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éste el deseo general de moderar el rigor de la guerra respecto á los prisioneros, á pesar de que «desde que vd. ha tomado el mando, le aña»dia, se ha suavizado en lo posible aquel rigor. »

Nada le decia de lo que ya se trataba en Londres con empeño, y la primera noticia que tuvo Mina de las negociaciones que allí se seguian, fué recibir el 4 de abril un pliego, con inclusion de un oficio de 26 de marzo, participándole que, á peticion del gobierno español, iban á salir de Londres dos comisionados para el cuartel general de don Cárlos, con el importante encargo de anunciarle «la inutilidad de la lucha en que estaba empeñado, por las ningunas esperanzas que debia tener de ser ayudado, no solamente por la Inglaterra, sino por otro ningun país de Europa, y la imposibilidad, por consiguiente, de lograr su objeto en España, vista la decision de esta á permanecer fiel á la causa de su soberana.»> Añadíasele que esta era la comision reservada de los dos sugetos, pues la ostensible tenia por objeto dulcificar el modo de hacer la guerra, tal cual estaba admitido y establecido entre las naciones civilizadas. Para esto, y de acuerdo con nuestro gobierno, propondrán un cuartel ó cange de prisioneros entre ambas partes, lo cual, conseguido, seria siempre un gran bien, que produciria un admirable efecto, porque todos sin distincion desa probaban la terrible práctica de fusilar los oficiales, que es á quienes se aplicaba la pena de muerte, segun el decreto de la reina.

No desconociendo el gobierno inglés seria desairada su amonestacion, propusieron á don Cárlos, segun tenemos entendido con bastante fundamento, el matrimonio de su primogénito con la reina, consistiendo en esto la parte secreta de lo secreto de la mision; parte que Mina ignoraba.

Poco aficionado éste á la intervencion de estranjeros en nuestras contiendas, se propuso hacer solamente lo que de su posicion oficial se le exigiera, pues temia, como se lo escribia á Martinez de la Rosa, que por el pronto se produjese una peligrosa exaltacion en los carlistas, que vigorizase sus esfuerzos, al ver que se presentaban á su señor comisionados especiales del gobierno inglés; porque en la esperanza que conservaban de que habiau de ir los ingleses á auxiliarlos, segun les aseguraban constantemente sus oficiales, se creerian ya seguros de su triunfo, y se trasmitiria su confianza á los pueblos.....

No era ya tiempo de escrúpulos ni observaciones, pues el mismo dia, el 5 de abril, en que Mina escribia de esta manera a Martinez de la Rosa, lord Elliot le oficiaba desde Bayona anunciándole su arribo á aquella capital, y que marcharia inmediatamente al cuartel general de don Cárlos, á cuyo fin tuviera á bien dar las órdenes necesarias para no esperimentar ningun obstáculo de parte de las tropas de la reina.

El 9 recibió Mina esta comunicacion con otra del general Harispe, trasmitiéndosela, y secundó los deseos de Elliot, quien al entrar en España se halló con Mr. Wilde, que desde el cuartel general de Mina marchó á tener una entrevista con su compatriota, á fin de instruirle de la conducta del general y de su moderacion, y desechar de la mente de Elliot cualquiera prevencion desfavorable que trajera, ó cualquier idea equivocada sobre la clase de guerra en que iba á intervenir.

Mina, á quien no pudo menos de llamar la atencion aquel precipitado viaje despues de los misteriosos y breves preliminares que le precedieron, revolvia su imaginacion discurriendo la causa que pudiera motivar aquella rápida intervencion de los ingleses, y cuando más se agitaba su mente en contradicciones, cuando menos comprendia cuanto le rodeaba, recibió cartas de Lóndres y de París que le decian: - «Que observando el duque de Wellington la eficacia con que el ministro de la Guerra español, Valdés, promovia el envío de grandes refuerzos al ejército de operaciones del Norte, y conociendo la travesura de Mina, llegó á temer que de un momento á otro podia verse el Pretendiente estrechado, y acaso mal parado, y trató de sacarlo de sus apuros, enviando un comisario especial que neutralizase con su presencia el ardor de los dos generales españoles Valdés y Mina; añadiéndole que lejos de llevar á don Carlos proposiciones de abandonar el campo, el objeto era por el contrario, afirmarle en la esperanza de salir victorioso.»>

Estas noticias hicieron desconfiar á Mina de la mision de lord Elliot, y estar prevenido.

TRATADO DE ELLIOT.

CLXX.

Llegaba en tanto el comisionado inglés al cuartel general carlista, siendo presentado á don Cárlos, que le recibió lleno de gozo, bastando este acto y las voces que por consecuencia del mismo se esparcieron, para que en todos los pueblos afectos al príncipe fuese recibido el enviado con las mayores demostraciones de alegría, confirmando así la exactitud del juicio de Mina.

Zumalacarregui, pretendiendo dar un golpe teatral, reunió en Asarta á la puerta de su alojamiento á los prisioneros que acababa de hacer, y les ostentó á Elliot como trofeo de su gloria.

Jóven el comisionado, de gentil y airosa talla, cortesanía española, finos modales y traje y aspecto sencillo, cautivaba de suyo, y era bien oido en sus pretensiones, que se recomendaban por sí mismas.

No tuvo en efecto que esforzarse mucho para que fuesen acepta

das, y el jefe carlista suscribió, prévia la venia de don Cárlos, al tratado que iba a regular la guerra, á despojarla de su rudeza y barbarie. Combatíase entonces con pasion, con fanatismo, y los mismos autores de tantas víctimas habian luego de llorar su pérdida, como hemos presenciado.

Llevado á Valdés el convenio, su generosidad y nobleza características le aconsejaron firmarle, y lo hizo prévias algunas pequeñas alteraciones que aprobó Zumalacarregui, publicándose á poco aquel documento tan combatido por unos, tan aplaudido por otros. Ahora que se han amortiguado las pasiones que entonces le juzgaron, podrá apreciarse con el debido criterio, con ánimo tranquilo, serena la razon. ¡Ojalá no se hubiese retardado!

Convenio para el cange de prisioneros, propuesto por lord Elliot, comisionado al efecto por S. M. británica, que ha de servir de regla á los generales en jefe de los ejércitos beligerantes en las provincias de Guipúzcoa, Alava y Vizcaya, y en el reino de Navarra.

Artículo 1.o <«<Los generales en jefe de los dos ejércitos actualmente en guerra en las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Alava, y en el reino de Navarra, convienen en conservar la vida á los prisioneros que se hagan de una y otra parte, y en cangearlos del modo siguiente:

Art. 2. El cange de los prisioneros será periódico dos ó tres veces al mes, y más frecuente si las circunstancias lo exigen ó lo permiten. Art. 3. »El cange se hará en justa é igual proporcion del número de prisioneros que presente cada parte, y los escedentes perinanecerán en el partido que se hallen hasta nueva ocasion de cange.

Art. 4.0 » En cuanto á los oficiales, el cange se hará de grado á grado, entre los oficiales de to las categorías, empleos, clases y dependencias que sean cangeados por ambas partes, segun el rango respectivo de cada uno. Art. 5. Si terminado un cange entre los dos partidos beligerantes, uno de ellos tuviese necesidad de un sitio seguro para guardar en él los prisioneros escedentes que no hubiesen sido cangeados, para seguridad, buen tratamiento y honor de estos mismos prisioneros, se ha convenido que sean guardados en un depósito por el partido en cuyo poder se hallasen en uno o más pueblos, que serán respetados por el partido contrario en caso de que éste pudiese penetrar allí, no podrá perjudicarlos en manera alguna durante el tiempo que permanezcan en dicho depósito: bien entendido que, en las ciudades o pueblos donde estén los prisioneros no se podrán fabricar armas, municiones, ni efectos militares. » Las plazas serán designadas con anticipacion por los dos partidos beligerantes.

Art. 6.0 »Durante esta lucha no se quitará la vida á persona alguna civil y militar por sus opiniones sin que haya sido juzgada, y condenada conforme á los reglamentos y ordenanzas militares que rigen en España.

>>Esta condicion debe entenderse únicamente para aquellos que real

TOMO I.

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mente no son prisioneros de guerra; con respecto á estos, se observará lo estipulado en los artículos precedentes.

Art. 7. Cada partido beligerante respetará religiosamente y dejará en plena libertad á los heridos y enfermos que hallasen en los hospitales, pueblos y ciudades, cuarteles ó en cualquier otro paraje, con tal que estén provistos de un certificado de uno de los cirujanos de su ejército.

Art. 8. Si la guerra se estiende á otras provincias, se observarán las mismas condiciones que en las de Guipúzcoa, Alava, Vizcaya y el

reino de Navarra.

Art. 9»>Estas condiciones se observarán religiosa y rigurosamente por todos los comandantes que puedan sucederse en ambos partidos.

>>> Habiendo sido firmado este tratado por duplicado, se ha cambiado el puesto de las firmas de los dos generales, á fin de que hubiese paridad perfecta entre los dos partidos.-Cuartel general de Logroño, á 27 de abril de 1835. El general en jefe del ejército de operaciones del Norte, Gerónimo Valdés. —Cuartel general de Eulate, 28 de abril de 1835. — Tomás Zumalacarregui.—Firmado. — Elliot. »

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Existe otro convenio firmado por Zumalacarregui en Asarta, á 25 de abril; pero insistiendo Córdova, que dirigia esta conferencia diplomática en representacion de Valdés, en que se hiciesen las adiciones que van con letra bastardilla, hubo que redactar de nuevo el tratado que firmó Zumalacarregui el 28 en Eulate.

Cuando se concluyó el tratado, reunió Zumalacarregui los prisioneros procedentes de Artaza, y los presentó á Elliot, auunciándoles que en obsequio á este personaje, les otorgaba la vida y la libertad.

Aquellos infelices se presentaron estenuados de hambre y desnudos, en deshonra de sus guardadores.

Zumalacarregui y Elliot se trataron con deferencia, y al despedirse cambiaron prendas, conservando en la actualidad la familia del primero un anteojo, que manifestó el segundo haber servido á Wellington en la guerra de España.

DERROTA DE IRIARTE EN GUERNICA.

CLXXI

A fines de abril se encarga don Juan Manuel Sarasa, en Villaro, de la comandancia general interina de la division vizcaina, y ofrece á sus soldados procurarles dias de gloria. Sabe á poco que Iriarte con su columna habia salido en direccion á los puertos y pernoctado en Bermeo y Mendata, tomando despues la direccion de Guernica, donde calculó Sarasa se detendria aquella noche para salir al dia inmediato hacia Lequeitio.

Confiado Sarasa en la superioridad de sus fuerzas, pues no llegaban

á tres mil hombres los que conducia Iriarte, resolvió marchar á su encuentro, y noticioso de que en Oñate se hallaban cuatro batallones sin objeto particular, todavía quiso se le incorporasen en Mendata y Albiz, donde los esperaria.

A hora conveniente para ocultar su movimiento y llegar de noche, rompió la marcha en Arratia para Zornoza el dia 30, con cinco batallones, las compañías de jefes y oficiales escedentes y la primera y segunda de Guías con cincuenta lanceros. Iriarte habia continuado la suya para Lequeitio con un pequeño descanso en Guernica, y al mismo tiempo que recibió Sarasa esta noticia, supo tambien que Gomez se le reuniria con dos batallones guipuzcoanos.

Viendo de este modo satisfechos sus deseos y lisonjeadas sus esperanzas, temia, sin embargo, que Iriarte se embarcase, y se decidió á salir de Zornoza al rayar el dia 1.o de mayo, dirigiéndose á las calzadas de Astuaqui, y señalando á Gomez los pueblos de Munditívar y Guerricáiz para cubrirlos desde Mallaria.

Ejecutados estos movimientos, al llegar las fuerzas de Sarasa á la esplanada inmediata á la titulada del Hambre, en el monte de Andracas, cubrióse este punto de una densa niebla, acompañada de una contínua lluvia, que por espacio de dos horas y media en que mantuvo formadas sus columnas en el campo, por no tener edificios donde guarecerlas, puso á la tropa en un estado deplorable, é impidió á Gomez dejarse ver en el punto aplazado, por serle imposible caminar como queria entre el fango y la lluvia.

Iriarte pernoctó en Miliste, á media hora del sitio que ocupaban los carlistas, tomó la direccion de Lequeitio, y contramarchando se dirigió á Guernica. Conocido su intento por Sarasa, corrió á anticipársele, y ocupó la villa, distando aun Iriarte más de una hora. Participó aquel á Gomez su posicion y esperó al jefe enemigo, tomando las medidas oportunas para batirle más completamente y escogiendo posiciones.

Preséntase Iriarte y se rompe el fuego por ambas partes, acometiendo con tal brio las tropas de la reina, que rechazan los puestos avanzados de los carlistas, se apoderan de sus primeras posiciones, y lo arrollan todo á su paso marchando sobre cadáveres. Pero este valor se estrella al penetrar en las calles de la poblacion, donde hallan en las masas una resistencia invencible, teniendo que replegarse y hacer jugar la artillería, que desde las huertas de Rentería disparó contra la villa y otros puntos.

Llegan á la sazon los batallones guipuzcoanos por la altura de Burgoa, y acometen impetuosamente á la izquierda liberal, obligando á Iriarte á destacar una gran parte de sus fuerzas contra aquellos nuevos y molestos enemigos. Mas no le daban estos tanto cuidado como los

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