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DISCURSO PRELIMINAR.

«El último grado de envilecimiento de una nacion, es olvidar sus glorias y miserias.>

C. CANTU.

Grande hasta la sublimidad se nos presenta la Historia de la Guerra Civil de España. ¡Cuántas acciones heróicas, cuántos honrosos sacrificios, cuántas virtudes atesora! En sus sangrientas y gloriosas páginas, vemos personificada la revolucion de las ideas y de los hechos; el combate de las antiguas tradiciones con los nuevos usos; y retratado el heroismo español, la nobleza de sus afecciones, ora sean á los principios, ora á las personas.

Esta heterogeneidad existe tambien en el seno del partido llamado en general carlista. Unos defienden la legitimidad para ellos de la dinastía; otros los principios absolutistas, en obsequio de los cuales prescindirian quizá del nombre que llevase el soberano; y sostienen algunos el sistema teocrático. Todos, sin embargo, han combatido bajo unos mismos pendones, y es una misma su pasada historia; tal vez no lo sea la presente, punto interesante que trataremos. Para comprender la índole de la Guerra Civil, necesario es conocer los partidos que en ella han combatido.

Considerando en general la causa del carlista, hallaremos su orígen en el del absolutismo; en el de la monarquía de derecho divino; en el de la concentracion del poder de una sociedad en manos de uno solo, representante puro de una soberanía que delega el pueblo sin sujetarla á variaciones, y á semejanza de la que al padre de familia dá la sociedad.

El peligro unió á las fracciones del partido carlista; el interés general las sostenia; y cuando vislumbraron el triunfo, nació la division, y de aquí su derrota. Sin examinar bajo este aspecto al partido carlista; sin estudiar esas fracciones; sin seguir sus pasos, desentrañar sus ideas y las de sus jefes, no es posible esplicar ni comprender el orígen de su existencia, de sus triunfos, de sus

miserias, de su historia en fin. Arciniega, Durango, Amurrio, Tolosa, Oñate, Villareal de Zumárraga, Estella, Vergara, Verà..... fueron testigos de escenas que no tuvieron otra causa que las rivalidades de las fracciones.

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Todas ellas, sin embargo, se habian agrupado bajo una bandera, donde se leia Cárlos V este príncipe personificó, fué la encarnacion de todos los principios, de las ideas generales, de los intereses comunes de las masas y de los individuos que le defendieron con heroismo, le amaron con entusiasmo, y le obedecieron como al delegado de Dios.

Esta unidad es uno de los timbres honrosos del partido carlista. Todo con Cárlos, todo por Cárlos, todo para Cárlos, decia.

-Aletargada España, y satisfecha con trasmitir á la industria estraña las inmensas riquezas que recibia del Nuevo Mundo, solo la inquietaban las heridas causadas en su honor; por eso se levantó briosa en 1808; por eso peleó y venció. Pero no volvió á entregarse á su indolente letargo. Destruyó á los franceses; pero estos dejaron otros enemigos más formidables, para los que no hay en el mundo proyectiles; quedaron las ideas, que germinaron desde luego vigorosas.

Forman estas el código gaditano, admirable para sus autores; incomprensible para el pueblo que habia de observarle, porque ni estaba educado para entenderle, ni se cortan jamás de raiz añejas costumbres, que se hacen leyes á fuerza de observarlas y del cariño que se las tiene.

Destruida la obra de Cádiz, fuélo á su vez la que la reemplazó. Al 4 de mayo de 1814 en Valencia, se opuso el 1.o de enero de 1820 en las Cabezas de San Juan. En aquel dia fué el rey el revolucionario; en este un militar que debió ir á combatir en América. Muchos errores cometieron los liberales; no siendo el menor consignar en los artículos 108 y 110 de la Constitucion del año 12, que los diputados debian renovarse en su totalidad cada dos años, y no podian volver á ser elegidos sino mediante una diputacion. Así fué como la causa liberal se vió privada en los momentos de mayor peligro de sus más fieles y acreditados defensores. Los nuevos elegidos juraron el código, y muchos de ellos le hicieron traicion, faltando á su juramento; y previniendo los deseos del rey, le allanaron en 1814 el camino para abolir la Constitucion. Fernando pudo decir, hasta cierto punto, que tal era la voluntad nacional, ateniéndose á la célebre esposicion de los 72 diputados, llamados los Persas, por comenzar con esta palabra aquel escrito presentado al rey en Valencia por el marqués de Mataflorida (1), que tan importante papel representó despues en la Regencia de Urgel.

El poder de que tan cándidamente abdicaron los autores de la Constitucion de Cádiz, recogiéronle sus enemigos. La reaccion era en estos natural, y si el rey pudiera tener defensa en asociarse á sus deseos, no tuvo disculpa en faltar

(1) Segun manifestacion de su hijo, que acaba de fallecer en Osuna, no fué su padre el autor, como se supone por to los, de esa esposicion, añadiéndonos ser este error el origen de sus desgracias.

á su oferta de restablecer las antiguas Córtes del reino, y en los escesos, persecuciones y castigos, con que se inauguró el 4 de mayo, y que recayeron en personas que tanto habian contribuido á asegurarle la corona. Pero confiaba el rey en el entusiasmo que, á pesar de sus hechos, acompañaba á su nombre, y en la mayoría del pueblo, desafecta al nuevo régimen. Pudo haberse variado la opinion publica; más no se hizo, y el rey entró en España circundado de un prestigio inmerecido.

Hemos dicho que contaba con una mayoría enemiga de las ideas liberales, y así era. Todos los empleados de palacio y demás dependientes del patrimonio apoyaban la reaccion, é influian muy de cerca en el ánimo del rey. Los cuerpos privilegiados del ejército, y en especial los Guardias de corps, á quienes interesaba el poder esclusivo de la córte, tambien la apoyaban. Los prelados y todo el clero, además de temer las reformas, se ofendian de la libertad de la prensa en materias religiosas, y la creian incompatible con la autoridad de la Iglesia, y con el respeto debido á la religion y á sus ministros. La mayor parte de la nobleza, que vió en la justa abolicion de los derechos señoriales, tan degradantes para el pueblo como perjudiciales para el trono, cuyas prerogativas amenguaban, que descendia de una posicion, que no supo conservar ni hacer respetable, como pudo, se declaró enemiga tambien del nuevo órden de cosas. Los empleados del gobierno miraban con terror la responsabilidad á que estaban sujetos por una ley en estremo severa, y no les era menos penosa la censura pública de sus operaciones, á todo lo cual no es fácil, á pesar de su utilidad, acostumbrarse repentinamente. La provechosa separacion de las atribuciones judiciales y gubernativas, fué causa tambien de que no tomasen interés por las nuevas instituciones la mayor parte de los corregidores, alcaldes mayores, audiencias y tribunales superiores de la córte; bien avenidos con su lleno anterior de facultades. Las innovaciones introducidas en la materia delicada de los impuestos y en la manera de recaudarlos, produjeron fatales resultas, y fueron una de las causas más fecundas de oposicion á las Córtes. Como no existian datos estadísticos ni aun aproximados, para imponer con equidad la contribucion directa, se procedió arbitrariamente en su repartimiento, y se dió lugar á quejas fundadas de parte de muchas provincias, y á que renaciese entre ellas el espíritu de rivalidad, tan peligroso como difícil de contener.

Tales fueron los elementos que se conjuraron desde luego contra el sistema constitucional; elementos que fueron esplotados diestramente por sus naturales adversarios, contribuyendo al éxito la debilidad de los regentes del reino, que, si bien intachables por su honor y probidad, carecian de las enérgicas dotes indispensables para el puesto que en circunstancias tan criticas ocupaban.

Hay un error, sin embargo, en considerar esta reaccion y todas las que se le parezcan, como una aversion del pueblo á la libertad, en el verdadero sentido de esta palabra. Los mayores enemigos de la Constitucion han dicho y repiten: «Hay entre nosotros elementos moderadores del poder de los reyes que pueden reputarse como la constitucion del país, muy anterior á la promulgada en Cádiz. Tales son, las leyes del reino juradas por los reyes..... los consejos y tribunales de justicia..... siendo muy notables las leyes que conceden el derecho, ó más bien, imponen la obligacion á los alcaldes, jueces ordinarios, corregido

res y demás autoridades encargadas de dar cumplimiento á las reales órdenes, de reclamar contra su tenor cuando lo creen contrario á la justicia y equidad, ó al bien público, suspendiendo entretanto su ejecucion. » Cierto es esto, pero no lo es menos que, el Guárdese y no se cumpla, que tenian derecho á consignar las autoridades en los mandatos soberanos que reunian tales condiciones, solo se ponia en aquellos que no interesaban al monarca, en los demás, todo cedia, y cedian todos á su voluntad absoluta. Parecíase este derecho en su ejercicio á las Córtes, que, por egoismo, convocaban para la proclamacion y jura del sucesor á la corona, y que no pasaban de ser una junta ad hoc elegida, sin perjuicio de someter, hemos dicho mal, de exigir su aprobacion á cualquiera otra medida que convenia vestir con apariencia de nacionalidad. Parece imposible que tantas personas ilustradas hayan sostenido y sostengan la monarquía absoluta en España, invocando para ello las leyes del reino, cuando estas consagran la representacion nacional; cuando por un acto de arbitrariedad dejaron de insertarse en la Novísima Recopilacion, cuando constantemente se han celebrado cortes desde los reyes godos hasta 1646 en Castilla, y 1702 en Aragon, cuando han dejado de reunirse contra las leyes abusando de la fuerza, cuando hemos sido el pueblo más libre y el primero desde la era cristiana (1); cuando las Córtes nacionales son el más honroso monumento de nuestras glorias. Lógicos habrian estado los adversarios de la constitucion democrática de Cádiz, que conocian nuestra historia, si la hubieran atacado por sus vicios, proclamando la debida observancia de nuestras antiguas libertades, y su acomodamiento al espíritu del siglo. Pero defender entonces, y defender hoy, que una nacion ha de ser regida por la voluntad sin límites de un hombre, de un Cárlos II ó de un Godoy, por ejemplo; que ha de ser el pueblo español en este siglo de discusion inferior al pueblo godo, es una aberracion que solo puede esplicar el error en unos, la pasion, si no el fanatismo, en otros, y en no pocos, los intereses propios.

El partido realista no presentó la cuestion entre la libertad y el despotismo, sino entre la monarquía de un Cárlos III y el combatido gobierno de muchos; y colocado en tan ventajoso terreno, alucinó, dando la seguridad de las buenas intenciones del rey, sin poderlas demostrar, decia, por privarle las Córtes de las facultades necesarias para hacer el bien.

Los constitucionales se durmieron á la sombra de sus laureles, y fueron enterrados con ellos.

Las cosas volvieron al ser y estado en que se hallaban en 1808. Absurdo fué é injusto; pero más lo fué que esta nacion heróica, que venció al dominador de la Europa, se viese despreciada por las mismas naciones á quienes salvó, y se repartieron el botin de la victoria que les dió la España, sin que esta sacara el menor beneficio en pago de sus sacrificios por ellas. Esta no era cuestion de

(1) En las Cortes de Burgos del año 1169, acudieron por primera vez los representantes del estado llano. La Inglaterra no admitió en su parlamento la representacion popular hasta 1225, la Alemania hasta 1293 y la Francia hasta 1303.

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