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mundos. Muchos los han seguido de buena fé, porque contemplando el estado decadente de la nacion creyeron que se levantaria de su letargo, deslumbrados con los mágicos nombres de libertad, justicia, ley y Constitucion, y con las falaces ofertas que aquellos nos hacian. Sin omitir medio de alucinarnos, ellos nos ofrecieron todo lo que podia escitar el anhelo de un pueblo sencillo, pero ya hemos conocido que el arte de engañar á los hombres no es el arte de hacerlos felices. Ellos nos han ofrecido la felicidad en falsas teorías, que solo nos han trai do la desunion y la miseria; han proclamado la libertad con palabras, ejerciendo la tirania con los hechos; han asegurado que respetarian la propiedad á todos los españoles, y no he mos visto mas que usurpaciones y despojos; han ofrecido respeto á las leyes, y han sido los primeros en violarlas despues de establecidas; han declarado inviolable la persona del rey, y han permitido y tal vez provocado, que lo apedreasen y llenasen de insultos; le han conce dido entre sus atribuciones la del nombramiento de todos los empleos, y no han querido admitir à hombres contra quienes nada se ha probado; se le ha otorgado la eleccion libre de ministros bajo una responsabilidad establecida, y sin exigirla segun la ley, han hallado sofismas para arrancárselos, declarando de un modo no practicado aun por nacion alguna que habian perdido la fuerza moral; finalmente, han ofrecido reiterados derechos á la seguridad individual, y se han visto allanadas las casas de mil ciudadanos virtuosos, arrancados del seno de sus familias para deportarlos á islas y á paises remotos, sin otra averiguacion que los ala ridos de los comuneros, y hemos visto ensangrentado el martirio y sacrificada la víctima en la mansion sagrada por las leyes. Todo lo hemos visto por nuestros propios ojos; y ¿aun querrán esos impios escudarse del nombre de la Constitucion, tratarnos de perjuros, siendo ellos los primeros en violarla y engañar á los pueblos con mentidas ofertas de felicidad?Tambien nosotros queremos Constitucion, queremos una ley estable por la que se gobierne el Estado; pero queremos al mismo tiempo que no sirva de pretesto á la licencia ni de apoyo ȧ la maldad; queremos que no sea interpretada maliciosamente, sino respetada y obedecida; queremos, por fin, que no sea amada sin razon ni alabada sin discernimiento. Para formarla no iremos en busca de teorías marcadas con la sangre y el desengaño de cuantos pueblos las han aplicado, sino que recurriremos á los fueros de nuestros mayores, y el pueblo español congregado como ellos, se dará leyes justas y acomodadas á nuestros tiempos y costumbres bajo la sombra de otro árbol de Guernica. El nombre español recobrará su antigua virtud y esplendor, y todos viviremos esclavos no de una faccion desorganizadora, si solo de la ley que establezcamos. El rey, padre de sus pueblos, jurará como entonces, nuestros fueros, y nosotros le acataremos debidamente.-Catalanes: todas las autoridades que nos gobiernan, fundándose en el clamor de los pueblos y en el voto general de la provincia, me han nombrado para el mando en jefe de ella y de su ejército. Esta circunstancia juzgo digna de espresarse, porque nadie entienda que, ciego de ambicion, trato de promover una guerra civil, sino de sostener y animar una causa justa y reconocida espontáneamente tal por casi todos los catalanes, que han podido manifestar sus sentimientos con libertad, siendo proclamada à la vez en varias provincias de España, à pesar de los graves riesgos que se oponen á su pronunciamiento. Si me veis, pues, estrechamente unido à vuestra Regencia y al frente de vues⚫tras tropas, es con la firme resolucion de asegurar vuestro triunfo por todos los medios que dictan la justicia, la esperiencia y la razon. Resuelto á no transigir con nada que se oponga al bien público, conozco que tendré que lidiar con pasiones, con preocupaciones, y con hombres que solo miran las calamidades de su patria como un medio oportuno de saciar su ambicion y su codicia. Desde ahora les declaro guerra abierta, cualquiera que sea el disfraz con que se vistan; pero es preciso que todos los hombres de bien me auxilien y sostengan, si no quieren que las armas de la intriga y del egoismo prevalezcan sobre las intenciones puras y desinteresadas. Campo abierto tiene en diferentes ramos el que quiera dar påbulo á una noble ambicion; pero guardese nadic, sin merecerlo y sin desempeñarlo bien, de romper el puesto asignado al valor y al mérito. El amor á la patria, à la religion y al rey no se acredita solicitando empleos, sino mereciéndolos, no se acredita promoviendo el desórden con pretensiones inoportunas, sino auxiliando el órden con voluntad y con obras. El que por primer paso y sin haber contraido todavía ningun mérito solicita un ascenso, da justo lugar á creer que lo que se propone es hacer su fortuna, no el salvar la patria. Y ¿de qué tratamos, de su salvacion obrando con patriotismo y desinterés, ó de hacer su ruina gravándola con obligaciones insoportables? ¿Peleamos por la felicidad de los pueblos ó por

hacer la fortuna de algunos individuos? ¿Se trata de saciar la ambicion indecente de esos hombres, ó de dejar lugar al mérito y aptitud acreditada de buenos jefes y oficiales, que no han tenido aun ocasion de unirse à una causa que tienen consagrada en el corazon? ¿Nos enajenaremos de toda esta gente útil y digna de la atencion de la patria, para ensalzar esclusivamente á los hasta ahora presentados, ó á los que ha reunido la casualidad? Los primeros son amantes de su patria, y no quieren preferencia alguna que ceda en perjuicio de ella; y los segundos, si es que los hay, para nada los queremos, y aun es de preferir que vayan a engrosar las filas de nuestros enemigos. Los defensores del trono y del altar se han de distinguir por su moderacion y virtud: lo demás seria participar de los mismos vicios que combaten.El órden, la obediencia y la justicia han de presidir en todo. Este es el plan de la Regencia del reino, y el que yo trato de auxiliar con todo mi poder, sin menoscabar en nada los servicios distinguidos de los comandantes de las divisiones que abrieron esta empeñada lid, y los valientes que los siguieron: es preciso conducir el ejército à una organizacion sólida, que augura la existencia y subordinacion del soldado, la exactitud de las evoluciones, la precision de las maniobras, la aptitud para todos los lances que proporcionan los sucesos de la guerra, y aquel órden, en fin, tan necesario sin el que es imposible el manejo de grandes masas. El pueblo y los soldados, conociendo las infinitas ventajas que les resultan de este arreglo, es menester que obren á competencia para establecerlo, cumpliendo con celo eficaz las paternales disposiciones del gobierno. De este modo adquiriremos en breve una actitud imponente, y estaremos en disposicion de dar la ley á nuestros enemigos, cuando al contrario ni es posible separarse del apoyo de las montañas, ni combinar con acierto ninguna grande empresa militar. Recordad lo que fué Cataluña durante la última guerra con Francia: mientras que descuidamos el orden y la disciplina, todo fueron pérdidas y derrotas; pero apenas restablecimos la ordenanza en todo su vigor, que un pequeño ejército bastó para recobrar una gran parte de la provincia, conseguir tantos triunfos como combates, y llevar aun fuera de ella nuestras armas vencedoras. ¿Quién será, pues, el insensato que no ceda á la evidencia de estos datos y al ejemplo constante de todas las naciones? Creed, catalanes, que el que os hable en otro sentido os engaña manifiestamente, y así denunciádmelo para castigarlo como traidor à la patria. Catalanes, ella os llama á las armas, pero sobre todo al órden, á la obediencia y á la ciega confianza de quien os gobierna. Con estas virtudes yo os aseguro la victoria, y con vuestro esfuerzo enseñareis à vuestros enemigos y á las generaciones venideras, que el monarca y la nacion no pueden separarse el uno de la otra sin que esta separacion produzca los mayores sacudimientos y quebrantos políticos; que el error, los prestigios y las facciones no tienen mas que un tiempo determinado durante el cual les es por desgracia concedido engañar al pueblo y prevalecer sobre los reyes, pero que al fin es tambien dado à los pueblos y à los reyes el reunirse para su mútua felicidad, y el dia que se consuma esta reunion de familia borra años enteros de seducciones, de calamidades y de crímenes.-Cuartel general de Urgél, 15 de agosto de 1822.-EL BARON DE EROLES.

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Proclama de la Regencia del reino á los españoles.

Desde el momento que se supo la ausencia de nuestro adorado Monarca, se hizo precisa la creacion de una Regencia que gobernase durante el tiempo de su cautividad y de nuestras desgracias.

Llamados á desempeñar este encargo tan difícil, en una época de crisis y de desórden (1) en que luchan las facciones entre la justicia y la legitimidad y cuando los pueblos reclaman seguridad y proteccion, la Regencia se propone jnstificar los deseos de estos últimos, sin escuchar la voz de las pasiones, ni dejarse vencer por la debilidad.

La libertad del rey será el objeto constante de sus cuidados y conato. Para abreviar el éxi

(1) Esta Regencia fué nombrada por el duque de Angulema en Madrid el 25 de mayo de 1823.

to de esta santa empresa, unirá sus esfuerzos à los del ejército francés y del augusto principe que lo manda, y le parece fáciles y llevaderos todos los sacrificios.

La Regencia dirigirá toda su principal atencion hacia el ejército. Este ejército verdaderamente realista, se ha creado en medio de los horrores de la discordia civil, y ha sabido adquirirse derechos á la eterna gratitud de los españoles, Ya es tiempo en que, dándole una organizacion regular y legal, se recompense su fidelidad y valor.

La administracion pública de sus diferentes ramos, se arreglará por hombres aptos, prudentes, amantes de su rey y de la nacion, los que bajo la inspeccion de la Regencia trabajarán para aliviar al pueblo, mantener la paz interior, y hacer ejecutar sus leyes fundamentales.

La Regencia empleará con la mayor eficacia los poderes que se le han dado, para impedir las persecuciones y los escesos, aunque al mismo tiempo hará respetar la autoridad real, cuyo sagrado depósito se le ha confiado, haciendo de suerte que muestren los tribunales toda su severidad contra los que quisieran degradarla.

Esta será su conducta reservando lo demás à la soberana decision de S. M., que es à quien pertenece esclusivamente su arreglo, cuando esté en el libre ejercicto de su poder y autoridad.

Aguardando el dia feliz en que cese su gobierno provisional, la Regencia os declara, que desplegará toda su energia para impedir que se vuelvan ȧ abrir nuestras heridas, todavía recientes, pudiendo estar bien y seguros de su apoyo todos los amantes del rey, de la justicia y del órden.

El duque del Infantado, Presidente.-Duque de Montemar.-Juan, Obispo de Osma. - Antonio Gomez Calderon.-Palacio, 4 de junio de 1823.

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La Regencia á la nacion española.

Españoles: Cumplido se han nuestros ardientes votos. ¡El rey está libre! ¡Nuestro querido monarca y su real familia respiran ya despues de la más dura opresion y esclavitud! ¡El deseado, el idolatrado Fernando vive, milagrosamente vive, reina, y con nueva gloria y magestad torna a ocupar el trono de Cárlos III, de Felipe V y de su Santo abuelo! Gloria inmortal al príncipe excelso y á su ejército libertador, à quienes saludásteis con entusiasmo, y ahora bendecireis con ternura, porque os rescataron à vuestro rey, conquistando su libertad. ¡Fernando libre! Ved ahí, españoles, el grandioso objeto y el dichoso término de tantas negociaciones y dispendios, de tantos combates y rinnfos, de tantas ansias y suspiros. No han sido en valde los generosos desvelos de los grandes monarcas de la Europa, ni la paternal solicitud del venerable y augusto jefe de la familia de Borbon, ni los nobles esfuerzos del ilustre principe su hijo de eleccion, ni los heróicos sacrificios de esa nacion magnánima, de hoy más irrevocablemente amiga y hermana nuestra. No se han malogrado la sangre, los padecimientos, los sobrehumanos prodigios de los realistas españoles, que tan heróicamente han cooperado á la grande empresa de la conquista y rescate de su cautivo rey. ¡Fernando libre! Monarcas, naciones de la Europa, españoles todos, este es el precio y la recompensa de vuestros afanes; este el memorable acontecimiento del que fechará la nueva era de reposo, de paz y de ventura para los pueblos, de seguridad para los tronos, de final acabamiento y exterminio para las facciones, y de libertad é imponderable dicha para la leal y católica España.

A Dios primero la gloria, españoles; al Dios, que teniendo en sus manos los corazones de los reyes, les inspiró acometer la gloriosa empresa de que no hay ejemplo en la historia de los siglos. Alabanza sea dada á los monarcas, y con la alabanza gratitud eterna á los principes, á los caudillos y á todos los soldados y campeones de los ejércitos realistas de las dos naciones, que se han inmortalizado en la gran lucha de la lealtad contra la rebelion.

En todo el ámbito de la Península y en las vastas regiones del otro hemisferio español no se oigan mas que himnos de bendicion y de júbilo, cánticos de alabanza, de reconciliacion y de paz. Cuando nuestro comun padre vuelve glorioso al seno de sus hijos, no se oigan en

la casa paterna mas que voces de júbilo, de reconciliacion y de paz: todos, como hermanos apiñados en derredor de su trono, sacrifiquen allí sus odios y rencores, y ninguno sea osado å turbar esta fiesta triunfal con sañudas voces, con roncos y destemplados mueras, que afligirian el corazon tiernísimo del bondadoso monarca. Españoles, cristianos y generosos, los individuos de la Regencia que os ha gobernado en dias de amargura, y á la que habeis obedecido con una lealtad inapreciable, al hablaros hoy por la vez postrera, y al trasmitir á las sagradas manos de nuestro rey el depósito que interinamente les fuera confiado, se mezclan con vosotros para rendirle vasallaje; y su gozo seria cumplido si pudiera presentarle con los asombrosos documentos de vuestra fidelidad acendradísima el acta de reconciliacion universal, rubricada y sellada con su misma sangre; si viera entrar por la gran puerta del arrepentimiento á nuestros hermanos estraviados, confundidos, y prestando su pleito homenaje al par con los leales; ruborados los tímidos y débiles que vinieran humildes à rendir parias al soberano, alentados y enardecidos con los ilustres ejemplos de los fuertes. Fernando, el piadoso y clemente Fernando (la Regencia lo sabe) olvidaria gustoso sus padecimientos, si en cambio de todo viera reconciliados sus hijos, saludándole con fidelidad inalterable padre y señor de la gran familia española; y su corazon magnánimo rebosaria en un júbilo inenarrable, apellidándolos á todos hijos queridos!!! Entonces daria principio la nueva y venturosa época de la España restaurada.

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Decreto de Cádiz.

Siendo el primer cuidado de un rey el procurar la felicidad de sus súbditos, incompatible con la incertidumbre sobre la suerte futura de la nacion y de sus súbditos, me apresuro á calmar los recelos é inquietud que pudiera producir el temor de que se entronice el despotismo, ó de que domine el encono de un partido

Unido con la nacion he corrido con ella hasta el último trance de la guerra, pero la impe riosa ley de la necesidad, obliga à ponerle un término. En el apuro de estas circunstancias, solo mi poderosa voz puede ahuyentar del reino las venganzas y las persecuciones, solo un gobierno sabio y justo puede reunir todas las voluntades, y solo mi presencia en el campo enemigo, puede disipar los horrores que amenazan á esta Isla Gaditana, á sus leales y beneméritos habitantes, y á tantos insignes españoles refugiados en ella.

Decidido, pues, á hacer cesar los desastres de la guerra, he resuelto salir de aquí el dia de mañana, poco antes de verificarlo, quiero publicar los sentimientos de mi corazon, haciendo las manifestaciones siguientes:

1. Declaro de mi libre y espontánea voluntad, y prometo bajo la fé y seguridad de mi Real palabra, que si la necesidad exijiere la alteracion de las actuales instituciones políticas de la monarquía, adoptaré un gobierno que haga la felicidad completa de la nacion, afianzando la seguridad personal, la propiedad y la libertad civil de los españoles.

2. De la misma manera prometo libre y espontáneamente, y he resuelto llevar y hacer llevar á efecto, un olvido general completo y absoluto de todo lo pasado, sin escepcion alguna, para que de este modo se restablezcan entre todos los españoles la tranquilidad, la confianza y la union, tan necesarias para el bien comun, y que tanto anhela mi paternal corazon. 3. En la misma forma prometo, que cualesquiera que sean las variaciones que se hagan, serán siempre reconocidas, como reconozco, las deudas y obligaciones contraidas por la nacion y por mi gobierno bajo el actual sistema.

4.

Tambien prometo y aseguro que todos los generales, jefes, oficiales, sargentos y cabos del ejército y armada que hasta ahora se han mantenido en el actual sistema de gobierno en cualquier punto de la Península, conservarán sus grados, empleos, sueldos y honores. Del mismo modo conservarán los suyos los demás empleados militares, civiles y los eclesiásticos que han seguido al gobierno y á las córtes, ó que dependan del sistema actual, y los que por razon de las reformas que se hagan no pudieren conservar sus destinos disfrutarán al menos la mitad del sueldo que en la actualidad tuviesen.

5. Declaro y aseguro igualmente que si los milicianos voluntarios de Madrid, de Sevilla,

y de otros puntos que se hallan en esta isla, como cualesquiera otros españoles refugiados en su recinto, que no tengan obligacion de permanecer por razon de su destino, podrán desde luego regresar libremente à sus casas, ó trasladarse al punto que les acomode en el reino, con entera seguridad de no ser molestados en tiempo alguno por su conducta política ni opiniones anteriores, y los milicianos que los necesitaren, obtendrán en tránsito los mismos auxilios que los individuos del ejército permanente.

Los españoles de la clase espresada, y los estranjeros que quieran salir del reino, podrán hacerlo con igual libertad y obtendrán los pasaportes correspondientes para el país que les acomode.-Cádiz 30 de setiembre de 1823.-FERNANDO.

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Manifiesto del 1.o de octubre en el puerto de Santa María.

Bien públicos y notorios fueron à todos mis vasallos los escandalosos sucesos que precedieron, acompañaron y siguieron al establecimiento de la democrática Constitucion de Cádiz en el mes de marzo de 1820: la más criminal situacion, la más vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo á mi Real Persona, y la violencia más inevitable, fueron los elementos empleados para variar esencialmente el gobierno paternal de mis reinos en un código democrático, origen fecundo de desastres y de desgracias. Mis vasallos acostumbrados á vivir bajo leyes sabias, moderadas y adaptadas á sus usos y costumbres, y que por tantos siglos habian hecho elices à sus antepasados, dieron bien pronto pruebas públicas y universales del desprecio, desafecto y desaprobacion del nuevo régimen constitucional. Todas las clases del Estado se resintieron à la par de unas instituciones, que preveian señalaban su miseria y desventura.

Gobernados tiránicamente en virtud y á nombre de la Constitucion, y espiados traidoramente hasta en sus mismos aposentos, no les era posible reclamar el órden ni la justicia, ni podian tampoco conformarse con leyes establecidas por la cobardía y la traicion, sostenidas por la violencia, y productoras del desórden más espantoso, de la anarquía más desoladora y de la indignacion universal.

El voto general clamó por todas partes contra la tiránica Constitucion; clamó por la cesion de un código nulo en su origen, ilegal en su formacion, injusto en su contenido; clamó finalmente por el sostenimiento de la Santa Religion de sus mayores, por la restitucion de sus leyes fundamentales, y por la conservacion de mis legítimos derechos, que heredé de mis antepasados, que con la prevenida solemnidad habian jurado mis vasallos.

No fué estéril el grito general de la nacion: por todas las provincias se formaban cuerpos armados que lidiaron contra los soldados de la Constitucion: vencedores unas veces y vencidos otras, siempre permanecieron constantes en la causa de la Religion y de la Monarquia. El entusiasmo en defensa de tan sagrados objetos nunca decayó en los reveses de la guer ra; prefiriendo mis vasallos la muerte á la pérdida de tan importantes bienes, hicieron presente à la Europa con su fidelidad y su constancia, que si la España habia dado el ser, y abrigado en su seno á algunos desnaturalizados hijos de la rebelion universal, la nacion entera era religiosa, monàrquica y amante de su soberano.

La Europa entera, conociendo profundamente mi cautiverio y el de toda mi Real familia, la mísera situacion de mis vasallos fieles y leales agentes españoles, por todas partes determinaron poner fin à un estado de cosas que era el escándalo universal, que caminaba à trastornar todos los tronos y todas las instituciones antiguas, cambiándolas en la irreligion y en la inmoralidad.

Encargada la Francia de tan santa empresa, en pocos meses ha triunfado de los esfuerzos de los rebeldes del mundo, reunidos por desgracia de la España, en el suelo clásico de la fidelidad y lealtad. Mi augusto y amado primo el duque de Angulema al frente de un ejército valiente, vencedor en todos mis dominios, me ha sacado de la esclavitud en que gemia restituyéndome á mis amados vasallos, fieles y constantes.

Sentado ya otra vez en el trono de San Fernando por la mano sabia y justa del Omnipotente, por las generosas resoluciones de mis poderosos aliados, y por los denodados esfuerzos de mi primo el duque de Angulema y su valiente ejército; deseando proveer de remedio à las más

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