Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ron un vivo fuego, visto lo cual por Villarreal acudió en su refuerzo, yendo tambier á la cabeza el mariscal de campo don Joaquin Montenegro, el brigadier don Francisco Vivanco, y de ayudante de E. M. G. Zaratiegui.

Al llegar á la altura se encontraron formados algunos batallones de la reina para proteger la retirada del grueso del ejército, y tuvieron que retroceder al ver su imponente aspecto; pero reforzados conquistan el terreno antes perdido, y molestan la retirada de sus adversarios, que dando una carga de caballería, logran hacer retroceder á las guerrillas carlistas, más no á las masas, que continuaron avanzando en seguimiento de los liberales, en cuya retaguardia se notó algun desórden.

En esto Zumalacarregui volvió á subir al puerto de Eraul, acometiendo el flanco derecho de Valdés; pero fuese por cansancio, falta de municiones, ó por resistencia que halló, nada pudo conseguir.

Sabe Valdés el desórden de su retaguardia, y manda hacer alto, conteniendo á los carlistas; escepto á los que seguian á la division de Buerens, que toda en confusion marchó á Abarzuza, acogiéndose á este punto los dispersos por los moutes y aquellas escabrosidades, debiéndose á las mismas el no haber esperimentado mayores pérdidas, pues entre las malezas se eludia fácilmente la persecucion.

«El dia iba á concluir, (1) y las tropas de la reina continuaron su marcha. Y si bien muy en breve las densas sombras de la noche invadieron los caminos, los isabelinos pudieron continuar su ruta sin ser molestados por el enemigo. Avanzaba la noche, y como la senda que seguia el ejército era demasiado estre ha, y necesitaba del descanso, quisieron las tropas acortar el camino, y algunos batallones se desviaron marchando por los viñedos en busca de la tan deseada Estella. Existian á uno y otro lado del camino pequeñas colinas que hacian escabroso el terreno, y como ni unos ni otros tenian noticias de su marcha paralela, se creyeron enemigos, y se hicieron fuego.

>> Desde este instante, los ánimos ya en zozobra por la lobreguez de la noche, y un tanto decaidos por la fatiga del dia, se rebelaron contra la disciplina; y más preocupado el soldado por el temor que por la obediencia, dió en huir de sí mismo por aquellos campos pretendiendo buscar en Estella la seguridad que en las filas no encontraba.

>> Así desbandados unos batallones, menos desordenados algunos, y en buen órden y coucierto los restantes, entraron todos en Estella á horas bien avanzadas de la noche.

>>Este suceso tan frecuente cuando los ejércitos al frente del enemigo, se ven precisados á hacer marchas nocturnas por malos y desconocidos terrenos, fué lamentado por sus resultas. Muchos equipajes fueron abandonados, otros robados, entrando en el número de estos últimos el del general en jefe.

(1) Galeria militar contemporánea, tomo II.

»El ejército, pues además de haber perdido mucho en su espíritu, sufrió en su material pérdidas considerables.

» Al siguiente dia, sin embargo del efecto moral que el pasado desórden habia producido en todas las clases del ejército, ordenóse y formó en la mejor disposicion marchando á Abarzuza, con objeto de salvar la brigada allí refugiada la noche anterior. Incorporóse al ejército aquella fuerza, y Córdova y Aldama con todos los suyos tornaron á Estella sin azares ni contratiempo.

» La pérdida personal de esta espedicion consistió en dos oficiales. y veintisiete indivíduos de tropa muertos; en dos jefes, quince oficiales y ciento cincuenta y seis hombres heridos; y por último, en doscientos veintinueve hombres entre prisioneros y estraviados.»>

Más de cien hombres tuvieron de baja los carlistas, siéndoles sensible la de los capitanes Iduarte y Uriz, á quienes les costó la vida su arrojo, así como una herida al coronel comandante del sesto batallon, don Pablo Sanz.

Si en la guerra se comprendieran todas las circunstancias críticas, y Zumalacarregui hubiera sabido aprovechar mejor la posicion en que se hallaron los liberales, fuera su triunfo de gran valía, produciendo una terrible crísis en sus enemigos. Ni la accion, ni el movimiento sobre las Amezcoas eran indispensables, y menos precisando á tanta tropa á pasar por el boquete de la sierra de Andía, que se prolonga con direccion al S. E. hasta el puerto de Artaza.

Despreciando Valdés el peligro se mantuvo durante lo más récio de la accion sobre un mogote que dominaba el teatro de operaciones y al alcance del plomo enemigo, que, ha haberle herido, era inevitable la confusion y el desaliento en las tropas, que de suyo no estaban en muy brillante estado. Y cuando Valdés iba lleno de confianza y veia perdidas sus ilusiones, cayó en el estremo opuesto, y en la mañana del 23 estaba verdaderamente consternado, hasta el punto de que ni quiso ponerse al frente del ejército que salió á proteger la incorporacion de la brigada que se guareció en Abarzuza.

No daremos fin á este capítulo sin hacer mencion de una particularidad, nueva en esta guerra, como lo fué el uso que en esta accion se hizo de los cohetes á la congreve, que disparados en retirada, de prisa, y mal dirigidos por consiguiente, fueron motivo de algazara entre los carlistas, que ignoraron su terrible efecto.

En la villa de Oñate, residencia entonces de don Cárlos, se cantó el 3 de mayo un solemne Te Deum por las acciones del 22 en Artaza, y del dia 1.o en Guernica, contra Iriarte.

CONDUCCION DE UN CONVOY.-ORAA EN VERA.

CLXVIII.

Benedicto, encargado interinamente del mando en jefe del ejército del Norte, formó un plan acertado de operaciones; y para las que debian efectuarse á fin de replegar á la division de Oráa la fuerza que le pertenecia, y conducir á Pamplona el convoy que se hallaba en los Alduides, prevenia que el 24 de abril todos los jefes, oficiales é indivíduos de tropa correspondientes á la segunda division del ejército al mando de Oráa, que no estuviesen incorporados á sus respectivos cuerpos se dispusiesen á verificarlo, formándose con todas estas partidas ó destacamentos un batallon provisional al mando del jefe más graduado ó antiguo, yendo esta tropa municionada y racionada para tres dias. Dispuso asimismo que la compañía de zapadores con dos cargas de útiles, marchase igualmente á reunirse á la division de Oráa, y que el escuadron de flanqueadores, al mando del coronel Iriarte, se moviese al propio objeto.

El 25 pernoctarian en Villaba un batallon, la compañía de cazadores, el escuadron de flanqueadores y el teniente coronel Iriarte, con dos oficiales de plana mayor, encargado por S. E. del mando en jefe, direccion y ejecucion de lo que ordenase.

El 26 al amanecer, marcharia la columna á Elizondo, y el comandante del batallon provisional se colocaria militarmente en Berruete.

El 27 saldrian de Elizondo los tiradores, flanqueadores, los empleados de la real hacienda, los oficiales de plana mayor é Iriarte con cien acémilas para los Alduides, en cuyo punto se harian cargo del convoy, le cargarian, y volverian á pernoctar á Elizondo. El batallon provisional y compañía de zapadores marcharian desde Berrueta á Irurita donde se acantonarian.

El 28 dispondria Iriarte lo oportuno para que con la debida anticipacion se cargasen las acémilas, y fuera el convoy desde Elizondo escoltado hasta Irurita, en donde le tomaria una ó dos secciones del batallon provisional, para que otras fuerzas que saldrian de Elizondo, franqueasen la marcha y protegiesen el frente, costados y retaguardia.

Oráa con su division protegeria este movimiento, y las tropas arriba designadas seguirian la marcha hasta el puerto de Velate, en donde hallarian dos batallones para relevar á las fuerzas que saldrian de Elizondo, que regresarian al mismo punto. Otras fuerzas irian á Irurita á recibir órdenes de Oráa para los movimientos sucesivos.

Los batallones situados en Velate, los tiradores y flanqueadores seguirian el movimiento con el convoy para Pamplona, quedándose los

tiradores en Villaba y los batallones de Soria en Ororbia, por manera que solo entra ria en la capital el convoy y los flanqueadores. Iriarte era el responsable de la seguridad del convoy, que debia defender á toda costa, disponiendo de las tropas como jefe de ellas, del modo que lo juzgase necesario.

Tales fueron las órdenes dadas por Benedicto, y tales las que se necesitaban para trasportar con alguna seguridad cualquier convoy.

En tanto que disponia Benedicto tan acertada combinacion, estaban los carlistas en Yanci y Aranaz, é incendiaban en Vera, la tarde del 23, el edificio que parecia más á propósito para ser fortificado por Oráa, que se halló con sus escombros cuando se presentó el dia siguiente á ponerle en estado de defensa. Esto no obstante, empezó su reedificacion el 25, en cuyo dia Sagastibelza, que no perdia de vista á Oráa, se propuso provocarle en el mismo Vera.

Reunidos los batallones en Lesaca, emprendieron la marcha por dos diferentes caminos que los condujeron á las inmediaciones de Vera sin ser vistos de los contrarios.

El coronel don Joaquin Elío se adelantó con una compañía de cazadores hasta el puente de San Miguel, de donde desalojó á una avanzada: reforzó Oráa aquel punto, y Elio se retiró deseando atraer al enemigo, para que Sagastibelza le sorprendiese por la espalda.

Oráa avanzó con precaucion tres batallones, que llegaron haciendo fuego hasta la altura que ocupaba una compañía del 8.o de Navarra, que reforzó oportunamente Sanz. Pero fuese la falta de municiones que pretestó Sagastibelza, ó el denuedo de las tropas de la reina, el hecho fué que se retiraron los carlistas dejando tres muertos, uno de ellos el teniente Lozaya, y llevándose diez y siete heridos, siéndolo gravemente los jefes Mendoza y don Jorge Cuevillas. Oráa tuvo dos muertos, el abogado Goicochea que mandaba una de las compañías de cazadores de Isabel II, y el valiente tirador de la Guardia Real Barrado, y diez y ocho heridos.

Oráa desembarazado por entonces de los carlistas, pudo continuar las obras de fortificacion el 28, sin perder de vista la interesante custodia del convoy llegado á Irurita, y al cual acechaban los carlistas, que conocian su importancia, pues llevaba entre porcion de efectos y útiles, 4,000 duros.

PRELIMINARES PARA EL TRATADO DE ELLIOT.

CLXIX.

El tratado denominado de Elliot, ha sido mirado únicamente por el prisma de las pasiones. Considerándole en interés de la humanidad,

debemos aprobarle y enaltecerle. Como para nosotros es siempre lo primero cuanto contribuye á que el hombre se despoje de esos hábitos endurecidos que dan fiereza, vemos en aquel pacto generosos sentimientos y la mano de la civilizacion, cualquiera que sea el móvil que le ocasionara.

Han dicho algunos escritores, blasonando de españolismo, que los estraños dieron el primer grito de alarma, y consignaron la primera reprobacion de los horribles escesos que se cometian en la guerra, aduciendo como prueba la carta que el rey de la Gran Bretaña dirigió á su ministro de Relaciones esteriores, vizconde de Palmerston, en 4 de junio de 1834, quejándose del carácter sanguinario de la guerra civil de España (1); y si bien no quitamos su importancia á esa humanitaria comunicacion, los generales en el ejército, la prensa de Madrid, y sobre todo la opinion pública, condenaban ya con la posible energía tales horrores, aunque equivocando algunos los medios de conjurarlos, pues pretendian evitar fusilamientos, fusilando; ahorrar desgracias con desgracias nuevas; imponer con la violencia por creer vergonzosa la persuasion. El escaso conocimiento que se tenia de los carlistas; el mal fundado desprecio con que se les miraba; la ignorancia de su poderío é importancia, y el orgullo de quien siendo superior se consideraba rebajado tratando de igual á igual, fueron las principales causas de aquellos desastres que tantas víctimas ocasionaron, y tantas lágrimas hicieron verter. Obraban entonces las pasiones, y nada podia refrenar su furor.

No negamos que hubiera sido más honroso fuesen los mismos españoles quienes pusieran término á las represalias; pero conocemos que liberales y carlistas creian fundadamente poco digno iniciar proposiciones que hubieran sido miradas por el contrario como un acto de transaccion ó debilidad. Cuando dos enemigos se creen recíprocamente superiores, ninguno propone al otro lo que presume puede ser achacado á temor. Esta era la posicion de ambos combatientes.

Ya tenemos visto que unos y otros condenaban las represalias, que unos y otros se condolian de las vidas que sacrificaban para vengar otras; que ambos estampaban con terror sus firmas en bandos sanguinarios y de esterminio; que ninguno, salvo ciertos casos particulares, proponia formalmente el término de tan deplorable situacion, conviniendo en medidas posteriores y sobre todo en cangear los prisioneros.

Hallábase Mina al frente del ejército, y comenzaba el año 1835, cuando en su correspondencia con Martinez de la Rosa, le manifestaba

(1) Véase el documento número 72.

« AnteriorContinuar »