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Unas tres horas pasaron cuando Zumalacarregui supo su fuga, y destacó al instante alguna caballería en su persecucion, que logró apresar algunos de los rezagados, con los que volvieron ya de mañana.

Zumalacarregui se apoderó en seguida del hospital, en el que se encontró cerca de doscientos hombres entre enfermos y heridos, y entre ellos varios oficiales, los que dispuso se trasladaran á otros alojamientos más cómodos, y se les asistiera cuidadosamente. Halló además todo el vestuario del regimiento infantería de Soria; porcion de pantalones sin usar; fusiles, cajones de cartuchos, de sables y de otros pertrechos, y abundante botin de municiones de boca y guerra.

Algunos de los heridos y enfermos tomaron partido por don Carlos, y Zumalacarregui, queriendo escederse en generosidad, dejó recomendados á un coronel comandante y seis oficiales heridos, consecuentes con su juramento, y con órden de ser trasladados á Viana donde estaban sus compañeros, así que fuesen curados.

Con la misma imparcialidad con que hemos juzgado el indigno tratamiento de las desgraciadas de Villafranca, con la misma elogiamos este honroso paréntesis á las represalias. Y no se crea que obraba por otro impulso, no se crea que temia, porque á la vez que obedeciendo á los sentimientos de su alma daba vida y libertad á jefes enemigos, hacia fusilar al teniente coronel don José Echeverría, al teniente don Fermin Alzaga y á once indivíduos de tropa, hechos prisioneros con las armas en la mano, en la huida á Lerin.

Al gozo de Zumalacarregui por su triunfo, se añadió el de la presencia de don Carlos, que desde Zúñiga se trasladó á Los Arcos, donde fué victoreado por sus soldados y recibido á la puerta de la iglesia por el cabildo eclesiástico, con palio y capa pluvial, asistiendo á un solemne Te Deum. Por la noche fué á Ubago, y al dia siguiente volvió á Zúñiga. A lcs pocos dias marcharon las tropas á Cirauqui (1).

El comandante liberal de la guarnicion de Los Arcos y los oficiales, fueron arrestados por Mina, como dijimos.

ACCION DE LARRAGA.

CXLIX.

Carrera, con Lopez y Gurrea, trataba de concertar un movimiento

(1) Por este tiempo se sentenció el proceso contra Zabala y Valdespina, y sabiendo sus perseguidores su enemistad con Zumalacarregui, se los enviaron para que diera buena cuenta de ellos; pero superior el caudillo carlista á tan miserable venganza, se acordó solo de los servicios que habian prestado á la causa, y abogó por ellos en la enérgica y sentida esposicion que damos á luz por primera vez en el documento número 71.

para batir á Zumalacarregui que se hallaba en Cirauqui y sus inmediaciones, con objeto de marchar al Baztan para proteger las operaciones por aquella parte. Disponíase en la mañana del 8 de marzo á dejar á Cirauqui, cuando por avisos que recibió, y por oficios interceptados, supo el plan de los contrarios, y que una de sus columnas salió de Puente la Reina, tomando el camino de Mendigorría. Inmediatamente hizo salir para el puente de este nombre á los batallones y caballería, que al llegar observaron que el enemigo caminaba aceleradamente para Larraga.

Carrera, con las debidas precauciones, dispuso pasara un destacacamento á la orilla derecha del Arga para observar las intenciones del carlista, que suponia fuesen las de impedirle el paso del puente, é impedir tambien la reunion de Lopez y Gurrea con Carrera. Mas al ver avanzar á los carlistas aceleradamente hácia Mendigorría, retrocedió, no creyendo poder sostener ventajosamente el honor de sus armas, y cambió de direccion, encaminándose á Larraga, sin atreverse á ir á Oteiza, punto que más le convenia, por tener que invertir hora y media en atravesar una llanura, hallándose sin caballería.

La de los carlistas, al observar la retirada de Carrera, corrió á pasar el rio para cargar á la retaguardia; lo cual visto por el jefe de la reina, escalonó su gente por batallones, y desplegó los cazadores á ambos lados del camino, al abrigo de unos viñedos.

El enemigo presentó solo su caballería, que cargó valiente, pero sostuvo y rechazó la carga el fuego de las guerrillas, se atemorizaron los jinetes, y en vano el ayudante general de estado mayor don Carlos Vargas les alentaba con su ejemplo, tratando de infundirles el valeroso entusiasmo que sentia; cayó herido y por poco no fué presa de sus adversarios.

Carrera, aprovechando el respiro que le daba la llegada de la infantería carlista, ganó el puente de Larraga, y formó en seguida tres batallones en batalla, dejando otros de reserva y estendiendo en guerrilla algunas compañías.

No agradó á Zumalacarregui la posicion en que vió á sus contrarios, máxime estando invadeable el Arga; pero le parecia vergonzoso retroceder, y emprendió resueltamente el ataque contra el puente. En él halló una decidida resistencia que superó á la tenaz acometida, á pesar de ser hecha por los valientes batallones de guias, primero, segundo y tercero de Navarra.

Herido en su orgullo Zumalacarregui al ver burlado su empeño, él mismo se puso á la cabeza para forzar el puente, y dar á sus soldados el ejemplo de Napoleon I en Lodi y Arcole. Su arrojo, empero, no produjo iguales resultados, sino el triste de la pérdida de algunos de los valientes oficiales que seguian al caudillo carlista, quien espuso su vida á un

peligro inminente, que calificaron algunos de imprudente temeridad. Pero aun seguia obstinado Zumalacarregui en conquistar la victoria, ganando una accion que duraba ya tres horas, cuando vió que acudian Lopez y Gurrea, y conoció la inutilidad de seguir contra tan poderoso refuerzo. Sobrevenia tambien la noche, y se retiró á Cirauqui, conduciendo más de doscientos heridos y dejando considerable número de muertos en el campo. Los liberales contaron más de cien bajas entre muertos y heridos, hallándose entre estos últimos don Santos San Miguel.

EL BAZTAN.

CL.

La espedicion y operaciones del Baztan fueron una verdadera é importante campaña, aplaudida por unos y censurada por otros.

A liberales y carlistas importaba sobremanera dominar en aquel fértil valle y en las montañas que le rodean. Los primeros tenian un fuerte y guarnicion en Elizondo, que es la capital del Baztan, y los segundos podian, ocupándole, tener espedita su comunicacion con Francia, y carecer así menos de lo que tanto necesitaban. El liberal, arrojando de allí á su enemigo, le privaba de importantes recursos, y el carlista, dueño del valle, interesaria en su favor á la mayoría de sus habitantes, de opiniones contrarias. Por esto crecia el empeño de unos y otros.

Pero conozcamos el Baztan, cuyo suelo enrojeció la sangre de españoles.

En la provincia de Navarra y entre Pamplona y Francia, pues se presenta como término divisorio, se halla el pintoresco y fértil valle del Baztan (1), de siete leguas de longitud, con siete mil seiscientas ochenta y dos almas, comprendiendo en su radio los pueblos de Almandoz, Berrueta, Aniz, Ciga, Oronoz, Arrayoz, Irurita, Garzain, Lecaroz, Elizondo, Elbetea, Arizcun, Errazu y Azpilcueta, cuya contigüidad y de sus barrios les dan el aspecto de una no interrumpida poblacion de bellísima perspectiva.

la

Es preciso haber visitado las Provincias Vascongadas para comprender la hermosura de estos valles, siempre verdes, rodeados de montes Ꭹ cordilleras, con abundantes fuentes y vistosas cascadas, sembrado todo el terreno de blancos caseríos, que parecen enhiestadas azucenas en

(1) La palabra Baztan se cree una degeneracion de Batnaz, que en el idioma del país significa soy uno.

un un campo de esmeralda; por todas partes arroyos, riachuelos, caminos tortuosos y pintorescos, una vegetacion lozana y una temperatura jamás fria ni ardorosa. El caudaloso Baztan-Zubi 6 Bidasoa, cruza tambien aquel hermoso valle, que sus laboriosos habitantes cultivan con el mayor esmero y tienen poblado de rebaños.

Así tienen los baztaneses tanto apego á su país. Son patriarcales sus costumbres; pacíficos, atentos, dóciles, aplicados y religiosos: reinan allí la moralidad y la honradez, y por consecuencia la union, que hace de todos los habitantes del valle una familia, y casi lo son, pues todos los matrimonios se celebran entre ellos, y se va estendiendo sobremanera el parentesco, y ensanchando el círculo de cada familia.

Frugales en su comida y dulces en su trato, ejercen la hospitalidad con esa generosidad de nuestros antiguos. Aficionados como todos los vascongados al juego de pelota y al zorcico, adquieren en sus rápidas evoluciones y en el ejercicio de la fuerza, esa agilidad y fortaleza que les distingue en la guerra, haciéndoles en ella tan temibles como son queridos en la paz.

Los fueros de este valle le constituian en una bien organizada república, que con el tiempo fué degenerando, y los mismos habitantes les fueron sucesivamente modificando en todo lo que les servia de obstáculo, haciéndoles ver la esperiencia la necesidad y conveniencia de la reforma; pero conservando siempre como inalterable la base de su gobierno, y sin la que desapareceria el Baztan, cual es la unidad del valle en sus prácticas constantes de administracion; un alcalde para los catorce pueblos, una sola tesorería, un solo ayuntamiento y la comunidad de pastos. Regíanse y aun se rigen, por unas ordenanzas propuestas por la junta general, despues de oir á los vecinos más ilustrados, y aprobadas por el Real y Supremo Consejo de Navarra. Hasta la guerra contra Bonaparte, el cargo de alcalde que siempre recaia en personas de distincion y propietarios en el país, era trienal, y nombrado por el virey á propuesta en terna de todos los propietarios del valle. Obtenido el títu lo, despachado por el virey, ejercia la jurisdiccion civil y criminal, y asesorado imponia hasta la pena de azotes, y terminaba todos los negocios en primera instancia: era y es ejecutor de las órdenes superiores que se le comunicaban, y aun de las resoluciones de la junta general. Como se hallaba revestido del título de capitan á guerra, mandaba á todos los vecinos armados, quienes estaban obligados á tener un fusil ó escopeta de calibre de bala, y en el dia que señalaba pasaba revista á más de ochocientos baztaneses. En la guerra, como en la paz, prestaban muy buenos servicios, y eran vigilantes centinelas que custodiaban el territorio español contra las invasiones de los franceses. Esta medida política dió siempre buenos resultados, porque los baztaneses jamás

abusaron de este privilegio que tanto los honraba, y solo lo ejercian ́ cuando habia necesidad, por exigirlo el bien entendido patriotismo, y la defensa propia de un indivíduo que se veia acometido injustamente en caseríos aislados. Todo lo que en esta institucion habia de ventajoso, ya no existe por desgracia.

El valle del Baztan, teatro desde lo antiguo de sangrientas luchas y de desolacion, habiendo sido varias veces arrasados sus pueblos, lo era ahora de una guerra no menos sangrienta y asoladora, estando divididos los baztaneses, pues unos aclamaban á Isabel II, y otros á Cárlos V, cruzándose entre amigos y entre parientes las armas fratricidas, y regando el mismo pueblo de su nacimiento la sangre de los contrarios combatientes.

Lisonjeado Zumalacarregui con que se apoderaria de Elizondo, sitiándole formalmente, lo hizo; y conociendo Mina lo importante de su salvacion, la procuró y la consiguió como hemos visto.

MOVIMIENTOS Y OPERACIONES.

CLI.

Entre las divisiones que tomaron parte en aquella campaña, distinguióse tambien la de Oráa, que en un principio, y al mismo tiempo que Jáuregui, obedeciendo á Mina, marchaba por el Bidasoa á desalojar á los carlistas de Lecaroz, Arrayoz, Irurita, Garzain é inmediaciones. Oráa debia ejecutar un falso movimiento sobre Abarzuza, ó Salinas de Oro, para que los carlistas despejasen las posiciones que ocupaban y concentraran sus fuerzas, marchando luego sobre Lizaso ó Larrainzar, para estar más cerca de Elizondo.

El 11 se dirigió Oráa por el valle de Ulzama á Lizaso, desde donde envió á la brigada Barrena á Anza, corriéndose él con la de Quiñones á Elzaburu. Los carlistas bajaban desfilando al mismo tiempo por el camino de Beunza hácia Ilarregui. Oráa destacó entonces dos compañías de cazadores con una veintena de caballos á reconocer el bosque inmediato, y apoderarse de la elevada montaña al Norte de ambos pueblos. Avisó además á Mina, y aunque se dispuso á sostener el combate, no le aceptaron los carlistas como creia, sino que ocultando su verdadera intencion con simulados movimientos, acometieron cuando Oráa retiraba su flanco izquierdo. Al oir el fuego de sus cazadores, acudió á sostener el repentino choque del enemigo; teniendo que sostener otro la segunda division, cuando iba á unirse con Oráa en cumplimiento de su órden, como lo verificó.

Ambos encuentros fueron casi insignificantes en objeto y en resul

TOMO I.

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