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sin resultado alguno, y retiróse Ocaña con el mayor órden á Elizondo, en donde iban escaseando los víveres, hasta el punto de que el pan empezó á darse solamente á los enfermos.

La situacion se iba haciendo bastante crítica y no ofrecia pronto alivio, pues el número de los carlistas aumentaba, y se disponian á acercar artillería para sitiar formalmente á Elizondo.

Mina, que en su impaciencia solo deseaba triunfos, molestado por la forzosa inaccion de Ocaña le amonestó á que saliera de ella y destruyese al enemigo; dejándose llevar en esto de sus buenos deseos.

Las fuerzas de Ocaña eran inferiores á las contrarias, y estas dominaban al país con noticias exactas de los más pequeños movimientos, al paso que el liberal carecia de datos, por más que quisiera buscarlos y comprarlos á fuerza de oro. Y no era estraño que tal sucediera á Ocaña, pues antes, cuando el carlista tenia menos fuerza y preponderancia en aquel valle, numerosas columnas liberales no pudieron dominarle ni batir á sus ocupadores.

Bien deseaba Ocaña batir al enemigo, pero le era absolutamente imposible, á no tratar de esponer la brigada á un desastre seguro. Superior en piernas y en buenos prácticos el carlista, Ocaña no queria caminar á ciegas. Conocedores del país iban con su brigada, y le decian sin cesar que no tenian sugeto de quien valerse para observar al contrario, así que se limitó á unas salidas á Irizcun para proporcionarse víveres, teniendo siempre encima al enemigo.

En la mañana del 3 de marzo destacó Ocaña las compañías de cazadores á Azpilcueta por víveres, y en tanto que se practicaba esta operacion, mandó que otras de la Guardia Real reconocieran el campo carlista hasta las inmediaciones de Lecaroz, y al ejecutarlo mataron cinco carlistas. Alentadas las tropas con este pequeño triunfo, y regresando con cuarenta vacas las compañías que fueron á Azpilcueta, dispuso el jefe liberal para las dos de la tarde una accion general sobre Lecaroz con toda la fuerza disponible de la brigada y las dos piezas de artillería del fuerte. Al efecto encargó al coronel Mazarredo que, con la poca tropa franca de su cuerpo, los guías y urbanos, llamase la atencion del carlista por la parte de Garzain, mientras Ocaña con Zugarramurdi le atacaba con decision por la de Lecaroz. Los carlistas se replegaron sobre este pueblo, sufrieron algunos disparos de obus, y á poco empezaron á mover sus columnas en diferentes direcciones para arrollar á las liberales. Trabóse entonces el combate con empeño; cargó el carlista con valentía sobre las primeras posiciones, reuniendo las fuerzas de Irurita y Garzain, y la brigada entonces, con el mayor órden, por escalones y disputando el terreno palmo á palmo, se reconcentró á las inmediaciones de Elizondo, á cuyo terreno deseaba atraer á los carlistas. La nochę

TOMO I.

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puso término á una accion que no fué decisiva, contando ambos comba. tientes unos cuarenta hombres fuera de combate.

Estos sucesos en nada mejoraban la situacion de la brigada, que por el contrario, iba haciéndose cada vez más crítica, por ver próximo otro sitio, cuando tan reciente estaba la memoria del de Ciga, y no se habia borrado todavía la impresion causada por el estruendo y esplosion de las granadas y bala rasa en el ánimo de los reclutas.

Pronto se vieron realizados estos temores: al amanecer del 9 presentó el carlista toda su fuerza en los alrededores de Elizondo, encerrando á los liberales en el recinto del pueblo y casas inmediatas. Desde el momento de su aparicion empezaron á disparar granadas con tres obuses, ocupándose al mismo tiempo en construir á toda prisa otras baterías en puntos diferentes. Estrechando cada vez más el sitio, jugaron todas las piezas contra el fuerte y la poblacion, causando gran destrozo en los edificios, varias desgracias en las personas, y poniendo á toda prueba el valor del soldado, ya bastante gastado, logrando la decision de los jefes sostenerle por el honor, único estímulo que podia obrar en tan críticos momentos.

Sin llegar el tan esperado socorro, Ocaña se cansaba en esponer á Mina lo difícil de su situacion, lo inminente de su peligro suplicándo le en vano fuese á Elizondo, principal teatro de la guerra, y oficiaba á Oráa, que estaba en Lizaso, para que adelantara sus fuerzas.

Y tan apurada era efectivamente la situacion de Ocaña, que hasta tuvo que hacer frente al pánico de los habitantes de Elizondo, señaladamente de las mujeres, que hallándose en la iglesia, y cayendo en elta una de las cier. bombas que vendrian á arrojar los sitiadores sobre el pueblo, empezaron á alborotar con desaforados gritos, desalentando á los paisanos, lo cual puso á Ocaña en la terrible precision de hacerlas salir de Elizondo.

Los hechos de la brigada provisional se comprenden desde ahora en los movimientos de Mina, que referimos más adelante.

Los tres batallones que se confiaron á Ocaña en el Baztan para defenderle, no eran bastantes, pues si bien se contaba era liberal la mayoría de los habitantes del valle, eran muy decididos los carlistas, y tenia mucho empeño Zunalacarregui en sostener allí algunas tropas, y ganar algunos puntos.

El Baztan ofrecia recursos al necesitado carlista, á quien importaba poco sacrificar unos pocos de sus soldados á trueque de sostener á varios batallones, y conquistar el concepto de los liberales baztaneses para que no le combatieran al menos, pues contaba conseguir en el Baztan los resultados que obtuvo en los valles de Ayezcoa, Salazar y Roncal. Por esto tuvo tanto empeño en batir á la brigada provisional, cuyo

jefe, combatiendo contra tantos elementos, supo salvarse y salvarla con honra.

Así, pues, no nos parecen, sino que consideramos infundados los cargos que se dirigen á Mina por el redactor de sus Memorias en estas líneas (1).

«Tambien le censuraremos, dice, la blandura con que se condujo en esta ocasion respecto de dos sucesos en los cuales debió de haberse mostrado sumamente riguroso con algunos militares. Primero de los sucesos: apenas llegó á Elizondo en su reciente última salida, debió de haber disuelto la brigada provisional, y reprender con muchísimo calor, si es que no mandaba formar los competentes sumarios, al jefe de ella, y á sus dos ayudantes, que el 5 mandó desde Tafalla con espresas y decisivas órdenes para que la brigada durmiese cuando menos la noche del mismo dia 5 en el pueblo de Olave, para que al dia siguiente entrase con el sol en Elizondo: órdenes fijas, dictadas con mucha prevision. Se faltó al cumplimiento de estas órdenes, y el jefe de la brigada y los dos ayudantes del general debian responder á este cargo, y los tres tambien al otro que dehia hacérseles, de haberse inutilizado, encerrándose en Ciga por comun acuerdo, segun el parte de Ocaña. La primera falta en el cumplimiento de las órdenes del general, fué la principal y acaso única causa del descalabro sufrido en el camino, y la sensible pérdida de los valientes que perecieron en él. »

Si Mina viviera rechazaria estas palabras, pues durante aquellos hechos las desmintió con los suyos. El jefe de la brigada provisional, y sus dos ayudantes Narvaez y Clemente, no solo llenaron cumplidamente sus deberes, sino que colmaron los deseos del general en jefe, segun las gracias y recompensas que merecieron de él posteriormente, así como la confianza que continuó dispensándoles.

SOCORRC Á maestu.

CXL.

Si atencion merecia Elizondo, no la reclamaba menos Maestu, cuya adquisicion importaba igualmente al carlista. Sitiándole ahora con empeño, veia pronto el dia de su rendicion, no venciendo en combate á sus defensores, sino rindiéndoles por el hambre, pues empezaban ya carecer de toda clase de alimento.

á

Para conjurar este peligro, se destinó á la division Oráa, á pesar de que guarnecia á Irurzun, Echarri-Aranaz y Olazagoitia.

Encaminóse el 26 á Maestu, con encargo de recoger las fuerzas que

(1) Tomo V, pág. 129.

hallaria en Salvatierra, procedentes de Vitoria. Quiso impedir su paso la partida del Rojo, y quedó escarmentada.

En Salvatierra recibió órden del comandante general Carratalá para que acudiese á Vitoria, en donde el 3 de marzo se reunió la division de Espartero.

Para hacer más espedita la marcha, se distribuyó á los soldados el tocino, la galleta y el arroz que habian de llevar los bagajes al fuerte de Maestu; pero el agua y las nieves pusieron tan intransitable el camino, que aun sin convoy era embarazosa la marcha.

Espartero quedó en Bersoain y Virga la Mayor, y Oráa llegó al fin á Maestu, con grande alegría de su apurada guarnicion, viendo los auxiliadores compensadas en aquellos momentos todas las penalidades de su empresa.

Oráa y Espartero regresaron el 5 á Vitoria sin el menor tropiezo, ni aun despues de marchar solo el primero á su anterior posicion de Huarte-Araquil y pueblos inmediatos.

Dignas de Oráa eran tales espediciones; mas esta empeoró su herida en el brazo, y cuando se decidió á tomar los baños que le mandaron, se concertó un plan de operaciones sobre el Baztan, para el que se contaba muy principalmente con él, y sacrificó su salud por no faltar á su puesto.

El movimiento al Baztan era importante; así lo conocia Oráa, y si bien aquella campaña debia ser penosa, podia tambien ser decisiva, si el carlista se hallaba en ánimo de reconcentrar allí sus principales fuerzas y presentar formal batalla.

OBSTÁCULOS Á LA MARCHA DE MINA.

CXLI.

Retrocedamos algun tanto para la ilacion de los sucesos.

Mina hacia todo lo que podia. Ocupado principalmente en surtir á Pamplona y al ejército de todo lo necesario, tenia que destinar gruesas columnas á convoyar las remesas de efectos y de dinero, y ocupaba asi algunas brigadas, distinguiéndose por su pericia en estas operaciones el entendido coronel Ocaña, cuya probidad y celo rivalizaba con su patriotismo, como así lo declara el mismo Mina en sus Memorias, citando además á Esain, Clemente, Ros de Olano, Gurrea, Mauri, Narvaez, Echalecu, Navascues y otros.

Digna se hizo tambien en esta ocasion la milicia urbana de los elogios del general en jefe, por los servicios eminentes que prestó á la causa liberal. A esta fuerza cívica entregó Mina la plaza y la ciudadela,

que supo guarnecer y conservar, asegurándole que antes que ceder se sepultaria entre las ruinas del puesto que se le confiaba en defensa del partido que adoptó y del juramento que hiciera.

Uno de los mayores inconvenientes con que tropezaba Mina era la interrupcion de las comunicaciones, tan espeditas para los carlistas. Esta dificultad ocasionaba desórden en las operaciones, que se aumentaba á los ojos del gobierno, pues entendiéndose directamente con él algunos jefes, llegaban á Madrid partes contradictorios. Mina creia, por ejemplo, ocupada la columna de Lorenzo en proteger la marcha de un convoy, y Carratalá hacia presente al ministerio que se hallaba en puntos muy distintos. Recomendaba entonces Llauder á Mina tuviera espeditas las comunicaciones, regularidad en los partes, combinacion en los movimientos, y le hacia cargos que le lastimaban, tanto más, cuanto que notaba que no procedia el ministro con él como ofreciera, y demostrando una rivalidad que no existia de parte de Mina. Pero el secretario de la Guerra pretendia separarle del mando, y ya se lo avisaban á Mina. En contraposicion á esta conducta, los demás secretarios del Despacho lo esperaban todo de Mina y le halagaban.

En su diario de operaciones vemos que, despues de atender à la seguridad de los convoyes y á otros cuidados, dispuso el 13 de enero la salida de todas las tropas á distintos puntos. El 15 llegó Lopez á Pamplona, acompañado de trescientos setenta hombres del regimiento de Castilla, la mayor parte descalzos y medio desnudos, volviendo á salir la escolta que les acompañaba, llevando algun dinero para los lanceros de la Guardia Real.

El 16 participa Mina los movimientos de Lorenzo dos dias antes, en observacion de los carlistas reunidos con la caballería entre Mondragon, Salinas y Arlaban: no podia ir á buscarlos sin caballería, por lo que ordenó á Lopez se le uniese el 15 para emprender la marcha sobre ellos, sino se veia precisado á variar de plan, como sucedió, porque el gobierno ordenó directamente á Lorenzo que una de las divisiones del ejército de Navarra, cubriese la línea derecha del Ebro, desde el punto que el jefe creyese oportuno para llenar el hueco que dejara Latre, quien con su division fué á operar en Castilla con motivo de la insurreccion de Villalobos. Marchó, pues, una division al mando de Seoane, disminuyéndose así las fuerzas del general en jefe, si bien por poco tiempo, pues el 22 se mandó á Seoane contramarchara.

Estaba en Lumbier el 18 Iturralde, reuniendo los dispersos de la accion de Unzu, y dispuso Mina se dirigiese á aquel punto la brigada que estaba en Villaba, de donde salió á las cuatro de la mañana del 19, y llegó á las dos de la tarde á la vista de Lumbier, en cuyas eras vió á los carlistas que se retiraban hácia Domeño, sin que pudiera darles alcance.

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