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Linares desde Sangüesa pasó á Lumbier á reunirse con Ocaña: concertaron algunas operaciones, y despues de breves dias volvió cada uno á sus acantonamientos.

En Madrid se trataba al mismo tiempo de reemplazar á Mina, en lo que tenia empeño el ministro de la Guerra, que pretestando la falta de salud de aquel caudillo, procuraba fundar en ella su separacion. Mina, á quien así se le participaba, y aun por persona del mismo gabinete, contestó con su acostumbrada llaneza, diciendo que no pretestaran la gravedad de su mal para reemplazarle en el mando, sino que dijeran que no era el hombre que les convenia, en lo cual no se ofenderia. «Si en estos últimos dias, añade, no se han dado grandes batallas, tampoco se ha aumentado la faccion, y ha sido batida en todos los encuentros que ha habido en esta provincia, y no creo que el mal espíritu de los pueblos haya crecido..... He dicho á vd. antes de ahora que son necesarios refuerzos, pero efectivos, y no como el del batallon de Castilla, que ha venido en cueros, sin oficiales ni instruccion, y mucha parte sin

armas.>>

Al ministro de la Guerra, decia oficialmente que para acorralar á Zumalacarregui en Navarra, ó empujarle á otro punto cualquiera, sin dejar de perseguirle, se necesitaba que llegasen precisamente á Navarra en todo el mes de febrero, lo más tarde, diez mil hombres nuevos, pero efectivos (1).

(1) Creemos oportuno trascribir las siguientes lineas de las Memorias del general Mina. «Diremos de paso que el general Mina estaba tan admirado de los temores que siempre manifestó el gobierno á las incursiones de los facciosos à Castilla, que si hubiese estado en posicion de perseguirlos, su plan acaso habria sido el de empujar su grueso precisamente à pasar el Ebro en cualquiera direccion, bien asegurado, por el conocimiento que tenia de los elementos de que se componia la facción, de que si una vez abandonaban sus guaridas naturales en el país de su origen, no volverian ȧ ganarlas en masa, sino à la desbandada en desercion, y á las cuatro leguas de la orilla derecha del Ebro ya no habria grupo de faccion, y se terminaba la guerra. Y si nuestro juicio valiese algo en la materia, añadiriamos que esta opinion del general Mina es la que debió haber prevalecido y seguirse en Navarra desde el principio de la sublevacion.

>>Con todo el temor que Zumalacarregui habia sabido inspirar al faccioso navarro, y por más precauciones que tomara y castigos que hiciera, ni todos se decidirian facilmente à separarse un gran trecho de sus propias familias, ni mucho menos avanzarian en país desconocido para ellos y falto de los recursos, que tan abundantes tienen siempre en su suelo nativo. Los navarros fuertes que tiene la faccion y que han servido de base y ejemplo para hacerla numerosa y valiente, son muy viciados en materia de comer y beber, y todo lo sufren sin quejarse, desnudez, porquería, fatigas, males, como no les falte la carne, el pan y el vino. Estos artículos no faltan nunca en Navarra en gran abundancia; los facciosos los encuentran en todas partes, y es la causa poderosa para que se mantengan tenaces en su empresa. Fálteles esta facilidad de adquirir dichos artículos como les sucederia separándose de su propio territorio, cuando menos en los primeros dias de su emigracion, y se les veria volver aislados abandonando á sus jefes, y muchos sus armas; y es muy posible que este solo movimiento retrógrado de las masas fuese suficiente para aniquilar las facciones de las cuatro provincias

Pero Llauder desconfiaba de Mina: le creia más cuidadoso del triunfo de las ideas avanzadas que de terminar la guerra, y solo cuando al recibir el parte oficial de la sublevacion de Cardero en Madrid, puso espontáneamente una nota reprobando con energía aquella insurreccion, se vió que era hombre de órden, recibió mil parabienes, y se confió en él.

Esto no impedia que se creyese comprender mejor la guerra desde el despacho de los ministros que desde el campamento; y entre otras medidas dictadas entonces, resaltaba la tan absurda de declarar en estado de sitio á las cuatro provincias sublevadas. Atónito dejó la órden á Mina, segun él mismo confiesa, porque no podia llevarla á efecto sin un ejército numerosísimo: contemporizó, sin embargo, con aquella disposicion inconcebible é innecesaria, pues demasiado estado de sitio era el

sublevadas, pues lo que pensamos con respecto a los navarros, debemos hacerlo estensivo á los alaveses, guipuzcoanos y vizcainos; porque aunque estos paises carecen de los recursos de Navarra, todo hombre en general tiene el mismo apego á su país natal, y cada uno en su propio terreno vale por muchos distantes de él.

>>Esto lo conoce mejor que nadie, por esperiencia propia de la guerra de la Independencia, el general Mina, y si hemos de juzgar de sus planes por lo que sus amigos hemos oido de su boca, si hubiese llegado el caso de encontrarse con salud y con suficientes medios, su mira principal habria sido la de obligar á los facciosos á cambiar de terreno, sin temor de que con sus incursiones á otros contornos causaran en la monarquía ni al gobierno sino males muy momentáneos; pero le faltaron á la vez la salud y los medios, y además el tiempo. Entretanto no quiso adelantar en esta parte la esposicion de sus ideas, receloso de dispertar temores en el gobierno, que, a juzgar por las medidas que sucesivamente ha ido tomando, hallaba cierta ceguedad en la fuerte conservacion de los puntos del Ebro, para que las facciones no le atravesasen y se viesen siempre obligadas á tener reconcentradas todas sus fuerzas en el limite de las cuatro provincias, creyendo sin duda, que en ellas se consumirian faltos de alimentos: error de que podriamos sacarle desde luego por el conocimiento que tenemos del pais, adquirido en muchos años de observacion, y aun de práctica en el manejo de los negocios públicos, si no fuera porque es materia ajena de los apuntamientos á que debemos concretar nuestros trabajos en este escrito. Advertiremos, no obstante, que la fuerza principal de Zumalacarregui consiste en tener ocupada la Navarra por los navarros mismos, pues estos fuera de la Navarra no serian tan sufridos y constantes en su empresa como en su país, porque no hallarian en otra parte una compensacion à sus penalidades, como aquel les ofrece en la abundancia de toda clase de suministros, á que están acostumbrados. Esta abundancia, que acaso en un siglo no falta en un solo año, es la que fomenta al aumento de indivíduos de la faccion de Navarra, mas principalmente que otra causa alguna. Los facciosos alaveses, guipuzcoanos y vizcainos marcharán en todas ocasiones muy contentos á Navarra; pero los navarros se escusarán siempre que puedan de salir de su provincia, en razon de que en ninguna otra hallarán los regalos que en la suya; y es en nuestro sentir más fácil que Navarra sea el vínculo ȧ donde de todas las provincias de la monarquia vayan å reunirse los facciosos, que el que los navarros hicieran progreso ninguno fuera de su país; y de aquí la consecuencia natural de que no se les debia temer en sus incursiones distantes de su límite natural. Zumalacarregui ha debido penetrarse bien del fondo y justicia de este raciocinio: no le han faltado ocasiones mil para estender sus operaciones mas allá de la base que ha ocupado en ellas sin cesar, pero no es maniobra que le habria producido ningun buen resultado, á pesar de los apoyos que pudieran haberle prestado las bandas de Merino, y antes bien hallaria en ellas su destruccion.>>

de la guerra, y ya el general en jefe estaba revestido de facultades omnímodas; así que solo se estableció en Pamplona un tribunal provisional, compuesto de magistrados de la audiencia territorial y letrados, para que entendiera exclusivamente en las causas de infidencia que no estaban sujetas á la jurisdiccion militar.

Los sucesos en Madrid del 18 de enero y la salida de Llauder del ministerio disiparon la tormenta que se conjuraba contra Mina.

NOTABLE INCIDENTE.

CXLII.

La ferocidad con que se emprendiera el año anterior la guerra, habia hecho que dejaran de respetarse, no solo las mujeres, sino aun las inocentes criaturas que apenas tenian un año.

Hallábase en Villaba con su nodriza una hija de Zumalacarregui, llamada Micaela, que apenas contaba quince meses, cuando el conde Armildez de Toledo, desempeñando el vireinato de Navarra, la condujo en clase de represalia á la inclusa de Pamplona. Ahogó el jefe carlista en silencio este golpe, creyéndole un ultraje á la humanidad, y cuando Mina se encargó del mando, confiado en las relaciones que con él habia tenido estando éste eu Cambó, pues llegó Zumalacarregui hasta ofrecerle el mando del ejército carlista, y en la distincion con que trató á su madre, le escribió el 24 de enero una carta que consideramos oportuno reproducir, porque habremos de remitirnos á este hecho al ocuparnos de otro bastante ruidoso, en el que fué víctima una madre.

«Hace ocho meses, dice, que uno de los antecesores de vd. concibió la baja idea de cautivarme una niña de quince meses que tenia en Villaba al cargo de una nodriza, que tambien fué hecha prisionera, sin duda con el objeto de que el cariño paternal me obligase á retractar de la noble decision con que he jurado combatir por mi rey, ya que los sucesos de las armas se veian desde entonces que lisonjearian tan justa causa. Quizá mi inocente hija hubiera sido bárbaramente asesinada, á no conocer su perseguidor y adictos el mal efecto que debiera causar una conducta tan inhumana, y desde entonces, si bien se la ha cuidado, no por eso se la ha restituido á su padre, ni se la ha puesto en libertad. á ella y á su infeliz nodriza, que en nada pueden ser sensibles ni influir de modo alguno en nuestras contiendas político-militares; al menos el tiempo ha hecho conocer que sin embargo de ser un padre cariñoso, en nada ha alterado mi conducta aquel hecho, más propio de tiempos bárbaros que de los sociales en que vivimos.-Creyendo en vd. sentimien tos más honrosos que los que han manifestado sus antecesores, tanto en este asunto como en otros muchos con que se han hecho acreedores á la pública execracion de este reino, escribo á vd. directamente para que disponga se deje en libertad á mi hija y su nodriza, primeras prisioneras que ha visto el mundo de su edad y circunstancias; ó en caso de no ac

ceder, se acabe con la vida de una inocente que rogará al Dios de los ejércitos en la morada de los justos, me continúe dando la fuerza y voluntad con que me siento para pelear y morir, si fuese necesario, en defensa del mejor de los reyes. Su señora madre de vd. le enterará de que mi conducta para con ella ha sido idéntica á la que espero que vd. me dispense; más si por motivos que nunca justificarán estos hechos, no se accede á una cosa tan justa como indiferente para nuestras contiendas, esté vd. convencido de que no saldré por ello ni un ápice de lo que me dictan mis deberes.-Soy de vd. etc.»

Mina le contestó al momento (1); é informándose del estado de la niña, depositada en la inclusa por disposicion del regente del Consejo de Navarra y subdelegado de policía La Torre de Trasierra, reconvino á la directora por no haberle dado parte, y al ver que la niña era endeble y padecia bastante, hizo que constase así en un certificado, porque no se atribuyese á otra causa su estado de salud.

A los tres ó cuatro dias, el presbítero don Eusebio, hermano de Zumalacarregui, se presentó á recoger la niña, llevando una atenta carta de su reconocido padre, que Mina agradeció, y cumplió en seguida como caballero, aprobando despues la Gobernadora su conducta.

DIFICULTADES PARA SOCORRER LOS FUERTES.

CXLIII.

El tiempo corria y la guerra adelantaba poco. Algunos movimientos bien combinados, algunos amagos de ataque, algunas escaramuzas era todo lo que sucedia. Se atendia esclusivamente á la conduccion de convoyes, y á la no menos importante de abastecer á las guarniciones fortificadas, de las provisiones que con frecuencia necesitaban. Unas veces Maestu, otras Elizondo, Irurzun, Echarri-Aranaz, Olazagoitia, etc.: siempre habia que emplear alguna division en enviar municiones ó víveres, sucediendo á veces que se retardaban estos necesarios socorros, por la interposicion del carlista, ó por el plan de alguna otra operacion, como sucedió á la brigada provisional enviada por Mina á relevar á las guarniciones de los tres últimos fuertes citados, que al marchar Lorenzo, que

(1) «La primera noticia que he tenido de la existencia de la niña de vd. en esta ciudad, es la que me da su carta, que me ha entregado el portador. Ignoro, y ni quiero saber los motivos que hubiesen podido influir en su traslacion desde Villaba; y como yo no hago la guerra á inocentes criaturas, ni la de vd. puede darme garantía ninguna, escusada habria sido la peticion de vd. para dejar libres, tanto á la niña como á su nodriza, à la más leve insinuacion que se me hubiera hecho por ésta ó por los encargados de su custodia, á los cuales no dejaré de hacer un cargo por haberme faltado este aviso. Por el adjunto papel se enterará vd. del estado de salud de la niña y de la nodriza, y cuando quiera puede enviar á quien guste á que se haga cargo de ella, que dejaré marchar sin la menor dificultad.>>

TOMO I.

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debia protegerla, llamando hácia sí la atencion de los carlistas, participó al general en jefe las peligrosas posiciones que ocupaban, y por esto se entorpeció la marcha de la brigada y del convoy, hasta hasta que cambió el enemigo de posiciones. La brigada cumplió su cometido, y el 30 ya estaba de vuelta en Pamplona sin tropiezo.

El 29, seis ó siete batallones carlistas ocupaban á Piedramillera; don Cárlos con los guias á Mendaza: un batallon alavés á Zúñiga y la caballería á Santa Cruz.

SITUACION APURADA DE MINA

CXLIV.

Creciendo de dia en dia los apuros de Mina. y esperando los auxilios que se le prometian y nunca llegaban, supo el 2 de febrero el estado crítico en que se hallaba la guarnicion del fuerte de Elizondo, y mandó con municiones á la brigada provisional, que estaba en Villaba, la cual volvió el 4, segun se le previno, ejecutada la operacion.

Al mismo tiempo vagaba Seoane sin objeto en la línea de Logroño, tomando á su cargo la conduccion de víveres desde aquella ciudad á los fuertes de la izquierda del Ebro; Lorenzo se hallaba en Estella, é iba á reunírsele Lopez; Gurrea estaba en Lerin, avisando que el grueso de los carlistas acampaba en Piedramillera. Así las cosas, salió Mina el 4 de Pamplona con dos compañías de tiradores, doce de flanqueadores de caballería de Isabel II, y sus ayudantes Esain, Clemente, Narvaez, Ros de Olano, Echalecu, etc., pernoctando en Tafalla, y enviando á Agustino á fortificar á Lumbier y á guarnecerlo con trescientos hombres.

El 5 marchó á Caparroso, donde recibió de Seoane y del comandante del fuerte de Lerin noticias de una reñida accion en Maestu; y habiendo sabido antes el nuevo apuro de Elizondo sobre el que cargaba el ejército carlista con bastante fuerza (1), ordenó volviese la brigada provisional, en cuya marcha la seguimos (2).

(1) Dice Mina que supo que el carlista llevaba ademas artillería. Perdónenos le contra- . digamos, pues podemos asegurar que no solo ignoraba entonces que el carlista tuviera tal arma, sino que aun cuando mucho despues le decia Ocaña que le batieron con ella en Ciga. no lo creia, y comunicaciones de aquel jefe hemos visto en que manifestaba conservar pruebas evidentes para que se convencieran de lo que no creian.

La artillería, fué, como ya hemos dicho, la que causó el pavor en los soldados biñosos, basta el punto de abandonar por temor á ella, alguna casa avanzada y prenderla fuego; visto lo cual por Ocaña, amenazó con fusilar al capitan y diezmar á los soldados de la compania sino volvian, y lo hicieron, cumpliendo despues bizarramente.

(2) Véanse los capítulos CXXXIX y CXL.

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