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pues éstos les sobrevinieron igualmente, y quizá en mayor medida que á los demás.

EL ÚLTIMO JESUÍTA DEL PARAGUAY

Íbanse consumiendo con la muerte los Jesuítas que habían pertenecido á la antigua y celebrada provincia del Paraguay; é iba al mismo tiempo anotando sus fallecimientos el ministerio español, como quien espía la agonía de la víctima, en virtud de aquella cláusula de la Pragmática: Mi ministro en Roma tendrá particular cuidado de saber los que fallecen (1), etc. Todavía se conservan en el Archivo general de Buenos Aires y en otros las listas de esta clase enviadas de tiempo en tiempo en virtud de aviso de los Comisarios de Italia. Á 3 de Mayo de 1817 sólo quedaban vivos siete sujetos de la antigua provincia del Paraguay, según carta del P. Iturri al P. Diego de Villafañe. Y á 9 de Enero de 1814, escribía éste á D. Ambrosio Funes desde Tucumán, llamándose el único ex Jesuíta viviente en esta parte de la América. Así era, en efecto; y éste fué el último de los Jesuítas de la misionera y apostólica provincia.

El P. DIEGO LEÓN DE VILLAFAÑE, nacido en San Miguel de Tucumán á 14 de Abril de 1741, era en la época de la expulsión escolar en el colegio má

(1) PRAGMÁTICA de 2 de Abril de 1767, núm. vii.

que

ximo de Córdoba, habiendo ingresado en la Compañía á 3 de Mayo de 1763. Expatriado por Carlos III, pasó á Italia, donde prosiguió sus estudios en Faenza; y ordenado de sacerdote, parece quedó en la misma región después de suprimida la Compañía en 1773. Llegado el año de 1798, en á causa de la invasión francesa en Italia se dió licencia á los ex Jesuítas para regresar á su patria, el P. Villafañe pasó, como los otros amigos suyos, á España; é impaciente por llegar á su destino, atravesó toda la Península hasta el Mediodía, y no esperando hallar buque tan pronto en Cádiz, pasó de Andalucía á Lisboa, donde se embarcó y navegó con felicidad hasta llegar al Nuevo Mundo. Arribado á Buenos Aires, emprendió sin dilación el camino hacia Tucumán, su patria, entrando en Córdoba el 14 de Diciembre de 1799, y siendo recibido con extraordinario júbilo del Sr. D. Ambrosio Funes y de muchas personas que tuvieron noticia de su llegada. Dirigióse luego á Tucumán, donde se detuvo muy poco tiempo; y por el mes de Marzo de 1800 pasó á Chile por la Cordillera. Traía nombramiento y facultades de Prefecto apostólico de las Misiones de Araucanía, é hizo las diligencias posibles para entrar en ellas. Pero viendo la empresa por entonces imposible, determinó volver á su patria, pasando de nuevo la Cordillera hacia esta banda en Enero de 1801. En Tucumán recibió la noticia de haberse comunicado á D. Pedro Arduz la orden del segundo extrañamiento. El cabildo secular de la ciudad de Tu

cumán representó al Virrey D. Joaquín del Pino acerca de la edificativa conducta y de las razones que había para no exponerle á viaje tan dilatado y de tantos riesgos á su edad, de más de setenta años, y el Virrey informó al Rey en su favor. Parece que con este informe sucedió lo que con los semejantes á él, que mostraban no haberse ejecutado al punto la orden: que quedaron sepultados en el olvido y sin respuesta. El hecho es que al Padre Villafañe le dejaron en paz, sin tratarse más de su embarque.

Tres veces tentó á entrar en sus Misiones de la Auracanía: en 1800, como va dicho; otra vez en 1808, y otra en 1818; y las tres, por diversas causas, tuvo que desistir de la empresa. Retirado en Tucumán, fué testigo de la independencia y de sus efectos, ejercitándose él únicamente en el ministerio sacerdotal. Esperaba que la Compañía de Jesús fuese restablecida solemnemente en estas ́ regiones; pero las revueltas que acompañaron á la emancipación, y el estar ya declarado el país independiente desde 1816, no le dejó ver realizado su gran deseo. No obstante, él había recibido facultad para hacer los votos de religioso de la Compañía in articulo mortis; y seguramente no la desaprovechó. Con esta vida retirada y tranquila, falleció, de edad casi de noventa años, en Tucumán, á 7 de Abril de 1830. Poco le faltó para darse la mano en la República Argentina con là Compañía restaurada.

Ya para

este tiempo había sido solemnementę

restablecida la Compañía de Jesús para todo el mundo por la Bula Sollicitudo omnium ecclesiarum de Pío VII, á 7 de Agosto de 1814, derogando para ello el Breve abolitivo de Clemente XIV. En 1815 la llamaba por documento público á sus dominios de la Península el Rey de España Fernando VII (1), declarando que su augusto abuelo había sido sorprendido por las maquinaciones de hombres impíos al decretar el extrañamiento; y pocos meses más tarde, en el mismo año, extendía la misma restitución á sus dominios americanos (2).

Seis años después de la muerte del último Jesuíta de la famosa é histórica provincia del Paraguay, arribaban á las playas argentinas los primeros Padres Jesuítas, que volvían á renovar los ministerios de sus antiguos modelos, y cuya historia ha trazado el distinguido escritor guatemalteco Padre Rafael Pérez, S. I. (3). Como impulsado por espíritu profético, había pronosticado esta vuelta el insigne Obispo Sr. Escalada, predicando un año antes en la iglesia de San Ignacio, el día de la fiesta del Santo; y él mismo la celebró en 1836, tomando por texto de su sermón las palabras del Profeta (4): Iste est septuagesimus annus. Setenta

(1) Véase el Decreto de restablecimiento en el Apéndice núm. 10.

(2) Apéndice núm. 11.

(3) P. RAFAEL PÉREZ: La Compañía de Jesús restaurada en la República Argentina y Chile, etc. Barcelona, 1901. En 4.o, tomos I-XXVIII, págs. 29-982.

(4) ZACH, tomo 1, pág. 12.

años habían pasado desde el día en que la Compañía fué arrojada de estas regiones por decreto de la impiedad aborrecedora de la religión cristiana, firmado por Carlos III; el Señor se apiadaba por fin de su pueblo, y le enviaba anuncios de gozo y de consuelo.

FIN

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