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pañías de granaderos y cazadores de la guardia nacional, y el resto se pone á las órdenes del general del ejército del interior: la Convencion nombra una comision de cinco individuos encargada de proponer medidas eficaces para hacer sin disturbios la transicion de una forma de gobierno á otra; se decreta la incorporacion de la Bélgica á la Francia y su division en departamentos; la abolicion de la pena de muerte desde la paz general; el cambio de nombre de la plaza de la Revolucion en el de plaza de la Concordia; amnistía general para todos los hechos de la revolucion, á escepcion de los del 13 de vendimiario; libertad á los presos de todos los partidos políticos, excepto Lemeitre, el gefe de los conspiradores de aquel dia; y por último en la tarde del 4 de brumario (26 de octubre, 1795) el presidente de la Convencion pronuncia estas solemnes palabras: «La Convencion nacional declara que su mision está cumplida, y terminadas sus sesiones. Repetidos gritos de ¡viva la república! acompañan la declaracion del presidente "").

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Cuando se verificaba este cambio en las ideas y en el gobierno del pueblo francés, se ajustó el tratado de paz entre Francia y España, de que dimos cuenta en otro capítulo. Era natural, y asi debió preverlo el gobierno español, que la Inglaterra viese con disgusto

(1) Hemos hecho esta rapidísima reseña de los sucesos interiores de Francia, asi para proseguir en nuestro propósito de

dar idea de la marcha que fué llevando la revolucion, como de las circunstancias en que se hizo la paz con Francia.

aquel concierto, tanto por la razon de segregarse de la coalicion una potencia respetable, cuanto por la posicion especial de la Gran Bretaña para con aquellas dos naciones, posicion especial que esplicaban bien los hechos de la historia antigua y reciente de los tres Estados. Dos problemas de dificil solucion tenia que resolver el gobierno de Cárlos IV. asentada la paz con la república. Era el uno, si despues de aquella paz debería y podría, á pesar del enojo de la Inglaterra, mantenerse neutral en la guerra que sostenian las naciones británica y francesa. Era el otro, en el caso de no poder conservar aquella neutralidad, qué alianza le sería preferible y mas ventajosa, aun á riesgo de tener que entrar en guerra con la potencia que quedaría pospuesta y resentida.

El príncipe de la Paz, por razones que á él debieron parecerle poderosas, y que espresarémos después, comenzó muy pronto á mostrarse inclinado á la alianza y amistad con la Francia, y en este sentido escribió al negociador de la paz don Domingo Iriarte antes que saliese de Basilea, representándola como necesaria y urgente, y ordenándole á nombre del rey que pasára inmediatamente á París en calidad de embajador, recomendándole la conveniencia de que estuviera hecho el tratado antes que llegára el caso de declararse la guerra, caso que decia prever por noticias que tenia de que Inglaterra pensaba oponerse á la entrega de Santo Domingo y abrigaba otras inten

ciones hostiles á España ""). Y seis semanas mas adelante (22 de octubre, 1795) le envió ya los tratados de alianza y de comercio en la forma que al rey habian parecido mas convenientes, despues de examinados los que el gobierno francés habia presentado, previniéndole é inculcándole sobre los esfuerzos de Inglaterra para desunirnos con Francia. Sin embargo, Iriarte no pudo pasar á París á poner por obra la negociacion de alianza: el mal estado de su salud le obligó á venir á España, y á poco tiempo este digno ministro falleció en Gerona entre los brazos del prelado de aquella diócesis (22 de octubre, 1795). Para reem-. plazarle en la embajada de París fué nombrado el marqués del Campo, que desempeñaba la de Londres, bien que por particulares causas no' pudo presentar sus credenciales hasta marzo de 1796.

Entretanto, libre ya el rey Cárlos IV. de los temores y de las atenciones de la guerra con Francia, determinó cumplir el voto que la reina habia hecho de visitar el cuerpo del Santo rey don Fernando, si recobraba su salud el príncipe de Asturias (2). Salió

(1) Carta del Príncipe de la Paz á don Domingo Iriarte, de San Ildefonso, á 11 de setiembre de 4795.

(2) Habiendo sido siempre (decia la real órden) el ánimo del Rey y Reina nuestros Señores cumplir cuanto antes fuese posible el voto que hicieron por la salud del príncipe nuestro Señor, de visitar el cuerpo de San Fer

nando su glorioso abuelo, han resuelto ejecutarlo ahora, poniéndose en marcha desde este sitio para Sevilla el dia 4 de enero próximo de 1796, pasando por Badajoz, y llevando en su compañía al mismo príncipe nuestro Señor, á la señora infanta doña María Amalia, señor infante don Antonio Pascual, señora infanta doña María Luisa, y al señor prin

pues la familia real de Madrid el 4 de enero (1796), y llegó felizmente el 18 á Badajoz, donde tuvieron una entrevista con los príncipes del Brasil, y pasaron unos dias dándose banquetes y haciéndose mútuos agasajos. En aquella ciudad, y en la casa del mismo Godoy, donde se aposentaron los reyes, permanecieron hasta el 15 de febrero, con no poca satisfaccion del ministro, que sin duda tuvo gran parte en la direccion de una jornada que le proporcionaba lo que podia halagar más su amor propio, el placer de presentarse á sus paisanos con todo el esplendor de su encumbramiento, y de que fueran testigos de la predileccion y la confianza que le dispensaron los reyes. De alli pasaron éstos á Sevilla, y cumplido su voto, y despues de visitar la ciudad y puerto de Cádiz, regresaron á Aranjuez por la Mancha (22 de marzo, 1796), habiendo recibido testimonios de respetuoso homenage en todos los pueblos del tránsito (").

cipe de Parma su esposo, reduciendo la familia y oficios que han de ir sirviendo á SS. MM. y AA. á lo absolutamente mas preciso. «Igualmente ha resuelto S. M. que los señores infantes don Cárlos, don Francisco Antonio, doña María Isabel y doña María Josefa se trasladen desde este sitio al de Aranjuez el 29 del mes corriente, donde residirán mientras se hallen ausentes SS. MM. Lo que participo á V. E. etc. San Lorenzo, 13 de diciembre de 1793.» (1) Cuenta el P. Villanueva en su Vida literaria, que por este tiempo estuvo don Manuel Godoy

muy en peligro de caer del favor y de la gracia de la reina, á causa, dice, de las veleidades y caprichos de esta señora. Y refiere que en uno de esos periodos de enojo ó de resentimiento que suelen tener las damas, y en que andaba buscando como desprenderse de la privanza de Godoy, dos damas de la reina, la Matallana y la Pizarro, discurrieron é intentaron que le suplantára en el favor el célebre marino Malaspina, que acababa de volver de dar la vuelta al mundo: que apercibido de ello el príncipe de la Paz por sospechas que le inspiró una

Ni este viage, ni otros asuntos interiores impidieron al príncipe de la Paz proseguir sus negociaciones de alianza con la república y buscar medios de hacérsela propicia. Uno de ellos fué parar el golpe que la amenazaba por parte de Suecia, cuando esta nacion estaba ya casi determinada á declararse contra la Francia á instigacion de la emperatriz Catalina de Rusia, á la cual por otra parte halagaba el gabinete inglés con un proyecto de expedicion anglo-rusa á Portugal, para obligar á España á entrar de nuevo en la coalicion, ofreciendo en retribucion á la czarina algun punto favorable de escala en el Mediterráneo. Este era uno, pero ni el solo ni el mas grave de los cargos que al gobierno de la Gran Bretaña hacía el príncipe de la Paz, para justificar su empeño y persuadir la necesidad de aliarse con Francia, siquiera nos trajese la guerra con aquella nacion. El ministro español acumulaba un largo catálogo de quejas

espresion impremeditada de la reina, estrechó á la Pizarro hasta hacerla revelarle el secreto: que la Matallana que se habia negado constantemente á descubrirle el plan, fué presa y desterrada de la corte; que Malaspina fué igualmente arrestado en el cuartel de Guardias de Corps, y de alli conducido al castillo de San Anton de la Coruña: y que en esta desgracia fué tambien envuelto el P. Gil, clérigo menor de Sevilla, residente entonces en Madrid y muy amigo de Malaspina, el cual fué destinado á la casa de correc

cion de los Toribios de Sevilla.

Si esta anécdota, que copió don Andrés Muriel en la historia manuscrita de Cárlos IV., sucedió de la manera que se refiere, la intriga surtió sin duda un efecto contrario al que se proponian sus autores, puesto que ellos fueron escarmentados, y lejos de menguar el favor de Godoy, se le vé llevar á los soberanos al pueblo de su naturaleza, aposentarlos en su propia casa, y poder hacer asi ostentacion pública de su valimiento.

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