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campos, enrojecidos con sangre española, poco más de un mes antes. lo fueron de nuevo.

Cejan las fuerzas de Lorenzo, más las detiene, y se sostiene entonces un fuego nutrido y mortífero entre las masas de uno y otro campo, y no el cansancio ni la sangre que se derrama le hacen cesar, sino la noche que acude á cubrir con su velo el teatro de tanta desolacion.

Oráa, en tanto, destinado á flanquear al enemigo pasando el Ega por Santa Cruz, se halló á la media hora de separarse de Lorenzo con un batallon carlista, que fué dificultando su marcha, esperimentando además el obstáculo de hallar el rio invadeable. Cargándole nuevas fuerzas, le obligan á escoger posiciones, en las que continúan persiguiéndole los carlistas, que le acometen por la espalda y el flanco, y le encierran por último en Santa Cruz de Campezu, donde pasó terrible noche, esperando á cada instante ser acometido, por lo cual tomó sobradas precauciones.

Lorenzo se retiró, llevándose trescientos heridos y dejando bastantes muertos. La pérdida de Zumalacarregui, si bien considerable, no fué tanta (1).

(1) No deja de ofrecer interés la siguiente carta que interceptaron los carlistas, y la nota que le sigue, cuya redaccion no pertenece al autor de la carta, sino al que redactaba el p¤riódico oficial de los carlistas; advertencia que debe tenerse en cuenta.

«Amigo mio: el 5 por la mañana salieron de aqui las columnas dirigiéndose por el camino de Mués: la canalla estaba sobre Piedramillera, Mendaza, etc., y tratando los nuestros de flanquearles, se fueron retirando sobre el puente de Arquijas, el que no pudo pasarse por estar obstruido: aquella noche se acamparon en las posiciones que tenian, y creimos que al amane cer lo pasarian, pues no se oyó fuego hasta muy tarde. Aquella misma noche (el 5) entre once y doce trajeron aquí ciento catorce heridos (a) resultado de la accion, entre ellos un comandante, (Alfonso del Infante) y unos once oficiales mas; los escoltaba un batallon de Soria y una mitad de caballería, los cuales recibieron órden à las cuatro de la mañana para hallarse en Arquijas à las ocho en punto, y habiendo salido de aquí à las ocho muy dadas, creimos que el fuego de ayer seria á este batallon, asegurándose que se vió precisado á retirarse sobre Asarta, etc. etc. Es cuanto sé, y cuanto se dice hasta ahora, que son las doce y media de la mañaua. Considere vd. como estaré con los heridos sin proporcion en el hospital, pues, está lleno: est no es vivir. -Adios, amigo, paciencia.-7 de febrero à las doce y media, suyo Leon.»

NOTA. El general de los apuros, el rebelde Oráa, que siempre por alejarse de las balas eli ge un flanco para sus operaciones, durante el combate; y por último se encuentra donde pue de atribuir á milagro su salida, eligió el flanco derecho del puente de Arquijas en la accion del 15 de diciembre, y cuando menos lo pensaba, se vió batido, arrollado y en precision de guarecerse con mil trabajos à la Peña de la Gallina: en la del 5 del actual no le pareció conve niente esponerse á nuevo engallinamiento, y habiéndose encargado del flanco izquierdo, bajo su columna con mucho disimulo por el camino de la Escalera, cerca de Santa Cruz: quiso pa sar por allí el rio, pero rechazado cuantas veces lo intentó, llegó al apuradísimo y vergonzoso caso de no poder regresar á incorporarse con las restantes fuerzas, que ya lloraban en Arquijas el terrible golpe que acababan de recibir. Despavorido y sin aliento, se metió en Santa

(a) Estos heridos son del puente, pues los que resultaron de la columna de Oráa, cerca de Santa Cruz, fueron conducidos á Maestu.

Al dia siguiente de la accion se avistaron ambos combatientes, contemplaron el campo ensangrentado, y á pesar del provocador aspecto de los carlistas, ocupando orgullosos sus bien defendidas posiciones, lorenzo, describiendo un arco por el valle de Berrueza, Aguilar y Genevilla, se incorporó á Oráa en Santa Cruz, y juntos marcharon por Bargota, Torres y Sausol, Los Arcos, Estella y Puente la Reina, pernoctando el 11 en Orol y pueblos inmediatos.

ACCION EN EL PUERTO DE BELATE. SITIO DE CIGA.

CXXXVIII.

Empeñado el carlista en la ocupacion de Elizondo, el coronel Sagastibelza hizo se trasladaran á Irurita las cuatro piezas de artillería para batir al fuerte en la noche del 4 al 5, durante la cual se construyó la batería destinada á los morteros, y se adelantó en la de los obuses. En el nuevo dia se perfeccionó el primero de estos trabajos, y concluidas las comunicaciones y ramales de trinchera que debian cubrir á los carlistas, y colocados estos en los puntos que les estaban designados, marchaban las piezas á ocupar sus puestos, cuando supo Sagastibelza que los liberales estacionados en Villaba habian llegado á Lanz, y se disponian á pasar el puerto de Belate.

Para desembarazarse Sagastibelza y poderse dirigir donde la necesidad reclamase la totalidad de sus fuerzas, dispuso retirar las piezas, municiones y efectos, concentrando los tres batallones que sitiaban á Irurita y Lecaroz.

El aprieto en que los carlistas ponian á esta y otras poblaciones, hizo

Cruz, reunió todas las maderas sueltas que habia en el pueblo, y con ellas cerró sus avenidas; no pareciéndole esto suficiente, hizo parapetos en las calles con colchones, muebles y otros efectos, pero todo fué inútil, porque observando su oficialidad que se habia cerrado y atrancado en su alojamiento, que puso seis centinelas en cada ventana, y aun quiso defender la puerta con una enorme piedra que en su inmediacion sirve de mesa para golpear cañamos, siguieron este brillante ejemplo los restantes jefes y oficiales, todos se cerraron y fortificaron; acopiaron cantos y agua caliente para defenderse desde las casas, y pasaron la noche mas cruel de toda su vida, sin que en medio de tan terribles angustias tuvieran mas consuelo que la esperanza en la llegada de la gruesa columna de Arquijas, la que al fin retirándose vergonzosamente al dia siguiente desde el lugar del combate, se le incorporó á costa de rodeos desconcertados. Estos son los valientes de Isabel II; aquellos cuyo denuedo tanto elogian los papeles del gobierno usurpador: en fin, estos son los que por sus públicas operaciones dan á conocer su verdadero mérito, acreditando à la Europa entera la falsedad de sus partes, y las contínuas victorias con que se coronan de gloria las armas del mejor de los soberanos.

El dia 6 pasaron á las filas del rey nuestro señor un oficial, un sargento y dos soldados de la columna del rebelde Lorenzo.

que Mina aumentando la brigada provisional al mando del coronel Ocaña, saliera de Villaba, como lo efectuó el 6, dia terrible en que el agua, el viento y la niebla apenas les permitian andar. Despues de un pequeño descanso en Lanz, marchó Ocaña al puerto, en cuya formidable posicion le esperaban dos batallones, y despues de un vivísimo fuego se abrió paso con pérdida de dos muertos, ocho heridos y seis contusos. Pernoctó en Berrueta y Onis, y allí pudo averiguar tarde y difícilmente, la posicion de los carlistas: tres batallones le aguardaban en las alturas que domina el camino de Ciga, y otros tres emboscados á la izquierda.

Trató de arrollar á los primeros, y marchar por la montaña á caer sobre Irurita. Para conseguirlo mandó á Azpeitegui con alguna gente á tomar por retaguardia la altura que ocupaba el carlista, y cuando se hallaba á bastante distancia, Ocaña con el resto de la fuerza fué á desalojarlos por el frente, y lo consiguió. Estaba ya casi en la cima de la montaña y los carlistas se retiraban en precipitada fuga, cuando se rehicieron unos cuantos y cargaron impetuosos sobre el batallon que más de cerca los perseguia, obligándole á retroceder en desórden. En esta oportunidad cargaron las demás fuerzas carlistas con decision, tratando de arrollar á otro batallon que se hallaba en segunda línea; pero Ocaña tomó tan acertadas medidas en tan críticos momentos, que se salvaron todos los batallones, aunque con bastante pérdida el de la Guardia, y el segundo del sesto ligero.

Si bien con trabajo, pudo Ocaña reunir la tropa en Ciga, proponiéndose despues del necesario descanso seguir su marcha á todo trance á Elizondo, como así lo avisó á su gobernador para que distrajera por aquella parte á los carlistas.

La empresa, como lo conocia bien Ocaña, era árdua, porque se hallaba completamente rodeado de enemigos, y veia la imposibilidad de seguir adelante, ni retroceder. «Mi posicion, decia el liberal al general en jefe, es sumamente crítica, y espero que considerándola V. E. tal, se servirá dictar las medidas que estime convenientes para sacarme cuanto antes de semejante apuro, que es mayor por la conduccion de los heridos, faltando bagajes y paisanos que los lleven.>>

Acrecia su conflicto, pues cercándole los carlistas, le tenian estrechamente sitiado, y al participarlo así en otra comunicacion, esponiendo hasta la falta de víveres que se iba á hacer sentir, por lo que esperaba un pronto socorro ú órdenes, decia: «En caso de no llegar ni uno ni »otro, obraré segun las circunstancias, abriéndome paso con la bayoneta » Valeroso arranque, digno de quien le hubiera efectuado, pues conocimos la rigidez con que sabia cumplir sus deberes militares, y el valor de quien defendió á la inmortal Zaragoza en sus dos memorables sitios, en

aquella memorable escuela de heroismo donde recibió las primeras lecciones de la guerra.

Mina, al saber con sorpresa, admiracion y sentimiento la situacion de Ocaña, se decidió á salvarle; pero no podia ser esto inmediatamente, y en el ínterin, se estrechaba el cerco, y el carlista llevando alguna artillería, comenzó á disparar granadas y balas rasas, haciendo así más crítica la situacion del liberal.

Ocaña procuraba en tanto sostenerse en Ciga, y trataba de animar á su hueste, que no participaba en general de su valiente resolucion por componerse parte de ella de soldados bisoños. Colocó sus heridos en la iglesia como punto más fuerte y seguro, distribuyó la tropa en las casas, y estableció sus guardias y puestos avanzados para resistir cualquiera invasion. Apoderóse de los víveres que el soldado necesitaba, á lo cual se prestó el vecindario, y tomó en fin una actitud hostil é imponente.

En los dias 7, 8 y 9, estuvo cercado de seis batallones, y el 10 llegaron dos más con Zumalacarregui, y dos compañías de guías. Desde entonces se notó gran movimiento en los carlistas que ocupaban las casas de campo, bordas y paredes inmediatas al pueblo, poniéndose á tiro de pistola. Al amanecer del 11 era mayor el movimiento, y á la mitad del dia comenzaron los disparos de proyectiles contra el pueblo, lo cual causó profunda sorpresa y turbacion en la tropa. Hasta el anochecer sé hicieron ciento seis disparos, que destrozaron algunas casas y mataron un soldado.

Ocaña esperaba el asalto aquella noche, porque no podia menos de entrar en los planes de los carlistas apoderarse de toda una brigada, y justamente la que les habia siempre perjudicado, la Cachetera, llamada así porque solia acudir á decidir las acciones como sucedió en la del Carrascal.

El 12 aparecieron retiradas las piezas, y en todo el dia se sostuvo un vivo fuego de fusil, asestado con especialidad por los carlistas contra la única fuente que habia en el pueblo; pero noticiosos estos de la llegada á Lanz y á Ulzama de las columnas enviadas en auxilio de los sitiados, se retiraron á las once con rapidez y por distintas direcciones á reunirse en el barranco de Ciga, y tomar el camino de Santisteban.

Al notar Ocaña el movimiento de retirada, destacó las compañías de cazadores á reconocer el campo, y formando la brigada, se trasladó con todos los heridos á Elizondo, á donde llegó á las cinco de la tarde del 12.

La pérdida liberal desde la accion del 6 hasta su salida de Ciga, fué de unos noventa hombres entre muertos, heridos y contusos, lamentando Ocaña la de los jefes y oficiales don Francisco Yarto, don Pedro

Rubio, don José Salgado, muerto en los brazos de su hijo, y don Antonio Viluti. Los oficiales don Ignacio Tapia y don Tomás del Prado, con cinco soldados más que cayeron prisioneros fueron fusilados.

El carlista perdió unos cuarenta á cincuenta hombres.

En aquella brigada operaban entonces Clemente, Narvaez, Messina, Serrano, Ros de Olano y otros conocidos generales españoles.

APUROS DE LA BRIGADA PROVISIONAL.

CXXXIX.

El 13 de febrero se hallaba Mina en Lanz, impaciente por no tener seguras noticias de la salida de Ocaña de Ciga y de su llegada á Elizondo. Desde este sitio y en aquel mismo dia participaba el jefe de la brigada provisional al que lo era del ejército, su arribo en la tarde anterior á aquel punto, donde continuaba dando descanso á la tropa y esperando sus órdenes. Le repetia las comunicaciones anteriores en que le daba cuenta de todo lo sucedido, y le hacia saber que, sin caverle la menor duda, los fundidores de los morteros, obuses y cañones, eran un tal Guillen, natural de Baigorri, y un tal Santiago, francés, vecino de Pamplona, y el constructor de moldes uno de Orbaiceta con dos hijos, trabajando todos bajo la direccion de don Vicente Reina, en la ferrería de Donamaria. Que tenian dos obuses y un mortero, y otro de esta clase acabado de fundir en la ferrería de Zumarrista; que habian hecho tres fundiciones de bala de metralla, construido moldes para otro mortero, y obuses iguales á los anteriores, y que procuraban otras obras importantes, sobre las cuales llamaba la atencion de Mina para que procurase su destruccion.

En tanto Ocaña permanecia en las inmediaciones de Elizondo, pero rodeado siempre de carlistas, que, sin separársele, esperaban el menor descuido para echársele encima. Al ver que para sostener la comunicacion con Elizondo habia diseminado alguna fuerza, se prepararon á atacarle en Irurita al amanecer del 25; pero lo supo oportunamente, y se trasladó á Elizondo, donde podria defenderse mejor, imposibilitado de tomar la ofensiva.

Los carlistas se presentaron ante Irurita, inutilizaron los dos molinos y la ermita que domina al pueblo, situándose dos batallones en Lecaroz, otros dos en Irurita, y Guibelalde con uno en Garzain.

En la mañana del 26 salió Ocaña con toda la fuerza disponible á llamar la atencion de los que acampaban en Lecaroz, y ver si podia atraerlos al punto de ataque que les tenia preparado: dióles cara, fogueáronse unos y otros por espacio de una hora en las inmediaciones del pueblo

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