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En Caparroso recogió Mina el convoy de Tudela, y al siguiente dia el 7, entró con él en Pamplona.

Supo aquí el retardo de la salida de la brigada provisional, y se llenó de sentimiento, dice, porque preveia-podemos probar lo contrariolos azares, y sabia los movimientos de Zumalacarregui, que dieron los tristes resultados que se han visto.

Apurada era la situacion de Mina sin poder contar con un soldado para salir de Pamplona, guarnecida por la milicia urbana, cuyos entusiastas indivíduos llevaban cinco dias sin desnudarse. Y aun se decia á Mina desde Madrid:-«Todo desapareceria-se habla de la intriga-si usted pudiese dar en persona un golpe á Zumalacarregui; se salvaba el Estado, y se anonadarian los intrigantes y ambiciosos: urge, urge muchísimo esto, y que vaya vd., aunque sea en litera.»

Don Leon Iriarte, luchando hasta contra el temporal, que era espantoso en nieves, ventiscas y hielos, entró en Elizondo, delirante, y hubieron de meterle en cama al momento.

Echalecu cumplió tambien bizarramente su comision.

El 10 estaba la primera division en Los Arcos; el 11 fué á Villaba en un estado lastimoso y con bastante trabajo á causa del mal tiempo; y la segunda division al mando de Lorenzo pernoctó en Ororbia. Seoane, comandante de la primera division, tuvo que ir enfermo á Pamplona y que atender á su salud.

Mina, á pesar del mal estado de la suya, salió de la capital de Navarra á las seis de la mañana del 12, y se puso á la cabeza de la primera division, á la que arengó, marchando al Baztan, y dando órden á Oráa siguiese por su izquierda el mismo rumbo, y á Linares ocupase el punto de Aoiz, y destacase setecientos hombres á cubrir el de Villaba.

Efecto del temporal y del cansancio tuvieron aquellas tropas, por el pronto, más de mil quinientas bajas. El mismo Lorenzo, tan infatigable siempre, entró tambien en la plaza enfermo, y se quedó en ella.

Con entusiasta patriotismo acompañaron á Mina los urbanos de caballería de Pamplona, mandados por su jefe el subteniente don Nazario, Carriquiri. Las cuatro compañías de sus valientes camaradas permanecieron sobre las armas cubriendo la ciudadela y otros puestos de la plaza.

MOVIMIENTO DE MINA.

CXLV.

El lastimoso estado de la tropa, lo impracticable de los caminos, y crudo temporal, que arreciaba cada vez más, impidieron á Mina pa

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sar el 12 del pueblo de Lanz (1). El 13 recibió noticias más satisfactorias de la brigada provisional, y el 14 se puso en marcha para Elizondo; y no queriendo esponer á sus soldados al difícil paso del puerto de Belate, les ordenó por medio del ayudante Vega que permaneciesen acantonados en Lanz y Lizaso, y él, acompañado de una escolta, subió el puerto con un temporal espantoso, y á las tres y media de la tarde llegó á Elizondo, donde permaneció del 15 al 20.

Zumalacarregui en tanto, reunido con don Cárlos, tomó con algunos batallones el camino de la Burunda, dejando otros en observacion de la brigada provisional.

Lopez y Gurrea escoltaban al mismo tiempo convoyes, y recogian y conducian á Lerin la artillería de la division del primero, que la tenia en Los Arcos; acampando el 21 Lopez en Lerin, Gurrea en Miranda, y la brigada Linares, á quien sucedió en el mando el brigadier don Santiago Mendez Vigo, en Aoiz: Oráa estaba en Lizaso.

Mina hizo salir de Elizondo al jefe de la plana mayor con los tiradores de Isabel II, al mando de Iriarte, en direccion de los Alduides para habilitar el convoy que debia estar allí pronto, por haber dispuesto su traslacion desde Añoa, y al amanecer del 22, marchó el general en jefe á Urtiaga á reunirse con Sanz, entrando á las cinco de la tarde en Pamplona y el convoy á las dos horas, venciendo el obstáculo que presentaban los caminos.

La segunda division marchó á la Burunda á observar á los carlistas y la primera quedó en Villaba. A Estella y su fuerte protegian las divisiones de la Ribera, sin perder á la vez de vista á Zumalacarregui, que amenazaba á Maestu y á Los Arcos.

Respecto á este último punto no se cumplieron estrictamente las órdenes de Mina, como ya veremos más adelante, por lo cual le apesadumbró más su pérdida, y cuando el 2 siguiente llegó á Pamplona la guarnicion que le habia abandonado, puso preso en la ciudadela al comandante, y á los oficiales en las prevenciones

El 26 mandó Mina que la primera division marchase hácia Estella á ponerse en comunicacion con Lopez y Gurrea, para observar á los carlistas que estaban en las Amezcoas; y que la segunda, desde la Burunda, se pusiera á las órdenes del comandante general de las Provincias Vascongadas, y juntos marchasen á socorrer la guarnicion de Maestu que Carratalá presentaba en grande apuro. Para dar auxilio á la briga

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(1) Esta misma fué la causa de la detencion de la salida de Villaba de la brigada provisional, detencion que fanto incomodó á Mina contra su jefe, culpándole de lo que podemos culparle à él.

da provisional previno á Aldama que activase la organizacion de algunos batallones, de que estaba encargado á la raya de Aragon, nada menos que para entrar en Navarra á la mayor brevedad; y despues á Jáuregui que hiciese algun movimiento siguiendo la direccion del rio Bidasoa para ponerse en comunicacion con Ocaña y auxiliarle, pero no se movió á pesar de los oficios que le envió el jefe de la brigada.

Zumalacarregui estaba el 4 de marzo en Urbiola, su caballería en Luquin, dos batallones en Arroniz, uno en Arellano con cincuenta caballos, y entre Los Arcos y Luquin el resto de los carlistas navarros.

Gurrea al mismo tiempo marchaba á la Solana, Lopez estaba en Viana, y Seoane nuevamente enfermo en Sesma.

Don Joaquin Elio se pasó en uno de estos dias á los carlistas, colocándole estos de coronel del octavo batallon de Navarra.

El 6 llegó la primera division á Puente la Reina, reemplazando á su comandante Seoane, cada vez más agravado en su dolencia. Don Félix. Carrera, Lopez y Gurrea observaban á Zumalacarregui que amenazaba á Estella; y Carrera les oficiaba al mismo tiempo para que se dirigieran sobre Oteiro á donde él marchaba á fin de caer juntos sobre Estella; pero al emprender Carrera su movimiento fué atacado por el carlista, le hizo frente, sostuvo la accion con valentía, y retrocedió el enemigo con bastante pérdida, dejando unos sesenta heridos en Mendigorría, que los liberales respetaron. Carrera tuvo sobre setenta bajas, contándose entre los heridos de consideracion el coronel don Santos San Miguel, y el comandante Santiago. Si Lopez y Gurrea hubieran llegado media hora antes al campo de batalla, otro hubiera podido ser el resultado.

En tanto crecian los apuros de la brigada provisional, y Mina volvió á salir de Pamplona con ochocientos hombres, dejando órden á Oráa para que le siguiese, y á Mendez Vigo que moviese su brigada desde Aoiz hácia Zubiri. El general en jefe tuvo avisos confidenciales y positivos de que Zumalacarregui con tres batallones y cuatro más que le seguian queria ganar los puertos para impedir el socorro de Elizondo.

A las dos llegó Mina á Lizaso, y aquí se le unió Oráa, que tuvo aquella tarde un pequeño encuentro con Zumalacarregui en Ilarregui.

Despues de mandar á Vigo que pasase á Lanz, que Carrera marchase en la misma direccion que el general en jefe y se fijase en Lizaso, siguió Mina su movimiento, previniendo á Gurrea hiciese lo propio.

Este movimiento fué acertado y destruyó el principal proyecto de Zumalacarregui, porque los liberales se le anticiparon en ocupar los puertos.

ACCION DE LARRAINZAR.

CXLVI.

Era el constante cuidado de Mina salvar á Elizondo y á ello se dirigieron todos sus esfuerzos. Zumalacarregui trataba de estorbarlo, y para ello le ayudaba el temporal de nieves y lluvias que ponian intransitables los caminos.

Zumalacarregui á la vista de Mina, creyó poder batirle con ventaja, y procuró hacerlo entre Ilarregui y Larrainzar, en cuyo monte colocó su reserva. Mina marchó á él, pero vaciló al descubrir lo importante de las posiciones que ocupaba, y notando Zumalacarregui la incertidumbre de su enemigo, la tuvo por buen presagio, y como hay circunstancias en que la oportuna celeridad es un triunfo, resolvió el combate, que mando comenzar por el flanco izquierdo.

Con valor se resistieron los soldados de la reina, y hasta dispersaron las guerrillas que defendian las posiciones de la izquierda, con lo cual se alentaron; más al ver Zumalacarregui retroceder á sus cazadores, fué á ellos, arengó á los fugitivos, y en breve repararon su falta con heróico valor, y á costa de su sangre.

Mina necesitaba de colosales esfuerzos, no tanto por la valerosa porfía del enemigo, cuanto por habérsele presentado á su espalda una columna que envió Zumalacarregui para cortarle la retirada que creyó emprendería hacia Pamplona. De repente se vió Mina atacado por aquellas nuevas tropas, que batian con descargas cerradas á la caballería. Esto produjo el mayor desaliento en los soldados. Entre dos fuegos, próximo estuvo á caer prisionero su general, á pesar de haber acudido Oráa en su auxilio, y empleado uno y otro su valor é inteligencia. Pero era inútil, y se apeló á la astucia, único puerto de salvacion que Mina creyó le quedaba.

Suplantando diestramente la firma de Zumalacarregui, fingió una comunicacion en la que mandaba á Elío, jefe de la columna que batia por la retaguardia, ejecutara un movimiento favorable á los liberales. Elío obedeció la supuesta órden, y dejó á Mina espedito el paso para el Baztan, al que seguramente no hubiera llegado sin aquel subterfugio, que se ha procurado ocultar. Lícito es en la guerra; pero para apreciar el resultado de una accion, no deben concederse los laureles de una victoria al que no la consigue: conseguirla por ardid es lícito, repetimos, más no glorioso.

Cerca de trescientos hombres entre muertos y heridos perdió Mina, no llegando á doscientos la pérdida de los carlistas, superiores en número.

Entre los heridos se contó Mina, que recibió un balazo en el hombro izquierdo, el cual sin internar mucho, le hizo perder bastante sangre (1).

Sin detenerse siguió su marcha al Baztan, y á las cuatro de la mañana del 13 entró en Elizondo, con grande júbilo de sus habitantes y guarnicion

Zumalacarregui desde el campo de batalla se trasladó á Oroquieta, estendiendo sus tropas por todo el valle de Ulzama, para que descansaran, y reuniéndolas el 14 corrió hacia el Araquil, pasó la derecha de este rio, destruyó los puentes de Izurdiaga, Irurzůn y Erroz, dejando en aquellos puntos algunas tropas, y marchó á Echarri-Aranaz.

Ulibarrena en el camino de Donamaria, atacó, rechazó y dispersó á un batallon carlista; y al entrar ya de noche en el pueblo de Legasa la division Oráa, se encontró una partida de tiradores que iba de vanguardia con otra carlista, que llevaba municiones á Zumalacarregui, las cuales quedaron en poder de los tiradores.

SUCESOS DE LECAROZ Y SUS JUICIOS.

CXLVII.

Lopez, despues de marchar á las cercanías de Pamplona, volvió á la Ribera; y Mina al saber que los carlistas eran dueños de Donamaría y Santisteban, marchó en su busca con la brigada provisional, no encontrándolos porque se habian retirado.

A su paso hizo Mina quemar la ferrería del liberal Goicochea y Latiegui, que residia en Pamplona, por construirse en ella cañones; y procuró averiguar el paradero de las piezas que escondieron los carlistas. Los vecinos de Lecaroz, afectos á don Cárlos, é irreconciliables enemigos de los liberales, fueron quintados, si bien no se fusiló á todos los que cupo la fatal suerte, y el pueblo mandado incendiar, quemándose solo una veintena de casas.

Este acontecimiento, presentado aun en el dia con marcada pasion de partido, le desfigura cada uno á su favor. Formado tenemos ya sobre él nuestro juicio; pero por si alguno le creyese parcial, prescindimos de él, y vamos á oir al autor del hecho y al partido que le sufrió: vamos á esponer la historia del acontecimiento, las reflexiones so.

(1) Sin embargo de que la bala debió llegar algo fria, atravesó tres dobles de la esclavina de la capa, la levita, chaleco, camisa, y se quedó entre el cuero y la chaqueta de franela, por cuya manga cayó en la noche al tiempo do mudarse..... creyó la tenia penetrada en el hombro.» Memorias de Mina.

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