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po que Sagastibelza, contramarchando rápidamente habia llegado de Almandoz al monte de Lavallen, donde esperaba al quinto batallon para ocupar el boquete de esta villa ó la altura de Topilloberro, continuó su marcha por el alto de Ameztía á Santesteban; pero atacadas á la media hora las compañías de cazadores y tiradores que cubrian la retaguardia, hubo de colocar por escalones sus fuerzas para contener el ímpetu de los contrarios, que las acometian á la carrera en semicírculo, en cuyo órden siguieron hasta las bordas de Itarren, en donde les contuvieron los soldados de la reina, rechazando vigorosamente sus ataques, y causándoles bastante pérdida, desde cuyo momento se detuvieron y retiraron á los mencionados pueblos. Oráa regresó á Santesteban á las siete de la noche, despues de haber sostenido con poca intermision de tiempo, y en avance y retirada, tres ataques contra fuerzas muy superiores.>>

La conferencia con Jáuregui no pudo tener lugar, desgraciado el plan, y le citó á Echalar para el dia siguiente, á donde se propuso marchar el 9, segun dijo á Mina el 8 desde Elizondo; añadiéndole que Zumalacarregui ocupaba á Lecumberri con bastantes fuerzas, y á la espectativa de lo que pudiera suceder, porque supo el plan de Oráa, merced a un oficio interceptado. Por esto su insistencia en estar á la mira de los valles, pretendiendo internarse en ellos, con lo cual trastornaba los proyectos del jefe liberal, que deseaba reconcentrar sus fuerzas hácia Ulzama y Bazaburua Mayor; proponiéndose en el caso de la invasion de los carlistas dejarles penetrar hasta la línea fronteriza, ocupar entonces los puertos y puntos de retirada, y atacarles con el resto de las fuerzas donde quiera que se encontrasen, prometiéndose un éxito lisonjero.

Estos planes, y los que formó para el alistamiento de los jóvenes de país, á quienes dirigió una proclama en vascuence, fueron aprobados completamente por Mina, que le envió además algunas instrucciones.

Oráa se dirigió al fin á Echalar y conferenció con Jáuregui; Sagastibelza entretanto atacó el 10 inútilmente el fuerte de Santesteban, retirándose aquella noche hácia Urroz.

Ventajoso fué á los carlistas este movimiento, que parecia proteger las escavaciones en las proximidades de Donamaría, estrayendo útiles de toda especie y moldes de fundicion para obuses y morteros, al mismo tiempo que cerca de Saldias y Lesaca fundian en una ferrería una pieza de grueso calibre, y construian espoletas.

¡Gran prueba de confianza daban con tales hechos los carlistas, siéndolo de decidido entusiasmo, si no se contaban seguros en aquellos sitios donde tanto arriesgaban!

Oráa, poniéndose de acuerdo con el general Arispe, comandante general de la division de los Pirineos occidentales, le pedia cartuchos por encargo de Mina, y aquel consultaba á su gobierno por el telégrafo, cosa que incomodaba á nuestros generales, pues tenian que aguardar la

respuesta del gabinete aliado, y quizá malograr en el ínterin una operacion favorable á la causa liberal, por la que de público se mostraba, como debia, partidario el gobierno francés. Concedíanse al fin los pertrechos de guerra que se pedian, y la consulta venia á ser una mera formalidad, que debia escusarse, si como el buen sentido aconsejaba, merecia el conde de Arispe la confianza del ministerio, lo cual no podia menos de ser, hallándose colocado en punto de tanta consideracion por la vecindad del teatro de la guerra.

DISPOSICIONES DE ORÁA.-DECISION DE LOS VALCARLESES.

CLXII.

Zumalacarregui emprendió nuevos movimientos hácia Berrueza, con intencion, al parecer, de dar otra embestida á Santesteban, cuyos habitantes tenian simpatías por la causa liberal, sin embargo que los carlistas les habian refrenado llevándose su ayuntamiento. Se aumentó, sin embargo de este golpe, la milicia activa, conio en Elizondo, contando así Oráa con muy útiles auxiliares.

Para llamar este jefe la atencion de los carlistas y continuar más desembarazado la fortificacion de Urdax, ofició el 15 á Jáuregui, para que, si le era posible, se moviese sobre las alturas de Lesaca, ó donde mejor le pareciese, á fin de imponer al enemigo. Pero supo Jáuregui la reunion de diez y ocho batallones carlistas entre Salinas, Arechavaleta, Mondragon, Elorrio y Oñate, donde tenian nueve cañones, y que se sentia tiroteo y cañonazos hácia Vergara, y creyó más conveniente dirigirse á este punto, que á donde le manifestaba Oráa.

Este continuó en Urdax hasta el 17, en que terminó las obras de fortificacion y dejó terminantes instrucciones al comandante de la fuerza que la guarnecia (1).

(1) Eran estas:

1.° Que era ilícita y reprobada por las leyes toda clase de composicion ó capitulacion con los carlistas, debiendo en su consecuencia apurar cuantos recursos estuviesen á su alcance para conservar á toda costa el punto que se le confiaba.

2. Que procurase granjearse el aprecio de los habitantes de la poblacion y fomentar la armonía entre estos y los individuos de la guarnicion, para adquirir de esta suerte noticias de los movimientos de los enemigos y de las tropas cristinas, y aumentar el número de los defensores en caso de ser atacado.

3. Que estableciese, de acuerdo con la autoridad civil, entre el paisanaje del pueblo y el de los inmediatos, un servicio continuo y diario de vigías en todas las alturas que rodeasen al pueblo, procurando que estos puestos le diesen contínuos partes de las novedades que advirtiesen, tanto de dia como de noche.

4. Que destacase partidas más o menos numerosas, segun las circunstancias, las cuales

A pocas interpretaciones daban lugar tan terminantes artículos, que dan ámplio asunto de discusion; pero los hechos hablarán por nosotros. No dejaremos de observar, sin embargo, que las guarniciones que bajo tal responsabilidad eran colocadas en los puntos fortificados, estaban resueltas á arrostrarla, cumpliendo con la ordenanza y sus juramentos.

Si no faltaban algunos jefes y oficiales temerosos, los más eran valientes; si algunos soldados eran insubordinados, otros, la mayor parte, podian servir de modelo á las huestes más disciplinadas. De todo carecian sin murmurar, y sin ver término á sus sacrificios, todos los dias prodigaban su sangre con decision heróica, tomando siempre á la bayoneta las formidables posiciones que siempre elegian los carlistas para batirse. Si los generales no se hubiesen empeñado tantas veces en conquistar por el momento inútiles posiciones, economizando el heroismo de los soldados, y empleando su ardor cuando la necesidad ó la convenencia lo requiriesen, otro fuera el estado de la guerra.

Oráa por este tiempo tuvo la satisfaccion de ver los resultados que iba produciendo su política: el pueblo de Valcarlos se pronunció por la causa liberal. Los mismos carlistas contribuyeron á su decision. Su comisario de guerra, don Narciso Taboada, ofició desde Arraras el 13 de abril, al'alcalde de Varcarlos, pidiéndole tres mil raciones de carne, amenazándole con que de no presentarlas el 18 en el mismo Arraras,

recorriendo las inmediaciones, mantuviesen en respeto al enemigo, alejándolo é imponiendo ȧ las poblaciones circunvecinas.

5. Caso de ser atacado, debia el comandante del fuerte de Urdax disputar el terreno esterior todo el tiempo que se lo permitiesen las fuerzas de que pudiese disponer, con relacion al número de los enemigos, y á la más ó menos decision que empleasen en el ataque.

6. Si juzgare que el enemigo se hallase resuelto à bloquear el pueblo y á estrechar la guarnicion en las defensas construidas, defendiese primeramente las obras esteriores sin abandonarlas hasta que conociese la absoluta imposibilidad de sostenerlas, procurando averiguar y saber por medio de sus confidentes y por las disposiciones del enemigo el verdadero punto de ataque para obtener en él la defensa.

7. En el caso de perder las obras esteriores se reduciria à la defensa del casco del pueblo. disputando el terreno palmo á palmo y casa por casa, sin abandonar ninguna de las que se propusiese defender hasta el caso de ver amenazada su comunicacion con el fuerte, la cual debia tener á todo trance espedita para efectuar su retirada y hacer el último esfuerzo. Y por último, que siendo el objeto de la fortificacion de los citados puntos, evitar que los enemigos recibiesen ninguna clase de auxilios del estranjero quitarles los recursos que habian sacado con los derechos de aduanas y aumentar los fondos del erario, exigiendo los derechos de los géneros que se introdujesen del estranjero. El comandante del fuerte de Urdax debia conservar en el puesto avanzado treinta cazadores de Isabel II que protegiesen y auxiliasen las operaciones del administrador de rentas, y defendiendo el punto á toda costa, debia hacer salir frecuentemente partidas de los naturales del país, que con arreglo á las noticias confidenciales que recibiese y en combinacion con otras fuerzas que saldrian de Vera y Elizondo, recorriesen la frontera, persiguiesen incesantemente á los aduaneros facciosos y al contrabando, é impidiesen la introduccion de municiones, caballos y otros efectos para los enemigos, como habia sucedido hasta el dia.

procederia contra él por desobediente á cuantos pedidos se le habian hecho. El alcalde convocó entonces á la mayoría de los vecinos del pueblo, y unánimes decidieron negarse á satisfacer el pedido y cualquiera otro que se hiciera por los carlistas, contestándolo así en términos comedidos.

Dado este paso, presumieron fundadamente que los carlistas quisieran hacer alguna tentativa contra Valcarlos, y careciendo de armas y municiones para oponerse á cualquiera agresion, solicitaron de Mina una autorizacion ú órden para que ya en San Juan ó en Elizondo, les franqueasen las armas y municiones que necesitaban para poderse defender, pues la localidad del pueblo les prometia una fácil defensa, y el vecindario estaba decidido á hacerla.

Creóse la milicia urbana, y al comunicar esta disposicion á Mina su comisionado en el pueblo, don Juan Pedro Aguirre, le manifestaba «que urgia el armamento, porque el vecindario, poco tolerante, no habia podido resistir más, y se habia determinado á negarse á toda exaccion de los carlistas, confiado en la proteccion de Mina,» á quien dicho sujeto pedia instrucciones, y una órden ó facultad para organizar provisionalmente los mozos del pueblo en caso de necesidad.

No se ocultaba al general en jefe el compromiso que contraia Valcarlos, máxime no dominando los liberales los valles del Baztan, BertizArana y otros puntos de la montaña, como se proponian; pero no creyó desaprovechar tan favorable coyuntura de asegurar á Valcarlos, como le ofrecia el decidido entusiasmo de los valcarleses, el cual seria el mejor estímulo para los inmediatos valles de Ayezcoa, Val-de-Erro y Roncal, que abundando en sentimientos liberales, deseaban ser apoyados para declararse abiertamente por la causa liberal.

En su consecuencia, Mina dió al portador un oficio para el conde de Arispe, rogándole facilitase los fusiles que habia en Arnegui y las municiones que pudiera necesitar; y una órden al comandante de armas de Elizondo para que auxiliase con cuantos recursos tuviera á la mano á Valcarlos; otra á don Francisco Balasque, de Bayona, para que si tenia todavía á su disposicion armas y municiones de sus encargados de San Juan, Arnegui ó sus inmediaciones, las facilitase; y previno á Oráa á fin de que procurase saber siempre del pueblo, y concurriese á auxiliarle y protegerle. Por último, envió á Aguirre la autorizacion que pedia.

Estos acontecimientos, que parecerán á algunos de poco valer, tenian mucha importancia entonces y en aquel terreno.

Томо 1.

68

TÉRMINO DEL MANDO DE MINA.

CLXIII.

Despues de luchar y reluchar consigo mismo, envió Mina el 8 de abril su dimision al ministro de la Guerra, manifestando en ella que cuando S. M. le honró con el mando del ejército, hallándose en Cambó, si su gratitud y sus sentimientos liberales le animaron á admitir este cargo, su delicadeza le obligó á esponer el mal estado de su salud, no solo confidencialmente y de oficio, sino con un certificado facultativo en debida forma. Las contestaciones lisonjeras, añadia, y las súplicas de sus amigos, le hicieron resolverse á encargarse en tan mala situacion de un ejército desanimado, al tiempo de volver á su patria despues de once años de proscripcion. No hay duda que la presencia de un general mantiene á sus tropas en la subordinacion y disciplina, les inspira confianza, y prepara la victoria; Mina lo sabia bien, y era para él un tormento no poder participar á todas horas de las fatigas y riesgos de sus compañeros, y ver que se malograban ocasiones de triunfo, y de adelantar la pacificacion de las provincias. Desde que se encargó del mando, salió cinco ó seis veces de Pamplona, y cada vez las fatigas le postraron de nuevo, y agravaron sus dolencias, convenciéndose por estos ensayos de no poder ejecutar pos sí mismo una larga operacion capaz de producir resultados decisivos. La falta de tropas, además, hacia su posicion demasiado difícil y arriesgada, porque habria podido atribuirse á pusilanimidad y poco celo que hubiese dimitido en ocasion más apurada. Pero ahora que los nuevos refuerzos y los que se preparaban no hacian tan difícil el coger laureles más brillantes y dar más actividad y estension á las maniobras, era llegado el caso de que otro general, que pudiese estar constantemente á la cabeza de las tropas, no solo respondiese de los resultados en un dia de combate, y siguiese el plan de operaciones preparado antes, sino que le modificase y variase bajo su responsabilidad.

En el mismo dia que Mina enviaba su dimision basada en tales razones, disponia el gobierno la salida del ministro de la Guerra, don Gerónimo Valdés, con el mando en jefe del ejército de operaciones y de reserva, y de las tropas que hubiese en las capitanías generales de Castilla y Aragon.

A los pocos dias ordenaba Valdés desde Bribiesca que todas las divisiones de Navarra marchasen sobre Miranda de Ebro, pasando este rio. Mina, al saber el 15 por Aldama estas disposiciones, mandó á Gurrea que, con los seis batallones de su brigada, marchase por el valle de

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