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ran el intento de los liberales, ó le presumiesen, permanecieron poco en aquel punto, y se dirigieron hácia las Amezcoas.

Rodil, en tanto, pernoctó el 22 en Muez, y el 23 en Echarri-Aranaz, donde permaneció dos dias. Las fortificaciones de este punto, Irarzun y Alsasua, que entraban en el plan de líneas de Rodil, se construyeron entonces con ardor, porque se cifraban en ellas grandes esperanzas. Interesaba á los carlistas interrumpir aquellos trabajos, y por esto no se separaban de aquellas inmediaciones, siendo el sueño dorado de Zumalacarregui conseguir una victoria sobre las armas de Rodil, victoria que le daria un predominio estraordinario.

Supo la llegada de los liberales entre Olozagutia y Ciordia, y corrió á caer sobre ellos, recordando el triunfo que en aquellas inmediaciones obtuviera sobre Quesada. Favorecido por el terreno, atacó, y á no haber tenido tiempo los liberales para revolverse, y hacer frente á tan brusco ataque, hubieran sido diezmadas sus filas. Sostuvieron el principio del combate las guerrillas de Rodil, cargaron luego las columnas, é hicieron retroceder al enemigo, que se detuvo en un espeso bosque, y esperó á su contrario, calada la bayoneta. Próximo estuvo el choque, pero la noche impidió se trabase un combate que hubiera sido mortífero.

Las pérdidas fueron cortas; siendo grande para los carlistas la de su comandante Ichaso, que supo distinguirse el mes anterior en la espedicion que al mando de Sarasa envió Zumalacarregui al valle de Echo, en Aragon.

Rodil siguió su marcha, acampando el 26 en Salvatierra, donde se establecieron los hospitales y almacenes. La vanguardia quedó encargada de ocupar los valles de la Borunda y Araquil. La tercera division, al mando de Anleo, fué á la Ribera, y apoderarse de Sesma, Lárraga y Cirauqui, terreno ventajoso para la caballería y artillería que iba en aquella division; y Rodil se dirigió á las Amezcoas, siempre observado y hostigado por Zumalacarregui con sus guerrillas desde los montes; molestos vecinos, que ni podia evitar ni castigar, porque huian al punto y se ocultaban. Desesperábale esta táctica, y decidido á concluir de una vez á toda costa, estendió sus tropas en una línea para hacer una verdadera batida en el terreno ocupado por Zumalacarregui. Reunió, al ofecto, cuantas fuerzas pudo, y el 30 ejecutó su movimiento, marchando la derecha al mando de Espartero por Gastiain, Narqui, Valdelana, Corrales, Arlaza y Gollano. Comandaba la izquierda Lorenzo, que se dirigió por los altos de la Boana, Eulate, Zudaire y Baquedano; y en el centro el general en jefe, que avanzó hasta Zudaire.

Zumalacarregui no perdió de vista estos movimientos, y se decidió á esperar en ventajosas posiciones una ocasion favorable para atacar á cualquier cuerpo. El puerto de Artaza le presentaba magnífica oportu

nidad para una emboscada, y se preparó á efectuarla; pero al pernoctar Rodil en Zudaire, supo los intentos de su enemigo, y en vez de provocarle, le aguardó ocupando el valle de la Amezcoa baja, y observando los puertos de Artaza y Baquedano. Este valle está rodeado de elevados montes, que ofrecen por do quiera terribles posiciones.

A las tropas liberales era sumamente grata la estancia en el valle, porque regado por el rio que nace en su fondo para ir luego á aumentar la corriente del Ega, hallaban allí el refresco que en aquel tiempo caluroso apetecian. Por esto dió Rodil algun descanso á sus soldados, que el avisado carlista trató de aprovechar.

En la primera hora de la tarde del 31, empezó Zumalacarregui desde la altura de Artaza á observar á los liberales. Estos descansaban confiados, y huyendo de los ardores del sol de aquel dia, estaban tendidos los soldados. Entonces pensó el jefe carlista valerse de tan favorable circunstancia, y preparar una accion gloriosa para sus armas; y prevaliéndose del descuido de la primera avanzada de veinte y dos hombres, cayó con buenos guias sobre ella, y la hizo casi toda prisionera. Algunos disparos empezaron á infundir la alarma en las filas liberales, y Espartero, que estaba más cerca, acudió al momento á hacer frente, y trabó con él un reñido combate, que se generalizó á poco, tomando parte en él las demás fuerzas, que dirigian Carrera, Manzanedo, Lorenzo y Rodil.

Aquella empeñada accion empezó á ser sangrienta, haciéndola más la naturaleza del terreno, favorable para los carlistas. Pero le fueron perdiendo, y fueron llevados por sus contrarios hasta lo más elevado del puerto de Artaza, donde la noche y la tempestad que sobrevino puso término al combate, siguiendo, sin embargo, los carlistas, las vertientes y desfiladeros del puerto de Portuchá.

Los liberales acamparon en el terreno de la pelea, y pudieron, con más razon que sus contrarios, llamarse vencedores, si bien podrian alegar estos la inferioridad de sus fuerzas, que se compensaba con la superioridad en las posiciones.

Unos y otros combatientes hicieron prisioneros, y de ambos se derramó sobrada sangre.

Despues de este hecho de armas, apesadumbróse Rodil, que vió entonces destruidas sus ilusiones. No creyó en su enemigo tanta osadía, ni tanto valor. Estimulado y herido su amor propio, deseó vengarse, castigando á los carlistas.

Anhelaba impaciente ver la luz del nuevo dia, y al amanecer el 1.o de agosto emprendió la marcha contra Zumalacarregui, que no le esperó en Portuchá.

Rodil dividió su ejército en tres columnas, confiando á Espartero la

del centro, á Lorenzo la de la izquierda, y reservándose él la de la derecha; y el 2 se reunieron en Muez y sus alrededores.

Zumalacarregui, que habia ido marchando en retirada, contramarchó á las Amezcoas; lo cual exasperó á Rodil, comprendiendo entonces en toda su verdad lo que era la guerra. Inútiles sus anteriores planes, estudió el sistema de su enemigo.

Viendo la dificultad de destruir á Zumalacarregui, pensó que el mejor hecho seria apoderarse de don Cárlos: fijo en esta idea, procuró su ejecucion con su actividad acostumbrada.

OPERACIONES DE RODIL CONTRA DON CARLOS

XCII.

En efecto, la prision del infante seria un golpe mortal para su causa; pero era casi tan imposible como el destruir á Zumalacarregui.

Destinó Rodil una parte de su ejército á protejer y activar las fortificaciones; otra á perseguir á Zumalacarregui, y preparó la restante contra don Cárlos.

El 2 comenzó á poner en práctica su plan. Anleo, con seis mil hombres, fué el encargado de ir en busca del caudillo carlista: la vanguardia marchó á cubrir la línea desde Muez hasta Vitoria, y Rodil salió el 4 del primer punto para Vizcaya, donde estaba ya don Cárlos aumentando á su paso sus defensores.

Lleno de patriótico entusiasmo, emprendió el héroe del Callao aquella persecucion que con tan bellas esperanzas le lisonjeaba.

Siempre corriendo tras de don Cárlos, ocupa hoy su alojamiento de ayer. No logra alcanzarle su empeño; pero si disminuir el número de los que seguian al infante. Uno y otro marchaban, contramarchaban, corrian, se veian, no se alcanzaban, y volvian á ocupar al cabo de cuatro ó seis dias de marchas forzadas los mismos puntos. Así pasaban dias y dias, cansábase la tropa y se estropeaba, se gastaba el entusiasmo, se carecia de lo más indispensable, y el valor no tenia estímulo, ni la paciencia esperanza.

Rodil vió destruidas otra vez sus nuevas ilusiones. Lo propio sucedió á Anleo en su persecucion contra Zumalacarregui.

El mayor obstáculo era el terreno. Montes fragosos, bosques seculares, estrechos desfiladeros entre las gargantas de aquellos puertos escarpados, no eran adversarios que se fatigaban, sino auxiliares poderosos, á que se agregaba el espíritu del país, afecto y entusiasta, en general, por don Carlos. A estos elementos se añadia la organizacion acertada de los carlistas, que hacia inútiles los vastos planes de Rodil.

Seguian en su sistema de dividirse, subdividirse, y reunirse para dar algun golpe atrevido; así que, en tanto que Zumalacarregui tenia entretenidas respetables fuerzas liberales en las Amezcoas, La Torre, Valde-espina, Zabala, Luqui, Castor, Aguirre y Arana, hacian sorpresas y osadas escursiones, que exigian la presencia de respetables columnas, empleadas necesariamente en ir siempre tras aquellas partidas.

Seguia á veces Rodil á don Cárlos; le tenia cerca, casi le alcanzaba, y se le interponia entonces una fuerza enemiga, que le llamaba la atencion y le hacia perder la ruta de su principal objeto, ganando en tanto don Cárlos terreno y tiempo.

Zumalacarregui, por lo general, llevaba siempre consigo toda su hueste. En Guipúzcoa y Alava se comunicaban las fuerzas por los límites de Navarra y Vizcaya. En este punto, se daban tambien la mano con Guipuzcoa, y se habian organizado los carlistas de manera que obraba cada jefe en tres sitios independientes. Zabala, el menos accesible á las combinaciones de sus compañeros, tenia por suyo el terreno que media entre la carretera de Bilbao á Ermua y la costa de Guipúzcoa: con él estaba la junta. Su fuerza era de cuatro batallones, de poco más de trescientas plazas cada uno, y doscientos guias. La Torre formando un triángulo, y con cuatro batallones, acampaba entre los caminos de Ermua y Orduña. Castor y Luqui ocupaban las Encartaciones. Sus soldados eran casi todos voluntarios y entusiastas, y el país les protegia. Su sistema de guerra eran las guerrillas, al cual les brindaba favorablemente el terreno.

Tenian además partidas de aduaneros, que, interceptando comunicaciones, géneros, etc., prestaban importantes servicios.

El país en que militaban todos era en el que estaban sus casas; por esto le defendian con aquel ardor con que se defiende el hogar patrio. Esta circunstancia les permitia contínuamente ir á mudarse de camisa, como hemos dicho.

Su equipo era lo puesto. No necesitaban hospitales, porque se curaban en sus casas: los heridos de una accion los recogian las mujeres y les llevaban al primer caserío á curarlos, seguros de estar tan bien cuidados como en su propio hogar y con la misma confianza, aunque invadiera el país el enemigo: sucedia á veces ser recogidos muchos heridos por sus mismas familias.

¿Con qué valor, pues, no se batirian aquellos voluntarios, cuando estaban esperando en ocasiones el resultado de la accion sus mismas amantes, siguiéndoles acaso con la vista detrás de la línea? ¿Cómo era posible vencer á los carlistas?.... Esterminando el país, y esto lo rechazaba la humanidad.

SORPRESA DE FIGUERAS EN ERAUL, Y DE CARONDELET EN LAS PEÑAS DE SAN FAUSTO.

XCIII.

Despues de tantos movimientos, fatigas y planes frustrados, se ha llaban á mediados de agosto, don Carlos en Segura, y Rodil y Espartero en Oñate, á la vista unos de otros: Zumalacarregui en las Amezcoas, y Figueras y Oráa en Contrasta, pudiendo contemplarse tambien.

El príncipe llevaba para su defensa más de cuatro batallones; pero ni él ni los jefes que le rodeaban eran temibles para los liberales. Sí lo era Zumalacarregui; más Oráa con su gran pericia militar, y como buen conocedor del país, le tenia á raya. Sabíalo bien el caudillo carlista, y así como evitaba todo encuentro con Oráa, á quien llamaba el Lobo cano, le deseaba con Figueras, á quien no perdia de vista. Figueras, temia, y con razon, y á no ser por Oráa se hubiera perdido, porque se descuidaba y cometia no pocas faltas. Zumalacarregui, que le conocia bien, confiaba en un descuido, y no tardó en ofrecérsele. Pasaba Figueras desde Eraul hácia Abarzuza, y Zumalacarregui, que le acechaba guarecido en la espesura de los bosques que rodean el monasterio de Iranzo, destacó un batallon contra el flanco izquierdo y cuatro compañías sobre la retaguardia de la columna, á cuya cabeza iba Figueras. Arrollada, se apoderan los carlistas de todos los equipajes con setenta y dos acémilas, y se retiran veloces con su presa, por temor á Oráa y aun á las fuerzas que traia Figueras para rescatar el botin, llevado al puerto de Eraul, y en seguida al valle de Hellin, donde estuvo en peligro de caer en manos de Lorenzo, enemigo más temible que Figueras, quien fué á poco separado del mando.

No pueden menos de parecer estrañas estas acometidas frecuentes de los carlistas, al considerar lo limitado del terreno en que guerreaban. Visto que no se les podia destruir en él, se trató de combatirles con más terribles armas; apelóse al esterminio. Ya habia comenzado Jáuregui incendiando el santuario de nuestra Señora de Aranzazu, y Lorenzo redujo á cenizas en un dia cuatro molinos harineros que habia en los valles de Lerri y de Guesalaz. Algunos paisanos exasperados quisieron vengarse atacando á los liberales con dos compañías que les concedió Zumalacarregui; guiábales la saña, y no temieron verse solos; pero su jefe acudió en su auxilio. Un rápido movimiento que hizo Lorenzo sobre su retaguardia impidió el ataque de los carlistas, que pudieron haber deplorado su proyecto si no se retiran tan pronto; y en vano les sigue aquel, trepando montañas con el deseo de batirse con Zumalacarregui.

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