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su comida eran langostas y miel sil- E desierto por

vestre.

5 Entónces salia á él Jerusalém, y toda la Judéa, y toda la tierra de la comarca del Jordan;

NTONCES Jesus fué llevado al
el Espíritu, para ser

tentado del diablo.

2 Y habiendo ayunado cuarenta dias y cuarenta noches, despues tuvo ham

6 Y eran bautizados por él en el Jor-bre. dan, confesando sus pecados.

7 Mas viendo, que muchos de los Fariséos, y de los Sadducéos venian á su bautismo, les dijo: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado á huir de la ira venidera?

8 Haced pues fruto digno de penitencia.

9 Y no querais decir dentro de vosotros: á Abraham tenemos por padre. Porque os digo, que poderoso es Dios para levantar hijos á Abraham de estas piedras.

10 Porque ya está puesta la segúr á la raiz de los árboles. Pues todo arbol, que no hace buen fruto, cortado será, y echado en el fuego.

11 Yo en verdad os bautizo en agua para penitencia: mas el que ha de venir en pos de mí, mas fuerte es que yo, cuyo calzado no soy digno de llevar: él os bautizará en Espíritu Santo, y en fuego.

3 Y llegándose á él el tentador, le dijo: Si eres hijo de Dios, dí que estas piedras se hagan panes.

4 El cual le respondió y dijo: Escrito está: No de solo pan vive el hombre, mas de toda palabra, que sale de la boca de Dios.

5 Entonces le tomó el diablo, y le le sobre puso llevó á la santa ciudad, y la almena del templo.

6 Y le dijo: Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está: Que mandó á sus ángeles acerca de tí, y te tomarán en palmas, porque no tropiezes en piedra con tu pie.

7 Jesus le dijo: Tambien está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.

8 De nuevo le subió el diablo á un monte muy alto; y le mostró todos los reinos del mundo, y la gloria de ellos, 9 Y le dijo: Todo esto te daré, si cayendo me adorares.

10 Entonces le dijo Jesus: Vete, Sa 12 Su bieldo en su mano está : y lim-tanás: porque escrito está : Al Señor piará bien su era: y recogerá su trigo tu Dios adorarás, y á él solo servirás. en el granero; mas quemará las pajas en fuego, que no se podrá apagar ja

mas.

13 Entónces vino Jesus de la Galiléa al Jordan á Juan, para ser bautizado por él.

14 Mas Juan se lo estorbaba, diciendo: ¿ Yo debo ser bautizado por tí, y tú vienes á mí ?

15 Y respondiendo Jesus, le dijo: Deja ahora, porque así nos conviene Entonces le cumplir toda justicia. dejó.

16 Y despues que Jesus fué bautiY he aquí zado, subió luego del agua. se le abriéron los cielos, y vió al Espíritu de Dios, que descendia como paloma, y que venía sobre él.

17 Y he aquí una voz de los cielos que decia: Este es mi hijo el amado, en quien me he complacido.

CAPITULO IV.

11 Entonces le dejó el diablo: y he aquí los ángeles llegáron y le servian. 12 Y cuando oyó Jesus, que Juan estaba preso, se retiró á la Galiléa :

13 Y dejando la ciudad de Nazaret, fué á morar á Cafarnaum, ciudad marítima, en los confines de Zabulón, y de Neftalim :

14 Para que se cumpliese, lo que dijo Isaías el Profeta.

15 Tierra de Zabulón, y tierra de Neftalim, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galiléa de los Gentiles

16 Pueblo, que estaba sentado en tinieblas, vió una grande luz; y á los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz les nació.

17 Desde entónces comenzó Jesus á predicar y á decir: Haced penitencia, porque se ha acercado el reino de los cielos.

18 Y yendo Jesus por la ribera de la mar de Galiléa, vió dos hermanos, Simon, que es llamado Pedro, y Andres su hermano, que echaban la red en la mar, (pues eran pescadores,)

Cristo se retira al desierto despues de su bautismo, y habiendo ayunado cuarenta dias y cuarenta noches, vence las tentaciones del demonio. Oyendo que habian puesto en la cárcel al Bautista, se retira á Cafarnaum, y day principio á su predicacion. Llama á Pedro, Andres, á Santiago y á Juan. Anuncia el evangelio á los Galiléos, y cura diversas enfermedades.

19 Y les dijo: Venid en pos de mí, haré que vosotros seais pescadores de

hombres.

20 Y ellos al instante dejadas las redes, le siguieron.

21 Y pasando de allí, vió otros dos

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hermanos, Santiago de Zebedéo, y Juan | Profetas, que fueron ántes de voso su hermano, en un barco con Zebedéo tros. su padre, que remendaban sus redes ; y los llamó.

22 Y ellos al punto dejadas las redes y el padre, le siguieron.

23 Y andaba Jesus rodeando toda la Galiléa, enseñando en las Sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del reino y sanando toda enfermedad, y toda dolencia en el pueblo.

13 Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? no vale ya para nada, sino para ser echada fuera, y pisada por los hombres.

14 Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad, que esta puesta sobre un monte, no se puede esconder.

15 Ni encienden una antorcha, y la 24 Y corrió su fama por toda la ponen debajo del celemin, sino sobre Siria, y le trajéron todos los que lo el candelero, para que alumbre á todos pasaban mal poseidos de varios acha-los que están en la casa.

ques y dolores, y los endemoniados, y 16 A este modo ha de brillar vuestra los lunáticos, y los paraliticos, y los luz delante de los hombres; para que vean vuestras buenas obras, y den gloria á vuestro Padre, que está en los cielos.

sanó :

25 Y le fuéron siguiendo muchas tropas de la Galiléa, y de Decapolis, y de Jerusalém, y de Judéa, y de la otra ribera del Jordán.

CAPITULO V.

De las ocho bienaventuranzas. Llama el Se

nor á sus Apóstoles sal, lus, declarándoles quál debia ser su oficio. La ley de Dios es la sal, y la lus, con que quiere que salen y alumbren al mundo, declarándoles, que no ha venido á destruirla, sino á cumplirla y perfeccionarla y para esto empieza á explicarla por sus partes principales.

Y

VIENDO Jesus las gentes, subió á un monte, y despues de haberse sentado, se llegáron á él sus discípulos, 2 Y abriendo su boca, los enseñaba, diciendo:

17 No penseis, que he venido á abrogar la ley, ó los profetas: no he venido á abrogarlos, sino á darles cumplimiento.

18 Porque en verdad os digo, que hasta que pase el cielo y la tierra, no pasará de la ley ni un punto, ni un tilde, sin que todo sea cumplido.

19 Por lo cual quien quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños, y enseñare así á los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos: mas quien hiciere y enseñare, este será llamado grande en el reino de los cielos.

20 Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los Escribas y de los Fariséos, no entrareis en el reino de los cielos.

3 Bienaventurados los pobres de espíritu; porque de ellos es el reino de 21 Oisteis que fué dicho á los antilos cielos. guos: No matarás, y quien matare, 4 Bienaventurados los mansos; por-obligado quedará á juicio. que ellos poseeran la tierra.

5 Bienaventurados los que lloran; porque ellos serán consolados.

22 Mas yo os digo, que todo aquel que se enoja con su hermano, obligado será á juicio y quien dijere á su her6 Bienaventurados los que han ham-mano raca, obligado será á concilio: y bre, y sed de justicia; porque ellos se- quien dijere insensato, quedará obligado rán hartos. á la gehenna del fuego.

7 Bienaventurados los misericordio- 23 Por tanto si fueres á ofrecer tu sos; porque ellos alcanzarán miseri-ofrenda al altar, y allí te acordares, que cordia.

8 Bienaventurados los de limpio corazon; porque ellos verán á Dios.

9 Bienaventurados los pacíficos; porque hijos de Dios serán llamados.

10 Bienaventurados los que padecen persecucion por la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos.

11 Bienaventurados sois, quando os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren todo mal contra vosotros mintiendo, por mi causa:

12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardon muy grande es en los cielos. Pues así tambien persiguieron á los

tu hermano tiene alguna cosa contra tí:

24 Deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve primeramente á reconciliarte con tu hermano; y entonces ven á ofrecer tu ofrenda.

25 Acomodate luego con tu contrario, mientras que estás con él en el camino : no sea que tu contrario te entregue al juez, y el juez te entregue al ministro ; y seas echado en la cárcel.

26 En verdad te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

27 Oisteis que fué dicho á los antiguos: No adulterarás.

28 Pues yo os digo, que todo aquel, ¿qué recompensa tendreis? ¿No hacen que pusiere los ojos en una muger para tambien lo mismo los Publicanos? 47 Y si saludáreis tan solamente á codiciarla, ya cometió adulterio en su vuestros hermanos, ¿qué haceis de mas? corazon con ella. 29 Y si tu ojo derecho te sirve de¿ No hacen esto mismo los Gentiles? 48 Sed pues vosotros perfectos, así escándalo sácale, y échale de tí; porque te conviene perder uno de tus miem- como vuestro Padre celestial es perbros, antes que todo tu cuerpo sea arrojado al fuego del infierno.

30 Y si tu mano derecha te sirve de escándalo : córtala y échala de tí; porque te conviene perder uno de tus miembros, antes que todo tu cuerpo vaya al fuego del infierno.

fecto.

CAPITULO VI.

De qué manera se debe hacer la limosna. De
la oracion, y del ayuno. Que no se ha de
atesorar en la tierra, sino en el cielo : ni ser-
vir à dos Señores. Que no nos hemos de acon-
gojar demasiado por lo que mira á la comida
y al vestido, puesto que nuestro Padre celestial
tiene tomado sobre si este cuidado.

31 Tambien fué dicho: Cualquiera que repudiare á su muger, déle carta de repudio. 32 Mas yo os digo, que el que repu-IRAD, que no hagais vuestra jusrepu-MIRADlante de los hombres, para diare á su muger, á no ser por causa de fornicacion, la hace ser adúltera: y el ser vistos de ellos: de otra manera, no que tomare la repudiada, comete adul- tendreis galardon de vuestro Padre, que está en los cielos. terio:

33 Además oisteis que fué dicho á los antiguos: No perjurarás; mas cumplirás al Señor tus juramentos.

34 Pero yo os digo, que de ningun modo jureis, ni por el cielo, porque es el trono de Dios:

2 Y así cuando haces limosna, no hagas tocar la trompeta delante de tí, como los hipócritas hacen en las Sinagogas, y en las calles, dara ser honrados de los hombres: En verdad os digo, recibiéron su galardon.

3 Mas tú, cuando haces limosna, no por-sepa tu izquierda, lo que hace tu derecha:

35 Ni por la tierra, porque es la peana de sus pies: ni por Jerusalém, que es la Ciudad del grande rey:

36 Ni jures por tu cabeza, porque no puedes hacer un cabello blanco ó negro.

37 Mas vuestro hablar sea, sí, sí: no, no; porque lo que excede de esto, de mal procede.

38 Habeis oido que fué dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.

39 Mas yo os digo, que no resistais al mal: antes si alguno te hiriere en la mejilla derecha, párale tambien la

otra.

40 Y á aquel que quiere ponerte á pleito, y tomarte la túnica, déjale tambien la cana.

41 Y al que te precisare á ir cargado mil pasos, vé con él otros dos mil mas. 42 Da al que te pidiere: y al que te quiera pedir prestado, no le vuelvas la espalda.

43 Habeis oido que fué dicho: Amarás á tu prójimo, y aborrecerás á tu enemigo.

44 Mas yo os digo: Amad á vuestros enemigos; haced bien á los que os aborrecen: y rogad por los que os persiguen y calumnian:

45 Para que seais hijos de vuestro Padre, que está en los cielos: el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos: y llueve sobre justos y pecado

res.

46 Porque si amais á los que os aman,

4 Para que tu limosna sea en oculto, y tu Padre, que vé en lo oculto, te premiará.

5 Y cuando orais, no sereis como los hipócritas, que aman el orar en pie en las Sinagogas, y en los cantones de las plazas, para ser vistos de los hombres. En verdad os digo, recibieron su galardon.

6 Mas tú cuando orares, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora á tu Padre en secreto: y tu Padre, que vé en lo secreto, te recompensará.

7 Y cuando orareis, no hableis mucho, como los Gentiles. Pues piensan, que por mucho hablar serán oidos.

8 Pues no querais asemejaros á ellos : habeis que porque vuestro Padre sabe lo menester, ántes que se lo pidais. 9 Vosotros pues así habeis de orar : Padre nuestro, que estás en los cielos: santificado sea el tu nombre.

10 Venga el tu reino: hágase tu voluntad, como en el cielo, así tambien en la tierra.

11 Danos hoy nuestro pan sobresubstancial.

12 Y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos á nues~ tros deudores.

13 Y no nos dejes caer en la tentacion. Mas libranos de mal. Amen. 14 Porque si perdonáreis á los hom

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bres sus pecados, os perdonará tambien | ¿Qué comeremos, ó qué beberemos, ó vuestro Padre celestial vuestros peca- con qué nos cubriremos?

dos.

32 Porque los Gentiles se afanan por 15 Mas si no perdonareis á los hom- estas cosas: y vuestro Padre sabe, que bres, tampoco vuestro Padre os perdo-teneis necesidad de todas ellas.

nará vuestros pecados.

16 Y cuando ayuneis, no os pongais tristes como los hipócritas. Porque desfiguran sus rostros, para hacer ver á los hombres que ayunan. En verdad os digo, que recibieron su galardon.

17 Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza, y lava tu cara:

18 Para no parecer á los hombres que ayunas, sino solamente á tu Padre, que está en lo escondido: y tu Padre, que vé en lo escondido, te galardonará.

19 No querais atesorar para vosotros tesoros en la tierra, donde orin y polilla los consume: y en donde ladrones los desentierran, y roban.

20 Mas atesorad para vosotros tesoros en el cielo, en donde ni los consume orin ni polilla y en donde ladrones no los desentierran, ni roban.

33 Buscad pues primeramente el reino de Dios, y su justicia: y todas estas cosas os serán añadidas.

34 Y así no andeis cuidadosos por el dia de mañana. Porque el dia de mañana á sí mismo se traerá su cuidado. Le basta al dia su propio afan.

CAPITULO VII.

Prosigue el Señor su doctrina condenando los juicios temerarios, y diciendo, que no se han de dar á los perros las cosas santas. Exorta á la oracion, y á hacer con nuestro prójimo, lo que queremos, que se haga con nosotros. Dice, que es estrecha la puerta por donde se entra à la vida; y cómo se han de distinguir los Profetas falsos de los verdaderos, y el árbol bueno del malo. Simil, ó comparacion de un hombre, que fabrica una casa, con el que escucha la doctrina del Señor.

21 Porque en donde está tu tesoro, No querais juzgar, para que no seais

allí está tambien tu corazon.

22 La antorcha de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo fuere sencillo: todo tu cuerpo será luminoso.

2 Pues con el juicio, con que juzgareis, sereis juzgados: y con la medida con que midiereis, os volverán á medir.

3 ¿Por qué pues ves la pajita en el ojo de tu hermano: y no ves la viga en tu ojo?

23 Mas si tu ojo fuere malo: todo tu cuerpo será tenebroso. Pues si la lumbre, que hay en tí, son tinieblas, ¿cuán grandes serán las mismas tinieblas? 4 ¿O cómo dices á tu hermano: De24 Ninguno puede servir á dos seño-ja, sacaré la pajita de tu ojo, y se esta res: porque o aborrecerá al uno, y ama- viendo una viga en el tuyo? rá al otro ó al uno sufrirá, y al otro despreciará. No podeis servir á Dios, y á las riquezas.

5 Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás para sacar la mota del ojo de tu hermano.

25 Por tanto os digo, no andeis 6 No deis lo santo á los perros, ni afanados para vuestra alma, qué co-echeis vuestras perlas delante de los mereis, ni para vuestro cuerpo, qué puercos: no sea que las huellen con sus vestireis. ¿No es mas el alma, que la pies, y revolviéndose contra vosotros os comida y el cuerpo mas que el ves-despedacen. tido?

26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en trojes; y vuestro Padre Celestial las alimenta. Pues no sois vosotros mucho mas que ellas ?

27¿Y quién de vosotros discurriendo puede añadir un codo á su estatura?

28 Y por que andais acongojados por el vestido? Considerad como crecen los lirios del campo: no trabajan, ni hilan.

29 Ya digo, que ni Salomón en toda su gloria fué cubierto como uno de es

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7 Pedid, y se os dará: buscad, y hallareis: llamad, y se os abrirá.

8 Porque todo el que pide, recibe : y el que busca, halla: y al que llama se le abrirá.

9 ¿O quién de vosotros es el hombre, á quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra?

10 ¿O si le pidiere un pez, por ventura le dará una serpiente?

11 Pues si vosotros, siendo malos, sabeis dar buenas dádivas á vuestros hijos: ¿cuánto mas vuestro Padre, que está en los cielos, dará bienes á los que se los pidan?

12 Y así todo lo que quereis que los hombres hagan con vosotros, hacedlo tambien vosotros con ellos: porque esta es la Ley y los Profetas.

13 Entrad por la puerta estrecha :

porque ancha es la puerta, y espacioso el camino, que lleva á la perdicion, y muchos son los que entran por él.

cion: Sosiega una tempestad en la mar, y cu-
ra dos endemoniados en la tierra de los Gera-

senos.

siguieron muchas gentes:

14 Qué angosta es la puerta, y qué Y COMO descendió del monte, le estrecho el camino, que lleva á la vida: y pocos son, los que atinan con él!

15 Guardaos de los falsos Profetas, que vienen á vosotros con vestidos de ovejas, y dentro son lobos robadores: 16 Por sus frutos los conocereis. Por ventura cogen uvas de los espinos, ó higos de los abrojos?

17 Así todo árbol bueno lleva buenos frutos y el mal árbol lleva malos frutos.

18 No puede el árbol bueno llevar malos frutos: ni el árbol malo llevar buenos frutos.

19 Todo árbol, que no lleva buen fruto, será cortado, y metido en el fuego.

20 Así pues, por los frutos de ellos los conocereis.

21 No todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese entrará en el reino de los cielos.

22 Muchos me dirán en aquel dia: Señor, Señor, ¿ pues no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

23 Y entonces yo les diré claramente: Nunca ós conocí: apartãos de mí los que obrais la iniquidad.

24 Pues todo aquel que oye estas mis palabras, y las cumple, comparado será á un varon sabio, que edificó su casa sobre la peña.

;

2 Y vino un leproso, y le adoraba, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

3 Y extendiendo Jesus la mano, le tocó, diciendo: Quiero. Sé limpio. Y luego su lepra fué limpiada.

4 Y le dijo Jesus: Mira, que no lo digas á nadie: mas vé, muéstrate al Sacerdote, y ofrece la ofrenda, que mandó Moisés, en testimonio á ellos.

5 Y habiendo entrado en Capharnaum, se llegó á él un Centurion, rogándole, 6 Y diciendo: Señor, mi siervo paralitico está postrado en casa, y es reciamente atormentado.

7 Y le dijo Jesus: Yo iré, y lo sanaré.

8 Y respondiendo el Centurion, dijo: Señor, no soy digno de que entres en mi casa: mas mándalo con tu palabra, y será sano mi siervo.

9 Pues tambien yo soy hombre sugeto á otro, que tengo soldados á mis órdenes, y digo á este: Vé, y va; y al otro : Ven, y viene; y á mi siervo: Haz esto, y lo hace.

10 Cuando esto oyó Jesus, se maravilló, y dijo á los que le seguian: Verdaderamente os digo, que no he hallado fe tan grande en Israél.

11 Y os digo, que vendrán muchos de Oriente, y de Occidente, y se asentarán con Abrahám, y Isaac, y Jacob en el reino de los cielos:

12 Mas los hijos del reino serán echados en las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de dientes.

25 Que descendió lluvia, y viniéron rios, y sopláron vientos, y dieron impe13 Y dijo Jesus al Centurion: Vé, y tuosamente en aquella casa, y no cayó como creiste, así te sea hecho. Y fué porque estaba cimentada sobre peña. 26 Y todo el que oye estas mis pala-sano el siervo en aquella hora. bras, y no las cumple, semejante será á un hombre loco, que edificó su casa sobre arena:

27 Que descendió lluvia, y viniéron rios, y sopláron vientos, y diéron impetuosamente sobre aquella casa, y cayó, y fué su ruina grande.

14 Y habiendo llegado Jesus á la casa de Pedro, vió á su suegra que yacía en cama, y con fiebre:

15 Y le tocó la mano, y la dejó la fiebre; y se levantó y los servia.

16 Y siendo ya tarde, le presentáron muchos endemoniados: y lanzaba con su palabra los espíritus: y sanó todos

28 Y fué, que cuando Jesus hubo acabado estos discursos, se maravilla-los enfermos : ban las gentes de su doctrina.

29 Porque los enseñaba, como quien tiene autoridad, y no como los Escribas de ellos, y los Fariséos.

17 Para que se cumpliera, lo que fué dicho por el Profeta Isaías, que dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades: y cargó con nuestras dolencias.

á

18 Mas como viese Jesus muchas gentes al rededor de sí, mandó pasar la otra parte del lago.

CAPITULO VIII. Sana Jesu-Cristo à un leproso, al siervo del Centurion, á la suegra de San Pedro, y 19 Y llegándose á él un Escriba, le otros muchos enfermos. No quiere admitir á un Escriba que deseaba seguirle, y manda á dijo: Maestro, te seguiré á donde quiera otro de sus discípulos, que le siga sin dila-que fueres.

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