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poseedores de Guernica, en la que se decidió á pernoctar. Estaba ya próxima la noche, y era necesario un esfuerzo, pero estremo. Conoce Iriarte lo difícil de su posicion; ve insultado su orgullo por su arrogante enemigo, y desconociendo el miedo, reune su gente, la arenga, la entusiasma, promete galardonar su valor, y puesto á la cabeza, se arroja brioso á conquistar el pueblo, acometiendo por última vez el puente que rebasa sobre cadáveres, penetra en la villa y llega á la plaza, dejando el suelo lleno de muertos. Pero allí acometidos á la bayoneta con intrepidez por los valientes vizcainos, protegidos por los lanceros, y cansados de pelear los liberales contra fuerzas superiores, y no menos arrojadas, van cediendo el terreno ganado, declarándose al fin la victoria por los carlistas.

La derrota fué terrible y desastrosa para Iriarte. El único documento que acerca de la pérdida que sufrió hemos podido adquirir, y que atendida su procedencia podrá ser exagerado, dice que, «solamente en el pequeño recinto desde la venta de Tablas, vegas de Rentería y calles de Guernica hasta Ereño, se recogieron y sepultaron, como aparece de varias certificaciones, cuatrocientos cincuenta y tres cadáveres de jefes, oficiales y tropa, sin contar con los que se ahogaron por haberse volcado al paso de los primeros la escalera que hacia de puente, y en su carrera se tiraban al agua; ni tampoco los que despues de Ereño mataron las partidas de observacion y compañías de bloqueo de Lequeitio, que pasan de ciento. Entre los prisioneros solo se hallaron cincuenta y cinco heridos, que se dirigieron á los hospitales; pero sé que por haberlos tenido muy á retaguardia se llevaron multitud de ellos para Lequeitio. Además quedaron en nuestro poder entre pasados y prisioneros doscientos un indivíduos, toda la numerosa brigada, dos piezas de artillería de montaña con su tren y inuniciones, cajas de guerra, armamento y otros efectos. Fueron fusilados, en represalia del asesinato cometido últimamente por la misma columna con dos soldados nuestros hechos prisioneros en la última accion de Arratia, el coronel comandante de Gerona; otro coronel, del Príncipe, don Francisco Antonio Cronet; el teniente coronel mayor de Córdoba don Fernando Balboa; los capitanes don Félix Quirós, del Príncipe; don Felipe Maldonado, de Córdoba; el teniente don Antonio Castro, del Príncipe; los subtenientes don Mariano Herrero, don Braulio del Sar, don Ramon Avesantile, de Gerona, Almansa y 3.o de línea, despues de haber recibido los auxilios espirituales.

>> Nuestra pérdida, aunque muy sensible, ha sido insignificante comparada con una gran victoria, por consistir en un coronel, dos capitanes, dos subalternos y diez y seis soldados muertos, y un capitan, cinco subalternos y cincuenta y cinco sargentos, cabos y soldados heridos en

la division de mi mando, siendo de los primeros el valiente coronel don José María Pouso, presidente de la comision militar; los intrépidos capitanes don José de Arrue, adicto á este estado mayor, y don Juan Pedro Patiño, de tiradores del 4.o; el teniente don Ezequiel Loizaga, que fallecieron sosteniendo las cargas al puente, y el bizarro subteniente don José Ayesta, que lo fué á medio tiro de pistola del convento sitiado. Los batallones de Guipúzcoa perdieron al recomendable capitan del tercero don Joaquin Elicegui, con tres soldados, y diez y seis heridos de estos en ambos cuerpos.»

DEFENSA DEL convento dE RENTERÍA.

CLXXII.

Las fuerzas de Iriarte marcharon á las guarniciones de Lequeitio, Eibar y Durango, quedando cortados en el convento de monjas de Rentería unos doscientos hombres, que resolvieron en su abandono morir entre sus ruinas antes que rendirse.

Acude Sarasa á sitiarlos, y les intima la rendicion; mas no contes tan. Les invita dejen salir á las religiosas y no responden. Intenta entonces el ataque é incendio del convento, aunque sin fruto alguno, pues si bien quemaba las puertas, se hallaban tras ellas fortísimas paredes de guarda-fuegos que improvisaban los sitiados.

Al ver la inutilidad de este medio, colocaron los sitiadores una pieza detrás del altar mayor, con el fin de abrir en el coro, en cuya pared se abrigaban los valientes defensores del convento, una brecha capaz de que penetrase el humo de los combustibles; pero tampoco lograron su objeto.

Espartero acudia á impedírselo.

Acababa de ser nombrado el 1.o de mayo comandante general de las Provincias Vascongadas, cuando tuvo lugar este hecho, el 3, que le va lió la gran cruz de San Fernando, con que premió el gobierno más bien sus anteriores méritos.

Sabedor en Villarreal de Alava del desastre de Iriarte, marchó hacia Durango, á pesar de la copiosa é incesante lluvia que, sin el poderoso motivo que le impulsaba, le hubiera detenido en Ochandiano; pero siguió á Guernica, vió desde el alto de Munisqueta las llamas del convento, y temiendo fuesen presa de ellas los valientes defensores de aquel lugar sagrado á que pusieron fuego los defensores del altar, enardeció su valor aquel espectáculo, y para avisar á los sitiados su aproximacion, disparó tres cañonazos.

Al oirlos y divisar los carlistas la llegada de tales fuerzas, se retira

ron los vizcainos hacia la Rabensa para Arratia, y los guipuzcoanos por Munditívar para su provincia. Trató Espartero de perseguir á estos úl timos por las alturas de Arteaga, mas no pudiendo darles alcance, é interesándole salvar cuanto antes á los defensores del convento, bajó por Mendata á Guernica, y aquel puñado de valientes al ver adelantarse á Espartero con un piquete de caballería, salen del convento, se lanzan á un pantano con el agua á la rodilla, y corren á abrazarle inundados de lágrimas, que hicieron verter las del animoso caudillo de la reina, teniendo lugar una de esas sublimes escenas que indemnizan con superabundancia de las mayores fatigas y privaciones.

Corrió Espartero al convento, consoló é hizo que fuesen prontamente auxiliados los heridos, dió las gracias á las monjas por los eficaces y caritativos socorros que les prestaron, y reconoció en seguida el estado espantoso del edificio (1).

El jefe de aquellos valientes, el teniente Calvo, del batallon de Gerona, conquistó en aquella ocasion un nombre en el ejército.

Espartero, al presentar á las tropas los sitiados, dió la siguiente órden del dia, 4 de mayo.

«<Soldados: van á desfilar por delante de vosotros ciento noventa y cuatro valientes que, atacados por ocho batallones, batidos por la artillería á menos de tiro de pistola, y rodeados del incendio que devoraba el débil edificio á que se habian acogido, no han titubeado un instante entre el honor y la muerte que les amenazaba. Han sellado su lealtad con su sangre, y la patria admirada premiará y trasmitirá á la posteridad los heróicos hechos de tres dias, en que el hierro, el plomo y las llamas han cercado á estos bizarros militares. Saludadlos en el nombre augusto de S. M., á cuyos reales piés elevaré la relacion de este suceso, suplicándola los premie y se consagre su memoria para eterno honor de los regimientos de Gerona y el Príncipe á que pertenecen.

»He aquí, compañeros, el fruto de las dos penosas marchas que habeis hecho desde Vitoria: sin vuestra constancia y vuestro sufrimiento,

(1) Al volver á pernoctar à Guernica, que continuaba despoblada permaneciendo sus vecinos en una altura inmediata, les avisó con la única mujer que pudo hallar que bajaran, sin el menor cuidado y abrieran las puertas de las casas para alojarse la tropa, que esperaba formada: repitió el aviso, y solo bajaron dos ó tres familias sin ningun hombre, teniendo al fin los soldados que romper las puertas de las casas para alojarse, y buscar por si la lumbre y los condimentos para guisar una de las raciones que llevaban en el morral.

Esta violenta situacion colmó la irritacion de los ánimos. y el descuido ó intencion de algunos rancheros produjo el incendio de una casa que tenia cantidad de paja y se comunico á otras costando gran trabajo el cortarlo, y mayor el contener á los soldados que con la relacion de sus compañeros salvados, con la presencia de los combustibles amontonados para quemarlos, y la hostilidad y ausencia de todos los vecinos, veian contentos el incendio aun cuando quedaran al raso, y destruian cuanto les acomodaba. Apagado el fuego se tranquilizaron todos.

el enemigo no se hubiera ahuyentado, y estos héroes hubieran sido pasto de las llamas: los habeis salvado, los volveis á sus familias y á la patria, y yo os doy las gracias satisfecho de vuestro proceder, y seguro de que no olvidareis esta leccion para llevar con alegría los trabajos que ofrezca la campaña, y en que siempre os acompañará vuestro general.»

ATAQUE Á IRURZUN.

CLXXIII.

Despues de la accion de Artaza, trató Zumalacarregui de obtener alguna ventaja sobre Valdés, mas no atreviéndose á atacarle, se propuso caer sobre aquellos puntos cuya conservacion era importante por su posicion ó por su influencia en las operaciones.

Hallábase en este caso el castillo de Irurzun, y á él se dirigió Zumalacarregui, batiéndole con su artillería. Sin fuerzas de la reina bastantes en aquellas inmediaciones para salir al encuentro de los carlistas, pues las que habia tenian contrarios á su frente, avisó el virey de Navarra á Oráa para que volase al socorro de la plaza. Pero se hallaba aislado este jefe, y temia, con fundamento, ser envuelto en algun paso peligroso, ó cuando menos, llegar tarde á causa de la cautela con que tenia que marchar. Las fuerzas avanzadas de Zumalacarregui ocupaban á Sarasa, y los batallones á Lecumberri y pueblos inmediatos. Las tropas de la reina estaban reunidas en los Berrios, á unas dos horas de Irurzun. Oráa se trasladó á Irurita, despues que los carlistas estaban en Aranaz y Yanci, y luego marchó hácia Labayen. Era su objeto obrar segun los movimientos del contrario, y auxiliar las operaciones de sus compañeros.

Lo acertado de las de Oráa obligó á Zumalacarregui á abandonar el sitio, cuando ya no podia prolongarse la defensa. Tal quedó el fuerte combatido á la vez por la bala rasa y el fuego, que fué preciso abandonarle, retirándose la guarnicion, que habria sido presa de las llamas á no acudir en su auxilio la Providencia, que les deparó una lluvia benéfica y el prudente Oráa.

IMPORTANCIA DE LA OCUPACION DEL BAZTAN.

CLXXIV.

Zumalacarregui se dirigió por la Borunda á las Amexcoas, donde se internó precipitadamente seguido de Valdés

Antes de salir éste de Pamplona, previno á Oráa, en 4 de mayo, ope

rase de modo que pudiese evacuar con su division en el término de quince dias el Baztan, dejando dos batallones en Elizondo y uno en Santesteban, sin olvidar el punto de Oyeregui; aumentando en lo posible el armamento de los naturales, para que apoyados estos en los fuertes indicados, pudieran entretener á los carlistas con una columna volante de trescientos á cuatrocientos hombres. Pedíale al mismo tiempo su opinion sobre el particular, indicándole que. «en el caso de no ser realizable el anterior proyecto por no ser útil á su juicio, se debia abandonar definitivamente el todo, por los males de gran trascendencia que causaba la posesion de un punto que no podia proporcionar ventaja alguna.>>

Mina esperaba la conclusion de la guerra de la ocupacion del Baztan por sus consecuencias inmediatas, que empezaron á realizarse, y Valdés ordena la evacuacion del mismo punto por desventajoso. ¿Quién comprendia mejor la guerra? ¿Quién obraba con más acierto?

En vez de responder seguiremos reseñando los sucesos, que son la mejor contestacion á estas preguntas.

La ocupacion del valle del Baztan exigia fuerzas de consideracion. Las que dejaba Valdés trabajaban estérilmente, no impidiendo la introduccion desde Francia de los efectos de guerra que venian para los carlistas, ni á estos la posesion de país tan abundoso, comprometiéndose además á los naturales que habian abrazado la causa de la reina, y que ayudaban sus operaciones.

El armamento de la juventud del país no daba los resultados que se propuso Mina, porque el gobierno no facilitaba las armas que se le pedian, y porque manteniéndose en las montañas los carlistas por falta de fuerzas suficientes para que se alejasen, infundian de contínuo temor á los pueblos.

«La esperiencia, dice Oráa, habia demostrado que la guerra de persecucion esclusiva no era la que daba mayores ventajas sobre el enemigo, causando al propio tiempo más bajas en las tropas de la reina que· en las acciones de la guerra. Los carlistas debian ser atacados en su orí gen, destruyendo los recursos en el interior, é impidiendo la entrada de los que podian recibir del vecino reino. Para lograr esta empresa de incalculables consecuencias, no era menester más que la ocupacion de estos valles y el armamento de sus naturales.

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armados estos valles, naturalmente se armaria la Ayezcoa, y los carlistas encontrarian un país en estado de defensa, en lugar de una provincia resignada á sufrir sus correrías.»>

Poderosas son estas razones, pero Valdés tenia otra de importancia. Cuando para impedir los progresos de los carlistas en toda su línea, necesitaba perentoriamente más tropas que las de que podia disponer, no

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