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Tolerante con las opiniones de todos, con tal que se sujetaran á la ley, solo á dos personas, por faltar á ella, don N. Izco, vecino de Lumbier, y el capuchino padre Lárraga, de triste celebridad despues, fueron presos y puestos á disposicion del comisario régio, que los conservaba en prision al dejar Mina el mando.

Algunos procesos anteriormente instruidos, se terminaron bajo su autoridad, conformándose con las condenas de sentencia capital, impuestas por el juzgado, prévio el dictámen del auditor de guerra.

Un incidente en que figuró Mina, merece referirse.

Prendió Zumalacarregui á varias señoras del Baztan, cuyos maridos habian emigrado, y las hizo seguir á su cuartel general, dándolas un trato inhumano sin considerar la situacion delicada en que alguna se hallaba. Al cabo de varios dias de fatiga, de trabajos y de amarguísimas penas, las multó en 21,000 duros, pudiendo lograr se rebajasen á 14.000 que buscaron con mil trabajos y sacrificios.

Mina tenia extrajudicialmente conocimiento de todo esto: en su posicion debiera impedir que adquiriese su enemigo este recurso con que atender á sus necesidades; pero no podia mirar con indiferencia el lamentable estado de aquellas desgraciadas señoras, con quienes de nuevo se deshonró Zumalacarregui. El desamparo y abandono de sus casas y familias, y la emigracion de sus maridos, merecian consideracion en su favor. Si no las leyes de conveniencia y de política, las de humanidad abogaban por su suerte. Padecian por la causa liberal, y era justo salvarlas.

Decidióse por esto á tomar el partido más equitativo. Hízose el desentendido con respecto á los negociadores del rescate y á los que aprontaron el dinero, y procuró que en su conduccion no hubiese tropiezo, pero sin tomar ninguna disposicion ostensible que comprometiese su autoridad. Libertáronse aquellas esposas desoladas mediante tan vil res cate, y para no quedar otra vez espuestas á insultos iguales, abandonaron sus casas y emigraron al lado de sus maridos y parientes.

Mina, que hasta entonces no habia usado de represalias, hizo prender á la madre del alcalde del Baztan, don N. Echeverría, que fué el primero que levantó en el mismo pendones por don Cárlos, y cuya señora habia sido respetada hasta entonces, á pesar de su exaltacion de opiniones. Tambien fueron presas otras mujeres, y algunos carlistas que se habian comprometido demasiado. Conducidos á la cárcel civil de Pamplona, se les impuso gubernativamente una multa de 14,000 duros, igual á la que habian satisfecho las señoras liberales, repartiendo á cada cual su cuota. Cuando Mina dejó el mando, todavía quedaban en la prision varias personas, y entre ellas la madre del alcalde, por no haber 'satisfecho su parte.

Destináronse estas cantidades al equipo de los cuerpos francos, más no llegaron á invertirse y quedaron existentes al cesar Mina en el mando.

En conclusion, nada dice más en favor de Mina, con respecto á la época en que nos ocupa, como la proclama que Zumalacarregui publicó en los periódicos estranjeros, en la cual se hallan estas líneas:

«Bravos soldados, felicitémonos. El Dios de las batallas nos protege. Jamás su proteccion se ha manifestado de una manera más patente que ahora. De débiles que éramos nos ha convertido en fuertes, de tímidos en bravos El nos ha conducido por su mano protectora de victoria en victoria; él se ha servido de nuestras armas para abatir el orgullo de Sarsfield, del tránsfuga Quesada, de un Rodil coronado de laureles en Portugal. El ha querido además manifestar á la Europa por un hecho singular, que los defensores de la legitimidad de nuestro buen amado don Cárlos V de Castilla y VI de Navarra, son bien dignos de la victoria. ¡El nos ha presentado por el contrario á Mina!.... Mina solo podia valancear nuestra victoria. Mina solo podia detener todavía sobre los bordes del abismo el trono vacilante de la débil criatura que la bajeza y el crímen quieren imponernos por reina; él, que á la energía, á la actividad y á su talento militar, reune una reputacion colosal, y por sus venas corre sangre navarra........... Y sin embargo, él ha caido.»

Sincera era esta manifestacion de parte de Zumalacarregui: tenia muchos y poderosos motivos para congratularse por la retirada de Mina, el más temible enemigo que hasta entonces tuviera.

Tal fué Mina en el mando del ejército del Norte. Los que le han acriminado por supuestas causas, han procedido con el mismo acierto que O'Connell y Price al llamarle mónstruo en la sesion del 24 de junio en la cámara inglesa, porque no cangeó á O'Donnell, sin echar de ver aquellos eminentes hombres públicos de Inglaterra que O'Donnell fué fusilado en abril, y Mina no vino á España hasta el 30 de octubre del mismo año; con la particularidad de que cuando Zumalacarregui sacrificaba á O'Donnell, Mina estaba en Londres hacia tiempo, y permaneció algunos meses despues.

Con razon pudo decir un periódico El Courrier.

«Los señores O'Connell y Price debieron haber esperado noticias más auténticas antes de censurar tan ligeramente y con tanta injusticia en el parlamento la conducta de uno de los más valientes y virtuosos patriotas que tiene la España, y no dudamos que muy pronto manifestarán su sentimiento por haberse producido tan inconsideradamente.»

DON GERÓNIMO VALDES

CLXVI.

El 6 de mayo de 1784 nació en la pequeña aldea de Villarin, del rincipado de Asturias, don Gerónimo Valdés, recibiendo de sus padres

TOMO I.

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la educacion que le dió el característico sello de la honradez; educacion que instruye con el consejo y edifica con el ejemplo (1).

Era bachiller en ambos derechos, cuando la invasion francesa provocó el alzamiento del principado de Asturias, en el que tomaron una parte activa los estudiantes, siendo Valdés de los que más se distinguieron entre los de la universidad de Oviedo, debiéndose á esto sin duda, el que al organizar la juventud en regimientos, le nombrase en 18 de junio la junta del principado capitan del de Cangas de Tineo, que se habia constituido provisionalmente.

Marchó Valdés á Leon, donde se hallaba su regimiento, y al dia siguiente de haber tomado el mando de su compañía, se halló en la accion de Rioseco, en la de Balmaseda el 5 de noviembre, en la batalla de Espinosa de los Monteros, que duró los dias 10 y 11, y en la de San Vicente de la Barquera el 19. En 1809 estuvo en la línea de Columbre, en la accion de Molleda, de Barcas de Unguera, Peña-Castillo, puente de Santa Lucía, Cabezon de la Sal, en la batalla de Medina del Campo y en la de Alba de Tormes, ejerciendo en ambas el cargo de ayudante de órdenes del jefe de la brigada, para que fué elegido el 22 de noviembre. Nonbrado en 1810 ayudante de campo del general Ballesteros, se halló en las acciones de Ronquillo y de Aracena, en la batalla de Canta el Gallo, y en la defensa del castillo de las Guardas.

El primer dia de 1811 estuvo en el combate de Guadalcanal, el 4 en el de la Calera, y el 25 en la batalla de los Castillejos, por la que fué declarado benemérito de la patria. Hallóse despues en otras acciones, varias sorpresas, en la batalla de la Albuhera, en la que obtuvo el grado

(1) Una vez se escapa del colegio y su padre le devuelve, presentándose å la vez como me diador y como juez. Juega Valdés una cantidad que debió haber entregado à un acreedor de su padre, y éste al cabo de algun tiempo le saca al campo à paseo, y despues de hablar de cosas generales, le dice de repente con tranquilidad y como sin premeditacion:

-No me has avisado haber satisfecho el dinero que te encargué entregases à don F de T. La contestacion fué fijar la vista en tierra y quedar enmudecido. Su padre guardó tambien silencio un rato, y con ademan cariñoso y dulce, y tierna voz le dijo:

- a lo sé todo, pero nada importa: solo tengo el sentimiento de que no me lo bayas comunicado con oportunidad para no caer en falta con el acreedor.

Tomó entonces á su hijo de la mano, y añadió conmovido:

-Otra vez, hijo mio, cuando te suceda alguna desgracia, que nadie lo sepa primero que tu padre ¿á qué otro amigo, á quién más interesado que él puedes en el mundo acudir hallandote en cualquier conflicto?

En seguida, y como si nada hubiera pasado, toma un aire festivo, y continúa el paseo, hablando como antes de objetos indiferentes: jamás recordó el suceso, ni hizo acerca de él la mas minimna alusion.

Valdés no olvidó aquel rasgo de talento, de bondad y de amor paternal: su alma quedó profundamente impresionada: el odio que su padre tenia al juego y à los jugadores le hacia esperar un castigo ejemplar; por esto Valdés recuerda aquella escena con lágrimas de amor y agradecimiento.

de teniente coronel, y fué declarado segunda vez benemérito de la patria. Concurrió despues á otras acciones, y se le encargaron comisiones importantes, en las cuales contribuyó en gran manera á que el enemigo evacuara prontamente el campo de Gibraltar.

En 1812 mandó seiscientos hombres en la accion de Puerto-Ojen. Terminada esta campaña, pasó de guarnicion a Ceuta, hasta que fué nombrado primer sargento mayor de instruccion del regimiento de Castropol, y en esta clase se halló en las acciones del Campillo, del Burgo, de Málaga,, en la sorpresa de Osuna, y en las acciones de Antequera y Alendin. Desempeñó despues varias comisiones, y al evacuar los franceses la Andalucía, fué destinado con su regimiento á Córdoba, de aquí pasó á la Mancha siendo ya teniente coronel efectivo, y el 13 de julio de 1815 fué nombrado segundo ayudante general del estado mayor general de los ejércitos.

En la guerra de la independencia, en aquella grande escuela práctica, fué donde Valdés aprendió los movimientos de las tropas, y adquirió aquel conocimiento de los terrenos, y ojeada militar que tanto le distinguió en toda su carrera, llegó á tal punto su perfeccion en esta parte, que se decia de él, que otro jefe cualquiera necesitaba tanto tiempo para reconocer el terreno que tenia debajo de los piés, como Valdés para examinar y apreciar las diferencias y circunstancias particulares de toda la estension que alcanzaba su vista, que era tal, que no necesitaba anteojo para resolver las dudas y disputas que frecuentemente se suscitan en campaña sobre el número de enemigos, sobre si es infantería ó caballería, ó si conducen artillería: el voto de Valdés era decisivo en esta parte. Estas campañas eran gloriosas para el general que las mandó, y de provecho para el capitan Valdés, porque cuando se verificaron se hallaba instruido en la parte elemental de la ciencia y empapado de los autores más clásicos que escribieron sobre la guerra, y por que por el doble carácter de ayudante de campo y comandante general de avanzadas, se hallaba mejor que ningun otro de sus compañeros de armas en estado de examinar y comprender los movimientos que se ejecutaban, y de saber el pensamiento secreto que tenia el general en cada uno y las razones favorables ó adversas que los determinaban.

La América española presentaba á nuestros militares un nuevo campo donde lucir sus conocimientos, con honra para la patria, y gloria para sí, y en 1816 se embarcó Valdés en Cádiz con direccion al Perú. Pasó el cabo de Hornos; arribó al puerto de Arica á los cuatro meses, se incorporó al ejército, pasando la penosa y célebre cordillera de los Andes, al recibir La Serna el mando, se encargó á Valdés plantear el estado mayor general, lo cual ejecutó á satisfaccion de sus jefes.

y

En la campaña que entonces comenzó, no solo conquistó la más se

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ñalada distincion de estos, sino que por su nobleza y valentía en la guerra mereció el aprecio y respeto de sus enemigos. El hizo espe diciones que comó en la célebre de Jujui, demostró una casi increible celeridad: él evitó se saqueara á la ciudad de Salta: él salvó de la muerte á un soldado que se ahogaba en el rio grande de Jujui, arrojándose con peligro inminente de su vida para libertarlo; y en 1818 se le ve ya mandado importantes espediciones y consiguiendo en ellas brillantes resultados. A sus órdenes servian don Cayetano Ametller, Espartero y Seoane, rivalizando con él en celo y valor; siendo ya por este tiempo Valdés subinspector de infantería y caballería del ejército.

Enviado á Lima, fué encargado por el virey Pezuela de una columna de vanguardia con la que operó segun lo requerian las circunstancias; y como jefe de ella tuvo parte en la separacion del general don Joaquin de la Pezuela, del vireinato. reemplazándole despues don José de La Serna en la campaña de 1821. Hallóse en las principales batallas de aquella guerra, y tuvo una parte muy activa en las negociaciones que entonces se entablaron y que fueron una tregua favorable á los insurgentes. La evacuacion de Lima se hizo inevitable, y al retirarse el ejér cito por el hermoso y fértil valle de Jauja, debió mucho á Valdés; así como la causa de España le debió mucho tambien en las acciones de Tauripampa, de Piños, de Araos, y despues en Chacaralta, Boca-negra, Caballero, en Porochuco y en otras jornadas.

En 1822 fué encargado de las operaciones contra Tristan, por las que fué ascendido á brigadier. Despues de la estraordinaria victoria de Ica, volvió á Arequipa, de cuya provincia fué nombrado comandante general. Emprendió una nueva campaña no menos penosa que las anteriores; pero progresaba ya demasiado la causa de los insurgentes, y se hacian inútiles sus grandes esfuerzos, sus inauditos sacrificios. Ascendido á mariscal de campo, rehusó y fué obligado á admitirle para que pudiera encargarse del mando en jefe del ejército del Sur; tambien recibió otros honores y distinciones.

En la campaña de 1823 ganó el empleo de teniente general, pero nadie pudo hacer que lo admitiera; de lo cual se hallan pocos ejemplos. La pacificacion del Perú se presentaba favorable; Valdés iba a ver los resultados de sus acertadas operaciones; pero la defeccion de Olañeta influyó poderosamente en la suerte de aquella lucha. Valdés trató con él amigablemente, pero fuera por circunstancias casuales, ó por la conviccion de Olañeta, terminaron sin fruto aquellas negociaciones, declarándose éste en rebelion, y rompiéronse las hostilidades, terminadas con la célebre batalla de Ayacucho.

En los ocho años que permaneció Valdés en los dominios americanos, no tuvo tregua ni descanso en las operaciones militares, y asistió.

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