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siones y trastornos de su antiguo volcán, parece haber sido el fondo de un tranquilo lago, que dió orígen al inmenso depósito de alubión de orígen volcánico que cubre esta gran llanura. Actualmente se puede considerar todavía como un gran lago en que el agua está reemplazada por el terreno de alubión, y los numerosos cerritos que se hallan diseminados en este llano y sobre los que se hallan fundados los pueblos de Sachaca, Alata, Socabaya, etc., son los islotes del antiguo lago, los que en el día representan los islotes que salen á la superficie de este lago de tierra.--Las faldas de estos cerros, se continúan debajo de esta espesa capa de alubion, y reuniéndose unas con otras, forman pequeñas cadenas. que son otras tantas barreras subterráneas que impiden el libre curso del agua». (1)

Tan respetable opinión parece hallarse confirmadas por las señales evidentes de sedimentación, que en diversos puntos se advierten, capas de terreno tranquilamente formadas y que excluyen, por lo tanto, la intervención de una acción volcánica en ellas. Esta acción se halla, al mismo tiempo, plenamente acusada, por los trastornos del terreno y, sobre todo, por los grandes depósitos de lava que, aunque fría y blanca hoy, recuerda, irresistiblemente, el día en que roja y ardiente salió del corazón de fuego del planeta.

El Sr. Paz Soldán dice: que la constitución geológica del terreno en Arequipa, es de pórfiro rojo y pórfiro granitico en medio de la arena.

(2)

La acción volcánica trastornadora y violenta, y la acción del agua mansa y tranquilizadora, se revelan, también, en el aspecto lleno de contrastes de la tierra.

Hay en algunas partes ondulaciones suaves y como de regazo, y en otras hay huellas convulsas de cataclismo. Á la vez que el repliegue en que la tierra se recoge blanda y casi femenina, se ven parajes en que las rocas se amontonan graníticas, metálicas, salvajes, petrificadas en actitudes como de lucha.........

De improviso, en un llano se levanta brusco, enorme bloque, arrojado allí por ignorado cataclismo, y en

(1) Raymondi-Análisis de las Aguas de Yura y otras.
(2) Paz Soldán, Atlas del Perú.

otra parte, en torno al pequeño monte escabroso, ondula dilatada la llanura.

II.

Dije ya lo que la ciencia sabe del valle de Arequipa, quiero, ahora, describirlo á mi manera, tal como lo ven mis ojos y mi corazón. ¿Se puede decir que con el corazón se vé?

Sea una tarde de Diciembre que es aquí el mes de las tardes tibias, de las hermosas tardes en que es dulce contemplar lo que se ama después de la larga labor del día.

Subiremos á aquella alta colina, la que se levanta hácia el Norte, cubierta de árboles y prados, y en la que brilla la cúpula del observatorio. Desde ella se descubre todo el valle.

Allá abajo, á la orilla del rio, casi en el centro de la comarca, está la ciudad, blanca, como hecha de espuma ó de lava ó de alabastro.-La bruma de la tarde comienza á cubrirla, y va palideciendo como si se sumergiera lentamente en un ensueño.

En torno suyo, asomándose, entrándose á sus calles, como curiosa de verla, brilla la campiña, verde y hermosa todo el año, pero que en esta tarde de Diciembre está más hermosa que nunca, porque los trigos maduros parecen campos de mieses de oro, y los campos de maíz lucen verde-oscuro en las cañas nuevas de anchas hojas, y las arboledas, con el buen tiempo y los anuncios de la lluvia de verano que no tardará, están de frondosas que ya se rinden á su propio peso!

Por el oriente, en lo último de la campiña, se divisa, casi al pié de la cordillera, el campanario de Characato, que es un pobre pueblecito sin más amparo ni más gloria que su hermoso templo!

Descendiendo de la colina de Characato está Sabandía, que no se vé de aquí; pero donde el corazón se promete bellos días, porque es pueblecito romántico y de hermosas vistas y clima dulce. Más acá de Sabandía se vé Paucarpata que está sobre su loma como una fortaleza.

Y á los piés de esta loma corre, sin ondulaciones casi, una vega ancha y fértil, que no se interrumpe hasta la ciudad en cuyos muros viene á morir.

Si del alto de Paucarpata resbala la mirada hácia el Sur, aparece, como una gran colmena blanca, el CampoSanto de la Apacheta.

Apártase de allí la mirada entristecida, y rozando la campiña y el cerro de Juli y el de Bellavista viene á posarse en un grupo de casitas blancas y una arboleda que están junto al rio. Es el pueblecito de Tingo, un lindo pueblecito, fresco y alegre un nido.

Pasando el rio, se yergue el fiero montecillo de Sachaca, todo áspero y rocalloso y en torno del cual vuelven á dilatarse los sembrados.

Y allá, entre el Oeste y el Norte, al fin de los campos, sobre una colina gris se levanta la pequeña iglesia de Pachacutec, y sobre otra colina próxima, la del Cerrocolorado», blancas las dos, mirando las dos al valle, como si allí estuvieran para guardar sus términos.

Se vé también Yanaguara, todo quiebras y huertos; y otros muchos pueblecitos y caseríos agrupados en torno de los blancos campanarios, como bandadas de palomas en torno del nido.

Las anchas lomas de Cayma, cubiertas de árboles y prados, se levantan por el lado del poniente, á nuestra derecha, y por la izquierda, á inmensa profundidad, corre el Chili con reflejos blanquecinos y glaucos y rumor grande y prolongado.

Mientras que la mirada ha recorrido tantos hermosos sitios, en cada uno de los que el corazón ha saludado un recuerdo que lo llamaba dulcemente, la tarde ha ido cayendo.

El sol desciende con gloria soberana. Algunas nubecillas blancas vuelan presurosas hácia occidente á recoger sus últimos rayos, á verlo morir.

En torno nuestro comienzan los rumores de la tarde en el campo. Se oye la esquila melancólica y los mugidos del ganado que vuelve á los establos, levantando en los caminos nubes de polvo que el sol torna luminoLos arroyos alzan sus voces para contarle á la noche que, al fin, es muy triste su eterno pasar y pasar, que se parece mucho á la vida de los hombres...

So.

......

Á las últimas claridades del día acabemos de ver la comarca.

En torno de la campiña que ya se oscurece, se ven algunos llanos áridos, y después de ellos comienza la marea ascendente de las colinas pardas, grandes, poderosas olas de tierra y peñazcos, que suben uniéndose, reforzándose, amontonándose para formar el colosal asiento de la cordillera. Y sobre esta inmensa aglomeración, sobre este pedestal inmenso, hiérguense, en fin, las montañas azules, las crestas nevadas, las cimas sublimes, rozando los cielos......... En este momento, la luz moribunda, tiñe la nieve de color de rosa, y la nieve, dulcemente encendida, parece vivir y soñar en la tibia claridad rosada.

Crece el rumor del rio, pasan soplos de brisa perfumada. La noche llega, una noche tropical, pura y serena. La nieve de las cumbres ha vuelto á quedarse blanca y fría. -Allá, en el fondo del valle, la ciudad, pálida, se ha dormido!

Y de la hermosa comarca, idealizada por la tristeza de la luz moribunda, por la dulzura azul del cielo, por la blancura mate de la nieve, por los rumores inciertos y errantes, se desprende no sé qué expresión pensativa y melancólica, no sé qué hálito ó ensueño, algo como un sér ideal, misterioso y vago, y que será tal vez el alma romántica de la comarca, esparcida y flotante en el aire!

III.

Hay tierras muy hermosas, que bajo un cielo sin tempestades, embriagadas con el aroma de infinitas flores, se adormecen al rumor de rios de tibias aguas y de perezosa onda; tierras en que la naturaleza parece tener siempre algo de nupcial.

Otras tierras hay duras, y violentas, en que la naturaleza parece hostil al hombre, porque lo trata rudamente, porque nunca se le rinde cariñosa; porque no le dá jamás una hora tibia para algún consuelo dulce.

Nuestra tierra de Arequipa, ni es blanda y cariñosa siempre, ni siempre dura; ni por fácil para producir enerva al hombre, ni por ingrata lo desalienta ya quita la ilusión y la esperanza del fruto abundante, que es la gloria del trabajador.

Nuestra tierra, cuando la mece el temblor y la arrulla el trueno, es tierra batalladora y ardiente, y advierte

enérgicamente al hombre, que la vida es un combate; pero en cambio, en ella, hay flores y sol todos los días!

Buena, buena y hermosa tierra es la tierra de Arequipa. ¡Como la están mirando sus montañas, no puede permanecer indolente é inmóvil, porque podrían despertarla rudamente! Como hay en ella parajes de hermosura oculta y tímida, en ellos se recoje y florece y sueña y sonríe, con sonrisa contenida y misteriosa!

La poesía desborda del alma, al hablar de la tierra querida. Y no lo sé evitar. Ni por qué había de evitarlo tampoco? ¿Para qué es hermosa una tierra, sino para que la quieran y la miren mucho sus hijos y luego les cuenten á todos de su hermosura? Para qué ha de ser buena una tierra sino para que sus hijos, al verla, digan con orgullo ¡bendita seas madre mía?

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