Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Zumalacarregui, deseoso de medir sus armas con su contrario en aquellos campos, avanza sus tropas, desplega sus guerrillas en línea paralela á las de las masas, y á la par que dejan su posicion en la peña de Mendaza los batallones que estaban á su pié, se alejan otros de la ermita de Leciñana, para ir á provocar á la caballería y artillería.

En disposicion de acometer encontró el carlista al liberal, y comenzó el fuego con más empeño que lo que podia prometerse á aquella hora, las cuatro de la tarde, quedando apenas una de dia. Empeñada la accion se posesionó la derecha carlista de una pequeña loma desde la que hacia á la izquierda liberal un fuego vivísimo. Para contenerlo avanza la caballería en columna de mitades, y la infantería á la derecha en masa por compañías. A no mucha distancia del enemigo, se detuvo la infantería, hizo una descarga sin resultado, por la disposicion que llevaba, y emprendió la retirada. A tan fatal ejemplo volvieron tambien grupa los escuadrones, y en aquel momento, pues todo fué instantáneo, presentóse á la imaginacion de don José de Villalobos, que iba al frente de la caballería de campaña, el desastre de Viana, vuela pistola en mano, á la retaguardia, se pone al frente de los que la formaban y amenazando abrasar el corazon al primero que diera un paso, les contuvo, y volvieron á la carga, conquistando el terreno y honra perdida y el campo contrario; debiéndose sin duda á Villalobos este triunfo. Oráa, segun manifiesta con imparcial exactitud en su Memoria, «se adelantó con la primera brigada de su division hácia el enemigo, y consiguió descubrir parte de las fuerzas que tenia éste en la sierra de Piedramillera y Mendaza, amenazando caer sobre su flanco derecho. Dispuso entonces que el jefe de la plana mayor, don Manuel de la Concha, con los tiradores de Isabel II, al mando de su segundo comandante, don Felipe Navascués, y el primer batallon de voluntarios de Gerona, con su coronel don Felipe Rivero, sostenido por el segundo del regimiento de la Princesa, variasen de direccion por la derecha, remontasen la indicada sierra, y envolviesen y atacasen las posiciones del enemigo por la izquierda, mientras que las diez compañías del primer regimiento de la Guardia Real provincial, protegidas por los tiradores del segundo batallon de la Princesa, subian por el frente, sufriendo el fuego del enemigo. Este, al ver tal movimiento, destacó inmediatamente dos masas á reforzar á las que en la sierra ocupaban las posiciones, y detener la marcha de los granaderos, que subieron arma á discrecion con la mayor serenidad y órden, mientras que el regimiento de la Princesa la remontó protegiendo el movimiento de estos, y que aquellos cuerpos, á las órdenes del jefe de brigada, don Pedro Barrena, envolvian, desalojaban y arrollaban á los contrarios en todos los puntos. La artillería, sostenida por dos compañías del primer batallon de Granaderos provin

Томо 1.

54

ciales, se colocó convenientemente, y dirigió sus fuegos con bastante acierto. La segunda brigada de la segunda division, operó bajo las órdenes del general Córdova, que mandaba en jefe, protegiendo á la caballería; y los dos batallones del Infante se conservaron en reserva de la brigada de Meer, y del segundo de Granaderos; escoltando los equipajes en Sorlada, el de Sigüenza. La primera brigada se posesionó de la altura de la sierra, y dió parte al general. Córdova mandó por dos veces en contestacion, que dispusiese su retirada por la falda de la montaña; pero conociendo Oráa que la órden seria equivocada, creyendo enemigas las tropas de su brigada, le avisó lo empeñadas que estaban; lo aventurado del movimiento; que el enemigo iba huyendo en derrota: que era importante aprovechar los momentos en que se decidia la victoria á favor de las armas nacionales, y que no se conseguiria desde la cima y del otro lado de la montaña, mientras que por aquella parte estaba ganada la accion. Córdova, respondiéndole le previno reuniese todas la fuerzas posibles, y acudiese sobre el centro, que zozobraba; y entonces juntó las compañías de cazadores del regimiento infantería del Infante, dependiente de su segunda brigada, y las mandó que por el pié de la peña grande de Mendaza, dirigidas por el ayudante de la plana mayor, don Pedro Zaragoza, desplegasen en guerrilla, envolviendo al enemigo. Y haciendo avanzar la guerrilla de tiradores de voluntarios de Gerona, marchó Oráa sobre el centro, y manifestó que el fuego que se hacia de la altura de la indicada peña, era de las tropas de su primera brigada, que lo dirigian sobre el flanco y espalda de los enemigos, y no de estos, como todos lo creian. En este momento llegó el segundo batallon de granaderos de la Guardia Real provincial, con el jefe de su segunda brigada, don Félix Carrera, y á poco rato se presentó Córdova, que vió á Oráa, y se marchó sin decirle ni prevenirle cosa alguna; pero éste avanzó al frente de aquel batallon, sosteniendo las guerrillas del Infanle y de Gerona, en el momento en que aparecian sobre la peña las compañías de cazadores de la Princesa, que rompieron el fuego, con lo que aquellas consiguieron más fácilmente desalojar al enemigo del pueblo de Mendaza, y perseguirle hasta el encinal del camino de Acedo. Era ya muy de noche, y mandó formar los cuerpos en las heras de Mendaza, donde como un cuarto de hora despues entraria Córdova.»>

Las demás tropas llegaron á pernoctar al mismo Mendaza, á Piedramillera, Sorlada y Asarta, despues de cargar á la derecha carlista, y hacerla retirarse por los montes de Santa Cruz, Acedo y Ancin.

Esta notable accion costó á ambas partes unas setecientas bajas, siendo más considerable la pérdida de los vencidos, si bien las filas liberales dejaron de contar entre otros, al coronel comandante don Timoteo Gonzalez Viejo, herido mortalmente. Tambien los carlistas echaron

de menos algunos valientes oficiales, quedando gravemente herido don Joaquin Julian Alzá; y el mismo Zumalacarregui sufrió una caida de su caballo.

Batiéronse unos y otros con bizarría, como españoles, y tan glorioso triunfo para las armas liberales, se debió muy principalmente á Oráa, á quien Córdova colmó en el acto de elogios. Bien los merecia, pues frustró el plan de Zumalacarregui, que vencedor en esta batalla se proponia reunir todas sus fuerzas y caer sobre Madrid.

Mina, al saber el resultado de esta batalla y de la accion de Unzué, publicó una proclama, fechada el 16 en Pamplona, en que participaba á sus soldados su contento por tales triunfos, y les daba las gracias por su bizarro comportamiento, ofreciéndoles que la reina gobernadora les acordaria con mano liberal las recompensas á que eran acreedores, y estimulándoles á continuar sin descanso una obra tan bien comenzada.

Dirigíase igualmente á sus paisanos, diciéndoles:.... «¡Desgraciados! ¿Qué esperais de este tirano, estranjero á vuestra provincia, que está sacrificando á su capricho y ambicion sin miramiento ninguno, á vuestros padres, á vuestros hijos, á vuestros hermanos y todas vuestras pequeñas fortunas? Las valientes tropas de mi mando harán justicia de Zumalacarregui: no os asocieis á su suerte; abandonadle; acogeos á vuestro virey, á vuestro paisano, á vuestro hermano: yo os salvaré, os protegeré y daré la paz. Empeño mi palabra, y sabeis que mis palabras no faltan: testigos los campos de Sorlada y Unzué: declaré guerra de esterminio á los obstinados, y esterminados han quedado en un solo dia mil quinientos. Si esperimentais la misma suerte, vuestra será la culpa.»

Estas alocuciones ejercian poca influencia en el ánimo de los carlistas. Si se consideraban derrotados, no tenian otro pensamiento que el de la venganza, y eran demasiado orgullosos aquellos provincianos para confesarse vencidos, cuando empuñaban aun las armas, cuando se creian, si no superiores, iguales al menos á sus contrarios. Así que eran completamente ineficaces las palabras que Mina les dirigia, cualquiera que fuera el tono que emplease.

Los liberales eran los únicos que las acogian con entusiasmo, y si veian en ellas energía, se asombraban de que los carlistas no soltaran las armas al leerlas.

PRELIMINARES DE LA BATALLA DE ARQUIJAS.

CXVI.

Los resultados de la batalla de Mendaza no dejaron completamente satisfecho á Córdova; pues su contrario quedó cerca del terreno del

:

[ocr errors]

combate, y preparado á aceptarle nuevamente, ó á provocarle. Estaba don Carlos entre sus soldados, lo cual les infundia nuevo aliento, y hacia activos y emprendedores á los jefes.

Los liberales no esquivaban tampoco medir de nuevo sus armas con los carlistas; y casi á la vista unos de otros, disponíanse todos para otro combate.

Zumalacarregui ocupaba el pueblo de Arquijas, y el puente de su nombre sobre el rio Ega. Suponiéndole allí Córdova, dispuso el 14 que algunos cazadores hicieran un reconocimiento en aquel mismo sitio, lo cual no era prudente, segun manifestó Oráa, á no llevar mayores fuerzas. Autorizóle entonces Córdova á que obrara conforme á las circunstancias; pero con especial encargo de no comprometer ninguna accion formal. Todo sucedió, en efecto, como se habia previsto: el carlista esperaba prevenido, porque deseaba pelear; porque la presencia de don Cárlos animaba á todos; porque Zumalacarregui no temia á su contrario, y porque le consideraba en peor situacion de la en que estaba, fundándose en un parte de Córdova que acababa de interceptar, el cual, con el oficio de remision y la nota, merece conocerse (1).

(1) «E. M. G.—Excmo. señor.-Aunque atrasado, acabo de recibir el adjunto parte que el rebelde Córdova dirigia á su general en jefe, y ha sido interceptado: creo que si hubiese llegado a su destino, ni el gobierno usurpador, ni los periódicos revolucionarios lo hubiesen puesto en sus llamados papeles oficiales, y me ha parecido oportuno dirigirlo á V. E. original, para que el rey nuestro señor, tenga exacto conocimiento del verdadero estado en que se hallaban nuestros enemigos el dia 14, despues de sus cacareadas victorias, y pueda conjeturar el en que habrán quedado con la leccion terrible que recibieron el 15 en los puntos de Arquijas y Valdelana.

>>Por él se deja conocer los auxilios que necesitaban de la parte de Castilla y de Vitoria para operar contra nosotros, no creyéndose suficientes con todas las fuerzas de Córdova, Oráa, Lopez y Gurrea que se habian reunido: asimismo se ve la desconfianza que tienen de sus jefes subalternos, y lo que estos pueden esperar de sus superiores, y últimamente el resultado que se promete Cordova en sus operaciones, cuando empieza á recurrir á sus enfermedades babituales, para contemporizar así con las patrañas que publican él y los agentes del gobierno usurpador. Dios guarde à V. E. muchos años. Cuartel general de Eulate 20 de diciembre de 1834.- Excmo. señor.-Tomás Zumalacarregui.-Excmo señor secretario de Estado y del despacho de la Guerra.»>

«Núm. 11.-Excmo. señor.-El brigadier Oráa, que partió ayer segun y para lo que dije ȧ Vuecencia, regresó á pernoctar á Sorlada por haber llegado al oscurecer al puente de Arquijas, de donde descubrió los vivaques del enemigo en la barranca de Santa Cruz; la cual le ofrece en todos conceptos muchas ventajas para reorganizar sus cuerpos y reunir su gente. Le he mandado permanecer en Sorlada. El convoy de heridos ha salido con Gurrea este medio dia para Viana y Logroño, de suerte que mañana prosigo mis operaciones, y espero atacar y batir de nuevo al enemigo. Escribo al general Manso para que Bedoya venga à la Ribera á cooperar á mis operaciones, siendo completamente nula aquella fuerza en la Rioja; y tambien al comandante general de las Provincias, para que, juntos Latre y Jáuregui, que no tienen ocupacion importante, se reunan y maniobren por la parte de Salvatierra; pero no cuento con el éxito de estas invitaciones, y mientras nuestras fuerzas no trabajen simultáneamente, los

« AnteriorContinuar »