Imágenes de páginas
PDF
EPUB

dia, que fué autorizado por los jefes cristinos, que no hubo en aquella manada de tigres quien se apiadara de tantos desgraciados: ellos os manifestarán la sangre inocente que manchó las casas y las calles de ambas poblaciones, el techo hospitalario que cubria los moribundos, y el lugar donde reposando sus restos mortales, advierten con voz muda y elocuente á Navarra, á España y á la Europa que todo lo deben temer de estos modernos vándalos.

>>Que no hablen, pues, de justicia, de humanidad, de filantropía; estas hermosas voces se hallan sí en sus labios, pero los seres morales que las representan están lejos de su corazon: que no calumnien á unos enemigos dignos de luchar con antagonistas más generosos; que no profanen nombres santos, augustos y estimables, proclamándose defensores de la religion, de la legitimidad y de la civilizacion. Estas hermosas causas no se defienden con crímenes; si conservan algun amor á su país, dejen de oponer obstáculos á su felicidad impidiendo toda mejora. Del mismo modo que el agua más pura careciendo de color parece siempre tomarlo del vaso que la contiene, del mismo cuantas variaciones, cuantas reformas, cuantas medidas presenten serán miradas como impías, revolucionarias y bárbaras por el pueblo español. Este por su sensatez y sus virtudes, es digno de mejores legisladores; y si la divina Providencia, apiadándose de su largo sufrimiento nos concede la victoria; si triunfamos los que seguimos la opinion de nuestros compatriotas; los que no hemos abandonado á nuestro príncipe legítimo; los que arrostramos el destierro, la espatriacion, el hambre, la desnudez y la muerle; los que soportamos, en fin, con resignacion el odio injusto de la Europa que no nos conoce y pronuncia sin oirnos, entonces convendrá ésta en su injusticia, entonces probará que no somos enemigos de las reformas útiles, y entonces verá demostrado que la España no ha podido ser feliz, que la Europa no ha podi lo mantener con ella relaciones estables, sino dominándola nuestros principios.>>

ACCION DE ARRONIZ.

CLVII.

A fin de aumentar el ejército del Norte, pasó el Ebro el general Aldama al frente de una division, que reforzada con la de Carrera, se dirigió á la aislada montaña de Montejurra, que parece el puesto avanzado de las que rodean á Estella.

Zumalacarregui, con ocho batallones, fué á buscar al mismo tiempo su caballería al valle de Ega, y supo allí el movimiento de Aldama. Nuevo éste en las Provincias, creyó fácil obtener sobre él las ventajas que el conocimiento del terreno le daban, y deseó medir con él sus armas. Dirigióse en su busca, y marchando Zumalacarregui el primero, descubrió desde una eminencia del camino de Luquin á Arroniz, á la division liberal, que acababa de llegar á las inmediaciones del segundo pueblo.

Aldama ignoraba la situacion de los carlistas, porque además de ser escasos sus espías, lo eran más bien del enemigo: así que sus noticias eran inexactas, y á veces pérfidas. Esto sin duda indujo á Aldama á estar siempre alerta, y valióle mucho en esta ocasion aquella vigilancia que jamás debe abandonar el buen militar, y que tan terribles consecuencias atrajo, como hemos visto, á los que la descuidaron.

Zumalacarregui en cuanto divisó á su enemigo creyó asegurada su presa; apeóse y mandó hacer alto á la tropa, sentarse y guardar silencio. El caudillo carlista esperaba que Aldama diera descanso á su gente, y como parecia natural, la mandara formar pabellones. Pero no se entregaba el liberal á tan ciega confianza en aquel terreno: propúsose dar descanso á sus soldados, mas para que fuera tranquilo, envió á reconocer las cumbres vecinas, y descubiertos entonces los carlistas, tuvieron que dar la cara, y se comenzó el tiroteo á la mitad de la tarde del 29 de

marzo.

No satisfizo á Aldama la aparicion del enemigo, porque conocia la desventajosa posicion que ocupaban sus tropas; pero no siendo tiempo de retroceder, mandó que la primera division, contramarchando por hatallones, se posesionase de la cordillera derecha; la brigada, de la ermita de Arroniz, y una compañía seguida de dos batallones, tomara ó reconociese por lo menos la altura de la izquierda.

Zuinalacarregui combinó su plan en oposicion al de su contrario: él tenia que defender aquellas alturas, y que batir en ellas á los liberales. Estos debian conquistarlas á los carlistas y derrotarlos en ellas.

Así lo comprendian unos y otros á juzgar por el mortífero fuego que se hacian, por el empeño que manifestaban en descender los carlistas, en subir los liberales. Ambos conseguian su intento, pero por breves instantes. Si dos batallones navarros flaqueaban, acudian Sanz y Gonzalez del Campillo y hacian retroceder á los que empezaban á cantar victoria. Repléganse al fin estos á su reserva, estimúlase con esta ventaja el valor de sus enemigos, y se les ve luego adelantarse para doblar y envolver la izquierda de la línea de Aldama. Pero hay allí un batallon de la Guardia y varias compañías ligeras que reciben el ataque serenas, y le rechazan valientes, con lo cual, herido el amor propio de Zumalacarregui, hace bajar de Montejurra á algunos batallones para decidir la accion, como lo hubiera quizás conseguido á no acudir la brigada de Ribcro, de solos tres batallones, que en marcha para Estella oyó tiros hácia Arroniz, retrocedió dirigiéndose a donde cada vez oia un fuego más empeñado, y comprendiendo que la posicion de la ermita era dominante, corrió á ella, vió en su marcha la crítica situacion de Aldama, se encontró en la meseta de la altura ocho batallones enemigos, disputando estos unos laureles que creian seguros, redoblan su empeño; pero una

brillante carga á la bayoneta, que dirigió Ribero amparado por los fuegos de la artillería, obtuvo el éxito más completo, batiendo y arrojando á los carlistas no solo de su primera posicion, sino tambien de otras, donde procuraron, aunque en vano rehacerse y resistir con teson, porque la segunda brigada en apoyo de Ribero hizo marchar adelante un batallon por las alturas de Arellano, para envolver su flanco.

Desde entonces pudieron cantar su triunfo los liberales, si bien á mucha costa, pues pasaban de trescientos los heridos, en cuyo número se contaba el general Aldama. En el campo quedaron unos ochenta muertos.

Ribero, á quien tanto se debió en esta accion, conquistó en ella la cruz laureada de San Fernando.

La pérdida de los carlistas se equilibró con la de sus contrarios; pero hubiera sido mayor, si la noche no hubiera puesto término á la pelea, pues aun quedaban á los liberales fuerzas de refresco, y los carlistas carecian de artillería, la cual jugó en aquella accion un papel importante.

Zumalacarregui no se creyó derrotado, y al amanecer del siguiente dia ocupaba las mismas posiciones de que habia sido desalojado, retirándose su enemigo. ¡Para esto se derramaba tanta sangre!

Aldama no creyó prudente volver á conquistar con las bayonetas y la sangre de sus valientes aquellas escogidas alturas. Embarazado además con los heridos, obró cuerdamente, retirándose sin ser hostilizado hácia Sesma y Lerin, marchando triste por tantos beneméritos soldados, cuyo sacrificio era digno de decisivo resultado, y por comprender, sin duda, que no obró cual debia haber obrado. Los carlistas ocuparon á Arroniz.

VIZCAYA Y OTROS FUNTOS.

CLVIII.

Zumalacarregui varió algunos cargos, volviendo á Eraso á la comandancia general de Vizcaya, y á Gibelalde á la de Guipúzcoa.

Las fuerzas que mandaba se encontraban ya en un estado sobresaliente por su disciplina, equipo y valor. Pero si pada dejaba que desear el soldado, faltaba mucho á los jefes para dar con su ejemplo lecciones de union y de entusiasmo. Enemistados unos con otros, perjudicaron muchas veces á la causa que todos defendian. No dejaban, sin embar go, de operar y conseguir triunfos de importancia. Hacian escursiones á Castilla, dirigiéndose unos al Ebro y á la costa de Santander otros, distrayendo todos la atencion de sus enemigos, cansándoles y animando el espíritu de los pueblos que les eran adictos.

Espartero, uno de los jefes más activos, se cuidaba entonces mucho de custodiar los convoyes de Vitoria á Bilbao, y vice-versa. Tenia á veces serios choques con los carlistas; pero en todo el mes de febrero y hasta el 28 de marzo no tuvo encuentro de consideracion para sus armas. El citado dia 28, mandó la accion de Miravalles, contra cuatro batallones carlistas, causándoles bastantes muertos.

Fuera por castigar á los atrevidos y hostiles habitantes de Luyando, ó por vengar el intentado asesinato en su persona, mandó Espartero incendiar algunas casas de dicha poblacion.

De tales actos se vengaban los carlistas por los mismos medios; pero no podian escederse, porque recaia frecuentemente la represalia sobre sus mismos amigos.

Eraso, reuniendo fuerzas en las inmediaciones de Bilbao, bloqueaba esta plaza, y ansiaba obtener un triunfo valioso, que atemorizase á sus habitantes. Eran los primeros dias de marzo, y el bloqueo se iba estrechando: los caminos estaban llenos de partidas considerables, que interceptaban los artículos que iban á la plaza, precisando á veces á su gobernador á tener que enviar una columua que protegiera su paso, como sucedió para salvar una conduccion de pan elaborado en los molinos que se encuentran hácia la parte de Villaro, la cual amenazada por los carlistas, fué salvada por una columna liberal, sosteniendo una ligera

escaramuza.

La decision que cada dia mostraban los bloqueadores, obligó á don Miguel Arechavala, gobernador á la sazon de Bilbao, á ponerse en estado de defensa, señalando á varios jefes los puntos que se encomendaban á su mando, dándoles precisas y terminantes prevenciones, y arengando á los soldados para infundirles el espíritu de que se sentia animado. Colocado cada uno en su puesto, se reservó para sí el del fuerte de Larrinaga, el más central de la línea y el de mayor importancia, atacado como se veia por los carlistas.

El 6 de marzo sabe Eraso que Espartero pasaba á Vitoria á marchas forzadas para protejer á Maestu, dejando en Orduña mil ochocientos hombres mandados por Latre é Iriarte; y con objeto de llamar la atencion, cayó de noche desde Arratia sobre Orduña. El ataque era á la guarnicion de un pequeño fuerte que defendian antes diez y siete hombres, y el 7 se aumentaron veintiuno más, para que pudieran cumplir mejor su mision, que no era otra que la de protejer los molinos harineros de la villa, que distaba un cuarto de legua. Eraso se presentó con superioridad de fuerzas, y un cañon, que aproximaron cuatro yuntas de bueyes. La segunda compañía de guías se dirigió por la izquierda del rio Ibaizabal, y la primera y el tercer batallon por el camino real, con órden de acercarse todo lo posible al edificio.

Imponíales á sus defensores el cañon, y creyendo no poderle resistir, abandonaron el objeto de su defensa, que ocuparon al momento los carlistas, cortándoles luego y haciéndoles prisioneros, á escepcion de uno que se arrojó al rio y permaneció en él oculto hasta el dia siguiente, en que se salvó.

Los treinta y siete prisioneros fueron fusilados en el mismo paseo de Miraflores, en represalia, segun dijo Eraso, del fusilamiento de tres heridos prisioneros.

La guarnicion de Bilbao, á cuya vista se inmolaron tantas víctimas. no pudo evitarlas por más que lo intentó; como tampoco el incendio de algunos edificios, de donde antes sacaron los carlistas gran cantidad de víveres. Volvió Eraso á los mismos acantonamientos, haciendo antes frente y obligando á guarecerse en la plaza á una columna de doscientos hombres con un cañon de á cuatro, y á las compañías de cazadores de los urbanos, que formaron las guerrillas flanqueadoras para proteger la marcha de aquella fuerza auxiliadora, que debió haber sido mayor para poder acometer al considerable número de las que se le opusieron, pues Eraso desplegó un verdadero lujo de fuerza. A pesar de ella, no se atrevió á provocar más de veras á los de la plaza, y se contentó con su fácil triunfo, que solo le costó una docena de hombres.

Lo mismo que lograba Eraso acantonado en las inmediaciones de Bilbao, lo conseguian las partidas sueltas que ya conocemos, destinadas á bloquear las guarniciones de los fuertes, y aun poblaciones como San Sebastian, Estella, Salvatierra y otras. Aumentábase así su gente, y se disminuia la de sus enemigos, ya matando, ó más bien cazando al que se descuidaba, ya seduciendo á los soldados para que se les pasaran, lo cual era entonces tan frecuente, que solo en los diez primeros dias de marzo desertaron á las filas de don Carlos setenta y seis soldados y un oficial.

ACCION DE VILLARO.

CLIX.

Despues de la accion de Miravalles, regresó Espartero á Bilbao, de donde salió el 1.o de abril en busca de los carlistas, pernoctando aquel dia en Durango.

Al mismo tiempo ejecutaban los vizcainos un movimiento desde Arratia sobre Ubidia, tornando al valle que fué su punto de partida.

El 2 de abril continuó Espartero su marcha hácia Vitoria, y creyendo le esperase el contrario en los valles de Denia y Arratia, dirigió algunos batallones al boquete de las Peñas de Mañario, á fin de caer desde tan estrecho paso en los valles.

« AnteriorContinuar »