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El 15 estaban considerables fuerzas carlistas en Lesaca, Aranaz y Yancy, lo cual impuso a Oráa, quien en este mismo dia participaba desde Irurita al general en jefe, la poca exactitud con que se cumplian por otros algunas órdenes, y lo que temia la audacia de los carlistas.

Respetables fuerzas de estos atacaron el 17 el fuerte de Laudivar; pero fueron rechazados vigorosamente, retirándose hacia la Tejería.

A la madrugada del 18 desocuparon los liberales á Urdax, y á las tres ó cuatro horas ya le ocupaban los carlistas. Sábelo Oráa, y previendo que pretendian introducir algun convoy, dispuso impedirlo, le salió Elío al encuentro, y á pesar de sus movimientos estratégicos para hacerse dueño de las tres Mugas, lo fueron antes los carlistas, apoderándose de la montaña de Zugarramurdi. El jefe liberal, viendo burlado su deseo, converjó por la derecha, y desde Ezquiel desfiló por la espalda de la posicion al puerto de Anzola, trabándose una pequeña escaramuza entre una guerrilla que destacaron los carlistas y unas compañías de la Guardia Real que cubrian la retaguardia, siendo el resultado la pérdida del alférez de la Guardia, Maurelle, que con seis granaderos se perdió en el bosque, y cayó prisionero, muriendo uno de sus soldados que no quiso rendirse.

Oráa sufrió prudente los insultos de sus enemigos que le retaban al combate, y Sagastibelza llevó á cabo su encargo.

Apurado Oráa y como si no fuera suficiente el malogro de su empresa, sabe que Zumalacarregui, Eraso y Sagastibelza se mueven simultáneamente sobre Goizueta, para caer todos sobre él, y en tal apuro, previene el 21 á Jáuregui se reconcentre sobre el valle, y que le dé anticipadamente conocimiento del dia en que llegue para salir hácia las tres Mugas, ó Vera, con el fin de proteger su reunion, y salvar los cien mil cartuchos y ochocientas granadas de mano que le pidió. Pero los carlistas impidieron este movimiento, permaneciendo en Goizueta y Lecumberri, de donde no podia desalojarlos Oráa.

El 22 recibe dos órdenes, una reservada mandándole remitir á Pamplona las armas y municiones y consumir los víveres que hubiese en los fuertes, y otra de la misma fecha, prescribiéndole continuase ocupando los valles, toda vez que los carlistas no habian atacado á Puente la Reina. A una y otra contestó Oráa haciendo las debidas observaciones acerca de la cantidad de armas, municiones de boca y guerra y efectos militares que existian en Elizondo, Añoa, y Santesteban, añadiendo que en este punto y el primero habia cerca de cuatrocientos enfermos, todo lo cual era difícil de trasportar teniendo á la vista al enemigo.

La posicion escogida de sus contrarios. tan audaces ya y poderosos, hacia comprender á Oráa lo arriesgado de la retirada, y el conflicto en que podria colocarle el menor revés, añadiéndose á estos inconvenientes

el gravísimo de dejar abandonados y en gran compromiso á los naturales que se habian comprometido por la causa liberal.

El 23 dejó Eraso á Goizueta, dirigiéndose á Santesteban. Sagastibelza no se movia de Aranaz, Yanci y Lesaca. Oráa, pues se hallaba aişlado: Valdés marchaba á Puente la Reina, y la incorporacion con Jáuregui era imposible, despues de la órden de aquel para el abandono del Baztan.

Temiendo Oráa ser á cada instante atacado, pensó, en tan crítica situacion, en el mejor modo de dar cumplimiento á las órdenes superiores. Al efecto comenzó por salvar las armas, municiones y efectos que contenia Elizondo. El 25 salió el convoy, y el 26 llegó ileso á Pamplona, y casi á la vista del enemigo, y sin el más leve choque.

Pero si pudo lisonjearse del buen éxito de esta operacion, sus consecuencias fueron desagradables. Cunde la voz por el Baztan de que van á abandonarle las tropas liberales, y á la par de la noticia se difunde el desaliento, y muchos habitantes de Elizondo abandonan sus hogares, y se refugian en Francia. Lo sabe Oráa, reune al ayuntamiento, trata de disipar sus recelos, y le manifiesta que en el caso de verificarse la retirada de las tropas, se lo avisaria anticipadamente para que las familias comprometidas obrasen como les conviniera.

Cuando el mismo Oráa se ilusionaba con poder tranquilizar á los baztaneses liberales, recibe otra órden de Valdés manifestándole que Zumalacarregui habia marchado sobre Guipúzcoa, la precision de maniobrar contra él con todas las fuerzas posibles, y le prevenia, bajo su res_ ponsabilidad, que se internara con toda la division de su mando en el pueblo de Aldaz y sus inmediaciones, ó en el mismo Lecumberri, dejando únicamente la fuerza que conceptuase necesaria en los fuertes para su defensa durante las operaciones, y que si Jáuregui podia reunírsele, le avisase lo verificara: «Debiendo V. S. tener entendido, añadia, que la llegada de la division á Aldaz debe verificarse en el dia de mañana, si este oficio llegase á tiempo, y de no, pasado mañana. Yo me hallaré desde mañana á medio dia en las inmediaciones de Irurzun basta recibir avisos de V. E. En el caso de que Eraso permanezca por esas inmediaciones con sus siete batallones, lo dejará V. S. sin incomodarle á no ser que sobre la marcha, y sin detencion, pudiese escarmentarle; pero lo que ahora importa es poner en contacto esas fuerzas con estas. No perdone V. S. medio ni gasto para avisarme el recibo de este, y darme fre cuentes avisos de cuanto ocurra. Cuartel general de Pamplona, 27 de mayo de 1835.-Valdés »

Oráa recibió este oficio en la noche del 28, y al amanecer del 29, desde Irurita, en donde reunió su fuerza, partió á su frente, tomando el camino de Santesteban, en cuyo punto dejarian los soldados las mochi

las y se racionarian para dos dias, prosiguiendo á Ezalburu, por creer este camino menos peligroso.

La marcha era difícil, pues, aunque solo de nueve leguas, lo áspero y quebrado del terreno, el enemigo á la vista, que podia escoger puntos de ataque, un tiempo frio y lluvioso, lleno de fango el suelo, crecidos los arroyos, desbordados los rios, eran sobrados motivos para que los soldados fueran descalzos, y en la situacion más lastimosa, empeorada á cada momento, por empeorarse el temporal.

Por los puertos de Vidarchico y de Odologa, y despues de una marcha de trece horas, ganaron las tropas la altura de Larrainzar, donde hicieron alto, reconcentrándose. Algunas fuerzas tomaron posicion sobre el camino de Oiz y Labayen, en cuyos pueblos y en el de Urroz estaba el 29 Sagastibelza con los batallones 5.° 7.0 y 8.o de Navarra y segundo de Guipúzcoa, decidido á impedir el paso á Oráa, y con esperanzas de batirle, como lo consiguió.

ACCION DE LARRAINZAR. DERROTA DE ORÁA.

CLXXVIII.

Despues de un corto descanso, continuó Oráa su marcha, y al desfilar la vanguardia, se arrojaron sobre ella los carlistas tan impetuosamente que la desordenaron de un modo lastimoso. La confusion, el pánico de los soldados se comunicó al centro: al ver Oráa que todo era perdido, se puso, denodado, por dos veces á la cabeza de un batallon de la Princesa, cargó á los carlistas con brioso esfuerzo, y despues de inaudito empeño logró rechazarlos y ocupar sus posiciones.

Más no se dieron estos por vencidos; y en tanto que Oráa procuraba tenerles á una distancia respetuosa para reorganizar en el ínterin las descompuestas filas de su gente, infundiendo ánimo en el soldado, los carlistas se apres aban á otro ataque tan brusco como el primero.

Coloca Oráa las compañías de cazadores á retaguardia, las desplega en guerrilla para contener al enemigo; pero aquellos soldados, despues de una marcha tan penosa, entumecidos por el frio, y empapados en agua, hacian un fuego lento, que más parecia inspirado por temor al castigo, que por el deber. Sagastibelza, entonces, ordena un nuevo ataque, y cargan los carlistas por segunda vez, arrollan á los cazadores, y matan á su capitan don José Malvar, que tuvo una muerte digna de su valiente vida.

Entonces, dicen las Memorias, Oráa ya no debia abrigar ninguna esperanza de buen éxito, ni aun la que se apoya en el valor de la desesperacion, porque sus tropas habian sufrido mucho anteriormente y apenas podian maniobrar. El enemigo pujante y embravecido con sus ven

tajas siguió acosando la retaguardia, y solo la constancia del tercer batallon de la Princesa colocado en la confluencia de los caminos para proteger la marchar, y el valor tranquilo de su jefe don Félix Sarasa, pudieron reprimir algo la arrogancia de los carlistas, y hasta rechazar su vanguardia, rescatando varios prisioneros. Tambien el denodado capitan de la Guardia Real don Lorenzo Marquina, al frente de cuatro compañías que habia conservado formadas, logró imponer y rechazar á los carlistas; pero destacándose mucho del cuerpo de la division, se halló cortado por fuerzas superiores, y cayó prisionero. La retirada se hacia por momentos más difícil y penosa; sin embargo, al amparo del tercer batallon de la Princesa, se formó una columna de granaderos que cubrió la retaguardia hasta el rio de Ulzama. Aquí iban á aumentarse los de sastres de aquel dia aciago; el rio habia salido de sus bordes naturales, y con el copioso tributo de los arroyos salvaba los puentes presentando una ancha superficie de agua. De este modo perecieron ahogados más de sesenta indivíduos varias acémilas y caballos, creciendo el conflicto con la llegada de la noche, que se presentó oscura y nebulosa. Entonces se dispersaron muchos por el bosque, dirigiéndose á Elzaburu, punto que habia designado para reunirse la division, habiendo dispuesto tambien que arrojasen grandes piedras á los rios para facilitar el paso.

Tales fueron los hechos de aquel terrible dia, cuyas consecuencias hubieran sido aun más funestas para los liberales sin el cansancio y la fatiga de los carlistas que no aprovecharon todas las ventajas con que la fortuna les convidó, venciendo á superiores fuerzas.

Goyeneche, puesto por Oráa á la cabeza de la vanguardia para ir á Elzaburu, marchó á Iráizoz con unos cinco oficiales y ochocientos soldados; tomó despues el camino de Pamplona, y llegó á esta plaza sid noticiarlo á su jefe, é infundiendo un pánico imprudente.

La pérdida liberal consistió en un capitan, un subteniente y sesenta soldados muertos y heridos; y tres jefes, veinticuatro oficiales y trescientos ochenta soldados prisioneros; la carlista fué de un comandante ó capitan, Oneca, dos oficiales y pocos soldados muertos, y unos doce á quince heridos.

El vulgo, propenso comunmente á la exajeracion, abultó las pérdidas de Oráa y los resultados de esta jornada. El caudillo liberal, viendo así tan lastimada su honra, decia al dia siguiente al general en jefe, que su espíritu no estaría tranquilo, ni su honor ocuparia el lugar que le correspondia mientras no se aclarase la conducta militar observada por él y los indivíduos de los cuerpos en la desgraciada accion del dia anterior, por lo cual rogaba á S. E. se instruyera un sumario en averiguacion de las disposiciones que tomó y de cuanto ocurrió en la accion, á fin de que elevándole á plenario, fuese examinado y fallado en consejo

TOMO I.

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de guerra, destinándole entretanto al punto que se tuviera por conveniente.

El 29 tuvo lugar esta jornada, y á la una de la tarde del 30, salió Oráa de Elzaburu, pernoctó en Marcaláin, continuando al dia siguiente su marcha á Villaba, donde se le reunio Goyeneche con unos mil hombres, y donde hizo alto. Tambien le haremos nosotros para referir los notables sucesos en que tuvo parte Oráa en aquellos dias.

CASTIGOS FOR EL DESASTRE DE LARRAINZAR.

CLXXIX.

Mucho incomodó á Valdés el desastre de Larráinzar, y dejándose llevar de las primeras impresiones quiso hacer ejemplares castigos; increpó á los jefes y oficiales por aquella pérdida, expidió el 1.o de junio una órden general en que haciendo pública la sorpresa é indignacion con que habia visto el descalabro sufrido y ocasionado por menores fuerzas, y no obstante que reconocia la crudeza del temporal, la fragosidad de las montañas, y la existencia de alguna de esas combinaciones, comunes en la guerra, que se burlan del valor y prudencia de los hombres, para no alentar la impunidad, y en castigo de aquella derrota, disponia que el comandante don Ignacio Ventura, que se hallaba en el punto donde comenzó el ataque, y que no cumplió con las prevenciones tan terminantes que se le dieron de contener el desórden, quedase por este acto suspenso de su empleo mientras que por los trámites legales no justificara plenamente su conducta.

Que los cuerpos no llevasen sus banderas en formacion, hasta que por una accion eminentemente distinguida no espiasen la falta en que habian incurrido.

Que tampoco disfrutasen raciones de vino y aguardiente, hasta que se hiciesen acreedores á este beneficio, con las mismas condiciones.

Que ningun oficial de capitan inclusive abajo pcdria usar caballo, á menos que con certificacion del jefe de la division y brigada, probase que por su conducta en la refriega se habia hecho positivamente merecedor de una escepcion, estando escluidos de esta gracia, aun con tal requisito, los que habian llegado á Pamplona separados de sus jefes.

Esceptuábase exento de estas penas el tercer batallon del regimiento de la Princesa, que contribuyó tan eficazmente á que este acontecimiento desastroso no hubiera tenido más lamentables resultados.

Y por último, concluia la órden diciendo, que el general en jefe se atenia por entonces á estos castigos, (que calificaba de leves si se comparaban con la gravedad del hecho á que se aplicaban), pero que dado otro caso los emplearia más terribles.

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