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cusado es añadir el aumento de fuerza material y moral que trajo al carlista este suceso, por unos y otros exagerado.

Tampoco publicó el gobierno este revés, y no fué exacto el parte que le dieron el jefe político de la provincia señor don Pio Pita Pizarro y el jefe de la caballería derrotada. Ni podia serlo, y así lo reconoció aquel en su importante rectificacion. Juzgóse del hecho por sus resultados y por la relacion interesada de su causante, y fué necesario que un examen imparcial, frio, detenido, severo, de los antecedentes, determinase sus verdaderas causas.

Esto pidió sin demora, y resignando un mando que su honra no le permitia llevar en tanto, el desgraciado cuanto pundonoroso baron de Carondelet; y el gobierno accedió á su solicitud de ser juzgado en consejo de guerra, por la jornada tambien de las Peñas de San Fausto, que á ella quiso hacer estensivo el procedimiento judicial el militar á quien tanto infortunio atribulaba (1).

Marcilla y Amor (2) acamparon entre Mendavia y Lodosa, sin saber

(1) En el voluminoso proceso que se formó al baron de Carondelet à su peticion, demorado por la dificultad que oponia el examen de los testigos por su incesante movilidad, el consejo de guerra compuesto del teniente general Cabrera, que le presidia, del brigadier don Veremundo Ramirez de Arellano, y coroneles, Miranda, García Piña, Medinilla, Gambarte, y Bremont, con el auditor Vuelta, declaró-por su sentencia en Pamplona el 26 de abril de 1837, que, todo bien examinado, encontraba por resultado final que los sucesos que habian dado «márgen á la formacion del proceso fueron debidos, ya á accidentes y coincidencias impre«vistas y estraordinarias, nacidas de la naturaleza de la guerra, ya á otras circunstancias que »no tuvo en su mano evitar el señor encausado, siendo enteramente independiente del mis»mo. En su virtud y apareciendo de todo lo actuado haberse con lucido dicho general en am>>bas ocasiones con el honor y patriotismo más acendrado, desplegando toda la prevision, >>bizarría y denuedo que demuestran los mismos sucesos, ha acordado el Consejo por unani>>midad-absolverle, como le absuelve-de todo cargo, declarando solemnemente que la «formacion de esta causa no puede jamás irrogarle el menor perjuicio ni hacerle desmere>cer-en lo mas mínimo-de la distinguida y acreditada opinion que justamente disfruta tan »benemérito general.

»>Y por lo que hace al coronel de caballería, D.... acuerda igualmente que estrayéndose >>testimonio de lo resultante sobre el mismo en el suceso de Viana, se remite à donde corres»ponde para los efectos que hubiere lugar en justicia»

Ante un fallo tan respetable, ante esa ejecutoria, solemne, y ante la santidad de la cosa juzgada, ceden de suyo y caen las apreciaciones que se han hecho de aquellos sucesos desgraciados sin poder conocer à fondo sus causas, envueltas entonces con un velo espeso, que hubo interés en hacer impenetrable; y que quiso descorrer y descorrió, al fin, la persona á quien sus resultados se atribuyeron (1).

(2) Este jefe escribió al ministro de la Guerra lo siguiente, sobre la accion de Viana. Excmo. Sr.-A las nueve y media de la mañana de este dia he llegado à esta ciudad, y con el portador he dado parte à Logroño de la heróica resistencia que ha hecho la parte del provincial de Valladolid, y compañias de Castilla que se apoderaron de las casas de la plaza despues de haber resistido en el paseo y mirador al fuego de cuatro batallones facciosos, a cuyos

(1) Mientras se formaba la causa contra el baron, dirigió Córdoba al gobierno la comunicacion que puede verse en el número 63.

lo próximo que á ellos estaba el baron, que siguió á Logroño. Aquellos dos jefes quedaron á la vista del enemigo, que abandonó á Viana, sin lograr rendir á un puñado de valientes, parapetados en la iglesia y casas consistoriales.

Aquella jornada fué un desengaño más para Rodil, que continuaba corriendo tras don Cárlos. Mandaba por entonces á Jáuregui incendiar el abandonado convento de capuchinos de Vera, fortificar una casa fuer

oficiales, sargentos, cabos y soldados les considero acreedores à que V. E. los recomiende muy particularmente à S. E. el señor general en jefe. Yo, en medio del júbilo que esperimentó mi corazon cuando entré en la plaza y ví á estos valientes que habian sostenido catorce horas de fuego, ofrecí en nombre de nuestra augusta reina, un grado á los oficiales, el empleo inmediato à los sargentos y cabos, y la cruz pensionada de Isabel II á los soldados.

Esta heróica resistencia al capitan graduado de teniente coronel don Joaquin Alba y à don Santiago Perez, ayudante interino del provincial, quien, segun estoy informado, tambien se comportó con bravura en la sorpresa de San Fausto, son dignos de una particular recomendacion.

Eran las cinco de la tarde del 4 cuando la faccion bajaba por las ermitas de San Miguel y San Martin, distantes de la ciudad un cuarto de hora, fué advertida y avistada por los oficiales de cazadores que estaban pasando revista de caballos.

Las voces esparcidas por los malos de que era la division de Lorenzo por una parte, y por otra la falta de precaucion, ó del conocimiento del terreno del jefe de la plana mayor, facilitó á la faccion aproximarse à tiro de fusil sin que por nuestra parte se tomase providencia alguna, y la casualidad de hallarnos reunidos el brigadier Mansilla y yo, en punto desde donde descubrimos y conocimos la faccion, fué la que hizo sonar la generala, advertido que fué Carondelet, por dicho brigadier interino: yo con el primer peloton de infanteria me dirigi al paseo y mirador de la Carrera para impedir la entrada. Mientras que con un fuego bien sostenido del provincial de Valladolid, se contenia à los facciosos de caballeria, pudo salir del Pisculo à las eras del campo santo, unos con sillas y otros sin ellas, porque ni aun el general ni sus ayu lantes tuvieron tiempo para montar en sus caballos, que la mayor parte estaban dando agua.

La faccion con toda la caballería siguió nuestra retirada, y por mas esfuerzos que hicimos el brigadier Mansilla y yo, no fué posible hacer marchar á nuestros soldados á la carga hasta tanto que los capitanes Villalobos, Liniers, ayudante Marquesi, marqués de Casasola, Tornos y Aguirre, cargaron á los lanceros que picaron nuestra retaguardia y lograron hacer cesase el desórden, librando à varios que ya estaban en poder de los facciosos y á mí que me tenian envuelto con un sargento de carabineros y otros cuatro soldados.

Incorporados que estuvimos en Mendavia, se acordó volver à Viana, y he tenido la parte de consuelo que proporcionan los valientes que se han batido con tanta heroicidad, hasta con admiracion de los mismos facciosos. El modo de protegerse nuestros soldados y darse cartuchos por medio de cuerdas y morrales con los más medios de defensa empleados, son dignos de todo elogio. Hemos libertado con este movimiento à varios estraviados y heridos, y tan luego como llegue el brigadier Mansilla, que viene detrás, trataremos de sacar de aqui los infantes, pues ignoramos la direccion que ha tomado el general de la division. Los oficiales citados de cazadores con sus ayudantes, se los recomiendo á V. E. muy particularmente, y V. E. puede considerar si gusta esta comunicacion amistosa como de oficio y trasladarla á S. E. el señor general en jete.

La primera brigada no se ha hallado en la sorpresa porque estaba sobre la parte de San Vicente en la ribera alavesa.

Hemos perdido à Casamayor y su hijo cadete, al coronel Brilos del 5.° de ligeros, y otros dos oficiales de infantería, con treinta muertos de caballería é infantería de tropa.

Viana, 5 de setiembre, etc.-Amor.

te en Elizondo para dominar el valle, y á Espartero que no arriesgase ninguna accion con los numerosos carlistas de Vizcaya hasta que él se le incorporase.

Así el mismo jefe liberal venia a dar importancia á los mismos que antes despreciara, á los que creia destruir en poco tiempo.

ATAQUE A VERGARA.

XCVI.

Pero no era solo Zumalacarregui el que se presentaba osado en Navarra: éranlo tambien los que guerreaban en Guipúzcoa. El mismo dia que Zumalacarregui atacaba á Viana, lo hacia Guibelalde á Vergara, cuya posesion importaba mucho á los carlistas. Asentada en los caminos de Madrid á Francia y Deva, á la orilla del rio de este nombre, en terreno ventajoso y fértil, y con buenas posiciones inmediatas podian hacer de la villa un escelente centro de operaciones.

A las doce de la noche del referido dia se acercó sigilosamente Guibelalde á las tapias aspilleradas de la poblacion, construidas algunas en lo interior. La guarnicion era corta, pero valiente; entre urbanos y tropa se contaban trescientos hombres.

Invirtió la noche el carlista en posesionarse de las alturas que circundaban la villa, y de algunas casas cuya posesion le convenia para emprender el ataque y penetrar en lo interior del pueblo. Así esperó el nuevo dia; y á su comienzo, empezó el ruido de los balazos mezclado con los víctores á Cárlos V, y el estrépito de las puertas derribadas. Cunde la alarma por toda la poblacion, apréstanse los liberales á la defensa, corren veloces, se lucha obstinadamente en la puerta principal, se emplea la bayoneta por entre las aspilleras; pero eran tantos los carlistas, que hacian inútiles los denodados esfuerzos de la pequeña guarnicion, y su gobernador Uzuriaga abandona la puerta principal. Se le unen algunos urbanos y soldados llenos de entusiasmo, y con ellos vuelve á ganar el perdido terreno y le sostiene.

Favorable se presentaba todo para los defensores, pero sus enemigos, en vez de pelear en las calles, campo desventajoso para ellos, se abren paso por dentro de las casas, horadándolas, y llegan así á la segunda línea. Todo se hubiera perdido en un momento sin el arrojo de los defensores de la villa, que, ayudándose unos á otros, hicieron frente al invasor en su nuevo terreno y le desalojaron de él, de las calles, y por último de Vergara, que se vio libre de tan incómodos huéspedes, á costa, entre otras pérdidas, del incendio de algunas casas, y del saqueo de otras.

El combate se generalizó entonces en las afueras, donde ocupaban ventajosas posiciones los carlistas, teniendo además en su pró, la penuria en que ponia á los defensores de la villa el incendio que se propagaba en algunos puntos, y los lamentos de sus familias por este desastre y por el robo de sus casas. Intentaba el contrario incendiar toda la poblacion y esto aumentó el valor de los liberales, que, al cabo de ocho horas de tenaz lucha, pudieron entonar el cántico de triunfo. Los carlistas se retiraron por los montes de Anguba y Zúrraga, dejando unos sesenta cadáveres y llevándose más de doscientos hombres heridos y contusos. Los liberales tuvieron unos diez y ocho muertos, y otros tantos heridos.

La defensa de Vergara fué heróica; así lo manifestó Rodil y así lo declaró el gobierno, man lando en nombre de S. M., que para perpétuo testimonio de tan glorioso hecho, se colocase en el centro del escudo de armas de la villa de Vergara, un sobre escudo en el cual se leyesen las iniciales de Isabel II, y sobre ellas una corona mural. Esto, sin perjuicio de los premios á que se consideraron dignos algunos de los que más se distinguieron.

Además de lo merecidas que tenian estas recompensas los defensores de Vergara, habia un interés por parte del gobierno en premiar tales hechos, animando así el espíritu público, y sirviendo de poderoso estímulo á tantos pueblos que se hallaban contínuamente amenazados é invadidos; teniendo ellos mismos que defenderse, pues no siempre podian ser auxiliados por las tropas, que tampoco polian cubrirlos todos. Así era crítica su situacion de estos, y tenian en muchos que ser héroes por fuerza.

VARIOS ENCUENTROS. FORTIFICACIONES DE LEQUEITO Y PLENCIA.

XCVII.

Los carlistas vizcainos no se mostraban menos intrépidos, y tomaban igualmente la ofensiva; lo cual obligó a Espartero á volver á operar en el distrito de su comandancia general.

Estableciendo en Durango el eje de sus operaciones, fué el 21 de agosto á recorrer la costa, retirar los barcos, y fortificar á Lequeitio. de real órden, por considerarlo de primera necesidad. Los carlistas quisieron impedir sin duda esta operacion, cuando se presentaron en las alturas contiguas las fuerzas de Vizcaya y algunos batallones guipuzcoanos, con quienes se batió. Entra Espartero en la poblacion, y el 22 envia á la brigada Olivares sobre Ereño contra Zabala y la Junta, y con órden de destruir la fábrica de pólvora de aquel punto. Sigue Espartero

VARIOS ENCUENTROS.-FORTIFICACIONES DE LEQUEITO Y PLENCIA.

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en tanto por la costa, desentierra un cañon de á veinte y cuatro, y doscientas balas de su calibre que habian enterrado los carlistas, y halla despues cuatro cañones más; aprestos todos para atacar á Eibar, á cuyo fin se habia reunido abundancia de proyectiles. Marcha luego á Ispater, donde se une con Olivares, y entran ambos en Lequeitio con la artillería.

Acosado en tanto don Cárlos por Rodil, córrese al valle de Arratia, y Espartero se dirige entonces á Durango, combinando desde aquí sus movimientos con los de don Cárlos. En vano pretendió impedirle volviese á Guipúzcoa; abandonó, pues, á don Cárlos, y volvió contra Zabala y Valde-espina.

Por este tiempo atacaron los carlistas á Bermeo, más bien para aprovecharse de su conquista que para establecerse en él; pero hallaron tan denodada resistencia al acercarse á la poblacion, que desistieron de su empresa, por dos veces intentada, retirándose de sus inmediaciones, en las que fueron perseguidos por la guarnicion que hizo una salida

acertada.

Zabala y Valde-espina volvieron hacia Guernica, y Espartero desde Begoña, donde estaba acampado, marchó al amanecer del 16 de setiembre en busca de sus enemigos, no impidiendo su marcha un grupo que apareció en las alturas de Santo Domingo.

En Munguía dispuso Espartero una batida, que dió por resultado sorprender á la partida del párroco don Isidoro Garay, quedando éste prisionero, hecho que no dejó de ser importante, por los proyectos que tenia el citado partidario, y frustró su muerte, pues fué fusilado.

El 17 batió Espartero á los carlistas en Mendata y el 19 volvió á batirles en el monte de Oiz.

No logró Espartero dar alcance á Zabala y al marqués, quienes sin separarse mucho, merodeaban por un terreno limitado, al cual se circunscribian las operaciones de aquel. Por esto le vemos el 4 de octubre acampado en Munguía, y marchar al dia siguiente á Bermeo, nuevamente amenazada. A esta empresa llevó su gente en tres columnas, yendo Olivares con la primera, con el encargo, que desempeñó satisfactoriamente, de introdocir víveres en Bermeo, hecho lo cual pernoctó en Busturia. Espartero se dirigió á Morga, Arrieta y Rigoitia, de donde se retiraron los carlistas hácia su querido asilo en Guernica, posesionándose de sus alturas.

Desventajoso se presentaba aquí el ataque; más le arriesgó Esparteró, trepando valientes sus tropas por las cuestas. La vanguardia fué recibida con una descarga cerrada, pero siguieron avanzando los liberales y cejaron los carlistas.

Bermeo fué socorrido como se propuso; más sabiendo que tenian dis

Томо 1.

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