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Granada, habian estado en Madrid en la matanza de los frailes. Estimulado así el fanatismo de los carlistas, mataban sin compasion, con encarnizamiento, y solo á la presencia de Eraso debieron por el momento unos ciento setenta y un prisioneros la vida. El marqués de Campover. de se puso oportunamente en seguridad con el escaso resto de su columna, sacrificada por su descuido, sino por su impericia.

Eraso en su marcha desarmó algunos urbanos, y fue aumentando su gente y su prestigio.

El partido liberal al mismo tiempo, no descuidaba sostener el entusiasmo, particularmente en las poblaciones que no estaban al alcance de los carlistas, y á cada revés.que estos le hacian esperimentar, redoblaba sus esfuerzos, llegando hasta escitar el patriotismo de esa preciosa mitad del género humano, que se brindó gustosa en Lequeitio á imitar á las antiguas cántabras, y se formó una compañía de urbanas.

«Deseoso de dar impulso (dice la persona que concibió el pensamiento de accion y vida en favor de la hermosa causa que defendemos á esta poblacion alucinada en su mayor parte por los enemigos de las libertades pátrias, he creido que haría un servicio á S. M. la reina nuestra señora si conseguia interesar en el triunfo de la segunda Isabel al bello sexo, que tanta influencia tiene sobre el nuestro. Con este objeto, he invitado á las mujeres notables de este pueblo á inscribirse en una compañía, que se denominará de antiguas cántabras, y he tenido la satisfaccion de ver en un momento mis inscriptas con la mejor voluntad á las que se espresan en la adjunta lista Venerables matronas, esposas amantes, y doncellas hermosas y entusiastas forman esta nueva milicia, cuyo principal instituto será el de proporcionar á los bravos defensores de nuestra angelical reina que yacen postrados en los lechos del dolor á resultas de heridas y enfermedades contraidas en la gloriosa lucha que sostienen, los esmerados auxilios y delicado cuidado que reclama la humanidad doliente, y si alguna vez contra nuestras esperanzas se atreviesen los hombres del oscurantismo y partido retrógrado á darnos el gusto de un ataque en forma, serán destinadas, siendo necesario, á la conduccion de municiones y otros servicios análogos á su sexo, y confio en que su presencia reanimará el espíritu de los combatientes, entusiasmando, cual las antiguas cántabras, á sus fogosos hijos, apasionados esposos y tiernos amantes. Me persuado que esta disposicion causará muy buen efecto moral, y llegará á su colmo mi complacencia si merece la aprobacion de V. S. Lo que comunico á V. S. para su completo conocimiento.-Dios guarde á V. S. muchos años.-Lequeitio 10 de enero de 1835. Hipólito de Mugica. -Señor gobernador de la villa de Bilbao.»

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Don Carlos seguia en tanto variando su córte. Los primeros dias del año los pasó en Huici, de donde salió el 6 á Aldaz, el 7 á Beruete, el 8 á Bareibar, pasando por Aldaz, el 9 á Lizarraga, el 10 á Gollano, el 18 á Aranarache, y así continuó moviéndose diariamente, por la aproxima

cion de los liberales unas veces, por exigirlo su causa otras, y por no ser gravoso á los pueblos las más.

ELIZONDO.

CXXXV.

Elizondo, lugarejo insignificante del valle del Baztan, fué uno de los puntos disputados en la pasada guerra. Fortificado algun tanto, se hallaba guarnecido por tropa y urbanos, porque interesaba su conservacion. Tambien interesaba al carlista poseerle; y dispuesto a conseguirlo, al oscurecer del 10 de enero un batallon carlista ocupó los pueblos de Irurita y Lecaroz, y otro el de Garzain.

A la mitad del dia siguiente se presentaron las guerrillas á la vista del fuerte, del que salieron diez hombres é hirieron ó mataron á un carlista. Este estrechó su bloqueo; si bien dejaba de acercarse al fuerte. cuya poderosa defensa conocia. Corrieron quince dias sin muy notables sucesos, y el 26, deseosos los liberales de atraer á los carlistas al alcance del cañon del fuerte, dispusieron las piezas, é hicieron que al mismo tiempo que los tiradores defendian el flanco que mira á la parte de Francia, subieran los urbanos á ocupar el sitio de la avanzada que tenian los carlistas por la parte de Lecaroz, lo cual fué ejecutado como se propusieron.

Replegáronse á tomar posiciones á medio camino, y el sitiador avanzó sus guerrillas, sobre las que se dispararon algunos metrallazos y granadas, que les causaron cuatro bajas.

El grueso de los carlistas se iba reconcentrando en Elvetea, á donde se arrojaron algunas granadas y balas rasas, así como al barrio de Anzamborda en el mismo pueblo.

Algunas partidas se aproximaban á las aspilleras, se cambiaban algunos tiros, y se retiraban. Si se aumentaban las fuerzas sitiadoras, se sacaba el obus, y á los dos ó tres disparos quedaba despejado el terreno.

El 30 salieron á las dos de la tarde los urbanos con el objeto de ejercitarse en el manejo del arma, y al verlos los carlistas se acercaron algunos á incomodarlos: los urbanos, entonces, abandonan de repente el ejercicio, y cargan á la bayoneta hiriendo á dos. Acuden más carlistas en su auxilio, pero la salida del cañon, que era el coco de los sitiadores, les detuvo, y sus disparos les hicieron dispersarse: á las ocho de la noche se acercaron á las aspilleras, aunque sin resultado.

Con el fin de sorprender á una descubierta, salieron doce hombres de Elizondo á emboscarse en la casa de Ascoa de Elvetea, á donde se dirigian los carlistas; pero se les adelantaron estos, y el observarlo á

tiempo salvó á los doce tiradores y urbanos. Dirigiéronse estos entonces hácia Lecaroz, donde deshicieron una trinchera, desde la cual ofendian á Elizondo, y al verse cargados por mayores fuerzas, se replegaron, conteniendo á los que les seguian la salida del obus, que disparó cuatro granadas.

Aquella noche llegó un batallon carlista guipuzcoano á Arrayoz. Esto apuró á los bloqueados; pero esperaban confiadamente no ser abandonedos, y á esto debieron la retirada de los carlistas el 2 de febrero, descansando seguros por entonces los defensores de Elizondo, que hicieron gastar á su enemigo cerca de veinte mil cartuchos, causándole una docena de bajas.

AFRESAMIENTO DE LA GOLETA ISABEL ANA.

CXXXVI.

La prosperidad de la causa carlista redoblaba los esfuerzos de sus amigos y partidarios, y en España y en el estranjero se procuraba aumentar los medios, no ya de resistencia, sino de triunfo.

De lo que más necesitaba, como hemos espuesto, era de municiones, las cuales se procuraron con eficacia de todas partes, acompañándolas espediciones, que alguno de los que las componian han llamado quijotescas, y no sin falta de razon.

Frente de la costa cantábrica, y surcando sus aguas, estaba ya el 2 de febrero una goleta con seiscientos medios barriles de pólvora, doscientos cuarenta y siete galápagos de plomo, una imprenta, y una bandera con la Vírgen de los Dolores, bordada por la princesa de la Beira y sus camaristas, cuando avistado y reconocido el buque como sospechoso por la goleta Nueva Maria, avisó al vapor Reina Gobernadora, que se hallaba sobre Machichaco, el cual emprendió tras la goleta, la dió caza, halló ser la Isabel Ana, con bandera inglesa, y llevar, además del referido cargamento, trece hombres de tripulacion, y veinte y siete oficiales españoles carlistas, entre los que se contahan Urbiztondo, Cisneros, Montegut, Martitegui, Eguía (don Leandro), Curten, Fulgosio (don Fernando), don Manuel Toledo, Leiva y otros.

Los carlistas carecian de oficiales de capacidad, especialmente de caballería, y los pedia Zumalacarregui de contínuo. Cuando se compró y aprestó la goleta Isabel Ana, hubo grande empeño, especialmente por parte de la princesa, de que fuesen en ella los veinte y siete oficiales, que si hubieran obrado como otros por sus propias inspiraciones, habrian llegado salvos á las Provincias.

« Pudimos venir á España atravesando la Francia, nos dice uno de los

TOMO I.

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oficiales allí apresados, atravesándola como hicieron cuantos quisieron, sin esponernos á morir sin gloria ni provecho para la causa, que quedó privada por mucho tiempo de la cooperacion de muchos oficiales, algu nos sobresalientes. >>

El plomo y la pólvora se hubiera adquirido con más facilidad y baratura en Francia; pero si en esto hubo torpeza, no la hubo menos en tener á la goleta á su arribada en Plymouth una porcion de dias á la vista del cónsul español, que no podia menos de enterarse de todo, como sucedió.

Pero este no era más que uno de tantos casos en que, interviniendo la malicia y el monopolio, hacian se desgraciaran las mejores empresas, sin cuidarse de sus víctimas.

Los veinte y siete oficiales pudieron tener á gran fortuna el ser desterrados á lejanos paises.

ACCION EN EL PUENTE DE ARQUIJAS, EL 5 de febrero.

CXXXVII.

El 4 reconoció Lorenzo personalmente el valle de Berrueza, descubriendo entre Asarta y Mendaza seis batallones carlistas con toda su caballería. Al participarlo así desde Los Arcos en el mismo dia al genera! en jefe, en una comunicacion interceptada, añadia que le habian asegurado que en la Barranca de Santa Cruz tenian los carlistas fuerzas considerables; que la primera division liberal estaba en Sausol y la de Gurrea en Sesma, con órden ambas para unírsele al amanecer y marchar contra el enemigo, prometiéndose si le esperaban dar un dia de gloria a las armas de Isabel.

Zumalacarregui se proponia lo mismo en obsequio de las de su amo. y permaneció algun tiempo en el valle de Berrueza con la gente que vió Lorenzo. Al saber que éste reunia fuerzas para atacarle, redobló el carlista sus avisos y órdenes para que los batallones cuarto, sesto y déci mo, que operaban en Guipúzcoa, avanzasen á incorporársele; mas no sabiendo á punto fijo su paradero, desistió del proyecto de defender las posiciones de Asarta, y escogió la del puente de Arquijas, distante media hora de aquel pueblo.

Lorenzo y Zumalacarregui se buscaban siempre uno á otro con avidez rivales ambos en actividad y valor, deseaban medir sus armas, y hacer cada uno ostentoso alarde de sus recursos. Así que, cuando uno perdia una accion, no descansaba hasta reparar el descalabro: retábanse mútuamente, y se batian con resolucion y empeño.

Lorenzo al frente de diez mil hombres marchó al combate, manifes

tando una confianza de que no participaba el soldado, por lo terribles que fueran para él aquellos campos.

A cosa de las doce se dejó ver en el valle. y se acercó á Asarla en actitud de combate, mas al ver que ya no estaba su contrario, apoyándose en la caballería, avanzó hacia el alto de Arquijas, persuadido de de que marchando rápidamente, podria coger desprevenido al enemigo y pasar el puente. Pero Zumalacarregui habia conocido ó previsto su intencion, y descendió á este paso, colocando sin tardanza varias compañías de los batallones de guias, primero y tercero de Navarra, y segundo de Guipúzcoa, en las posiciones de derecha é izquierda del puente, dejando inmediatas las distantes de reserva. La llegada en este momento de los ansiados batallones, cuarto, sesto y décimo, de Zúñiga, le proporcionó emplearlos sin echar mano de otras tropas que se colocaron en el camino de Zúñiga á Santa Cruz, para observar el flanco derecho, . al mismo tiempo que el segundo batallon navarro cubria el izquierdo de la línea por el puente de Acedo. Seis compañías al mando del segundo comandante Lazaroti, cubrian la bajada llamada la Escalera, que va á Santa Cruz de Campezu.

Lorenzo se presentó á las dos en el puente, en el que halló enérgica resistencia. Observando las posiciones del enemigo, dispuso el ataque por tres puntos: por el puente de Arquijas, que tenia á la vista, por Santa Cruz de Campezu, y por los molinos de Santa Cruz. En el ínterin colocó la artillería en la ermita, la cual comenzó á arrojar balas y granadas por ahorrar de este modo la sangre del soldado.

Pero los cañones con sus lentos disparos no hacian el estrago que Lorenzo deseaba, ni daban los resultados que apetecia, é impaciente por acabar de una vez, se coloca denodado á la cabeza de un batallon, y se precipita á la bayoneta sobre el puente. Los carlistas asombrados ceden el paso á aquellos valientes, que al ver caer bañado en su sangre al intrépido jefe que los mandaba, se replegan fugitivos á las masas. Lorenzo confia ya en la victoria, la ve cercana y se sonrie; pero lo conoce Zumalacarregui y se la disputa. Vésele encendido el rostro, y centellando sus ojos, ponerse al frente de su querido batallon de guias de Navarra, ani marle más con el semblante que con la palabra, y lanzarse como una exhalacion al encuentro de su valiente y afortunado enemigo.

El choque, fué como no podia menos de esperarse. El entusiasmo y el ardor de que estaban poseidos ambos jefes se comunicó eléctricamente á los soldados, que peleaban con saña y se herian con crueldad. Pequeño era, pero suficiente, el campo del combate: nadie avanzaba porque nadie huia; y si bien los que caian aumentaban el espacio, obstruian el suelo sus cuerpos, moribundos los más. Espantosa fué la carnicería: preciosas vidas llenas de esperanza fueron allí segadas en flor; y aquellos

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