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Ollo y puerto de Lizarraga á ponerse en comunicacion por aquella parte con Valdés; y al brigadier Mendez Vigo le hizo pasar desde Aoiz á los Berrios para estar más á mano de atender al Baztan y de cooperar á cualquiera combinacion.

Estos movimientos se ejecutaron el 16; y al siguiente dia remitió Mina su último parte diario al gobierno, diciéndole que Oráa le notificaba, segun le manifestó Jáuregui, la llegada de Zumalacarregui á Vergara, á donde aproximó en la noche del 13 nueve cañones, que rompieron el fuego contra la fortificacion y el pueblo el 14; que por esto no podia prestar ayuda á Oráa, quien esperaba, si el tiempo lo permitia, tener concluidas el 17 las obras de fortificacion y puesto avanzado para el percibo de los derechos de aduanas, la cual quedaria establecida el 18, formando la guarnicion de ambos puntos una compañía del batallon de Orense y cuarenta cazadores de Isabel II, que perseguirian el contrabando y recorrerian toda la frontera hasta Echalar con los que dejó en Vera. Concluido esto, debia llevar un gran convoy de víveres Ꭹ municiones á Santesteban, y si los carlistas no le estorbaban, pasaria luego á Vera á hacer la misma operacion. Siendo el resultado de todo esto, favorable, como esperaba, creia se podia empezar el armamento de la juventud, que se hallaba bien dispuesta, y en seguida el de los pueblos; pero consideraba seria antes conveniente se alejasen los carlistas fuera del radio de cuatro leguas del distrito que se le habia confiado, y que mientras se formaban con los mozos las compañías y batallones, hubiera una fuerza respetable en Basaburua Mayor y valle de Larraun, que impusiera al enemigo y le contuviese, al paso que protegiese sus operaciones y asegurase las personas y propiedades de los habitantes de los pueblos de estas montañas; creyendo necesarios otros mil ó más fusiles, y que así estos como las cananas, vestuarios y municiones se hallaran á su disposicion para fin del mes, porque la revista del próximo la pasaria como cuerpo la partida de Goyeneche.

Mina, á quien tanto lisonjeaban estos resultados, lo facilitaba todo, y accedió á cuanto pedia Oráa. Así que los últimos dias de su mando no fueron estériles para la causa liberal, porque coadyuvó en ellos poderosamente á aumentar sus defensores.

El 18 recibió varios oficios de Valdés fechados en Logroño, y entre ellos uno en que le manifestaba una real órden del 13, admitiéndole la dimision del mando por el progresivo mal estado de su salud; que S. M. deseaba se restableciese para que se empleara en bien de la nacion y defensa del trono de su hija; y que si era tal el estado de sus dolencias que no le permitian continuar en dicho mando hasta que se le diera sucesor, le entregase desde luego al mariscal de campo don Manuel Benedicto.

La real órden del 13, firmada por don Valentin Ferraz, venia á decir que dada cuenta á S. M. de su esposicion del 8, le admitia con sentimiento su dimision, siendo su real voluntad eligiera el pueblo más á propósito para atender con tranquilidad al cuidado de su quebrantada salud, á fin de que restablecido, segun deseaba S. M., volviera á emplearse en servicio de la nacion y del trono.

Sin dilacion entregó Mina el mando á Benedicto.

PLANES DE MINA.

CLXIV.

Mina fué uno de los pocos generales que comprendieron la guerra; pero de los que menos operaron, á causa de sus dolencias. No hemos visto durante su tiempo colosales resultados, es cierto; más tampoco desastres, y esto era mucho en aquella lucha especial.

Pero examinemos detenidamente la época de su mando, que lo merece é interesa, sirviéndonos de mucho para nuestra tarea sus mismas Memorias.

Segun ellas, entraba en sus planes hacer la guerra á los carlistas con la gente del país, más apta para el caso, conocedora del terreno, y con relaciones en él: el ejército ocuparia últimamente las poblaciones donde hubiese fuertes. Convino en ello el gobierno, y aun le autorizó para admitir enganches de franceses limítrofes á Navarra, por lo cual no estaba Mina.

En su consecuencia, aumentó los dos pequeños cuerpos de naturales del país, ya organizados, de infantería el uno, y el otro de caballería; tiradores los primeros y flanqueadores los últimos de Isabel II, que aunque mirados por el ejército con prevencion por su estraño traje y modo de vivir, les preferian los jefes porque iban siempre en la vanguardia, se batian heróicamente, y prestaban servicios que hubieran sido imposibles á la tropa. Proporcionaba Mina nuevos reclutas á estos cuerpos, cuya importancia conocia; pero no eran en el número que deseaba, porque la mayoría defendia á don Cárlos; y aunque procuraba fomentar la desercion de los carlistas, el prestigio de Zumalacarregui, el temor que infundian sus providencias, y el no dejar espuestos á sus parientes á una venganza segura, contenia á algunos, á pesar de las seguridades que les ofrecia Mina.

Este, ya que no podia contar con todas las tropas que necesitaba, se sujetó por necesidad al sistema de fortificacion, hasta que llegaran los refuerzos de contínuo prometidos, y que de contínuo reclamaba.

Las dos lineas principales del Ebro á Pamplona que van desde Tu

dela y Logroño, estaban aseguradas con fuertes. Tambien los habia por la parte de Tudela, Tafalla y Caparroso; en Peralta, Lerin y el puente de Lodosa. Desde Logroño se contaban las fortificaciones de Viana, Los Arcos, Estella y Puente la Reina, resultando un vacío entre estos últimos puntos y los que desde Puente dirigian á Lerin en los pueblos de Cirauqui y Mañeru, eminentemente carlistas, y donde eran interceptadas las comunicaciones.

En Salvatierra, Olazagoitia, Echarri-Aranaz é Irurzun estaba la línea de fuertes de Vitoria á Pamplona. Habia además de los que ya conocemos, otros aislados, como Elizondo, Maestu, etc., cuya conservacion era costosa, aunque importante.

Elizondo, por ejemplo, era la llave del Baztan, cuya posesion interesaba á unos ú otros, por lo que mantenia siempre Zumalacarregui en aquellos puntos, de cinco á siete batallones, que tenian en contínuo conflicto á la guarnicion, y reprimido todo el país. En él tenia las fraguas 'donde fundia sus cañones de mayor calibre; las fábricas de Orbaiceta, que abastecian de bombas, granadas y balas; dominaba toda la cordillera de los Pirineos, por donde recibia de Francia toda clase de auxilios, y habia establecido aduanas para cobrar los derechos de toda clase de comercio, legal ó de contrabando.

Para impedir todo esto tenia Mina interés en dominar al Baztan, golpe terrible para los carlistas, y quizá el principio de su destruccion, como decia Oráa.

Este plan de Mina daba desde luego á conocer que comprendia la guerra, y que era el jefe que si podia hacer una verdadera campaña, obtendria los resultados que ninguno hasta entonces obtuvo.

Ocupado por Mina el Baztan, armaria á sus habitantes y á los de los valles y villas inmediatas á él, contra los carlistas, á los de Valcarlos y del valle de Ayezcoa, tan pobres como liberales, cortando así al enemigo su comunicacion con Francia, imposibilitando á sus aduaneros y confidentes, y quedando resuelto uno de los problemas de la guerra de Navarra en favor de la causa liberal, cual era el de hacerla con las gentes del país, sin fatigar tanto al ejército, con menos derramamiento de sangre, porque es una verdad que el pueblo no desconoce, que los paisanos se habrian entendido entre sí antes y mejor en sus querellas, que mediando la tropa.

Mina pensaba conseguir todo esto cuando con los nuevos refuerzos pudiera destinar tres ó cuatro batallones á ocupar á Lecumberri, y á estar en inmediata comunicacion con Oráa y Jáuregui, cortando así á Zumalacarregui el crucero del camino real desde la Burunda al Baztan, y estrechándole hácia las Amezcoas por aquella parte; pues por el otro estremo á la raya de Aragon, estaba Sos y la nueva fortaleza de Lumbier,

que habrian protegido el armamento de los liberales roncaleses, que pedian fusiles y proteccion. «Era llegado este caso, dicen las Memorias de Mina, y enclavado entre este valle y el de Ayezcoa, auxiliados de los valcarleses, el facciosísimo valle de Salazar, cuyos moradores son los que han hecho un mal inmenso á la causa desde el principio de la insurreccion, hubiera sucumbido y pagado la pena que tan bien merecida tenia, así como quedaria enteramente sujeta á merced de los leales toda la merindad de Sangüesa.>>

Sin embargo de no ser lo mismo estudiar estas combinaciones en el bufete sobre el mapa y los papeles, que en el terreno y junto á los enemigos, no creemos aventurar mucho asegurando que el éxito, si no tan absolutamente ventajoso como el caudillo liberal se prometia, se presentaba muy lisonjero. Sin una de esas peripecias de la guerra, que podria tener lugar en una accion, no parecia difícil, porque ya empezó á ser un hecho, la ocupacion del Baztan y el empujar á Zumalacarregui á las Amezcoas. Aquí tambien hubiera establecido sus fundiciones, pero no tenia para ellas tantos elementos. A Zumalacarregui no le faltaban combinaciones de halagüeño porvenir; y no creemos, como Mina, que se viera estrechado á las Amezcoas, ú obligado á estenderse en el país llano de la Ribera, ó en la llanada de Alava: tenia aun á Guipúzcoa y á Vizcaya, á donde por resultado de una accion, ó por un golpe de mano podia pasar; pero no le convenia dejar la Navarra; y así como Mina solo atendia en su plan á esta provincia, Zumalacarregui se cuidaba tambien de conservarse en ella.

El jefe liberal obtuvo algunas ventajas; pero tambien perdió puntos fortificados, que como Echarri-Aranaz, eran la base de muchos movimientos. El carlista no se descu daba: era activo, astuto y valiente. Comprendia los intentos de Mina, y procuró contrarestarlos, teniendo que emplear toda su inteligencia, su actividad, su valor y su constancia, pues de todo necesitaba contra su enemigo, poderoso aunque enfermo, á quien temia, porque sabia el medio de poderle perjudicar.

Así, pues, estudiando atentamente aquel período, veremos á los dos caudillos enemigos procurando adivinarse sus intenciones en el menor movimiento de sus tropas; seguir sus marchas, aprovecharse del menor descuido, y batirse con empeño, y con emulacion, porque el liberal no queria perder su prestigio, y el carlista aspiraba á ganarlo: al uno le abonaban sus gloriosos antecedentes; al otro su célebre presente: el uno habia ya conquistado un nombre, el otro queria conquistarle. ¡Digna lucha que les empeñaba más en obsequio de su causa, y en perjuicio de la humanidad!

JUICIO CRITICO SORRE EL MANDO POLITICO DE MINA.

CLXV.

Al aceptar Mina el mando del ejército del Norte, no solo se propuso un fin militar, sino tambien político, no siendo este el que menos atencion le merecia.

Como una demostracion palpable, aunque indirecta-de la errada política de otros, se propuso emplear con los pueblos la bondad, la dulzura y la tolerancia, cualidades que distinguen al hombre verdaderamente político, y son una prueba de la rectitud de sus convicciones y de la justicia de su causa.

Empezó por armonizar con las autoridades locales y civiles; y prestando una decidida cooperacion á cuantas medidas de utilidad pública le presentaban, bien pronto conoció el país lo que vale ese poderoso dualismo entre la fuerza y la administracion. Los resultados fueron favorables al país y á la causa liberal.

Accesible Mina á todos, ni el descanso, ni la mesa, ni la sociedad, ni las horas de recreo, eran un obstáculo para que le hablasen cuantos lo solicitaban; y cuando conocia la justicia de la demanda, no se hacia esperar mucho la resolucion.

A él acudieron las familias de los que desierraron anteriores jefes, y á todos, escepto á dos ó tres, les permitió regresar al seno de sus familias, prévio el dictámen del auditor de guerra. En el curso de su mando tuvo motivos de congratularse por su proceder, tan ventajoso para la causa liberal, como honroso para su persona.

Condenando con sus hechos la conducta de otros, hizo beneficios que fueron indignamente correspondidos. Ni Zumalacarregui le agradeció la libertad de su hija, y nodriza, ni los prisioneros de Lumbier se portaron debidamente.

Eran veinte y tantos los que hizo Mina en una de sus primeras salidas, y les dejó en plena libertad para tomar el partido que quisieran, en vez de conducirlos á un puerto para ser embarcados á Ultramar, como estaba mandado. Estos mismos carlistas tratados con lanta generosidad, hallándose de nuevo en sus filas, concurrieron á una pequeña accion, y desde sus parapetos insultaban á los mismos á quienes debian vida y libertad, jactándose de ser ellos los prisioneros de Lumbier, y de que tenian grandísimos deseos de acabar con todos los liberales. Los soldados que tuvieron la desgracia de caer en su poder, fueron vilmente asesinados por aquellos desalmados, en recompensa del buen trato que

de ellos recibieron.

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