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chos años. Mas de Rubasa, 6 de noviembre de 1827.- Conde de España.-Señor conde de Mirasol (1). »

Mirasol cumplió, como debia, las terminantes órdenes de su jefe.

Vidal entró resignado en la capilla, mostrándose sereno en este tránsito de la vida á la muerte. Parecíale un sueño su situacion, y aunque no pudo dudar de realidad tan funesta, no le faltó el valor hasta su fin.

Arregló con estóica tranquilidad sus negocios, y con el fin de calmar la natural agitacion de su espíritu, agitacion inevitable en las fuertes emociones de aquellos instantes supremos, solicitó pasear un poco al aire libre, lo cual le fué concedido.

Del brazo con el sugeto que le acompañaba, con quien desahogó su corazon como con un amigo, le confió secretos que no podemos revelar. Diremos únicamente, que Rafí Vidal habia sido instrumento de planes elevados.....

Tales fueron las revelaciones que hizo en el seno de la confianza, que condolido de su situacion el caballero que le escuchaba, le dijo: -Vidal: voy á llamar al momento al secretario para que escriba lo que me acaba vd. de decir, y firmándalo vd., le saco de la capilla.

-Deténgase vd., le contestó Vidal: le dejaria á vd. por embustero: juré el secreto, y prefiero morir á revelarle; hay en el hombre una cosa que vale más que la vida; el honor........... y no se dirá de un realista que falta á él.

Terminó el paseo, y volvió á la capilla para salir de ella en breve al' cadalso.

Cubierta tenia ya la cara, y preparadas estaban las armas que habian de terminar su existencia, cuando, aproximándose á él el mismo que oyó sus revelaciones, le dijo:

-Vidal, aun es tiempo.

-Hasta la eternidad, le contestó, separándole con el brazo.

Una descarga dió fin á su vida, y el estampido del cañon anunció esta nueva víctima.

La muerte de Vidal fué dolorosamente sentida. Su partido le colocó en el catálogo de sus mártires.

Ajenos á las pasiones políticas, le consagramos un recuerdo honroso en las páginas de la historia. Muchos han muerto como él en España, país clásico de acciones heróicas.

Hombres como don Juan Rafí Vidal honran á cualquier partido, y ofrecen á la historia esos interesantes y poéticos episodios que amenizan su gravedad.

(1) Tanta importancia se dió á este suceso, que los anteriores documentos, cuyos originales poseemos, los escribió el mismo conde de España.

Томо 1.

13

La opinion pública, que, á la vuelta casi siempre de divergentes pareceres, suele á veces acertar, no fué descaminada en el motivo de la muerte de Vidal.

Mucho perdió el prestigio del soberano, y un abismo insondable se abrió ante Calomarde.

Nadie inculpó al conde de España. No habia, en verdad, motivo. Cumplió su deber, como los demás que tuvieron parte en la causa y ejecucion de Vidal.

PROCESO DE JOSEFINA.

XLVI.

La señorita de Comerford, á quien la regencia de Urgel diera en 1823 el título de condesa de Sales, por servicios que la prestara, se retiró de Cervera en compañía del vice-cancelario Minguel, trasladándose ambos al convento de la Mare de Deu del Camí, situado cerca de la villa de Grañena.

Evidente la revolucionaria conducta de esta novelesca señorita, pasó el conde de Mirasol en la mañana del 18 de noviembre de 1827, acompañado de un escribano, á la casa de don Guillermo de Roquebruna, dignidad de hospitalero en la catedral de Tarragona, en donde se hallaba la condesa.

Verificado su arresto con el decoro correspondiente á su clase y sexo, se halló entre sus papeles la justificacion de su poco digno proceder. Entre ellos habia una lista cuyo encabezamiento decia: «Convocados y congregados en la casa habitacion de doña María Josefa Comerford, condesa de Sales, en los dias 2 y 3 del corriente setiembre, y año de 1827, para tratar asuntos á favor de S R. M., y santa religion, y contra todo sectario..... los indivíduos que componen la junta son los siguientes...» Sigue una larga lista, al fin de la cual está el acuerdo del levantamiento de la ciudad de Cervera; conteniendo además una carta que se dirigia al presbítero don José Bernié, beneficiado en Agramunt, invitándole á que pasase á Valencia, viéndose antes con ella en Tarragona, encargándole algunos rec. dos sospechosos, y firmando con una rúbrica estraordinariamente enigmática.

Siguiéronse las actuaciones, y viéronse en ellas las pruebas de que esta señora sedujo á Fidel Palá para que marchara de Cervera á Solsona á las órdenes de don José Montané, á quien la misma hizo abandonar la plaza de Tarragona, para marchar á ponerse á la cabeza de los sublevados en aquel punto. Palá fué tambien comisionado por ella cerca de Romagosa, para darle cierto recado bajo la contraseña de: «Si se acordaba

de la carta de Tortosa.» Al mismo tiempo fué comisionado el mismo Bernié, á quien igualmente dió el encargo de que buscase un veredero para conducir correspondencias.

Celebradas en su casa la mayor parte de las juntas que se tuvieron en Cervera, indujo la misma Josefina á más de ciento cincuenta personas á tomar las armas.

En los efectos que se la ocuparon, los habia estraordinariamente originales, encontrándosele apuntes de correspondencias dirigidas á todas las provincias de la Península, á Roma, á algunos otros puntos de Italia, á Francia y á Alemania, en su respectivo idioma á cada parte. Halláronsela libros de guerra, una lista de las mujeres célebres, recetas para hacer pólvora, y para abortar.

Los cargos que resultaban del proceso fueron astutamente negados, pero no desvanecidos. En su consecuencia, fué relegada á un convento de Sevilla, para que encerrada en él, espiara sus culpas; teniéndose en cuenta su clase y su sexo.

En el carácter de esta mujer singular no sabemos que resaltara más, si su fanatismo político-religioso, su natural inquieto, ó aquel espíritu ávido de estraordinarias emociones y de ruidosas peripecias.

Apasionada con ardor de Marañon, el Trapense, compartia con él el ódio á los liberales, de cuya sangre jamás se vió harto este mónstruo. El corazon de Josefina no era impasible á los generosos impulsos de la compasion, esos celestiales destellos de las almas nobles, y fué, sin embargo, la causa de muchas víctimas. ¿Podia más en ella el afecto á su criminal amante, que la bondad de su corazon? ¿Estaba desprovista de los apacibles sentimientos de su sexo? ¿Caccia de esa angelical dulzura del corazon, que hace de la mujer ese ser de bondad, de ternura y de amor? Preguntas son estas á que no podemos contestar con seguridad de acierto.

Las contradicciones de su vida nos lo impiden; ellas nos hacen dudar, y no nos podemos resolver.

Dominaba é imponia su voluntad en el convento de Sevilla. Siempre turbulenta, fué necesario mudarla de unos en otros.

No hace mucho que en un apartado barrio de aquella ciudad, buscábamos la calle del Corral del Conde, y en una humilde casa hácia el medio de la calle preguntábamos por Josefina Comerford.

Estaba á la sazon ausente de Sevilla; no regresaría en algun tiempo. Nos entristeció esta noticia, y hubimos de partir de la ciudad sin haber podido ver más que la habitacion de esta mujer estraordinaria que odiaba hasta el recuerdo de lo pasado; pero que conservaba el genio, la fortaleza de alma, y el varonil aliento de sus primeros años, á pesar de sus achaques.

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BUSONS.

XLVII.

Don José Busons, (a) Jep del Estanys, es el principal personaje de la insurreccion catalana.

Presidente de la junta de Manresa, y titulándose por algun tiempo. duque de Berga, era el primer jefe de una revolucion que contaba con sobrados elementos de triunfo en España y en el estranjero, y comenzó con tan felices auspicios.

Desde el Ampurdan emigró Busons á Francia. El 8 de diciembre de 1827 llegó á Perpiñan. Salió el 31 para Italia por Antivo, y de allí á Niza acompañado de un sobrino suyo, Juan Busons, llevando ambos los nombres de José Safont y Juan Vignos.

Dúdase si fué ó no el Jep á París, y si tuvo alguna inteligencia con Villele; pero es evidente que este ministro de Cárlos X, envió órdenes á la prefectura de Perpiñan para favorecer al caudillo español y prestarle auxilios. Terminantes estas órdenes, estaban en contradiccion absoluta con el contenido de las comunicaciones que el mismo ministro dirigia al gabinete de Madrid. Túvose de esto pleno conocimiento, y sacóse además una copia del pasaporte que con nombre supuesto dió el prefecto de Perpiñan á Busons para que regresara á España á remover de nuevo la sofocada insurreccion.

Busons, cuyos pasos eran espiados, y cuyos amigos le vendian, salió de Perpiñan con cinco ayudantes.

El conde de Mirasol, que se empeñó en capturarle, recaló por el mismo tiempo en la Junquera, y tomó una marcha paralela á Busons por la frontera española, acompañado de dos hombres del resguardo, y un granadero de la Guardia Real. A sus órdenes tenia además varias partidas, que tomaron diferentes posiciones.

Mirasol habia ganado á un confidente de Busons, que presentaba diariamente al conde, que marchaba á pié por la montaña, los partes que enviaba Busons á sus amigos, en los cuales les iba enterando de sus proyectos de rebelion. Examinadas estas comunicaciones, seguian su curso, y Mirasol en su vista arreglaba sus marchas y mandaba á las partidas ejecutaran movimientos en oposicion de los que disponia Busons.

Contrariadas así sus disposiciones, se aseguraba la tranquilidad del país, y se tendia un lazo á Busons para quitarle la vida.

Diferentes eran las personas que ayudaban esta empresa; y el mes de

enero le pasaron ambos recorriendo las montañas desde la Junquera hasta la Seo de Urgel, siempre á la intemperie, y sufriendo terribles penalidades.

Incansable Mirasol en su propósito, nada le arredraba. Consideraba como un eminente servicio la captura de Busons, y lo arrostraba todo por conseguirla. Graves eran los obstáculos, pero supo vencerlos.

Eran las diez de la noche del 2 de febrero de 1828, cuando hallándose en un monte desierto, se le presentó el confidente, y le designó la casa en que habia entrado Busons. Sus cinco ayudantes, que además de ser jóvenes vigorosos, iban bien armados, se recogieron en una cabreriza.

El momento era crítico; habia llegado la ocasion que deseaba Mirasol, pero presentaba inconvenientes. Era necesario arriesgarse y prescindir de las consecuencias que pudiera ocasionar la captura de Busons. Decidióse, y dejó pasar una hora en proyectos, y para dar tiempo á que se entregara el Jep al descanso.

A las once comenzó Mirasol á colocar su jente con el mayor sigilo. La oscuridad de la noche favorecia su plan.

Tomadas otras providencias, que creyó oportunas, acercóse Mirasol á la puerta de la casa, y la rascó con la punta de su sable. A este ruido apagaron dentro la luz que se veia, y todo quedó en oscuridad y silencio.

Un buen rato pasaron todos en una penosa ansiedad, esperando unos y otros. Nada sucedia. Mirasol quiso terminar su incertidumbre, y dió un golpe á la puerta. Abrióla Busons al momento, presentándose con una pistola en la mano derecha atada á la muñeca con una cinta negra, como se vió despues. Al descubrir el cuerpo, le dirigió Mirasol una estocada en falso, y al tiempo que Busons se guardaba con la puerta dejando el brazo fuera, el granadero de la Guardia Real, Bonifacio Izquierdo, le arrancó la pistola de la mano.

Entonces comenzó cuerpo á cuerpo una lucha horrible; más horroro sa aun por el silencio con que se bregaba.

Vencido al fin Busons, fué sacado al campo; donde le hicieron ver se le conocia, y quedó asegurado en poder de los mozos de escuadra.

Salieron entonces algunos de la casa, los cuales sirvieron de guia para ir á la cabreriza en que estaban los cinco ayudantes de Busons armados con fusiles, y despiertos; quienes al verse sorprendidos, se entregaron sin defensa.

Sin esperar el dia emprendió Mirasol la marcha para Camprodon, no muy distante. En este punto se encontraba Munet, quien ordenó al conde le hiciera entrega de los presos, y se dirigiera inmediatamente á Barcelona.

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