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Es verdad que los ministros, las autoridades eran hombres, que circunstancias eran terribles; pero la cosa pública exigia de ellos hasta el sacrificio de su propia vida.

EL CONDE DE TORENO.

CXXVI.

Las reiteradas súplicas de Burgos para dejar el ministerio, fueron admitidas el 17 de abril. Le reemplaza Moscoso de Altamira, que dimite luego. Estos cambios, si bien afectaban á la marcha de la administracion, no tenian grande significacion política. La tuvo, sí, y de importancia, la entrada del conde de Toreno en reemplazo de Imaz, ministro de Hacienda, principal departamento. Toreno, apoyado por Luis Felipe, que ya empezaba á tomar una parte más directa de la que debia en nuestras cuestiones interiores, tenia en su favor la opinion pública. Sus antecedentes eran una garantía para la causa liberal, en cuyas filas se alistó desde sus primeros años, merced á las máximas que en su tierno corazon inculcó su preceptor don Juan Valdés, y sus estrechas relaciones con Argüelles, Gil de la Cuadra y otros de su escuela.

Tomando una parte muy activa en el levantamiento de España, que tan bien habia de escribir despues, haciendo de esta obra un perenne monumento de su fama literaria (1), fué diputado en 1811, y admitido á pesar de faltarle un año para cumplir los veinte y cinco que la ley requeria. Dedicado con el ardor de su juventud á trabajar en pró de su patria, fueron sus servicios otros tantos méritos para que tuviera que abandonarla en 1814, y marchar á Lóndres, donde supo la confiscacion de sus bienes, y su condena á muerte. Volvió á España con la restauracion de 1820, y sin aceptar la embajada de Berlin, que consideraba como un destierro, se entregó de lleno á la vida política en Madrid, siendo uno de los principales personajes políticos, apareciendo con el noble desinterés de negarse á formar el ministerio, para lo cual designó á Martinez de la Rosa, que fué aceptado por el rey. Temiendo le obligaran á ser ministro, dejó la córte, se retiró á París, donde le cogió la reaccion, y durante ella viajó por Francia, Bélgica, Suiza y Alemania, formando en sus viajes relaciones de amistad con las notabilidades políticas y literarias de los paises que visitaba.

(1) Segun opiniones respetables que ni admitimos i rechazamos, fué el abate Melon el que escribió la Historia del levantamiento, guerra y revolucion de España, por el conde de Toreno.

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La amnistía le abrió nuevamente las puertas de la patria. Pero hacia sombra á Zea, que le hizo salir de Madrid, aunque le habia llamado, y el 'conde pasó á Asturias, donde permaneció hasta la muerte del rey, viniendo á la córte comisionado para felicitar á Cristina.

Martinez, que debió á Toreno, segun es fama, el ministerio de la anterior época, temió ahora se le arrebatara y le consideró rival. La oposicion le escogió para su jefe, y Martinez le tendió la mano, que el conde admitió, sin conocer que eran incompatibles. Aceptó el lugar que le hicieron en el gabinete, y no temió Toreno asociarse á un ministerio que la opinion pública rechazaba.

SOCIEDAD SECRETA, LA ISABELINA.

CXXVII.

En aquellos dias desastrosos, en medio de tan terribles circunstancias, se abrieron las Córtes; pero en aquel mismo dia 24, ó en la víspera, como si no rodeasen al gobierno bastantes conflictos, vino á aumentarlos el descubrimiento de una conspiracion más respetable de lo que parecia, y desconocida para muchos.

Un sugeto bien conocido por muy maestro en el arte de conspirar, fué preso el 10 de enero de este año, por órden de Zea Bermudez, y desterrado á Galicia; pero consiguió evadirse desde Valladolid, y volvió á Madrid, refugiándose en la casa de un amigo en la calle de Cedaceros.

Saliendo solo por la noche con las debidas precauciones, se reunia con algunos compañeros en el Prado y en otros paseos públicos, sitios los más á propósito para no infundir sospechas, y concertó con ellos su plan para formar la confederacion Isabelina, con objeto de combatir á don Carlos y los principios que representaba, y dar más ámplia libertad á España.

Hombres todos de accion y resueltos, formaron con la mayor celeridad los círculos isabelinos en Madrid y en las provincias. Apelaron al entusiasmo, vírgen entonces, de los liberales, que se hallaba en grande fermentacion, y en todos hubo celosos y activos cooperadores. Solo en Madrid llegaron á afiliarse en secreto diez mil personas, inclusos muchos indivíduos del ejército.

Contra lo que algunos han creido, podemos asegurar que la matanza de los frailes no fué un acto preparado por la sociedad; trató luego, es cierto, de aprovecharse de él, pero veamos lo que hizo.

Ocupado el directorio en su plan para la apertura de los Estamentos, le sorprendió el espontáneo y casual movimiento del 17, y observando que las autoridades permanecian en una escandalosa y criminal indo

lencia, se acercaron muchos isabelinos al fundador de la sociedad para que montase á caballo y saliese á hacer la revolucion; pero el escondido les contestó que ni tenia caballo ni dinero; y mediando contestaciones y disponiéndose proyectos, obraron algunos confederados por su cuenta, y convocando á centurias enteras, se arrojaron á la calle á aumentar el número de los alborotadores, pues carecian de jefes que les guiaran, y no les salian los enemigos al encuentro. Procedieron muchos maquinalmente, y cometieron algunos punibles escesos.

El directorio isabelino, que tenia muy adelantados sus trabajos, se animó al ver la conducta del gobierno en aquel triste dia, y creyó segura su destruccion, y la del órden de cosas existentes, reemplazando uno y otro como veremos.

Meses antes, llegó de Barcelona el capitan don F. Civat, emigrado en 1823 en Londres, y edecan de Mina, segun manifestaba. Se introdujo, ó le présentaron en casa del duque de Zaragoza y de don Lorenzo Calvo de Rozas, y éste último le presentó en el cuarto donde estaba refugiado el fundador de la Isabelina. Comisionado por éste, prévia su oferta de trabajar decididamente en union de los patriotas, marchó á Barcelona á concertarse con los isabelinos del Principado, de donde regresó entusiasta, y exaltó estraordinariamente al duque de Zaragoza, á Calvo de Rozas, Romero Alpuente, Olavarría y otros confederados, con quienes se puso en contínuas relaciones. Estos precipitaron entonces al director á que acelerase sus planes, puesto que tan adelantados estaban los trabajos en Cataluña, de cuyo punto se exigia comenzase Madrid á pronunciarse.

Estas escitaciones ocasionaron una reunion el 20 de julio con Calvo de Rozas, Calvo Mateo y Olavarría, y sentaron las bases de su plan, reducido á hacer una esposicion á S. M. (1) manifestándola los graves daños que se iban á seguir si se planteaba el Estatuto Real, y añadiendo que, para evitar males, convenia que S. M. pasase á las Córtes el proyecto de constitucion que remitian (2).

Si la reina gobernadora se oponia á dar semejante paso, como era natural, se apelaria á la insurreccion el mismo dia 24 de julio, destinado para la apertura de los Estamentos. Varios procuradores afiliados en la sociedad Isabelina, se habian comprometido á hacer una mocion para que se declarase el congreso de Procuradores en córtes presuntas: el

(1) La redactó don Alvaro Florez Estrada.

(2) El proyecto de Constitucion le habia redactado don Juan Olavarria, quien estando en comunicacion con los liberales belgas, se le remitió á su peticion, y tan bien les pareció que le adoptaron casi al pié de la letra.-Háse dicho, que al conocerle Martinez de la Rosa, dijo, que si la hubiera visto antes, modificara su Estatuto.-Véase, documento número 69.

público de las tribunas, compuesto en gran parte de isabelinos, que se proporcionaron papeletas, contribuirian á apoyar la mocion de sus compañeros. Si se encontraba resistencia, se armaria un alboroto en el seno mismo de las Córtes, que seria la señal para el pronunciamiento general de los asociados.

El plan convenido era que el pueblo se apoderase de todos los campanarios, y tocase las campanas á vuelo; tomar los principales edificios y fortificarse en ellos; formar barricadas con coches, carros, bancos, confesonarios, etc. El duque de Zaragoza debia ponerse al frente de las tropas, comprometidas con él en los trabajos militares, con separacion del paisanaje.

En el acto se formaria el ministerio, que se compondria de los sugetos siguientes, segun los papeles que tenemos á la vista, y los que ocupó la autoridad.

Estado. Don Evaristo Perez de Castro: subsecretario, el marqués de Monte-Vírgen.

Guerra. - Don Gerónimo Valdés: subsecretario, el duque de Rivas. Gracia y Justicia. - Don Manuel García Herrero.

Interior.Don Alvaro Florez Estrada.

Hacienda. - Don Lorenzo Calvo de Rozas: subsecretario, don Juan Olavarría.

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Capitan general de Madrid y general en jefe de la Guardia y de las operaciones, el capitan general don José Palafox y Melci, duque de Zaragoza.

Gobernador de Madrid, don Evaristo San Miguel.-Hay una rúbrica y un sello.

Una de las medidas de precaucion que habian de adoptarse despues del triunfo de la revolucion, era la espulsion de Madrid de Reinoso, Burgos, Miñano, Lista, Hermosilla, Andino y otros, que eran calificados de afrancesados.

Todo estaba ya dispuesto en la mañana del 23 de julio, y comunicadas las órdenes á las provincias, para que secundasen el pronunciamiento de la córte, cuando Civat, que estaba en todo el secreto,-pues él y don Antonio Nogueras, secretario de la asociacion, eran los únicos que entraban en la habitacion del director,-se retiró á las diez de la mañana, quedando en volver por la tarde; y á la hora en que debia hacerlo, se presentó el comisario Luna con sus celadores y una compañía de tropa, y procedió á la prision del escondido fugitivo, ocupándole todos sus papeles, escepto la lista de los corresponsales, que se comió (1).

(1) El capitan don F. Civat, dos meses despues fué agraciado por el ministerio, contra el

A continuacion fueron tambien presos el duque de Zaragoza, don Antonio Nogueras, Calvo de Rozas, Beraza, Olavarría, Romero Alpuente y algunos otros en las provincias.

Tal acontecimiento no podia menos de ser harto ruidoso, y el conde de las Navas lo hizo más, reconviniendo en el Estamento al ministerio por la prision del duque de Zaragoza. Martinez de la Rosa contestó diciendo, que «el gobierno tenia noticias de que se tramaba algun escándalo para aquel dia (24 de julio), que se repetian las confidencias, los avisos, los partes, porque no hay ningun gobierno que no tenga obligacion de saber lo que se fragua en secreto contra la tranquilidad pública. Despues de los tristísimos sucesos del 17 y 18 de julio, los ministros creyeron ver en ellos un síntoma, un anuncio de los medios que se practican en todas las revoluciones: vislumbraron en aquellos desórdenes un fin politico, sospecharon que no habian sido más que un ensayo, al que no se habia podido dar toda la estension necesaria por no haber parecido oportuna la ocasion y las circunstancias. En vista de esto, sin duda, añadió, los conspiradores eligieron el mismo dia en que iba á abrirse el santuario de las leyes para conseguir su criminal intento. El gobierno, sin embargo, creyó que no se daria un paso tan temerario. Pero á medida que se aproximaba el momento, se repetian los avisos; la augusta reina gobernadora estaba ya próxima á ponerse en camino: no faltaban más que pocas horas..... se da el último aviso, y se repite por varios lados, añadiendo que no eran acusaciones vagas, que no era voz de la calumnia, que no eran rumores dignos de menosprecio, sino que habia datos ciertos, positivos, palpables, citando el lugar donde se hallarian los planes de los conspiradores, la proclama que debia esparcirse el dia de la apertura, la correspondencia que se seguia con las provincias y hasta los sellos de las sociedades secretas que estaban contra el sosiego público, contra el trono y las leyes. El gobierno creyó que su deber era prevenir el delito y no dar un dia de escándalo á toda la nacion. El gobierno encontró los planes, los sellos, las proclamas, el nuevo régimen de gobierno que debia establecerse. El gobierno lo vió, lo tocó con sus manos; ¿qué debió hacer entonces? A las tres de la madrugada se decidió á tomar una resolucion vigorosa que desconcertase los planes, que quitase hasta la posibilidad de intentarlos. Vió el ministerio en la lista aprehendida algunos nombres de personas respetables, y se vió precisado á someterlas á juicio. Las entregó inmediatamente á los tribunales, y si al cabo de ocho dias los tribunales las pusieron en libertad, esto prueba que nada se encontró contra ellas.>>

En efecto, nada se pudo probar; pero no por falta de complicidad, sino por sobra de destreza. El director de aquella trama, el fundador de

dictámen del ministro Moscoso de Altamira, con el empleo de vista de la aduana de Barcelona. Le disfrutó poco tiempo, porque en el primer pronunciamiento revolucionario que hubo en aquella ciudad, tuvo que esconderse y fugarse á Francia. Tomó partido con don Carlos, y de resultas del convenio de Vergara, se refugió en Francia.

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