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MOVIMIENTO DE DON CÁRLOS.

SU FRIMERA ARTILLERÍA.

CXIII.

Los carlistas, despues de dejar en Villafranca sangriento é ignominioso recuerdo, marcharon á Caparroso, subieron por la izquierda del rio Aragon, y acamparon en Carcastillo. Don Carlos pernoctó aquella noche en el monasterio de Bernardos de la Oliva. Continuó su marcha al dia siguiente muy de madrugada, y entró en Sangüesa, desde donde pasó á Lumbier.

Los carlistas llevaban á su flanco izquierdo á los liberales, y por si entraba en el plan de estos apoderarse del puente de Zubiri, corrió Zumalacarregui á Aoiz, y en seguida á apoderarse del puente.

Toda su prevision y actividad pudo haber sido burlada por los mismos que debian haberle secundado, ó quizá por el mismo don Cárlos, cuyas cortesanas etiquetas retardaban los movimientos, y pusieron á la retaguardia carlista en grave riesgo.

Por entonces perdió don Cárlos á uno de sus buenos jefes, el Mancho, que murió en un encuentro con Linares, pretendiendo disputarle el paso titulado Foz de Aspurz.

Llenaban, empero, estos vacíos los oficiales que se pasaban; siendo de los más útiles á los carlistas don Vicente Reina, oficial de artillería, que abandonó sus banderas y juramentos, llevando al enemigo su valor é inteligencia.

Los carlistas tenian entonces tres piezas; dos cogidas al desgraciado O'Doyle, y la otra en Orbaiceta. Existian aquí desde un principio muchos proyectiles que los liberales no retiraron, porque no veian que pudiera utilizarlos su contrario; pero éste, para impedir que pudieran servir á su enemigo, los escondió, y para utilizarlos luego. Era llegada la ocasion, y previno á Reina construyese dos obuses. No esquivó Reina esta oportunidad de lucir sus conocimientos y prestar un importante servicio á la causa que acababa de abrazar; y en union con Balda, profesor de química, fué recogiendo de los pueblos hasta los almireces, cazos, calentadores, y cuantos efectos de bronce pudo haber á la mano. El material no era suficiente para los dos obuses, y fundieron tres cañones de montaña, si bien con mucho trabajo, pues ni aun herramientas tenian. Pero lo venció todo la fuerza de voluntad, y comenzó así á fabricarse esta terrible arma en el campo carlista.

En una ferrería situada en uno de los bosques inmediatos á Labayen, temiendo contínuamente ser sorprendidos, se parodiaba el suceso mitológico de forjar Vulcano armas para la guerra.

Zumalacarregui estaba satisfecho: ya podia arrojar granadas á su contrario. Para el empleo de la bala rasa, se buscó un cañon de hierro de á 12, abandonado y enterrado en una playa. Hallado, fué conducido trabajosamente á la sierra de Urbasa, y escondido en ella, quedando bautizado con el nombre de el Abuelo, que le dieron los soldados por la vejez que representaba el moho que tenia (1).

ACCION DE UNZUÉ.

CXIV.

No se dormian los liberales. Córdova y Oráa seguian á Zumalacarregui. Oráa confiando en su pericia, Córdova en su inteligencia. Este siempre contaba con el triunfo; aquel nunca esperaba la derrota: ambos fiaban en su valor, y se mostraban émulos, aunque con mayor ambicion de gloria el jóven.

Mina autorizó á Córdova para que dirigiese las operaciones, mandando á Jáuregui y á otros jefes que operasen en combinacion con él. Algunas de las columnas de Castilla y Aragon que iban á Navarra, se negaban á estas combinaciones, á pretesto de acudir á la derecha del Ebro: así hacia Bedoya, que se volvió á Logroño en los momentos críticos en que se necesitaba de sus tropas para batir al carlista; así tambien Linares, que en vez de cooperar en la accion de Carrascal, despues de estar comisionado en Navarra, se volvió á su canton, «para cumplir, de»>cia, las órdenes que tenia, por temor de que los facciosos fueran á él.»

Pero en cambio de estos y otros jefes que daban más importancia que

(1) Para conducirle à Navarra, se construyó un carro, y arrastrado, mas bien que rodado, por seis parejas de bueyes, y á fuerza de superar montañas y de cruzar barrancos, se consiguió llevarle hasta la sierra de Urbasa, en cuyas espesuras se le dió por el pronto secreta sepultura.

La operacion de conducir esta mole desde las orillas del mar cantábrico, hasta el lugar å donde se la condujo, estando todos los caminos carretiles tomados por las guarniciones cristinas y recorriendo desde el uno al otro estremo sus columnas, siempre superiores en numero á los carlistas, es una cosa pasmosa, que no podrán dejar de admirar con asombro aquellos militares desapasionados que conozcan un poco la topografía del país; teniendo á sus ojos no menos mérito que otras conducciones de igual naturaleza, que tanto se celebran en los tiempos modernos.

El soldado, siempre ingenioso en acomodar nombres á las cosas, así que vió el monstruoso cañon, todo lleno de orin y moho, le dió el nombre de Abuelo. Cundió por todo el país la noticia de la nueva adquisicion de los carlistas, y la misma dificultad del trasporte le daba mayor importancia para la plebe, siempre dispuesta á juzgar mas por la apariencia que por la realidad. Hasta los gobernadores cristinos comenzaron á temer á este nuevo enemigo, y como si les estuviera ya asestando, principiaron à inquietarse y á echar cálculos sobre la resistencia de los muros de sus fuertes y paredes de su aposento.

á su primer deber á pueriles rivalidades, otros anhelaban ocasiones de pelear en cualquier punto. Tales eran, el infatigable Lorenzo, el ilustrado Córdova, el entendido Oráa, que luchan valientes en Unzué, en Mendaza y en Arquijas, aunque de sus resultas se fomenten rivalidades entre Córdova y Oráa, pero rivalidades honrosas, porque se disputan la gloria del combate, porque nunca le rehusan.

El 10 salió Lorenzo de Pamplona á situarse entre Tafalla y Belascoain, para conducir desde este punto un convoy á Pamplona. Súpolo Eraso y procuró sorprenderle, pero no lo consiguió por las medidas que se anticipó á tomar Mina, haciendo que la brigada del coronel Ocaña se corriese desde Villaba al valle de Orba para proteger la marcha del convoy.

Al dia siguiente, aumentada la fuerza de los carlistas que se propusieron apoderarse de su codiciada presa, salieron al encuentro del convoy en los campos de Unzué, acometiendo por la retaguardia con aquel ímpetu que da la confianza del triunfo, pues contando con muy superiores fuerzas, creian conseguirle. Lorenzo se vió sin duda apuradísimo, y por atender al convoy y á los carlistas hubiera perdido el primero y se perdiera á sí mismo y á su gente, si no acudiera como ayuda providencial el coronel Ocaña, que con su brigada infundió aliento al jefe y á los soldados.

Tomó entonces Lorenzo muy oportunas providencias para batir el grueso de los carlistas emboscados, cuyo número ignoraba; y á la cabeza de un batallon de la Guardia, y Ocaña á la de otro de Africa, penetraron en el bosque, al mismo tiempo que el 6.° ligero se posesionaba de la altura de San Gregorio, á la izquierda del mismo bosque, arrojando de ella al contrario. Pronto franquearon las guerrillas el campo de ataque, que emprendieron los batallones á paso de carga, trabándose por todas las fuerzas á la vez-pues hasta la caballería cargaba por la derecha de los carlistas-una lucha encarnizada, cuya victoria hacia indecisa el bizarro teson de unos y otros combatientes. Caras se vendian allí todas las vidas, y la pelea no presentaba aspecto de triunfo para ningun bando; pero retumbó el grito, entonces tan eléctrico, de viva Isabel II, que hacía el mismo efecto que la invocacion del Apóstol contra los sarracenos, y un esfuerzo supremo por parte de los liberales decidió la lucha, con espantosa carnicería. Tenia mala retirada el vencido, un barranco: los que no se salvaban por él, eran alcanzados por las bayonetas y lanzas victoriosas, que enrojecieron los campos de Unzué. Sitio hubo, el Carrascal, que quedó verdaderamente cubierto de cadáveres, pues ni aun los que quedaban heridos en el campo se salvaban. Tal era el encono, que recibia al instante la muerte el que daba señales de vida.

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Dos horas duró solamente el combate, y pasaron de doscientos cincuenta los muertos carlistas, llevándose además muchos heridos. La pérdida de los liberales no fué con mucho tan considerable, como no lo es la del que bate al fugitivo; contó, sin embargo, unas cuarenta á cincuenta bajas.

Mina, noticioso del principio de esta accion, desatendió su quebrantada salud por atender á Lorenzo, y con una escolta de caballería corrió á tomar parte en la lucha; pero la brevedad de esta hizo que encontrase á los vencedores marchando ya hácia Pamplona con el salvado convoy, en cuya capital fueron recibidos con entusiasmo.

Fué señaladísima la victoria; y hay pocos ejemplares de una pelea tan corta, tan difícil y tan sangrienta.

BATALLA DE MENDAZA.

CXV.

El mismo dia de la accion de Unzué, tuvo lugar la primer batalla sangrienta de la guerra del Norte, que, desfigurada por miras personales en los partes oficiales, dificulta sobremanera el descubrimiento de la verdad. Pero podemos dar su relacion exacta, y presentamos para mayor claridad el plano de ella, y de la de Arquijas, que la siguió. A mayor abundamiento, publicamos por primera vez la esposicion que dirigió Oráa á la reina contra el parte publicado en la Gaceta y pidiendo la formacion de causa en averiguacion de lo ocurrido. Interceptada esta comunicacion por los carlistas no llegó á su destino (1).

Zumalacarregui con trece batallones y unos trescientos caballos, acampaba en el valle de la Berrueza, al cual se dirigieron desde Los Arcos, á la una del 12, las divisiones primera y segunda del ejército de la reina, con ánimo decidido de atacarle. Al desembocar por distintos puntos en el valle las tropas liberales, pues no todas podian, ni debian hacerlo por uno mismo, se formaban en masa los batallones, y desplegaban á su frente las guerrillas, dirigiéndose entonces las columnas contra los carlistas, posesionados entre Asarta y Mendaza, y apoyadas sus alas en las montañas que dominan á estos pueblos, y su caballería en una llanura á retaguardia del centro. Esta colocacion era acertadísima, y para contrarestarla, combinó Córdova con no menor acierto la colocacion de su artillería y caballería, teniendo que ceñirse á lo que le permitia el terreno, lo cual era ya una gran desventaja.

(1) Véase el documento número 66.

PLANO DE LAS ACCIONES DE MENDAZA Y P DE ARQUIJAS.

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