Así que, cuando salia desbandado de Oñate á tomar las alturas, marchaban á ellas los liberales, que pudieron desalojar fácilmente de sus lomas al tardío carlista, que no tuvo tiempo para aprestarse á defenderlas. Tampoco pudo ni supo defender la villa, de la que fué arrojado, teniendo que fraccionarse para mejor huir.

No fué grande la pérdida por no haberlo sido la resistencia; pero disminuyó bastante su gente, y perdieron doscientos fusiles y varios efectos de guerra.

Espartero retrocedió tras los carlistas que por Eibar volvian á Vizcaya: batió á algunos grupos que encontró en el camino, y al ver que se habian dividido en partidas, dividió tambien su gente, llevando de batida al contrario; pero sin que hubiera hecho de armas notable, pues aun el de Lemona, el 8, entre Espartero y La Torre y Langaro, que mandaban cuatrocientos hombres, no fué importante, porque no dió la cara el carlista.

De esta manera se veia Espartero imposibilitado de destruir á aquellas huestes, que, siempre corriendo, fraccionados, solo se reunian para hacer una sorpresa y para dar una accion cuyo éxito calcularan de an

temano.

Conseguia el comandante general de Vizcaya ver por algunos dias, por algunas semanas, limpio su distrito de enemigos; pero no era por haberlos esterminado: los arrojaba, sí, algunas veces, más salian de Vizcaya por los montes de Elgueta, por ejemplo, y regresaban entrando por el puerto de Urquiola. Y en estas espediciones, no siempre forzosas, solian obtener ventajas, ya sorprendiendo aldeas, ya reclutando mozos y ya manteniendo por todas partes el espíritu público, esa arma tan poderosa de los partidos.

ATAQUE DE POBLACION.-CONSPIRACION Á BORDO.

LIII.

El coronel don Cárlos Tolrá, despues de haber prestado buenos servicios á la causa liberal en Castilla la Vieja, se dirigió de órden de Quesada sobre el Ebro, cuyo rio pasó con mil trescientos hombres por el puente de Briñas, arrojó á las Provincias Vascongadas á don Basilio García, que ocupaba la Guardia, cuyas fortificaciones reformó sólidamente, marchó luego á Maestu contra los carlistas alaveses que estaban en aquel punto, persiguiéndoles de acuerdo con el brigadier don Pedro

Eamllo, que saliera de Vitoria con quinientos hombres, corriendo por espacio de ocho dias por la llanada de Salvatierra, Arlaban, Villarreal de Alava, valle de Arratia y Orozco.

Regresando á Vitoria fué destinado por el general en jefe Valdés á Salvatierra, y luego á Maestu para fortificar este punto. Ocupóse además en recoger las armas que tenian los paisanos, y sorprendió y aprisionó á unos veinte y cinco hombres que trataban de inutilizar su requisa.

Habian llegado á Logroño trescientos quintos de Borbon con el comandante don Francisco Manzano, á quien dió Tolrá reservadamente la órden de incorporarse en Maestu marchando por la Guardia 6 Poblacion á Bernedo, y de allí, sin detenerse, á su destino; pero la falta sin duda de la reserva recomendada, dió conocimiento de la operacion á Villarreal, que, forzando una marcha nocturna, apareció en Bernedo el 10 de marzo. Destacó alguna de su fuerza á Peñacerrada, con ánimo de sorprender á los quintos, que estaban en Logroño, á su marcha por cualquiera de aquellas dos vías; pero sabe Tolrá por sus confidentes aquel movimiento, y presumiendo el objeto, se encaminó con su columna sobre Bernedo, avisando á Vitoria para que el comandante general reforzase á Maestu durante su ausencia.

Al amanecer del dia inmediato sorprendió en Bernedo al carlista, que se retiró defendiéndose débilmente, y dejando en poder del liberal las raciones de pan y vino que tenia cargadas. Se dirigió á Poblacion por el puerto, en cuya cresta tomó posiciones: para reconocerlas y distribuir á la tropa las raciones tomadas, á fin de neutralizar la mala noche pasada, se detuvo un momento Tolrá; y colocado en la alternativa de atacar aquella difícil posicion ó volver la espalda dejando espuestos á los quintos, y malparada la reputacion de las armas y la suya propia, optó por el primer partido y atacó, aunque solo disponia de novecientos hombres.

Contaba con que el fuego avisaria á Logroño, y se pondrian en seguridad los quintos, y así sucedió.

La accion fué reñida, y no estéril en deplorables pérdidas para unos y otros combatientes, que tuvieron heridos y muertos de superior graduacion. Batiéronse unos y otros con valor, y el de Tolrá y la pelea lo premió el gobierno con el entorchado de brigadier.

á

El paso del Ebro de don Basilio García, llevó á Tolrá á cubrir el vado de Tronconegro, para evitar el regreso por allí de aquellos carlistas, los cuales persiguió además y atacó en los cerros de Moncalvillo, continuando en los dias despues operando en aquellas inmediaciones, y persiguiendo de acuerdo con Amor al carlista, el que quedara malparado si Rafecas cumpliera mejor con la órden de Tolrá de guardar el vado

TOMO I.

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