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bio súbito y no inesperado, frustraba sus proyectos y los descubria, lo cual le hacía pensar algunas veces y decirse: tal vez dará la noticia de nuestra ausencia de Inglaterra, que puede haber sido descubierta por alguna indiscrecion; pero Mr. Auguet no hacia sino dar auge á su inquietud, y sentir más por no conocer los artefactos del telégrafo: don Cárlos, penetrado de lo que pasaba por Mr. Auguet, le manifestó su desasosiego, diciéndole con sonrisa. «Sin duda algnna anuncia que estoy retenido en mi residencia de Glocester-Lodge por una grave indisposicion, que se desespera de mis dias, y mi primo de Francia, que se toma un interés tan vivo por mi suerte, trasmite esta triste noticia á mi sobrina de España.» Así sucedia en efecto; la voz de que don Carlos se hallaba enfermo en Londres circulaba por todas partes, el embajador de España miraba como cercano el fin de su existencia, Talleyrand fué tan bien engañado que envió varios despachos telegráficos anunciando..... su error.

» Llegaron á Burdeos en la silla de posta el 6 de julio ya entrada la noche, y no queriendo llamar la atención en la posada á donde se dirigian, Mr. Auguet mandó que se les condujese á la casa del propietario del carruaje, y en el entretanto fué á buscar un coche de alquiler, encontrando á don Cárlos cuando volvió de su mision ayudando al mayoral á arreglar el equipaje. Aquella misma noche fueron á dormir á la fonda, causando algun asombro al fondista el verlos ir tan á deshora; interpeló á los dos viajeros preguntándoles en qué coche habian venido, a lo cual respondió el astuto baron sin titubear:-«En la mala-posta, » pero luego nos hemos detenido en casa de un amigo, acompañándole »á comer. »

»Mr. Auguet, luego que hubo descansado algunas horas por la noche, se dirigió al siguiente dia á casa del baron Mr. Alberto Pichon de Longueville, para que se dignase recibir en su casa á don Carlos y los acompañase despues á la de campo de su cuñado el marqués de Lalande; partido que aceptó el baron de Alberto, para dar una nueva prueba del sincero afecto que profesaba á los Borbones. A los dos dias salieron los viajeros para Bayona, despues de haberse despedido de la familia del baron; á la una y media del dia siguiente llegaron á la casa de campo del marqués de Lalande, que recibió de la manera más digna y esmerada al ilustre incógnito. Mr. Auguet invitó al marqués marchara en busca de cierto sugeto que se hallaba á la sazon en Bayona, media legua distante de la casa de campo; al momento volvieron los dos, y Mr. Auguet preguntó al caballero que el baron habia ido á buscar, si le podria proporcionar algunos guias para pasar la frontera, á lo cual contestó que si le concedia algunos dias para tomar las medidas necesarias, que sí; pero Mr. Auguet, que no le convenia tal proposicion, le replicó que pasarian solos la frontera, porque estaban demasiado cerca del puerto para arriesgarse á un naufragio antes de entrar en él, y el telégrafo le inquietaba demasiado para dilatar ni un solo instante su salida de Francia, que era indispensable se verificara al otro dia. Mr. D..... á quien se dirigian las palabras del baron, accedió por fin, y á las pocas horas volvió á la casa de campo á anunciar á los viajeros que todo estaba dispuesto, y que los guias esperarian á un cuarto de legua de Bayona, en el camino de Sarres.

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>> A la mañana del siguiente dia atravesaron á Bayona los viajeros; cuando llegaron al lugar de la cita, solo encontraron al baron Alberto y al hijo del marqués de Lalande, y los guias no habian concurrido aun, ni lo hicieron hasta despues de dos horas que aparecieron Mr. D..... de Cruz, cónsul de don Miguel en Bayona, y Rivet, ex-guardia de corps de Cárlos X. Cuando llegaron á Sarres hicieron parada los viajeros, y don Carlos y el baron comieron en este punto, desde el cual á las pocas horas penetraban en España.»

RODIL.

LXXXVII.

En reemplazo de Quesada fué nombrado don José Ramon Rodil, que nació en Santa María del Trobo en Galicia, el 5 de febrero de 1789. Estudió en Mondoñedo y en la universidad de Santiago, y el 15 de junio de 1808 se alistó en el batallon de cadetes literarios, incorporándose en la vanguardia del ejército de la izquierda, al mando de Blake. Entonces recibió su bautismo militar, y peleó en Vizcaya, en Castilla, en Estremadura, en Andalucía y en casi toda España, adquiriendo en aquella memorable lucha, glorioso recuerdo de nuestros militares veteranos, los primeros grados de la milicia.

De capitan, y promovido á sargento mayor, se embarcó en Cádiz en 1816 para América; arribó á Chagres, atravesó el istmo de Panamá, navegó por el Pacífico, y en aquella guerra de sufrimientos para los españoles y de triunfos para los americanos, prestó importantes servicios, que le valieron ser promovido á coronel, y la celebridad de su nombre.

Pero si era ya conocido Rodil como buen militar, lo fué mas en la reconquista y heróica defensa del Callao, que llevó hasta la temeridad, pues concluido todo con la derrota de Ayacucho, quiso hacer de la plaza del Callao la base de la regeneracion del poder español en América. Completamente abandonado, asediado de enemigos por todas partes, y diezmada diariamente la pequeña guarnicion por las balas enemigas y por las enfermedades, solo cuando ya no habia con que alimentarse, cuando se habian consumido hasta los animales inmundos, obligó á los americanos á proponerle una de las más honrosas capitulaciones de guerra. A pesar de haberle declarado Bolivar fuera del derecho de las naciones, no pudo menos de rendir á Rodil y á sus valientes soldados ese tributo que se rinde al heroismo, que sabe supeditar como el genio.

Los defensores del Callao, precedidos de fama inmortal, fueron acogidos en la Península con el mayor entusiasmo. El rey deseó conocer al jefe, y le llamó á la córte; pero eran antes para Rodil sus compañeros de gloria, y hasta no dejar asegurada su suerte no marchó á Madrid, donde el rey le condecoró con la gran cruz de Isabel la Católica, le nom

bró jefe de la brigada de cazadores provinciales de la Guardia Real, y en diciembre de aquel año de 1826, comandante general de una brigada de todas armas en observacion de Portugal.

Continuó en este ejército de observacion hasta fines de 1827, en que volvió á la córte á su anterior destino de jefe de cazadores de la Guardia, del que pasó en 9 de marzo de 1829 á la inspeccion general del nuevo cuerpo de carabineros de costas y fronteras, que organizó, y en donde colocó á beneméritos militares sumidos en la miseria por sus opiniones liberales.

En 1830 fué nombrado capitan general interino de Aragon, reteniendo la inspeccion del cuerpo que habia organizado de una manera brillante, y que tantos y tan importantes servicios iba á prestar en breve á la causa liberal.

En este cargo, luchando entre sus convicciones y su deber, procuró evitar el derramamiento de sangre á que le estimulaba el gobierno, y dirigió todos sus conatos á no tener que castigar conspiraciones, sino á impedirlas, como lo consiguió á pesar de la fermentacion en que puso los

ánimos liberales la revolucion de Julio en Francia.

En 1831 volvió á la córte, y en junio de 1832 obtuvo permiso para inspeccionar las comandancias de carabineros desde Tortosa á Ayamonte. Estaba en Sevilla, cuando tuvo que volver á Madrid en marzo de 1833, á informar al gobierno sobre lo que pudiera prometerse del nuevo cuerpo.

En setiembre de aquel año recibió el nombramiento de capitan general de Estremadura, conservando el despacho de la inspeccion: cargo de importancia el primero, por las circunstancias que se avocaban.

Sobrevino la muerte de Fernando, y Rodil se declaró abiertamente por Isabel, procurando que sus tropas abundaran en los mismos sentimientos.

La Estremadura interesaba mucho entonces, no tan solo por la ve cindad de la residencia de don Cárlos, como por los planes que por allí se fraguaban. Para contrarestarlos se propuso Rodil despertar el espíritu público en favor de Isabel; armó considerable número de milicianos urbanos, y adoptó muchas providencias oportunas, que produjeron benéficos resultados. Conjurados por el pronto los peligros que cercaban al ejército liberal, dejáronle espedito para atender al vecino reino, que tanto llamaba en aquellos momentos la atencion.

ENTRADA DEL EJÉRCITO ESPAÑOL EN PORTUGAL.-FALTA DE RODIL.

LXXXVII.

El 6 de abril de 1834 se espidió en Aranjuez la órden para invadir el Portugal: el tratado de la Cuádruple Alianza aun no era conocido. A los

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seis dias movió Rodil su cuartel general de Alverguería, despues de haber dirigido una proclama á los portugueses, otra á los soldados, y dado la órden general.

La primera garantizaba el debido respeto y consideracion á los portugueses, como á los habitantes de una nacion amiga y aliada.

La segunda alentaba el entusiasmo y el valor del soldado para la grande empresa que iba á acometer.

Y la tercera prescribia el comportamiento que debia observar, las penas en que incurriria el que delinquiese, ofreciendo á la vez el indulto á los carlistas que se presentaran, así como fusilar á los que fuesen aprehendidos con las armas en la mano.

Con diez mil hombres invadió Rodil el Portugal, dirigiendo el grueso de sus fuerzas el 14 de abril á la plaza de Almeida, residencia de don Cárlos. Sanjuanena mandaba la vanguardia, Rodil el centro, y el baron de Carandolet la retaguardia.

Don Carlos corrió de Almeida á la Guarda el 15, donde con más actividad debió haber caido en poder de Sanjuanena, que se apoderó de su equipaje.

El ejército español daba á su paso nuevos triunfos á doña María de la Gloria. Almeida se pronunció en su favor, alentada por el general español, que continuó consiguiendo los mismos lisonjeros resultados para la causa liberal en toda su marcha.

Dándose la mano con las tropas portuguesas que combatian á don Miguel, estrecharon á los dos pretendientes español y lusitano sobre Santarem. En su apuro, pensaban estos invadir nuestra Península por Badajoz; pero nuevas combinaciones de Rodil con el duque de Terceira, burlaron sus planes.

La accion de Seyserra el 16 de mayo, acabó de decidir la causa de doña María; y ocupando Rodil el Alentejo, Yelves, Valencia de Alcántara, y observando la izquierda del Tajo, coadyuvó al pronunciamiento de las poblaciones en favor de la reina.

El 26 estableció su cuartel general en Roché, y el 29 en Santa Olalla, habiendo bloqueado las plazas de Gurunieña, Campo Mayor, Ojuela y otras.

Reunidos en Evora los infantes don Miguel y don Cárlos, se interpuso, como dejamos dicho, la Inglaterra, sin que, para mengua de nuestra dignidad nacional, tuviéramos allí un representante; y se formó el tratado de Evora-Monte.

Pero aquí debemos hacer observar que Rodil, al frente de un ejército que llevaba en sus bayonetas la victoria que otros esplotaban, no debió haber permanecido impasible en una cuestion que no era de derecho, ni de diplomacia, sino de fuerza. La fuerza debió haber representado su

papel; máxime cuando poderes intrusos se mezclaban en asuntos agenos. Pero Rodil anduvo prudente: por lo mismo que fué inopinado el caso, que carecia de instrucciones para él, y que como ejecutor en su marcha de las órdenes del gobierno carecia de responsabilidad, no debió detenerse. Así, aun cuando la Inglaterra hubiese recabado de la España órdenes contrarias, habrian llegado tarde.

En asuntos de tanta trascendencia para el porvenir de España, ni aun la irresolucion era lícita eu Rodil. Tenia órden de apoderarse de don Cárlos, y debió y pudo cumplirla: no hacerlo fué una falta. ¡Harto lo conoció despues el marqués de Rodil, y harto le pesó! pero su arrepentimiento fué estéril.

MARCHA DE RODIL Á LAS PROVINCIAS.-SE ENCARGA DEL MANDO.

LXXXVIII.

Terminada la mision de Rodil en Portugal, el gobierno, secundando en esta parte los deseos de la opinion pública, le nombró en reemplazo de Quesada; lisonjeándose de que su buena estrella no eclipsaria en las Provincias Vascongadas el brillo que adquiriera en el país lusitano.

El 6 de junio entró en España, y por Badajoz y Talavera se encaminó á Madrid, donde la gobernadora del reino queria revistar su ejército. El gobierno no permitió á Rodil la entrada en la córte, para evitar quizá la ovacion del pueblo, y le ordenó estableciese en Leganés su cuartel general.

El 21 se celebró la revista en los campos de Alcorcon, y S. M. distribuyó cruces de Isabel II, que fueron recibidas por aquellos valientes con las mayores pruebas de entusiasmo, manifestadas en unánimes y repetidos vítores á la reina.

Rodil, agraciado ya con la gran cruz de Cárlos III por su entrada en Almeida, lo fué ahora con el título de marqués de Rodil, y el cargo de prócer del reino.

Halagado con estos honores, emprendió con su tropa entusiasmada el movimiento á las Provincias, donde los enemigos eran más temibles que en Portugal, donde escaseaban los recursos y eran inmensas las fatigas y privaciones, y donde eran diezmadas por el plomo las filas de unos y otros combatientes. Rodil no marchaba con toda la precipitacion que el gobierno deseaba, y le mandó apresurar las jornadas.

El 27 pernoctó en Aranda de Duero; el 29 en Lerma; el 1.o de julio en Burgos, y el 5 reconcentró su ejército en Logroño, donde se le reunió el 7 su amigo Córdova con las fuerzas de su mando. El 9 le entregó Quesada el suyo en Mendavia, y entonces organizó el nuevo jefe su plan, y mezcló el ejército que traia con el que recibió.

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