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marqués en su empresa aun cuando entonces ve que el movimiento general de la España no corresponde, no desiste; antes por el contrario, abandona sus conveniencias, su esposa, hijo, bienes y cuanto posee. La desgracia del inmortal Ladron no le arredra, ni por ello desmaya; emprende nuevos trabajos; procura que se estienda la insurreccion, é influye poderosamente para que pase á Navarra. Ya llega Sarsfield con sus huestes à Vitoria, un edificio mal formado se desploma, huyen à Francia los principales y otros imitan á San Pedro en la negativa ó recurren al perdon. Semejante mal principio cunde y llega á Vizcaya; pero el marqués, con la velocidad del rayo, se presenta en Navarra á solicitar refuerzos de mí y de la junta para volver á reorganizarlo todo. Menos constante que este vizcaino, muchos de sus compañeros, especialmente los que gozan de fortuna, huyen: el marqués descuella como el ciprés entre los vegetales, ó á lo menos se ve mantenerse firme en medio de la tempestad, su corazon da aliento à todos, y de Navarra sale con refuerzos para Vizcaya cuando se hallaba todo ya disuelto e invadido por las tropas enemigas. Allí va esperanzado de hacer renacer el espíritu; de organizar y hacer la guerra á los enemigos de V. M. y efectivamente ve cumplidos sus deseos. Hasta este instante, señor, yo fui testigo de tan sigulares servicios: pasaré en silencio todo el tiempo hasta la venida de V. M., manifestando por conclusion que posterior à nuestra separacion el marqués se mantuvo como la roca en medio de la tempestad. Durante este tiempo todos sus bienes fueron incendiados, reducidos á ceniza, y su familia perseguida y obligada a emigrar ó andar errante de monte en monte. Esta clase de penalidades à que el marqués se arrojó desde un principio; este estremo de padecimientos no tiene ejemplar durante esta gloriosa lucha entre cuantos vasallos son fieles à V. M.

Cuando V. M. mandó que el marqués de Valdeespina y Zabala pasasen à mi inmediacion hace cuatro meses, à pocos dias se proporcionaron las gloriosas acciones de 27 y 28 de octubre en los campos de Chinchetro: el marqués y Zabala impávidos, parece que quisieron acreditar con una nueva prueba su amor á V. M. Ellos se arrojaron à inminentes peligros y se mezclaron aun entre las filas enemigas: aseguro á V. M. que yo mismo me admiré de tan singular valor. El ínclito marqués fué espuesto en una ocasion à ser víctima de su demasiado ardor: uno de los prisioneros al tiempo que se rendia, le apuntó al pecho; pero felizmente no cebó, única razon por que conserva la vida.

¡Ah, señor! posteriormente, si V. M. hubiese presenciado al marqués y á Zabala, si los hubiese contemplado lo que sufrian sus corazones, seguramente vuestra natural piedad se hubiese conmovido: deseosos de manifestarse siempre solicitos por el servicio en cuantos lances ocurrian, se me presentaban los primeros á ejercer, no aquellas funciones à que por su alto carácter eran acreedores, sino las propias de un soldado. Pues, señor, ¿cómo olvidarme, cómo pasar en silencio todo esto, despues de cuatro meses que estas dos personas permanecen à mi lado? ¿Acaso, señor, no estaré obligado á abogar por quien á mi inmediacion os ha servido? ¿Qué cuenta podré daros del buen desempeño de mis deberes, si callo lo que más os interesa?

Por piedad, mi rey, mi señor, mi todo; esgrimnid la espada de vuestra justicia contra los desleales, contra los impios y los envidiosos: nunca, señor, contra los que à pesar de la horrorosa tempestad, se arrojaron al naufragio por restauraros el trono: nunca, señor, contra los que por cierto tiempo no fiaron más que en Dios y en la justicia de la causa. Acordaos, señor, que el marqués y Zabala. son de este número, y que á pesar de cualquiera acusacion, son de los primeros leales. Alguna diferencia, ha de conocerse, señor, entre el que os abrió el camino, al que viene ahora á ensancharlo. ¿Qué dirán, señor, aquellas personas á quienes constan los servicios del marqués, su entusiasmo y fidelidad, que han visto reducidas à pavesas sus haciendas y huir fugitiva su familia, si ven que ahora lo mandais à manos de sus enemigos? Señor, ¿podrá ocultarse á V. M., cuando se está palpando, que en Francia será perseguido vivamente, aprisionado y conducido como un facineroso de cárcel en cárcel, hasta que de esta suerte acabe su triste existencia llena de deshonor? Su inocente familia, arrastrada por él al sacrificio y espatriada, sin bienes y sin proteccion, ¿qué hará? ¿A quién se acogerá? ¿Quién le servirá de padre? Acallad, señor, estos lamentos que mi sensibilidad siendo menos que la de V. M. no puede ahogar.

Los sectarios, que se aprovechan con su perspicaz audacia y sutileza como hijos de Satanás, para dañar por cuantos medios son imaginables al triunfo de la santa causa, y que principian á levantar un edificio con las ruinas de otro que se está desmoronando, tal vez, señor,

trabajan å vuestra inmediacion. La historia de nuestros dias, nos presenta, señor, ejemplos tristes de esta verdad; los males no se ocultan á la sabiduría de V. M. Público es en toda la nacion, que al terminar la lucha contra la Constitucion (no quiero remontarme à otras), los primeros atacados fueron los leales; la vil adulacion y la intriga de la córte, pronto se apoderó de la confianza del soberano, y las primeras personas que promovieron aquella guerra por restituir al augusto hermano de V. M. al pleno goce de sus soberanos derechos, al momento fueron separadas, perseguidas y mal remuneradas por otros que, ni desenvainaron la espada, ni espusieron los pechos al frente del enemigo; más bien se hermanaron estos con los revolucionarios, que con los acrisolados y beneméritos realistas: de aquí provino que estos fueron mirados con suma indiferencia, y que poco despues casi se tenia por un delito el haber pertenecido al número de los que defendieron el trono. Bien desearia, señor, estenderme sobre los sucesos posteriores: sucesos que al fin han conducido la España al estado en que se encuentra, pero omito molestar la soberana atencion de V. M. demasiado, y confio en que su alta penetracion fácilmente se persuadirá de mi reverente esposicion.

El trono de V. M., señor, aun no está firme, y á pocas columnas que se le quite al edificio sobre que se eleva, todo vendrá á tierra. El marqués y Zabala son dos que contribuyeron á formar la primera base; ¿por qué, pues, los separais? Dignos son de destierro..... ¿Y qué es un destierro de dos años, en comparacion de vuestra ilimitada clemencia? ¿Acaso no podrá ejercitarla V. M. con dos vasallos tan fieles? Confia lo en mis cortos medios y servicios, todavía me atrevo á

Suplicar reverentemente á V. M. que, por un rasgo de su soberana piedad, se digne derogar la real órden por la cual se manda que por dos años viajen por el estranjero el marqués de Valdeespina y el mariscal de campo don Fernando Zabala. Dejadnos, señor, à ellos y á mí el gusto, la honra de derramar nuestra sangre en defensa de vuestra legitima causa, con la satisfaccion de que nuestros sacrificios son aceptos à vuestro corazon. No oigais, señor, la voz de la intriga y de la adulacion: escuchad las de los que con las obras dan testimonio, asomando por todas partes el fuego de la lealtad que arde en sus pechos. Que vea el mundo entero palpablemente, que con V. M. solo tendrá mayor cabida, aquel que mejor supo defenderos. Así lo espero alcanzar del bondadoso corazon de V. M., cuya vida guarde el cielo dilatados años para bien de la religion católica y de la monarquía española. - Cuartel general de Villamayor, 1.o de marzo de 1835.-Señor. - A L. R. P. de V. M. - Tomas de Zumalacarregui.

NÚM. 72.- Pág. 540.

Su majestad el rey de la Gran Bretaña á su ministro de relaciones esteriores el vizconde de Palmerston.

El rey acusa al lord Palmerston el recibo de su carta de ayer, y no puede oponerse al cumplimiento de lo que pide el marqués de Miraflores, ó más bien el gobierno español, de que, algunos buques pequeños de la escuadra de S. M., bajo el mando del vice-almirante Parker, sean enviados à la costa del norte de España, con órden de entrar en caso de necesidad en alguno de los puertos de aquella costa, pero garantizando que no tomarán parte alguna en la lucha que continúa en las Provincias; y S. M. autoriza al vizconde de Palmerston à comunicar al almirantazgo el placer que tendrá en ello.

Como quiera que sea, el rey no puede menos en esta ocasion de mirar con sumo sentimiento, por no decir disgusto, el carácter sanguinario de aquella lucha, y los principios bajo que siguen esta guerra el general Quesada y otros oficiales de los que mandan las tropas de la reina: carácter que aparece à los ojos de S. M. como contrario á lo que dicta la humanidad en cualesquiera circunstancia, y bajo la más rigorosa justicia.

Su majestad, aprobando altamente, como lo hace, la última representacion hecha sobre el particular por Mr. de Villers at señor Martinez de la Rosa, y sintiendo hayan sido hasta ahora infructuosas las anteriores, no puede llegar á creer que haya entre sus buques ni entre su gente quien, ni aun del modo más indirecto, pudiera prestarles ayuda en un sistema tan sanguinario, y desea por lo tanto, que el vizconde de Palmerston suplique al marqués de Miraflores que haga saber á la reina regente de España, el deseo íntimo y personal de S. M. de que se adopten medidas que sujeten los procedimientos de los empleados y oficiales de su gobier

no y ejército á un sistema calculado, para conciliar más bien que para destruir á aquellos á quienes es del interés de S. M. la reina llamar á su deber.

Su majestad el rey confia que la reina gobernadora verá en este paso un firme deseo de su triunfo y prosperidad, y se lisonjca de que no apelará en vano á los ilustres indivíduos á quienes por la publicacion de una amnistía general ha dado recientemente una prueba de su moderacion y clemencia, atributos propios de su sexo. - Firmado. - William. - Londres 4 de junio de 1834.

NÚM. 73.-Pág. 551.

Carta de Oráa á Valdés.

Irurita 6 de mayo de 1835. — Excmo. señor don Gerónimo Valdés. — Mi venerado general; para contestar à la favorecida de vd. de 4 del actual en toda la estension que demanda su objeto, seria preciso entrar en la cuestion del plan de campaña más adoptable à la clase de guerra que me ocupa, calidad del terreno y demás circunstancias que se reunen, ó conocer el que vd. se propone seguir; pero cualquiera que sea este, manifestaré sucintamente la utilidad que ofrecerá la conservacion de los valles de Baztan, Bertizarana, Lerin, Basaburua Menor y las Cinco villas que componen el distrito que me habia señalado, y las desventajas que ocasionaria su abandono. Este país por sus recursos y confinacion con Francia, ofrece en sí subsistencia para las tropas, y por su localidad auxilios del estranjero. Si conviene privar á los enemigos de estos medios, debe conservarse, y si no ser abandonado. Determinado à ocuparlo en el primer concepto, se me mandó fortificar à Santesteban, y establecer casas-fuertes en Oyeregui, Ordax y Vera, y promover voluntaria ó forzosamente el armamento de sus habitantes. Inmediatamente me emplee en las obras de los tres primeros puntos que están concluidas, y se iba á trabajar en el último cuando me fué preciso suspenderlo todo para proteger un convoy que desde los Alduides se llevó el 28 à Pamplona, y sucesivamente me he visto precisado à mantenerme en contacto con los puertos de Velate y Donamaria, para estar á la mira de las operaciones de Zumalacarregui sobre la Lezama y Larraun, cumplir lo que vd. me habia ordenado en 16 del pasado, sin perder de vista el pronunciamiento de estos habitantes, de cuya buena predisposicion hubiese tenido en el dia mayor fruto si hubiera contado con el metálico, equipo, municiones y vestuario que he solicitado y no se me ha enviado. De las indicaciones de vd. concibo no conviene en el principio de sostener puntos fortificados, y que adopta el de ocupar el país con una fuerza que, apoyada en los naturales, opere ofensiva y defensivamente, segun las circunstancias; y al efecto desea saber cuales podrán ser los progresos que se obtendrán en ocho ó quince dias sobre su decision. . .

Siendo la obediencia el norte de mis operaciones, espero las órdenes de vd. para arreglarme á ellas, y en el caso de que deba abandonarse el todo, se servirà vd. insinuarme cuanto haya de hacerse con los almacenes de boca y guerra, hospital, armas, etc.; y en el de dejar los dos batallones, decirme los que han de ser estos, en cuyo supuesto ruego à vd. se digne destinar á otro punto en que pueda ser más útil á su afectísimo subordinado y atento seguro servidor Q. B. S. M. - Marcelino Oráa.

NÚM. 74.-Pág. 561.

Comunicado de Oráa sobre la accion de Larrainzar.

Si el respeto debido al elevado destino de un ministro general en jefe, revestido con todas las facultades régias (y el temor del abuso de autoridad), han podido ser la causa en bien del servicio de guardar silencio à el ultraje hecho á los cuerpos de la segunda division, que tuvieron la desgracia de sucumbir á los elementos en la malhadada jornada del 29 de mayo último, ya es tiempo de romperlo y descubrir la verdad, presentando los hechos segun acontecieron, å fin de conservar ileso el honor, atrozmente ofendido en la órden del 1.o de junio próximo pasado, que publicaron vds. en su periódico en 10 del mismo.

Sin saber si el Excmo. señor general don Gerónimo Valdés habia formado algunos planes y cuáles eran, para la salida de la indicada division del Baztan, ó el motivo por qué teniendo entre S. E. y el general Espartero treinta y cinco batallones, con más de mil caballos, necesitaba de la misma para levantar el sitio de la guarnicion de Villafranca, donde se duda si llegaba á un tercio el número de enemigos; si como vds. suponen era aquel su objeto, el movimiento de la segunda division para el punto señalado era poco militar, muy aventurado à la inmediacion del enemigo, y nada á propósito para conseguirlo. Si por el contrario S. E. hubiese accedido à las justas reclamaciones y oportunas insinuaciones del brigadier Jáuregui, hubiese sido socorrida aquella guarnicion el 31 de mayo ó 1.o de junio; y no solo se hubiera conseguido levantar el sitio, sino acaso dar un golpe á la faccion, siempre que S. E. protegiese la operacion con los trece batallones y la caballería que tenia à su inmediacion, y el general Espartero con los otros veintidos, dirigiéndose el primero por Alsasua, y el segundo por Villarreal y Ormastegui. La segunda division, situada en Irurita, podia haber marchado sin riesgo alguno en un dia á Oyarzun, dejando à su izquierda á los cuatro batallones enemigos que estaban en Oiz, Urroz y Lavayen, haberse reunido con la brigada de Jáuregui, que se haIlaba en San Sebastian ó Tolosa, y al dia siguiente, con los diez ú once batallones que juntarian los dos jefes, hubieran atacado decididamente á los sitiadores, y obtenido los resultados que segun vds. se proponia S. E., y no hubiera sido estraño que en la retirada sufriesen algun golpe los enemigos por las tropas de S. E., las del general Espartero, ó se les cogiese la artillería. En la marcha de la segunda division á Oyarzun ó Hernani, no habia ningun obstáculo, los cuatro batallones enemigos se quedaban cinco ó seis horas á la izquierda del camino : la plaza de San Sebastian y fuerte de Tolosa, que aseguraban en todo evento el movimiento, servian de apoyo para la operacion. Ignoro por qué no se obró así, pues no me parece aventurado afirmar, que la guarnicion de Villafranca se hubiera salvado de este modo, y que se podian conservar hoy los fuertes de Tolosa, Vergara, Durango, Ochandiano y Salvatierra. Este hubiera sido el plan seguido por cualquiera otro jefe que hubiese mandado, conociendo el terreno y sabiendo la situacion de los enemigos y de nuestras tropas.

La segunda division habia tenido hasta el 29 la gloria de haberse conservado y salido con lucimiento de los apuros y peligros en que la pusieron, y la satisfaccion de haber socorrido en algunos á varias columnas ; lo que, y el haber permanecido tanto tiempo en el Baztan sin haber sido atacados y sin haber esperimentado los reveses de la guerra de Navarra, dió lugar á la emulacion y celos, y se trató de comprometerla para abatir el orgullo con que podian presentarse sus indivíduos vencedores, respetados y siempre temidos de sus enemigos: al efecto se discurrió el movimiento, y arregló de modo que, aprovechándose el enemigo del mal tiempo, y favorecido de los desfiladeros y de los bosques, batiese la division en la marcha, y si llegaba á Aldaz ó Lecumberri, puntos señalados, fuese atacada por unos diez y seis ó veinte batallones, como hubiera sucedido si S. E. se movia por donde pensaba y le dejaba en dichos puntos, en cuyo caso la derrota hubiera sido mayor, y más completa la satisfaccion de los que fundan su patriotismo en su ambicion.

El horroroso temporal de aquellos dias era conocido; y sin embargo, S. E. envió el 27 desde Pamplona una órden por triplicado al comandante general de la division, para que bajo toda responsabilidad estuviese el 28 en uno de los indicados pueblos ó sus inmediaciones, si la recibia ȧ tiempo, y cuando no el 29, dejando en las guarniciones la tropa precisa para la defensa. En la noche del 28, bajo un sobre, llegaron las tres órdenes, y en la madrugada del dia siguiente emprendió la division la marcha por Oyaregui y Santesteban, de cuyas guarniciones sacó cinco compañías de granaderos de la Guardia Real provincial, que la reforzaron; y despues de haber dejado las mochilas y tomado tres raciones por plaza, salió diluviando, y la continuó por Donamaría al puerto de Lárraga y Larrainzar, en cuya altura se situó el segundo batallon del cuarto regimiento de la Guardia Real de infantería y la compañía de cazadores del provincial de Sigüenza en el camino que podia traer el enemigo, mientras hacia un pequeño alto y se reunian los cuerpos en el boquete de Elzaburu. El batallon enemigo, acantonado en Oiz, al aproximarse la division á Donamaria, fué à Urroz, y reunido con el que habia en este pueblo y los dos de Lavayen, salieron por la derecha de la altura de Larrainzar, al mismo tiempo que el espresado batallon de la Guardia Real de infantería estaba desfilando para seguir la marcha, en cuya disposicion fué atacado por el flanco derecho, y el soldado que se hallaba con el arma inutilizada, cansado y completamente embotado por el mal camino, agua, granizo

y frio, no pudo hacer resistencia, se desordenó á los primeros tiros, y se propagó á los demás cuerpos el desórden y se aumentó en el desfiladero de la bajada, que estaba anegado de agua y lleno de un barro que le hacia caer á cada momento. El tercer batallon del regimiento de infantería de la Princesa, y no el 1.o, colocado en las avenidas del desfiladero, cargó sobre los enemigos, que picaban la retaguardia, los rechazó, matando à un oficial y otros indivíduos, y rescató á varios oficiales, sargentos y soldados que estaban prisioneros, con lo que terminó la refriega.

Los dispersos que iban á la cabeza equivocaron el camino, no escucharon el toque de corneta, y en vez de tomar el de Elzaburu, llevaron el de Iraizon; de lo que resultó haberse ahogado bastantes soldados en los rios de la Ulzama, que salieron de madre, y en las lagunas que se formaron con la lluvia, y haberse muerto de espasmo otros que no pudieron pasar ni ser socorridos durante la noche, cuyo número se aproximaria á unos cien hombres.

El comandante general de la division, con más de dos tercios de ella, pernoctó en Elzaburu, distante menos de legua y media del campo de la accion, y unos setecientos cincuenta indivíduos en Iraizoz, los cuales se marcharon el 20 á los Berrios sin conocimiento de aquel, cuyo movimiento le precisó á seguir la misma division para su reunion. Esta es la verdad de lo ocurrido.

Más si S. E. no hubiese dado una órden tan terminante, y hubiese dejado à la prudencia del jefe de la division el movimiento, no hubiera emprendido una marcha que debia producir tan funestos resultados; pero en el deber de obedecer ciegamente al superior, no pudo menos de hacerla contra su opinion y presentimiento.

Los elementos, pues, y no los facciosos, fueron la causa de un suceso tan desgraciado; y á pesar de esto, sin esperar el resultado del sumario que á solicitud del jefe se mandó instruir, se dió al ejército la órden general, que fué revocada, que con alguna variacion han insertado ustedes en su citado periódico, al mismo tiempo que se disponía de una division que tanto se la ultrajó, para una espedicion la más arriesgada de cuantas ha habido en Navarra, cual es el evantam iento de las guarniciones del Baztan, cuya operacion se verificó en 5 de junio á la inmediacion del enemigo, trayendo más de trescientos enfermos, ciento veinte convalecientes, seiscientas mochilas, las armas de los que no pudieron salir del hospital, la artillería, las municiones de guerra y casi todas las provisiones de boca. Los que supieron hacer esto, mucho mejor y con menos esposicion hubieran marchado con las otras divisiones y la caballería á socorrer à la guarnicion de Villafranca si se les hubiera mandado: no se hizo, sin duda, por no entrar en el plan de S. E. el socorrerla.

El 2. batallon del regimiento infantería de la Princesa, tres compañías de granaderos de la Guardia Real provincial y el batallon de Orense, quedaron guarneciendo los siete fuertes del Baztan, y no se hallaron en el encuentro del 29; pero no se le esceptua en la espresiva ór·len del 1.o de junio.

Esto es lo ocurrido con la segunda division..

Estando enfermo el general Mina, la pequeña fuerza del ejército de Navarra, mandada por los jefes de division, fué tan respetada y temida de la faccion, que jamás se atrevió ésta á empresas de alguna consideracion fuera de las líneas de montañas y sus vertientes; y aun huia de éstas cuando, reunidas las divisiones ó en combinacion, dirigian sus movimientos sobre las mismas. En este estado se hallaban las cosas de Navarra cuando la entrada de los refuerzos de abril, cuyos recursos no se supieron aprovechar.

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A esta causa, y no á otra, deben atribuirse los desgraciados sucesos ulteriores, pues no ha habido un ejército que haya derramado su sangre más generosamente que el del Norte: el jefe, el oficial y el soldado, conocian por propia esperiencia el ningun resultado de las operaciones, y que se les conducia al sacrificio, y se han presentado con un entusiasmo y decision que no tiene ejemplo. Su lealtad en diez y ocho meses ha sido á toda prueba: hay batallon que ha perdido cuarenta y siete jefes y oficiales; y sin embargo se le insulta..

Jamás ha estado la indisciplina en el grado que han supuesto hombres interesados en descreditar al ejército; pero si se hallaba indisciplinado y desanimado, ¿por qué no se restableció el órden..... y empezaron las operaciones de las Amezcuas con las tropas indisciplinadas que

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