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cion que mejor le convenia, se retiró hácia á Ormaiztegui, y variando á la derecha, colocó las tropas en la altura de Celandieta, fuerte por su posicion, eligiéndola para teatro de la pèlea, pues contaba con que le acometeria el enemigo.

El terreno presentaba desde luego parapetos en sus cercas, y permitia colocarse á cubierto gran parte de los soldados. Tambien hallaron parapetos los liberales á su llegada, que fué pronta.

Impuso á Zumalacarregui la perspectiva de una accion más sangrienta que gloriosa, y lleno de desconfianza, si no de temor, intentó por medio de una retirada falsa llevar el combate á otro terreno más ventajoso para sus armas; pero el contrario no le dió tiempo, y Lorenzo logró, bizarro, desalojar al batallon de guias guarecido trás de las

cercas.

No hizo esto retroceder á los carlistas, antes haciendo frente á los liberales, que avanzaban, sostuvieron con valor la accion ya generalizada por todas partes, estrechándose más á cada instante la distancia de ambos combatientes.

La resistencia que hallaban los soldados de la reina, aumentaba su entusiasmo, y acrecia á la vez el empeño de los carlistas, que sin cejar un paso iban cansando á sus ene:nigos, que veia estrellarse en aquellos naturales parapetos su decidido ardor. Es entonces herido el caballo del jefe carlista Sanz, le arrastra en su caida, produce este incidente alguna confusion en el campo; pero se levanta Sanz, pone en órden y entusiasma á su gente, y retroceden los contrarios, volviendo á poco con doble brio, y cargando á los batallones parapetados, y á los que bajaban en su auxilio.

Decisivo pareció aquel momento, por lo fuerte de la embestida, pero recorre Zumalacarregui las filas, y aumenta el denuedo de los suyos, que resisten valientes una carga á la bayoneta ordenada por Carratalá; más los cuerpos francos de la division de Jáuregui, permiten avanzar á los carlistas. No se desordenan por eso los liberales, y la noche pone fin á tan porfiado empeño, dejando indecisa la lucha y cubierto el campo de cadáveres.

Aquellos acamparon en Segura y Cegama, y en Ormaiztegui estos. Unos y otros lamentaron la pérdida de más de quinientos hombres, y se propusierou vengar sus muertos. Los liberales tenian además interés en forzar tan terrible paso: los carlistas tenian empeño en impedirlo. Zumalacarregui á fin de asegurar el éxito de la contienda, avisó á Iturralde para que viniese sobre la retaguardia del enemigo.

Al amanecer del 3, ocupó Zumalacarregui las posiciones ensangrentadas del dia anterior; pero no queriendo Carratalá sacrificar en ellas su gente, porque era escesiva la ventaja del carlista, presenció ia batida

que hizo por el campo el primer batallon de Navarra, á fin de recoger los despojos, y se dirigió á ocupar el alto de Celandieta, colocando en tres puntos, y sobre una misma línea, todas sus masas.

Lo mismo hizo Zumalacarregui en el pueblo de Segura, y en sus pequeñas colinas de derecha é izquierda, presentó sus tropas de una manero tan admirable como imponente.

Las guerrillas liberales dispararon contra los carlistas y la artillería contra las masas; más estas no contestaron. Hubo algunas horas de inaccion, al cabo de las cuales emprendieron los liberales su retirada á Vergara; habiéndose celebrado antes un consejo de generales, del que resultó dividirse el ejército y marchar cada uno á su distrito, no queriendo ó temiendo aventurar una accion. Los carlistas creyeron entonces llegada la oportunidad que deseaban, y marcharon sobre sus contrarios, molestándoles y causándoles contínuas bajas. Carratalá se veia apurado, y en terreno á propósito desplegó rápidamente el regimiento del Príncipe, cuyos fuegos contuvieron á los carlistas. Pudo así continuar su retirada más desahogadamente, y entró en Vergara á las diez de la noche.

No se guareciera Carratalá, si Córdova hubiera estado más cerca; pero al saber su distancia, cuando justamente le esperaba, dispuso su marcha á Vergara, y fraccionó su division, por conocer Carratalá el ningun fruto de las acciones aisladas, con el fin de ocupar posiciones difí ciles en aquel país y en aquella clase de guerra.

La noticia de esta accion llegó á algunos puntos tan desfigurada, que en San Sebastian se celebró ruidosamente como uno de los más importantes triunfos para la causa liberal, llegando á tal altura el entusiasmo, que se arrestó á un ordinario que procuró decir la verdad, hasta que sabida se le dió libertad y cesaron las músicas, campaneo y aclamaciones.

PARTIDAS CARLISTAS.-RIVALIDAD ENTRE ALGUNOS JEFES LIBERALES.

CXXXII.

Fatigadas quedaron de aquellas jornadas las tropas de Zumalacarregui, y para descansar y reparar sus armas, se retiraron la mayor parte á las Amezcoas.

Ya se habian aumentado algunas de las partidas que molestaban á las guarniciones de los fuertes, bloqueándoles y acechando la salida de cualquier soldado, que por lo general mataban. Entre aquellas partidas se distinguian la de Cordeu y la de Lucus (á) Manolin, queridísimo en

tre los carlistas por su arrojo y valentía, y que ganó dos veces la cruz laureada de San Fernando (1).

Estas partidas ayudaban á sostener el espíritu de los pueblos en favor de los carlistas, que veian engrosar sus filas y formarse nuevos batallones, como sucedió en el primer mes del año que nos ocupa, viendo la junta guipuzcoana coronados sus esfuerzos con la creacion de los batallones tercero y cuarto de su provincia: ejemplo que seguian las demás vascongadas.

En tanto que en el campo carlista se iba dando así consistencia á su organizacion, en el liberal surgian rivalidades entre los jefes, y se aumentaba el descontento. Fundado fué el de Córdova al ver que no se publicaban los partes de sus acciones, y añadiéndose á esto el mal estado de su salud, valióse de él para solicitar con instancias ir á restablecerse á Madrid. La concesion de tal solicitud apareció á los ojos de todos como una persecucion, como su separacion del ejército, deseada por sus rivales, y esta especie de desgracia bastó para que se aumentara su crédito, pues siempre acoge y defiende la opinion al que no es tratado con justicia.

De tal manera se pronunció aquella en favor de Córdova, que los mismos que condenaron antes su marcha al ejército, pedian ahora su vuelta, que tuvo lugar al dejar la cartera de la Guerra su enemigo.

Restituido Córdova al ejército, corrió á él presuroso, llevando consigo dos cuerpos de milicias provinciales, y dos batallones de línea y reemplazando á Canterac en el mando de las Provincias Vascongadas. A su paso fortificó á Vitoria, con sujecion á un plan que él mismo habia formado, y con los recursos que pudo proporcionarse.

Sediento de gloria, deseaba terminar todas las rivalidades entre sus

(1) «Valiente sin jactancia y reservado sin ser misterioso, era conocido entre los navarros por Manolin, uno de los más modestos militares que habia podido producir la España en estos tiempos..... Perseguidos los veinte caballos que llevaba por gruesos destacamentos que simultáneamente salian contra el de todos los puntos de la Ribera, que ocupaban los cristinos, fué un dia sorprendido al entrar en un pueblo de Navarra. Solo y á pié con la espada en la mano se abrió paso por en medio de sus enemigos, quedando en poder de estos todos los caballos y algunos de sus soldados. Avergonzado con la idea de tener que presentarse a su general en tal estado despues de este revés, hizo juramento de morir antes de hacerlò sin una fuerza por lo menos igual à la que perdiera. Despojóse en seguida de las espuelas y espada de montar, junto con los que tenia hasta veintidos hombres, los armó de escopetas y fusiles que con mucha dificultad pudo recoger en los pueblos, y puesto à su cabeza y moviéndose de aqui para allí, dió al fin con un destacamento de caballeria cristina que pasaba escoltando un correo. Lucus apostó convenientemente sus soldados, y tomó con tanto acierto sus medidas, y los atacó con tal resolucion, que consiguió hacerlos à todos prisioneros. Entonces montando su gente en los caballos cogidos y poniendo entre las filas à los ginetes cristinos, se dirigió donde estaba Zumalacacregui, y le presentó treinta y dos, en lugar de veinte y un caballos que habia perdido en la sorpresa.» -Vida de Zumalacarregui por Zaratiegui.

compañeros y derrotar á los carlistas; cosa, que si no veia enteramente fácil, le parecia probable, aglomerando tropas á sus órdenes, y ejecutando sus bien meditados planes.

ORBISO.

CXXXIII.

Ya dejaba el invierno de ser obstáculo para que unos y otros prosiguieran con ardor la campaña, y la continuasen con encarnizamiento. En Navarra, en Alava, en Guipúzcoa, en Vizcaya, en todas partes se peleaba sin tregua, y se derramaba copiosa sangre, inmolándose infelices prisioneros, en cuya agonía se gozaban sus verdugos.

Los carlistas tenian sus fuerzas por las Amezcoas é inmediaciones. Las tropas liberales ocupaban los puntos fortificados, y estaban alojadas en las grandes poblaciones. Lorenzo, que estaba en Pamplona, se aprestó á vengar las víctimas inmoladas por los carlistas en los ya célebres campos de Orbiso, Zúñiga y Arquijas, y salió de la plaza á Puente la Reina y Estella, mientras Oráa, á quien avisó su movimiento, emprendió su marcha por el valle de Echarri, para unirse ambos en un punto dado.

Al llegar á este sitio ninguno sabia de cierto el en que estaba Zumalacarregui; tal era la combinacion de sus marchas y tal el espíritu público de aquellos pueblos. Solo tenian noticia de que estaba al otro lado del rio Ega, y que para batirle se tenia que franquear el puente de Arquijas; paso terrible, si, como era de presumir, estaba defendido.

En tal inteligencia, se dirigió á él Lorenzo el 17 de enero, y resistiendo poco la escasa fuerza que trató de impedir su paso, siguió, y los defensores del puente se guarecieron en las masas colocadas en escalones en los altos situados á la espalda de Orbiso. Estas masas solo consistian en dos batallones navarros y dos alaveses, pues los demás cuerpos se hallaban en la llanada de Vitoria, á bastante distancia.

Los liberales pasaron el puente y formaron en masa al otro lado del rio, presentando mayor número de fuerzas que sus contrarios, si bien estos contaban con la superioridad del terreno. que les ofrecia buena defensa. No intimidó esta ventaja á Lorenzo, que formó tres columnas; la primera al mando de Oráa; la segunda al del coronel don Joaquin Quiñones, y la tercera al de igual clase don Bruno Alaix, quien debia atacar por la izquierda, por la derecha Oráa, y Quiñones por el centro. Precedió á sus movimientos el despliegue y ataque de las guerrillas avanzadas, con órden de envolver á las carlistas. Estas esperaron, y resistieron valientes, hasta que atacando las columnas, se replegaron.

Sin cejar un paso aguardó Zumalacarregui el ataque, el cual no se hizo esperar, y fué decidido y valiente, causándole admiracion ver el arrojo con que los liberales trepaban á ganar unas posiciones tenazmente defendidas. Generalizada la accion á la entrada de la tarde, peleaban todos envueltos en una densísima nube de humo: tal era el vivo fuego que se sostenia.

Algunas compañías de la Princesa hicieron allí denodados esfuerzos; y los hicieron por parte de los carlistas los guias de Navarra. Acometiendo unos y rechazando otros, se batian todos con ardor, y despreciaban todos sus vidas. La guardia real provincial, y la de infantería, ganando aquella el terreno, y cargando esta con sereno arrojo, decidieron la victoria, que costó la vida al valiente don Bruno Alaix. Conquistadas las posiciones, cedió el carlista al mayor número, y el pendon liberal ondeó en las alturas de Orbiso, en cuyos campos quedaron cerca de cien cadáveres de uno y otro bando, y otros tantos heridos, contándose entre estos, por parte de los liberales, don Jorge Flinter, jefe, y varios oficiales; y por la de los carlistas, don Francisco García y varios de sus compañeros.

Zumalacarregui se atribuyó, sin embargo, la victoria, en su parte fechado en Abárzuza el 20.

El campo de batalla fué luego abandonado por los vencedores. De nada les servian aquellas alturas ensangrentadas. Unos y otros combatientes tomaron distintas direcciones para encontrarse en breve. Los dos ejércitos parecian dos gladiadores que luchan, se lastiman, se cansan, ceden y dan una vuelta al circo en direccion inversa para volverse á encontrar, y al hallarse, luchan de nuevo con más teson.

SORPRESA EN LA VENTA DE RIVERO. —URBANAS DE LEQUEITO-DON CARLOS.

CXXXIV.

En otros puntos de las Provincias Vascongadas tenian lugar acontecimientos de no mucha importancia, á escepcion del encuentro de la columna de Eraso con la del marqués de Campoverde en la venta de Rivero.

Salió Eraso de Villasana el 5 de enero hácia Medina del Pomar y sus inmediaciones, y las guerrillas que le precedian, se encontraron con las del marqués, que salió de Medina, á socorrer sin duda la guarnicion de Mercadillo, que fué atacada el dia anterior por los carlistas. Rompióse el fuego; pero más afortunados, ó más valientes los de Eraso, vencieron á sus enemigos, haciendo en ellos considerable destrozo, pues corrió la voz entre los carlistas, que aquellos soldados, del provincial de

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