Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ciendo de boca en boca, y llegó á ser don Cárlos mirado por sus partidarios como uno de los príncipes más completos de la cristiandad.

Tal vez en el trono se habria acercado á Felipe II; pero los hombres sensatos querian, mejor que retroceder á aquella época de fanatismo religioso, aun con su octava maravilla, y que verse alumbrados por el siniestro fulgor de las hogueras del Santo Oficio, un gobierno justo.

Don Carlos no tenia el talento solapado que el inmortal hijo del no menos inmortal monje de Yuste; por esto creian los liberales, y con razon, que imitaria más bien al supersticioso y enfermizo monarca hechizado, que no tuvo voluntad propia, que al fundador del Escorial, cuya voluntad era inquebrantable.

Estas circunstancias no fueron desatendidas por el partido que eligió á don Cárlos para su jefe, porque nadie como él respetaria sus inveterados privilegios, y le serviria, creyendo servir la causa del mismo Dios.

El físico de don Cárlos era agradable en la época á que nos referimos. A una estatura gallarda y sereno continente, añadia una gravedad constante y un andar majestuoso y digno. Sus cabellos casi castaños, su frente ancha y despejada, su mirada tranquila, sus ojos hundidos, su nariz y barba borbónicas, su largo bigote rubio y su sonrosada tez, hacian de su rostro ovalado una fisonomía simpática. En el acento de su voz flexible se notaba la pulcritud de sus sentimientos, espresados siempre con palabras no elegantes, pero decorosas; pues se cuidó más de la religiosa dignidad de las espresiones, que de decorar estas con las galas de una elocuencia que no poseía. Perdonaba mejor una mala accion que una palabra poco decente, y en su presencia se observaba el mismo decoro que ante la más recatada doncella.

Corria fugitivo en Portugal, y al ver Maroto la mala direccion del guia, que conducia infaliblemente al príncipe á poder de liberales, se adelantó, y con una de esas interjecciones comunes entre los militares, empezó á esponer el peligro á que se esponia á don Cárlos. Atendió este la advertencia del celoso general, pero no le perdonó la mala palabra, guardando con él el más profundo silencio durante muchos dias.

BESSIERES.

XVI.

Hallábase en 1821 en Barcelona un francés dedicado al oficio de tintorero. Afecto á los principios políticos que ostentó su patria en 1793, pretendia con su volcánica imaginacion trastornar no solo el órden político de España, sino el de su país.

Aunque de oscura y humilde condicion, encontraba en su voluntad,

en su energía y en su cabeza, fuerza y recursos para obedecer las inspiraciones de aquella mente acalorada y fecunda, á que no bastaba el taller, ni satisfacia entregarse á las preparaciones de su oficio. Como trastornaba los colores de las telas, queria trastornar los de los pabellones nacionales, enseña de las instituciones que rigen los pueblos. Su carácter turbulento, su genio díscolo, y la amargura de su posicion social, abrigando la ambicion de mejorarla, le hacian salir de su esfera, y no le importaba, como á Fausto, vender su alma al demonio, ó su cuerpo al cadalso, con tal de satisfacer sus deseos de felicidad, segun la comprendia.

Estos caractéres imponen siempre su voluntad á cuantos les rodean, y el tintorero la impuso á muchos jóvenes, que embriagó con las ideas republicanas, y se le asociaron, de los cuales se proclamó jefe.

Avanzaba en sus planes, cuando fueron descubiertos; y sometido el caudillo á la accion de un consejo de guerra, halló este méritos para condenarle á sufrir la última pena en garrote; no estimando el que el reo alegara ser capitan licenciado, pues ningun documento lo comprobaba. Aprobó la sentencia el auditor, y el capitan general del principado, don Pedro Villacampa, la mandó ejecutar en todas sus partes, el 12 de julio de 1821 (1):

Levantado estaba ya el cadalso, formado el cuadro, y la escolta (2) que habia de acompañar al infeliz, que llevaba cuarenta y siete horas de capilla, cuando el auditor reclamó la causa, y que se suspendiera la ejecucion hasta satisfacer las dudas que se le habian ocurrido. Accedió á esta peticion Villacampa, y las circunstancias que luego mediaron, le decidieron á elevar el proceso á conocimiento del tribunal especial de Guerra y Marina, donde los amigos del reo lograron se conmutase el último suplicio por el destierro, que fué trocado, por impedirle entonces el cordon sanitario, en encierro en el castillo de Figueras, de donde pasó más adelante á Francia, su patria, con la cláusula de ser ejecutada la sentencia de muerte si volvia á pisar el territorio español.

Allí volvió á sus planes, denunciados repetidas veces á la regencia de Urgel, y desde entonces se ve al desterrado de Barcelona de mariscal de campo, llamado don Jorge Bessieres. Preséntase como tal en España en 1823; triunfa en Brihuega defendiendo el absolutismo; quiere penetrar antes que los franceses en Madrid con su hueste realista; recházale Zayas; figura luego Bessieres entre los más furibundos reaccionarios; reconócele su empleo Fernando, y en 1825 se declara en insurreccion contra el rey.

(1) Véase el documento número 11.

(2) Mandábala don Vicente Monte, capitan del regimiento de Córdoba.

La historia guarda profundo silencio, tanto sobre lo que hemos espuesto, como sobre las causas de aquella misteriosa sublevacion. No cumpliríamos nosotros, imitando esta reserva, el deber que nos hemos propuesto.

Háse dicho que no se podia esplicar de qué clase fué la insurreccion de Bessieres, porque es desconocida. Dícese solo que fué contra el poder existente. ¡Estupenda declaracion! Pero reflexiónese algo; véase la situacion de los partidos; sus aspiraciones, y aunque no se tenga á la vista la bandera enarbolada en la Alcarria, no es difícil presentar su lema.

Afiliado ahora Bessieres en las huestes del despotismo, habiendo surgido de estas filas un bando ultra-absoluto, que ya levantó el año 24 pendones en Aragon, ¿es hipotético, siquiera, el afirmar que pertenecian al mismo los que fueron vencidos en Zafrilla?

Sale Bessieres de Getafe en agosto de 1825 con el comandante, varios oficiales y algunos soldados del segundo escuadron de Santiago; se dirige hacia Guadalajara; engruésase al paso con los que voluntariamente se le agregan de los pueblos; vaga entre Guadalajara y Sigüenza; le hostigan las tropas del conde de España, y en Zafrilla cae en poder de don Saturnino Albuin, el Manco. Pide el prisionero merced de la vida hasta hablar con el rey, pero estaba ordenada su muerte, sin darle tiempo más que para recibir los auxilios espirituales, y él y sus compañeros mueren en Molina de Aragon el 26 de agosto.

El velo del misterio lo cubre todo (1).

ABYECCION DEL PAIS.

XVII.

El trágico desenlace de la sublevaccion de Bessieres, no impidió se forjasen otras en varios puntos, y con distinto objeto. Don José Manuel de Morales, porta-estandarte del regimiento de caballería tercero Provi

(1) Ha corrido hasta ahora sin contradiccion el folleto titulado Le Pére Cyrille et le géneral Marolo por Mr. Louis Lourine.

Pareciéndonos bastante grave su contenido, nos dirigimos al cardenal prelado, don Cirilo Alameda, quien nos satisfizo completamente con sus esplicaciones, y por ellas consideramos apócrifo lo que el mal informado escritor francés asienta. Y como entre nuestros compatriotas han corrido como válidas muchas de las especies en él consignadas, debemos manifestar lo que nos ha dicho el cardenal arzobispo actual de Toledo, reducido á que nunca tuvo relaciones con don Jorge Bessieres; que desterrado él en 1824, cuando volvió á Madrid, rotas sus relaciones con Calomarde, nunca volvió á anudarlas, y por esto su persecucion en 1830; «logrando, añade, aquel vengativo ministro, no solo que se me desterrara á Cádiz, sino que para imposibilitar mi regreso á la córte, se me obligara á aceptar el arzobispado de Cuba, á pesar de mi fundada renuncia.»

ΤΟΜΟ Ι.

7

sional, estaba al frente de una en Granada, que se descubrió; sucediendo lo mismo en Tortosa con otra que formaron dos ó tres oficiales de su guarnicion.

Las ejecuciones consiguientes á estos alzamientos, realizados ó descubiertos, exasperaban, en vez de aterrar al partido, y aprendiendo á ser cauto, usó de más prudencia y discrecion.

Un medio legal, base de todo buen gobierno, y garantía de los pue blos cuando es atendido, son las representaciones, demostracion pacífica que espresa el espíritu público pidiendo el alivio de las necesidades, el desagravio de las ofensas, ó la satisfaccion de una injusticia. Tantas eran las que se hacian, que llegaron á molestar al poder, y decretó el rey en 6 de setiembre de 1825, que renovaba y ampliaba la prohibicion de que el pueblo, ó una parte, multitud ó asociacion de él, ó cualquiera cuerpo, ó compañía, ó trozo de sus ejércitos, milicias provinciales, voluntarios realistas ú otra gente armada, etc., estuviese ó no en servicio, se reuniera ó comunicara entre sí ó con otros en público ó en secreto, por escrito ú otros signos, para hacerle, ó á cualquiera autoridad, representaciones ó mensajes, ó cooperar á sostener las que otros hicieran sobre materias generales de gobierno, contra las determinaciones de este, ó los actos de justicia, ni para pedir indultos, perdones, bajas de derechos reales ó municipales que el rey hubiese determinado ó aprobado, ni de precios de otras cosas establecidas por la autoridad legítima, ni bajo otro pretesto, por importante ó necesario que pareciese. Declaraba delito de insubordinacion, conspiracion, sedicion, etc., toda esta clase de reuniones ó comunicaciones, sin admitir disculpa alguna, y aplicaba por consecuencia las penas que para tales delitos habia prescritas.

Seguia enumerando estos en los demás artículos, y solo dejaba á las autoridades el derecho de representar, y á los indivíduos con marcadas restricciones, y por señalados conductos.

Este decreto, firmado por Zambrano como ministro de la Guerra, que podia presentarse como el testimonio de la abyeccion de un pueblo, no hizo más que aumentar un eslabon á la ya estensa cadena que sujetaba á los españoles, en cuya altivez se habia estrellado la del orgulloso Corso, y que habia derramado su sangre por romper las suaves cadenas de quien dió en premio las de hierro, que oprimieron á sus salvadores.

Y no era este solo el degradante espectáculo que la España daba á la Europa: al mismo tiempo uno de los más intrépidos y heróicos defensores de nuestra nacionalidad y del rey, terror de los franceses, servia de ludibrio, lleno de gloria, á un populacho frenético que le sacaba al mercado en una jaula, martirizándole horriblemente, y le condujo luego

al patíbulo, donde murió de mil modos, rompiendo con sus herculeas fuerzas los hierros que sujetaban su brazo, más temido que el del Cid, y poniendo en confusion á sus feroces enemigos, que acabaron con una de las glorias más puras de nuestro siglo. Este pueblo, que así demostraba su realismo, que así honró al hijo que no merecia, fué quemado despues por los carlistas. ¿Se encargó la Providencia de vengar al valiente Empecinado? No: la Providencia nunca se venga, pero mueve el corazon del hombre á actos de justicia reparadora.

SACRIFICIOS PERJUDICIALES.

XVIII.

Lo que no pasó de conspiracion en Granada y algun otro punto, fué sublevacion en Guardamar, donde desembarcaron el 18 de febrero de 1826 algunos liberales. Su impaciencia y su desesperacion por la manera con que eran tratados y mirados, les precipitaba al cadalso: en política debe saberse esperar en muchas ocasiones.

La imprudencia de los hermanos Bazan, de Selles y otros, no podia tener más resultado que aumentar el número de las víctimas, y empeorar la situacion violenta de sus correligionarios. El letargo en que yacian los pueblos no debia prometerles grande ayuda: el rigor de las leyes, el terror que infundia el poder, desalentaba á los más animosos: era precisa la vocacion del mártir, y si bien estos han justificado las causas, hoy todas son en este terreno justas, porque todas les cuentan. Los mártires son el honroso blason de los partidos, pero cuando se hace alarde de sacrificar la vida temerariamente, de derramar una sangre necesaria al partido, en vez de favorecerle, se le perjudica, y muchos perjudicaron así al partido liberal.

Prisioneros en Muchamiel los hermanos Bazan, estaba gravemente herido el mayor, y su hermano, queriendo abreviar sus padecimientos, le aplicó una pistola al oido; más le faltó el tiro, y lo mismo á la que volvió contra sí, las cuales arrojó al suelo despechado. A poco fueron fusilados estos infelices en Orihuela, 28 más en Alicante y algunos otros pueblos.

Tan triste fué el comienzo del año 1826. Los liberales no volvieron á derramar más sangre inútilmente; el campo de la insurreccion le ocuparon sus contrarios.

El rey, atendiendo á los consejos de algunos que comprendieron la necesidad de prevenir nuevos movimientos, entró en la marcha conciliadura que antes se quiso emprendiera, y de que retrocedió á poco con doble violencia. Pero los sucesos que sobrevinieron en Portugal por la

[ocr errors]
« AnteriorContinuar »