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TRADUCCIÓN

«SEÑOR GOBERNADOR>

<Dios te guarde á ti que eres nuestro padre, te decimos nosotros, el Cabildo y todos los caciques, con los indios é indias y niños del pueblo de San Luis.

>>El Corregidor Santiago Pindó y D. Pantaleón Cayuarí con el amor que nos profesan, nos han escrito pidiéndonos ciertos pájaros que desean enviemos al Rey. Sentimos mucho no podérselos enviar, porque dichos pájaros viven en las selvas donde Dios los crió, y huyen volando de nosotros, de modo que no podemos darles alcance. Sin que eso obste, nosotros somos súbditos de Dios y de nuestro Rey, y estamos siempre deseosos de complacerle en lo que nos ordene; habiendo ido tres veces á la Colonia como auxiliares, y trabajando para pagar el tributo, y pidiendo como pedimos ahora que Dios envíe la más hermosa de las aves, que es el Espíritu Santo, á ti y á nuestro Rey para iluminaros y que os proteja el Santo Angel.

>> Por eso, llenos de confianza en ti, te decimos: Ah, señor Gobernador, con las lágrimas en los ojos te pedimos humildemente dejes á los santos Padres de la Compañía, hijos de San Ignacio, que continúen viviendo siempre entre nosotros, y que representes tú esto mismo á nuestro buen Rey en el nombre y por el amor de Dios.

Esto pedimos con lágrimas todo el pueblo, indios, indias, niños y muchachas, y con más especialidad todos los pobres.

>>No nos gusta tener Cura fraile ó Cura clérigo. El Apóstol Santo Tomás, ministro de Dios, predicó la fe en estas tierras á nuestros antepasados, y estos párrocos frailes ó párrocos clérigos, no han tenido interés por nosotros. Los Padres de la Compañía deJesús sí, que cuida ron desde el principio de nuestros antepasados, los instruyeron, los bautizaron y los conservaron para Dios y para el Rey de España. Así que de ningún modo gustamos de párrocos frailes ó de párrocos clérigos.

>> Los Padres de la Compañía de Jesús saben conllevarnos, y con ellos somos felices sirviendo á Dios y al Rey, y estamos dispuestos á pagar, si así lo quisiere, mayor tributo en yerba caamirí.

>>Ea, pues, señor Gobernador, de cuya bondad no dudamos, oye estas súplicas de unos pobres como nosotros, empeñándote en que se cumplan.

»Además, que nosotros no somos esclavos, ni tampoco gustamos del uso de los españoles, los cuales trabajan cada uno para sí, en lugar de ayudarse uno á otro en sus trabajos de cada día.

>>Esto es la pura verdad, te decimos, y si se hace lo contrario, se perderá pronto este pueblo y otros pueblos también, para sí, para el Rey y para Dios, y nosotros caeremos en poder del demonio. Y entonces, á la hora de nuestra muerte, ¿á quién tendremos que nos auxilie? A nadie absolutamente. Nuestros hijos, que ahora están en los bosques,

cuando regresen al pueblo y no vean á los párrocos, hijos de San Ignacio, se irán por los desiertos ó los bosques á vivir mal. Ya las gentes de San Joaquín, San Estanislao, San Fernando y Timbó, se han desparramado. Esto sabemos y te decimos, porque después el Cabildo no ha de poder restaurar este pueblo como estaba para Dios y para el Rey.

>>Por tanto, señor Gobernador bondadoso, haz como te suplicamos.

>>Y que nuestro Señor te asista y te dé su gra

cia continuamente.

>>Esto y no más es cuanto tenía que decirte. >> De San Luis, á 28 de Febrero de 1768.

>> Tus pobres hijos, á saber, el pueblo y Cabildo

entero.»>

(Siguen las firmas).

NÚM. 7

1768.- Sucesos de seis novicios americanos

Mi P. José Tomás.

P. C. ETC.

>>Mi querido Padre: No he respondido á V. R. por haber estado en Ejercicios, de que salimos hoy sábado. Estimo su buena benevolencia, con la cual dará á Dios gracias por haberme juntado con los que tan sin compasión me habían forzado á dejar corporalmente, y también me alegra (aunque siento su necesidad) ver á V. R. tan conforme con la divina voluntad y exacto en la observancia de nuestras reglas, estando aparejado para mendicar ostiatim cuando la necesidad lo pida. Yo, para cumplir con el deseo y petición de V. R., y para que vea cómo Dios, cuando está uno más desamparado de todo favor humano, manifiesta más su paternal providencia, le referiré lo que me ha sucedido desde la última vista hasta ahora; pero advierto á V. R. que le escribo con toda llaneza, como á un compañero inseparable, y que procu

raré abreviar, puesto que no me sepa explicar con pocas palabras.

>>La tarde, mi Padre, que me apartaron á mí y á mis compañeros de su buena compañía, del Padre Cosme y hermano Escriche, nos condujeron al convento de San Francisco, á la celda del P. Guardián, donde nos dieron de refrescar; y, entretanto, tuvimos nuestros buenos ataques con el Guardián y el Oidor, juez comisionado para nuestra causa. Yo era el que principalmente les respondía, y por la gracia de Dios daba mis razones de suerte que quedaron desengañados, pero no convencidos, de su vana pretensión de que dejásemos la sotana; tanto, que vinieron á decir, ó que estaba loco ó que sabía mucho. Por último, de esta primera entrada les hice perder las esperanzas de conseguir su intento, que parece tenían orden de la corte para disuadirnos de nuestro error (como decía el Conde de Aranda) en seguir la religión. Habíale escrito al Guardián también para que con su prudencia supiese mejor hacer este papel; y así dijo al Oidor no perdiesen las esperanzas, que con el tiempo se templarían estos fervores. Luego nos condujeron á una buena celda, prevenida con cuatro muy buenas camas, y nos dieron la posesión de ellas, con que se despidieron, encargando á mis compañeros no me siguieran á mí, porque era una locura. Se siguió la cena, y en los demás días, nuestra buena asistencia. Pero mis compañeros, con sus ayunos, disciplinas, lección espiritual y oración, en que gastaban dos horas al día, causa

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