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tas que llegaban de otras provincias de América, los del Paraguay fueron transportados á un gran edificio llamado de La Guía, á distancia de un tiro de fusil del Hospicio, donde también había una capilla pequeña. Todo el tiempo que permanecieron en el Puerto de Santa María, aunque los gastos del Real Erario para alimentar y vestir á aquellos deportados eran grandes; el trato que recibieron en la comida y hospedaje fué muy infeliz; lo «que prueba, dice el P. Peramás (1), que el abandono en que estamos no procede de escasez del Rey, sino de avaricia y deslealtad en los que manejan estos caudales».

Agregóse á su mal tratamiento otro pesar mucho más grave. Algunos de los Jesuítas de las provincias americanas, que con tanta edificación habían sufrido su destierro y soportado las molestias de la navegación, seducidos ahora por los falsos halagos que oían en España, y amedrentados de lo mucho que les ponderaban los trabajos que todavía les faltaban que pasar, apostataron feamente de su vocación; y mientras los novicios les daban ejemplo de una perseverancia á la que no se hallaban ligados, rompieron ellos la obligación sagrada de los votos que ya tenían contraída. Nueve fueron los que de la provincia del Paraguay se retiraron de este modo, y de otras provincias los hubo en mayor número. Pero no lograron ni aun las ventajas temporales que de su sacrilegio se

(1) Annus patiens, xx Maii 1768.

prometían; pues el ministro español encargado de la expulsión, les notificó que era preciso que también ellos siguiesen embarcados á Italia, para obtener del Sumo Pontífice su secularización, y que para eso había de hacer cada uno su diligencia propia, justificando las causas por las que pretendía salir de la Compañía; y de esta solicitud y comprobantes debían llevar una copia para presentarla al Papa, y otro debían dejar en España. Agrega el P. Peramás que al contestar el Rey Carlos III á la primera petición que le dirigieron solicitando su permanencia en el reino, como miembros que se querían separar de la Compañía de Jesús, había respondido el Monarca con frases muy cariñosas, llamándolos hijos suyos. Singular delito de lesa majestad el que hacía expatriar á todos los Jesuítas, que se convertía en inocencia con sólo renegar de un Instituto religioso aprobado por la autoridad de la Iglesia de Jesucristo como santo y de prescripciones que conducen á la perfección cristiana.

Proceder es éste en que resalta la semejanza con el de los perseguidores del Cristianismo, quienes sentenciando á la última pena á los cristianos, los daban, sin embargo, por inocentes con sólo que abjurasen de la fe; con lo que ponían de manifiesto que las severísimas penas infligidas á los fieles no procedían sino de odio á la religión; y que cuando se publicaba ser los cristianos unos malvados y facinerosos, estaban en realidad inocentes de todo crimen, y no tenían otro delito, que el de pro

fesar una religión santa. Aunque esto consolaba á los Jesuítas del Paraguay; no obstante, la prueba que tuvieron que sufrir con ocasión de los apóstatas, fué muy dolorosa: hasta que más tarde, lograron que fuesen separados de ellos en la morada, aquellos que ya se habían separado en el ánimo, abandonando cobardemente su puesto y faltando á los compromisos que tenían contraídos con Dios.

Por fin, el 15 de Junio, embarcados nuevamente, dirigieron su rumbo hacia la isla de Córcega, adonde iban destinados, y donde todavía estaban los demás Jesuítas de la Península, por no haber sido recibidos en Italia. Con grandes trabajos, que pueden verse en el Diario del P. Peramás, llegaron al puerto de Bastia, con la particularidad de habérseles hecho esta vez embarcar en buques separados á los que eran nacidos en Europa y á los que lo habían sido en América; confiando en que de este modo les habían de hacer faltar más fácilmente á su vocación. Felizmente no fué así; y, alojados en Bastia, donde permanecieron desde el 4 hasta el 31 de Agosto, hubieron de abandonar también la isla por orden de los franceses que ya la poseían. Nueva navegación hacia la República de Génova y nuevos infortunios y viajes que duraron hasta el 29 de Septiembre de 1768, día en que se cumplía un año justo de su salida de Punta de Lara. Ese día, y el antecedente, se alojaron los Jesuítas del Paraguay en la ciudad de Faenza, perteneciente á los Estados Unidos del Papa, que fué el paraje donde perseveraron en adelante.

EL EXTRAÑAMIENTO

DE

LOS JESUÍTAS DEL RÍO DE LA PLATA

LIBRO II

ARGUMENTO

LOS NOVICIOS.-LOS MISIONEROS DEL CHACO. SEGUNDA

EXPEDICIÓN DE JESUÍTAS DEL PARAGUAY Á EUROPA.MISIONEROS DE CHIQUITOS.-EXPULSIÓN DE LOS JESUÍTAS EN LAS MISIONES DE LOS GUARANÍS.-BÚSCANSE EN LOS PAPELES DE LOS JESUÍTAS PRUEBAS DE LOS CARGOS QUE LES QUISIERON HACER. OBSERVACIÓN SOBRE EL EXTRAÑAMIENTO

LOS NOVICIOS

Expresaba la Instrucción que se dió á los ejecutores del extrañamiento que se había de proceder de un modo especial con los novicios de la Compañía de Jesús: «En los noviciados ó casas en » que hubiere algún novicio por casualidad, dice >>el § x de la Instrucción, se han de separar inme>>diatamente los que no hubiesen hecho sus votos >> religiosos todavía, para que desde el instante no >comuniquen con los demás, trasladándolos á casa

>particular, donde, con plena libertad y conoci>miento de la perpetua expatriación que se im>pone á los individuos de su Orden, puedan tomar >el partido á que su inclinación los indujere. Á

>> estos novicios se les debe asistir de cuenta de la >Real Hacienda mientras se resolvieren, según la >explicación de cada uno, que ha de resultar por » diligencia firmada de su nombre y puño, para >>incorporarlo si quiere seguir, ó ponerlo á su >>tiempo en libertad con sus vestidos de seglar al »que tome este último partido, sin permitir el >>Comisionado sugestiones para que abrace el uno »ó el otro extremo, por quedar del todo al único libre arbitrio del interesado; bien entendido >>que no se les asignará pensión vitalicia, por ha>>llarse en tiempo de restituírse al siglo, ó trasla>> darse á otro Orden religioso, con conocimiento »de quedar expatriado para siempre.»

»y

Once eran los jóvenes que con decisión de seguir la Compañía había en el Noviciado de Córdoba; y ellos, como los demás religiosos, fueron encerrados en el refectorio del Colegio máximo á 12 de Julio de 1767. Ninguna impresión les hizo el que al llegar á ellos el Notario encargado de tomar la filiación de todos los que allí se encontraban, les dijese: ¡Dichosos vosotros, jóvenes! A cada uno de vosotros os da facultad el Rey para que os volváis á vuestras casas ó sigáis á los antiguos (1). Ni los halagos de aquel ministro, ni el

(1) PERAMÁS, Clemens Baygorri, § xxiv.

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